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    Alejandro Ruibal: un empresario de alto perfil cercano a la política y al fútbol, que llama a “apuntalar”

    Origen y ascenso del director de Saceem y titular de la Cámara de la Construcción, cara visible en la negociación con el gobierno en recientes controversias e impulsor de varias obras de infraestructura emblemáticas que goza de la “adrenalina” de “hacer cosas”

    “Muy uruguayo”. El empresario Alejandro Ruibal, que madruga cada mañana y toma mucho mate, que tiene dos hijos, que se apasiona con el fútbol y Peñarol y que le gusta el campo, el interior, el folclore y Lady Gaga, siente que eso lo define bien. Sin embargo, otras cosas lo ubican en una posición distinta a la del ciudadano común, porque proviene de un hogar de clase relativamente acomodada —si bien no se considera un “carrasquito”—; porque con 15 años pasó un verano en Mánchester aprendiendo inglés; porque dirige la mayor constructora del país; porque fue condecorado como Caballero de la Legión de Honor; porque tiene un diálogo fluido con los gobernantes de turno; porque cada tanto le pica el “bichito” de meterse a hacer política —y él lo “espanta” para no distraerse—; porque los fines de semana fuma un habano; porque alguna vez al mes va a la estancia familiar en Lavalleja y veranea en su casa de Punta Ballena.

    Por su alta exposición pública, a este ingeniero que preside la Cámara de la Construcción tampoco se lo puede encasillar como un empresario uruguayo medio. En los últimos meses, apareció seguido en conferencias o ruedas de prensa en Torre Ejecutiva y en entrevistas en medios de comunicación a raíz de las controversias en torno al Ferrocarril Central y el proyecto Neptuno (Arazatí); Saceem, la constructora que dirige y lo tiene como uno de sus dueños, es una contratista frecuente con el Estado. Se distancia del bajo perfil que en general prefieren sus colegas; Ruibal entiende que los empresarios no tienen por qué esconderse, ya que no son “piratas” o “ladrones”, como piensa que muchos los ven (ver nota aparte). Y, a diferencia de otros, en la charla que mantuvo con Búsqueda para esta semblanza suya tampoco esquiva la pregunta de a quién vota —a los colorados—; se dice un “batllista progresista” e “hincha de la economía de mercado”.

    ¿Cuál es el motor vital de este empresario? “Lo material me importa, obvio, pero siempre me importó más hacer algo de guita como un medio para criar bien a mis hijos y disfrutar de las cosas que me dan satisfacción. No me muero por viajar ni por los grandes lujos” sino por “ir a la playa en verano y tomar mate hasta el atardecer, asado con amigos para hablar boludeces y chupar unas cuantas, la vida al aire libre, (el) fútbol, (ir a) campaña. Y sentir la adrenalina de hacer cosas, con los riesgos que lleva eso; liderar grupos y disfrutar de los éxitos del equipo. Eso me emociona”.

    El origen y el ascenso

    Ruibal cumplirá 60 años el próximo diciembre.

    Fue el primero de tres hijos en una familia “batllista”, “laica” y de “clase media, media alta” del barrio Punta Gorda, que después se mudó a Carrasco y luego, por necesidad, a Pocitos. “Vivíamos bien, pero no era un hogar de esos típicos de Carrasco, recontrapituco”, aclara. Tenían casa en Santa Lucía del Este.

    Como estudiante en el Liceo Francés fue un “alumno complicado”, porque aunque tenía buenas notas, por la conducta “estaba siempre al borde de la patada en el culo”.

    Su padre, José Alejandro, hijo de un médico y diputado colorado por Canelones, era ingeniero industrial y el sustento económico de la familia. Del otro lado, su madre, Julia Panierotto, se crió en el barrio Fraternidad, vecino del Cerrito de la Victoria; el papá tenía un puesto de feria.

    “Mi viejo progresó” y llegó a gerenciar la empresa de electrodomésticos James Aladin. Murió con 56 años y eso fue un quiebre familiar, y para Ruibal, que por entonces tenía 20 años y estaba arrancando la Facultad de Ingeniería, significó “un golpazo” que lo llevó a hacer “un clic” en el “encare de la vida” y en “la toma de responsabilidad”. “Era mi referente” y “siempre me inculcó no creérmela, ser muy abierto”, recuerda. La influencia paterna se ve, entre otras cosas, en la opción por esa carrera, en un temprano amor por Peñarol y en el gusto por la poesía gauchesca, que interpretaba con los hijos como público. “El malevo te lo recito de memoria”, se jacta el empresario.

