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Barracas Central y Deportivo Riestra: dos equipos vistos como las “Cenicientas del poder” que logran cruzar las fronteras
Si un diario colombiano tituló “Argentino, pero modesto”, cuando asumió el papa Francisco en el Vaticano, en este caso el titular debería ser “Equipos muy chicos pero muy poderosos”; impunes, incluso
Barracas Central es el equipo del presidente de la AFA desde 2017, Claudio Chiqui Tapia.
En 2026, en el comienzo de las fases de grupos de las copas Libertadores y Sudamericana, los clubes uruguayos volverán a cruzarse como en cada año contra rivales argentinos —y brasileños y de otros países, claro—. Algunos de los participantes de la orilla oeste del Río de la Plata serán ya conocidos, como River, Boca o Rosario Central, aunque aún resta saber en cuál de los dos torneos competirán: no ha sido, al menos hasta ahora, un buen 2025 para los más grandes, uno dirigido por Marcelo Gallardo y el otro presidido por Juan Román Riquelme. Lo que sí está confirmado es que, a la vez, además habrá debutantes en las copas: Uruguay recibirá por primera vez a equipos argentinos sin historia internacional.
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Platense, como campeón del Apertura 2025, ya se aseguró su estreno más allá de Argentina —y en la máxima competencia, la Libertadores—. Es cierto que entre 1998 y 2021 debió pelearla en el ascenso, pero el Calamar es un histórico equipo de Primera División, con más de 60 temporadas en la máxima categoría. Lo inesperado a la enésima potencia es que, a falta de pocas fechas para que se terminen de definir todos los clasificados, otros dos clubes que están a punto de entrar a las competiciones de la Conmebol son Barracas Central y Deportivo Riestra, nombres históricamente asociados a las categorías más bajas del ascenso en Argentina, pero que de repente se revelaron como protagonistas de los puestos más altos de la Primera A.
Por lo general, los equipos más pequeños suelen caer bien. Son simpáticos, entrañables, inofensivos: personifican la revancha de los humildes que les ganan al menos por una vez en la vida a los poderosos, esa metáfora tan habitual de los deportes, y en particular del fútbol. Los argentinos más fanáticos de la historia rioplatense están al tanto de aquel quinquenio en que los chicos uruguayos se consagraron campeones entre 1987 y 1991: Defensor (dos veces), Progreso, Danubio y Bella Vista por delante de Nacional y Peñarol. Pero la rareza de Barracas Central y Riestra es que, a riesgo de no usar una palabra muy exagerada para el fútbol (odio), son equipos muy poco queridos. Más bien lo contrario: generan recelo y miradas torvas porque están sospechados de pertenecer al nuevo poder de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y, por lo tanto, de recibir ayuda de los arbitrajes.
Barracas Central es el equipo del presidente de la AFA desde 2017, Claudio Chiqui Tapia, un dirigente reconvertido a todopoderoso a partir de que Argentina ganó el Mundial de Catar 2022. Presidentes de la nación de diferentes signos políticos, como Alberto Fernández y Javier Milei, intentaron desplazarlo, pero Tapia, a partir de la tercera estrella de la Albiceleste, se defiende con un as imbatible en la manga: el apoyo de la selección, en especial de Lionel Messi. La historia de Chiqui y Barracas Central nació cuando su familia, de origen sanjuanino (1.000 kilómetros al oeste de Buenos Aires), se mudó a Buenos Aires en su infancia y a los 12 años llegó a Barracas, un barrio obrero, plebeyo, a pocas cuadras del pequeño estadio de un club con una historia centenaria, pero que únicamente había estado en Primera División en el amateurismo, o sea, antes de 1931.
Delantero sin gol pero con voluntad, Tapia jugó en las inferiores de Barracas hasta que en 1985 debutó en Primera C, entonces cuarta categoría. Su equipo descendió a la D, la quinta y última divisional, y la carrera de Chiqui como futbolista no terminó de despegar: tras un paso por Dock Sud, también en la D, regresó a Barracas y sumó un puñado más de partidos en la D hasta su retiro, en 1991. En simultáneo, sin embargo, se ganaba la vida con la recolección de basura, profesión en la que afianzó su relación con el gremio de camioneros. Tapia nunca olvidó su amor con Barracas Central y muy joven, con 33 años —pero ya muy respetado en el barrio y con buen cargo en el sindicato—, asumió en 2001 la presidencia de un club en estado crítico, incluso bajo riesgo de volver a caer de la C a la D.
