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    Estudio del FMI: Uruguay está expuesto a shocks climáticos con impactos económicos “sustanciales”

    Un documento del organismo internacional analizó eventos como la reciente sequía y sus consecuencias macroeconómicas para el país, utilizando un modelo empleado también para Nueva Zelanda

    Además de la repetida recomendación de hacer reformas estructurales que le permitan a Uruguay aumentar su relativamente magra tasa de crecimiento promedio, el Directorio Ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI), al aprobar a mediados de 2024 la última revisión al país, sugirió “intensificar los esfuerzos para la adaptación climática”. Antes de eso, en abril, cuando los impactos de la sequía de 2022 y 2023 todavía se evidenciaban en algunos indicadores económicos, los técnicos del organismo que visitaron Montevideo habían hablado con las autoridades sobre esta cuestión y también con el Consejo Fiscal Asesor del Ministerio de Economía.

    Dos de los integrantes de esa misión, Christopher Evans y Jean François Clevy, fueron más a fondo en el análisis de los riesgos climáticos y las sequías recientes en Uruguay y constataron que: provocan una caída de la producción primaria —con efectos que se prolongan por varios años—, resienten el desempeño del Producto Interno Bruto (PIB) general, afectan la inversión y el empleo tiene una afectación y luego un repunte, para compensar el golpe sobre la productividad de los factores.

    Después de ese viaje en abril de 2024, Evans volvió en julio para participar en una mesa sobre “cambio climático y macroeconomía” en el marco de las XXXIX Jornadas Anuales de Economía del Banco Central, donde comentó algunos avances de un documento de trabajo que el FMI publicó ahora, este viernes 10. Se titula, traducido del inglés, El impacto macroeconómico de las sequías en Uruguay: un análisis del equilibrio general utilizando el índice de déficit de humedad del suelo. El enfoque del estudio, sostienen los autores, contribuye a ampliar el conjunto de herramientas disponibles para que las autoridades realicen evaluaciones de impacto.

    En un año electoral, el problema hídrico –para la actividad económica y para el abastecimiento de agua potable en el área metropolitana- no escapó a los debates de la campaña del 2024; los dirigentes de la coalición republicana lo invocaron como una de las crisis que, junto a la pandemia, las presiones inflacionarias por la guerra en Ucrania y el desvío de consumo a Argentina, debieron gestionar. Ahora, la polémica con el gobierno electo del Frente Amplio es en torno al proyecto Neptuno (Arazatí).

    Shocks e impactos

    “Uruguay enfrentó recientemente el impacto de una grave sequía que ocurre una vez cada siglo, que afectó áreas agrícolas clave y causó importantes pérdidas directas al sector”, especialmente para la producción de soja y la ganadería, dos rubros fundamentales en la matriz comercial del país, plantean como introducción los economistas del FMI. Agregan que, desde octubre de 2022 hasta abril de 2023, las precipitaciones estuvieron aproximadamente 47% por debajo de los promedios históricos, lo que “contribuyó a una disminución de la producción agrícola y afectó el crecimiento general del PIB”.

    Para Clevy y Evans, la “frecuencia de los recientes shocks climáticos observados en Uruguay, combinada con sus abundantes datos climáticos”, hacen al país un “candidato ideal” para análisis de este tipo, que permitan comprender si estos fenómenos son relevantes para la economía y a través de qué mecanismos de transmisión. En ese sentido, el modelo de análisis empleado por ellos les permitió documentar que la exposición de Uruguay a eventos climáticos extremos “ha ido aumentando”, que han causado “pérdidas económicas sustanciales” y que “juegan un papel importante en la dinámica del ciclo económico” uruguayo.

    Mientras las condiciones del fenómeno de La Niña prevalecieron durante cuatro años consecutivos desde 2020, Uruguay enfrentó los impactos de “uno de los peores períodos de sequía en el último siglo. Si bien el déficit general de precipitaciones fue el mayor en 2020, las pérdidas directas del sector primario “solo fueron significativas en 2023, ya que las anomalías de humedad del suelo fueron más prominentes” entre octubre de 2022 y abril de 2023, un período crítico para el ciclo de la soja. El documento consigna que la producción agrícola cayó un 25% entre el último trimestre de 2022 y el segundo de 2023.

    Para realizar los cálculos, los economistas tuvieron en cuenta el marco empírico y teórico publicado en 2020 por Ewen Gallic y Gauthier Vermandel, aplicado para Nueva Zelanda, dadas las similitudes de esa economía con la de Uruguay: ambas son pequeñas, abiertas, con un sector agrícola relevante y susceptibles a las sequías. Adaptaron el análisis estimando un índice de déficit de humedad del suelo específico, el IDME, una medida climática derivada de datos granulares de estaciones meteorológicas que representa un equilibrio entre las precipitaciones y las temperaturas. Sobre el IDME, explican que las lluvias normalmente aumentan la productividad de la tierra al promover el crecimiento de los cultivos, y las temperaturas más altas aceleran el proceso de evapotranspiración, lo que juega en sentido inverso.

    A su vez, el análisis evaluó los impactos climáticos a nivel macroeconómico en Uruguay, usando datos desde el segundo trimestre de 2005 hasta abril-junio de 2023.

    Los economistas del FMI constataron que un aumento en el IDME —una sequía— provoca una “caída prolongada del PIB general, de la producción agrícola y la inversión”. Una de las estimaciones mostró que hay una “disminución contemporánea del 0,1%” en la actividad primaria (agricultura, pesca y producción minera) y “una caída máxima del PIB del 0,3% después de tres trimestres”. La variable climática desaparece pasado un año, pero su impacto en la economía “es persistente”: afecta al sector primario durante dos años y hasta cinco, según el modelo que se utilice para los cálculos.

    Embalse de Paso Severino afectado por la sequía. Foto: Daniel Rodríguez, adhocFOTOS
    Embalse de Paso Severino afectado por la sequía

    Embalse de Paso Severino afectado por la sequía

    Según el estudio, el shock climático se manifiesta también a través del mercado laboral mediante una caída en el empleo seguida de un repunte; la baja en la productividad del trabajador lleva a las empresas a contratar más personal para sostener la producción.

    Por otro lado, los movimientos en el tipo de cambio real de Uruguay “ayudan a compensar las pérdidas de la economía y mantener competitivas las exportaciones agrícolas, suavizando el impacto general”.

    El efecto del shock climático sobre el PIB en uno de los modelos empleados resultó similar para Uruguay y Nueva Zelanda, aunque el mecanismo de transmisión en ambos países difiere. La producción agrícola cae un 1,5% tras una sequía de una desviación estándar en esa economía de Oceanía, frente a una disminución más moderada en Uruguay (0,6%). La respuesta de la inversión fue semejante en los dos países, pero el consumo de Uruguay tuvo una caída mayor y el aumento del empleo resultó más modesto.

    Los autores interpretan que el impacto más moderado en la producción agrícola en el caso de Uruguay pero con resultados similares en cuanto al PIB, indicaría que la sequía puede afectar a otros sectores de la economía (como, de hecho, ocurrió con la generación de electricidad); otra explicación podría ser metodológica y surgir de la diferencia en los rubros abarcados en el sector primario en uno y otro país.