    Aquel sueldo de gerente del padre que ya no estaba quedó reducido a una pensión. La plata no alcanzaba y la familia tuvo que “administrar la crisis”: vendieron el auto y la casa de Carrasco y se mudaron a Pocitos; la madre, que era ama de casa, se puso a vender lana —“una leona”—; y el primogénito entró como ayudante en OSE, un puesto que le permitió seguir adelante con la carrera de ingeniero civil estructural en la Universidad de la República, mientras sus dos hermanas terminaban el liceo. En esa época Ruibal andaba en bicicleta.

    Un profesor de la facultad le ofreció ir a trabajar con él a una constructora chica y dejó el ente público. Después estuvo un año en Raúl Clerc, otra empresa del rubro, hasta que, recibido y casado hacía poco, en 1993 un aviso en El Gallito Luis de El País pidiendo un ingeniero de obra con “aptitud técnica” y “liderazgo” le abrió las puertas en Saceem (Compañía Sudamericana de Empresas Eléctricas Mecánicas), entonces de capitales franceses. Ruibal cree que su dominio del idioma de los galos, por haber hecho primaria y secundaria en el Liceo Francés, le dio ventaja sobre el casi medio centenar de aspirantes al puesto.

    Aviso
    El aviso clasificado que fue puerta de entrada para Ruibal en Saceem

    El aviso clasificado que fue puerta de entrada para Ruibal en Saceem

    Empezó monitoreando varios proyectos, algunos en el interior. En Juan Lacaze, Colonia, vivió un tiempo mientras la constructora hacía trabajos en la planta de Fanapel, una papelera ya extinta.

    En Saceem aprovechó las “firmes posibilidades de desarrollo profesional y personal” que prometía aquel aviso clasificado y fue ascendiendo: se encargó del área de negocios de Redes, Telefonía e Informática en Uruguay y en Porto Alegre, antes de pasar a ser el director comercial y, su cargo actual, director general.

    Se convirtió en empresario tras la salida de los accionistas franceses, con la crisis económica que atravesó el país en 2002. “La iban a vender a un grupo español, a la competencia, Abengoa. Dije: ‘Bo, ¿juego en Peñarol y me van a vender a Nacional? ¡Tengo que hacer la carrera de nuevo!’. Y me tomé un avión a Brasil, me traje un inversor y compramos la compañía”.

    Ruibal quedó con el 10%, pero actualmente se están procesando cambios en el paquete accionario de Saceem, que, por ahora, él prefiere no comentar, si bien aclara que seguirá ocupando la posición de director general o CEO del grupo en América.

    Saceem se presenta como un grupo uruguayo con actividad desde 1951 y con vuelo regional a través de oficinas en Perú y Paraguay. Su web señala que ha ejecutado más de 1.700 contratos, que su facturación anual supera los US$ 350 millones —cifra que se mantiene en ese orden, “aunque el dólar es tramposo”, acota Ruibal— y que cuenta con al menos 3.500 empleados. Para ratificar que es el grupo “más grande” del sector, el empresario asegura que ninguna otra constructora de infraestructura vial, y mucho menos las de viviendas, se acercan a esos números de facturación.

    Algunas de las obras en las que intervino Saceem son de gran dimensión y hay varias emblemáticas. Construyó la Central Batlle de UTE (1951), el puente de Paso Pache para el Ministerio de Transporte (1969), las líneas de UTE de 500 kilowatts (1978), el complejo Euskalerría del Banco Hipotecario (1982), la planta de Paso Severino de OSE (1987), Portones Shopping (1994), la playa de contenedores de Terminal Cuenca del Plata (2003), el puente de las Américas (2004), la fábrica de pasta de celulosa de Botnia en Fray Bentos (2005), la planta de Montes del Plata (2013), el estadio de Peñarol (2016) —una obra con un significado “increíble” para Ruibal, un “manya bastante enfermo”—, además del Ferrocarril Central, el nuevo viaducto de la rambla portuaria para la Administración Nacional de Puertos y UPM 2, entre los más recientes.