La renovación del vínculo sería funcional para Tapia y para Barracas. Al ascenso de Barracas a la B (tercera categoría) en 2010 le siguió la carrera personal del dirigente en una AFA que entraría en cisma en 2014 tras la muerte de Julio Grondona y una bochornosa elección 38-38 con 75 votos. Ya presidente del fútbol argentino desde 2017, Tapia y Barracas crecieron sin parar: las referencias a sospechas de guiños arbitrales y reglamentarios a favor del club del dirigente se convirtieron en un paisaje habitual de las crónicas periodísticas y del runrún de los hinchas. Términos como “polémica”, “escándalo” y “alevoso” acompañaron a los dos nuevos ascensos, de la B al Nacional —donde no participaba desde 1949— en abril de 2019 y del Nacional a la máxima categoría —donde no jugaba desde 1930, hacía 88 años— en diciembre de 2021.
Si el poder de Barracas Central se concentra únicamente en Tapia, el amo y señor de Deportivo Riestra se llama Víctor Stinfale, abogado, empresario y gerenciador que en 2012 llegó a este otro pequeño club del sur porteño, también de un barrio de clases bajas, Soldati. Casi al igual que Barracas, con muy poca hinchada, mínima masa societaria y un estadio para 3.000 personas, Riestra es el equipo más extraño de los 30 que compiten en la Primera División de Argentina. En un fútbol que prohíbe la llegada de las sociedades anónimas deportivas —e incluso resiste el embate de Milei—, la AFA de Tapia permite una excepción con Riestra, que no será una SAD (Sociedad Anónima Deportiva), pero se alimenta de los capitales privados conseguidos por Stinfale, a su vez exarquero de Colegiales —Primera C— en la década del 80.
El progreso fue meteórico y criticado: en menos de 10 años, entre 2014 y diciembre de 2023, Riestra sumó cuatro ascensos y pasó de la última categoría, su lugar histórico, la D, a la Primera A, donde nunca había estado. Como Barracas, ese recorrido fue pletórico en polémicas por fallos arbitrales favorables y un trabajo de marketing para llamar la atención: contrató a Diego Maradona para que se sumara a algunas prácticas, en las pretemporadas realiza entrenamientos de 3.30 a 4.30 de la madrugada, en su estadio suena música electrónica y algunos de sus jugadores ingresan al campo de juego con latas de bebidas energizantes —o las consumen durante los partidos—, el patrocinador principal del club. Durante años, en la espalda de la camiseta de Barracas, el club de Tapia, apareció la publicidad de Speed, la empresa de la bebida energizante que comercializa Stinfale.
Incluso Riestra viste indumentaria Adidas —algo que en el país solo hacen River y Boca, los dos principales clubes, más la selección campeona del mundo—, pero no por un acuerdo oficial: periódicamente, un empleado del club sale a comprar camisetas negras genéricas de la marca de ropa alemana, por locales comerciales de Buenos Aires, y luego les estampa el escudo, los números y las publicidades. Entre ese hacer ruido en los medios y entrar en el Guinness de los récords, en mayo de 2024 hizo debutar a Mateo Apolonio, un chico de 14 años, para romper el récord de precocidad en Primera División de Sergio Kun Agüero (15 años, en 2003) y Diego Maradona (16, en 1976).
Riestra-Barracas siempre fue un duelo del bajo fondo del ascenso: un partido de cuarta categoría. Hasta febrero de 2024, el historial reunía 92 partidos: 9 en la D, 76 en la C y 7 en la B Metropolitana. A inicios del año pasado se enfrentaron por primera vez en la A. Nadie pensaba entonces que, mediante grandes campañas en 2025, aunque siempre al borde de la polémica arbitral, estarían cerca de clasificarse a las copas internacionales de 2026. “La conducción arbitral obedece, los jueces ejecutan en las canchas y en el VAR trazan líneas con impunidad para crear una realidad paralela. La cadena más putrefacta que se puede imaginar. Hay una obsesión, un mandato, una obligación: allanar el camino de Barracas Central hasta donde sus méritos deportivos jamás lo podrían elevar. Obsecuencia, miedo e impunidad en dosis igual de pestilentes”, publicó el periodista Cristian Grosso, de La Nación, hace pocos días, tras un nuevo arbitraje polémico a favor de Barracas, en este caso ante Estudiantes.
Desconocidos para el gran público argentino hasta hace poco, Barracas y Riestra se preparan para salir de las fronteras y, acaso, fixture mediante, llegar a Uruguay. Si un diario colombiano tituló “Argentino, pero modesto”, cuando asumió el papa Francisco en el Vaticano, en este caso el titular debería ser “Equipos muy chicos pero muy poderosos”. Impunes, incluso.