    Es común que en algunos actos de corte de cintas Ruibal se cruce con intendentes, ministros y el presidente en funciones.

    Los medios argentinos, ingeniosos para poner nombres y titulares siempre al borde del reglamento, no dudarían en llamarlo el “zar” o el “rey de la infraestructura” oriental.

    Los políticos y el “bichito” latente

    Es feriado por el 18 de julio, pero en la Torre Ejecutiva hay movimiento. La conferencia en la que el gobierno de Yamandú Orsi comunica la cancelación del proyecto Neptuno y un acuerdo con Aguas de Montevideo para que lleve adelante otra obra está terminando. Se apagan los micrófonos, los jerarcas se paran, sonríen, y quien llevó la voz cantante, el secretario de la Presidencia, Alejandro Sánchez, se encorva un poco para, con un beso, despedirse de su tocayo y parte de ese consorcio empresarial. Con Ruibal se conocen mucho, hay confianza.

    Ruibal, Sánchez
    Ruibal, el secretario de la Presidencia y el ministro de Ambiente, en la conferencia en la que se anunció el arreglo sobre el proyecto Neptuno

    Ruibal, el secretario de la Presidencia y el ministro de Ambiente, en la conferencia en la que se anunció el arreglo sobre el proyecto Neptuno

    Ruibal no sobresale por su estatura, pero como empresario logra llegar, sin esforzarse como otros, a los altos estamentos del poder: tiene comunicación fluida con todos los partidos. Se siente cómodo interactuando con los políticos; más aún, algunas veces fantasea con ser uno de ellos. La última vez que pensó en eso fue para las elecciones departamentales de este año.

    “Me sondearon primero y alguno me hizo el planteo concreto. (El ahora senador colorado) Robert Silva fue uno”.

    —¿Lo consideró?

    —La verdad, porque como a mí me gusta ejecutar cosas y el puesto de intendente de Montevideo es muy lindo para hacer cosas y todo lo que hace Montevideo repercute en el país, me hicieron pensar. Pero muy rápidamente llegué a la conclusión de que no era el momento.

    Pero no descarta que ese momento llegue más adelante. “No tengo un plan. Es como un bichito ahí que pica a veces, pero lo espanto. Lo espanto para no distraerme”.

    Su cercanía con algunos políticos es inevitable para quien hace negocios con el Estado y que es directivo de una cámara empresarial.

    Ruibal Lacalle Pou
    Ruibal y el caballo que la Cámara de la Construcción le regaló al entonces presidente Luis Lacalle Pou

    Ruibal y el caballo que la Cámara de la Construcción le regaló al entonces presidente Luis Lacalle Pou

    En el Día de la Construcción celebrado en octubre de 2024, le tocó entregarle un regalo a Luis Lacalle Pou como mandatario saliente, una tradición de esa gremial que, en el caso de los anteriores, había resuelto con arte pictórico. “Una tabla de surf nos pareció poco. La moto se nos quedó muy arriba”, bromeó el empresario, antes de mostrarle la yegua criolla que lo estaba esperando en la puerta del Club de Golf de Punta Carretas. “No soy hijo de estanciero ni nieto de estanciero ni nada, pero me gustan los caballos criollos. He desfilado en la Patria Gaucha”, cuenta Ruibal.

    “Conozco unos cuantos políticos por la sencilla razón de que he estado en los últimos años manejando una empresa muy grande, que trabaja con el Estado, además de con privados. De hecho, nuestra cartera es bastante equilibrada privado-público. También como presidente de la cámara y porque fui dirigente de fútbol y generás contactos. Hay quienes piensan que soy amigo de alguno. No es cierto, tengo una relación, la misma relación que me ven en una entrevista con ellos es la que tengo personalmente. No vienen a mi casa. No quiere decir que no vayamos a comer algo, que tomemos una (copa) y discutamos abiertamente, sí, porque eso me encanta. Y me encanta decir lo mismo que pienso en todos lados. Pero mis amigos son mis amigos, son los del fútbol, mis amigos de toda la vida. Sí creo que soy bastante accesible para crear relaciones”.

    Otro encuentro cercano entre sus negocios y la política que tuvo notoriedad pública, como el del proyecto Neptuno, fue por el diferendo en torno a un pago por disponibilidad del tren para UPM no efectuado por la administración saliente, que también se resolvió al inicio del nuevo gobierno y evitó un arbitraje (ver nota aparte).

    “Saceem sufrió mucho en la terminación del Ferrocarril Central. Nos costó muchísimo terminar, pusimos mucho dinero y realmente nos llevó a un apremio financiero complicadísimo, (del) que estamos saliendo ahora en estos meses”, sostiene el director general de la constructora. Habla de esa megaobra como un negocio “ruinoso” en el cual su empresa participó, junto con Berkes, la española Sacyr y la francesa NGE, integrando el consorcio Grupo Vía Central.

    El fútbol, un “integrador”

    Los deportes, pero en especial el fútbol, están presentes en la vida de Ruibal desde chico, motivado por su padre.

    El karate, además de los “ojos medio rasgados”, fue el origen del apodo Chino Ruibal que todavía usan amigos de la infancia, aunque otros le dicen Negro. También corrió algún triatlón, jugó paleta, squash y tenis. Ahora, su rutina tres veces a la semana es hacer actividad física grupal en una plaza pública y los sábados juega al fútbol en el equipo de veteranos El Zarzo como un mediocampista, “de correr mucho (la pelota) y morderla con los dientes”. Después de los partidos van al bar Cooper, en Carrasco Norte: “Es sagrado. Esa es mi desconexión”.

    De joven había tenido un acercamiento al profesionalismo en el club Uruguay Montevideo.

    Legion
    La condecoración como Caballero de la Legión de Honor recibida por Ruibal

    La condecoración como Caballero de la Legión de Honor recibida por Ruibal

    Con orgullo comenta que, apoyado por su padre, con sus compañeros de clase fueron fundadores de ELF, el club de los exalumnos del Liceo Francés que hoy juega en la Liga Universitaria. Dice que lleva impregnada la “cultura francesa”.

    Cree que el fútbol en Uruguay es más que un deporte. “Subestimamos la capacidad del fútbol en la sociedad para integrar; deberíamos usarlo más. (...) Y lo hablo por mi experiencia personal. Tengo amigos de todo tipo, de todas las escalas sociales, por el fútbol”.

    Peñarol y las obras “divinas”

    Desde niño se hizo hincha de Peñarol por su padre, quien lo llevaba a los partidos; después empezó a ir con su “barrita” a la tribuna Ámsterdam. Fernando Morena era su ídolo.

    Ruibal llegó a ser directivo del club y uno de los gestores del estadio Campeón del Siglo, cruzando su fanatismo “manya” con la ingeniería y los negocios.

    “Para mí, eso fue increíble. Yo no conocía a Juan Pedro Damiani (entonces presidente de Peñarol). Me lo presentó Jorge Barrera. Me dice: ‘Los tengo que juntar, ustedes se tienen que conocer’. Y claro, me picó el bichito aquel anormal, que quería hacer el estadio, y me viene con eso y no me la saqué más de la cabeza. ¿Cómo poder hacer el estadio? Ahí me junté con algún otro amigo, con Nelson Mendiburu (entonces socio de la consultora CPA/Ferrere), un manya enfermo, para armar el plan de negocios”. El proyecto avanzó con el equipo de trabajo que después conformaron con el club.

    Ruibal
    En una recorrida por las obras del Campeón del Siglo, en 2016

    En una recorrida por las obras del Campeón del Siglo, en 2016

    “Yo agarré una servilleta, dibujé lo que para mí era el concepto del estadio y se lo mostré a Juan Pedro. Era un concepto tipo Bombonera (el estadio de Boca Juniors) pero a la uruguaya, es decir, todo en una única tribuna grande... Porque había que pelear contra los números”.

    Ya con el “diseño básico” claro, después la “lucha” de varios años fue encontrar el terreno. Ese periplo incluyó reuniones, por ejemplo, con Eleuterio Fernández Huidobro, entonces ministro de Defensa y “otro anormal de Peñarol”, que “igual nos daba un cuartel” para construir allí el estadio aurinegro, se ríe el empresario. Al final, en una conversación con la intendenta Ana Olivera surgió la ubicación de bañados de Carrasco, donde se edificó el Campeón del Siglo.

    Servilleta
    El dibujo original del proyecto del Campeón del Siglo hecho por Alejandro Ruibal

    El dibujo original del proyecto del Campeón del Siglo hecho por Alejandro Ruibal

    “El estadio, para mí, tiene un lugar muy particular, muy especial (entre las obras en las que intervino). Cada vez que voy, a pesar de que me caliento por la vialidad y todo, que algún día la vamos a arreglar, me acuerdo de que no teníamos estadio. Me acuerdo de que nos tomaban el pelo diciéndonos que no íbamos a tener un estadio nunca. Nadie creía que íbamos a hacer el estadio, vamos a decir la verdad”.

    Ruibal dice que algunas obras en las que participó también le generan mucha satisfacción, por otras razones. “Una que me encanta, para hablar de las recientes, es la PPP (participación público-privada) educativa, que es increíble verla. Con un consorcio hicimos unos cuantos liceos, centros CAIF y plazas de deportes en varios lugares, como Casavalle. (...) Vas a hablar con la maestra y ahí te das cuenta de cómo hay que explicar mejor el instrumento PPP. Porque, como nosotros hicimos la infraestructura y mantenemos el edificio, las maestras y las directoras se ocupan de hacer lo que tienen que hacer, que es dar clases. No se preocupan de si se le rompió la cisterna del baño. Esto es otra cosa para replicar por todos lados. Esa es una obra divina”.

    Por el desafío técnico que supuso, también habla con orgullo del viaducto en el acceso al Puerto de Montevideo. “Se lo propuse a (Víctor) Rossi (ministro de Transporte). ¿Tenía un problema el puerto, no? ¿Cómo entraba el ferrocarril ahí? Y es una característica mía, porque tengo esa inquietud, porque me gusta crear cosas. Es como un hobby, ¿no? No pinto, no tengo esa habilidad, pero me gusta estar siempre pensando qué infraestructura le podemos hacer al país, sin pensar primero si es negocio o no”.

    “Ahora, lo del tranvía (propuesto para unir El Pinar con Montevideo), por ejemplo, es una de las cosas que creo que hay que hacer. Siempre estoy tratando de pensar alguna cosa de ese tipo y de buscarle la vuelta. Muchas veces no me dieron pelota. Pero la rambla del Cerro es una obra que hay que hacer algún día” para “equilibrar la ciudad, ¿viste?”.

    El Uruguay del medio vaso lleno

    Ruibal resalta que Uruguay se abrió camino entre vecinos inestables, aunque le preocupa, como al actual ministro de Economía, la magra tasa de crecimiento económico promedio reciente.

    “No soy para nada pesimista sobre Uruguay. Los uruguayos son de por sí pesimistas, criticones. En Uruguay hicimos un terrible trabajo: un país de tres millones de habitantes, entre dos brutos monstruos que viven a los bandazos en su economía, miremos más o menos lo que hemos logrado. Hay que mirar el vaso medio lleno”, reclama. “¿Que hay cosas en el debe? ¡Por supuesto! Y que últimamente se han deteriorado temas estructurales, también. Lo que me desvela es cómo poder hacer lo que pide (el ministro Gabriel) Oddone, que es que el país crezca a tasas distintas. Y para eso se necesita que el país invierta. Me preocupa que todos entendamos que tenemos que generar condiciones para eso. No viene la inversión si le complicamos la vida a los inversores. Mentira, van para otro lado”.

    En esa misma línea argumental, pregunta: “¿Cómo hacemos para pagar el Estado ese que nosotros queremos? ¿Y cómo hacemos para mantener la inflación a un 4,5% como quieren ahora? Yo les digo a mis colegas de otras cámaras, a ver si entienden, (que) no les pongan un palo con la pauta salarial, vamos a darle un apoyo, porque si se nos cae la tasa de inflación del 4,5%, olvídense, olvídense, ¿cómo pagamos toda esta fiesta? Entonces hay que apuntalar, hay que apuntalar”. Y cierra: “En este momento nos va la vida con la inflación baja y tener condiciones para que se pueda invertir”.