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    Ministerio de Ganadería verificará existencias de vacunos del Grupo Larrarte, denunciado por estafa

    Los problemas para reintegrar el capital a los inversores clientes de Larrarte son vistos por empresas más tradicionales del rubro como una “mala noticia” que produce “ruido”

    La inversión en ganado —como refugio de capital y generadora de una renta más atractiva en relación con otras más convencionales, como los depósitos bancarios, por ejemplo— de particulares poco o nada conocedores de la producción rural ha venido creciendo en las últimas dos décadas; para los ganaderos, son un vehículo de financiamiento que permite incrementar la escala de los proyectos agropecuarios. Profesionales, empresarios jóvenes y jubilados conforman un perfil variopinto de inversores de ese tipo de alternativa de inversión, que en los últimos días tuvo un sacudón.

    Las denuncias de estafa de un grupo de inversores contra el Grupo Larrarte —que vienen siendo investigadas por la Fiscalía de Flagrancia— causaron nerviosismo y consultas en el sector, señalaron a Búsqueda fuentes vinculadas con el negocio. Algunas firmas lamentaron que se produzcan dudas “no por el negocio en sí sino porque alguien lo llevó adelante de manera equivocada”. Apuntaron que si bien “el mercado castiga a quien no hace las cosas bien”, este tipo de situaciones también perjudica y puede llegar a afectar de manera indirecta a quienes tienen una trayectoria de buenos resultados y credibilidad.

    En estos días el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) inspeccionará in situ los campos que el Grupo Larrarte tiene en Rivera, Tacuarembó y Artigas, dijo a Búsqueda una fuente de esa secretaría de Estado. La auditoría de los establecimientos que están en régimen de arrendamiento se resolvió luego de que varios inversores en ganado denunciaran a esa empresa por estafa y apropiación indebida, dado que su capital no se habría destinado a la compra de los animales, informó El Observador el jueves 12. Al día siguiente el portal detalló que se radicaron al menos cinco denuncias en las que los damnificados reclamaron unos US$ 650.000 en “dividendos prometidos y no pagados por inversiones en ganado que no aparecen registradas”.

    La fuente ministerial explicó que el MGAP procurará comprobar la existencia de los ganados; si hay inversión en animales, la cartera “tiene la potestad de verificar si estos existen, dónde están y en qué situación están”.

    Explicó también que en este tipo de negocios el inversor es un tenedor de ganado con o sin tierra y que al igual que los productores deben declarar sus existencias ante la Dirección de Contralor de Semovientes, Frutos del País, Marcas y Señales (Dicose), que les otorga un número o registro único e irrepetible y forma parte del Sistema Nacional de Información Ganadera (SNIG). Esos registros no son de acceso público porque se trata de declaraciones con información “personal y reservada”, por lo que no es posible conocer cuántas cabezas de ganado ajeno o propio tiene el Grupo Larrarte o las demás empresas que realizan este tipo de asesoramiento y gestión de inversiones.

    Perjuicios al mercado

    El jueves 12, Conexión Ganadera aludió a la situación del Grupo Larrarte en un mensaje por mail dirigido a clientes. Esa invitación al lanzamiento de un “programa de bonos de carbono” en los que invertir “coincidió con la noticia de la estafa” de “estos actores que le hacen tanto mal al noble negocio ganadero”. “Poco podemos decir sobre una empresa completamente ajena a la nuestra que no sea que conocimos su sospechoso proceder desde que nacieron. Pagaban intereses cada 45 días sin que existan negocios ganaderos con ese plazo y solamente la ingenuidad de inversores (que estaban) buscando mejores rendimientos explicaría su error”. La comunicación de Conexión Ganadera recuerda sus “25 años cumpliendo religiosamente” con sus clientes y se pone a disposición para recibir “cualquier inquietud”.

    En su página web el Grupo Larrarte se presenta como una “empresa nacional dedicada a la administración de inversiones ganaderas y construcción” que ofrece una ganancia fija anual para la diversificación del capital. Según dicha página, para ingresar al Programa Ganadero Artigas —su producto “estrella”— se requiere un monto mínimo de US$ 15.000, sin máximos. Señala que la inversión “es convertida a cabezas de ganado vacuno. En consecuencia, será registrado como productor rural ante SNIG y Dicose”.

    Una fuente del agro describió la actividad de esa empresa como “muy disruptiva en la explotación” ganadera. Agregó: “Muchas veces, en el campo, si sacás el capital a destiempo, podés perder mucho. Los retiros de golpe implican a veces desarmar el negocio”.

    Otro informante comentó que si bien puede pasar en otras actividades, una “mala noticia” provoca “ruido”. Relativizó que eso pueda golpear directamente a aquellos agentes que tienen una actividad consolidada en el sector productor y comercial.

    Alegó que los del Grupo Larrarte “son gente nueva en el negocio”, que ofrecía rentabilidades muy altas de 11% con “bombos y platillos” en un rubro “tradicional”, donde los operadores saben que lo que funciona es ir haciendo camino “de a poco, un ladrillo arriba del otro, porque acá todo lleva su maduración”.

    En junio habían circulado mensajes anónimos por WhatsApp sobre una solicitud de concurso de Larrarte, frente a lo cual la empresa, en un comunicado, señaló que esas versiones buscaban “deslealmente” desprestigiarla.

    Ahora, en un comunicado publicado el viernes 13 en El País el Grupo Larrarte adujo “sufrir dificultades” desde marzo de este año para el pago de las rentas prometidas y para devolver las inversiones de un “gran número de clientes” en un breve plazo. Justificó las demoras en la atención de los clientes por la cantidad de llamadas y reuniones que la situación de retrasos causó. Y anunció que para mejorar los servicios comenzó una “reestructuración” y la puesta en marcha de la organización de un fideicomiso de administración ganadero, cuyo contrato jurídico está avanzado y que “permitirá la seguridad para los inversores y reglas claras de gestión empresarial”. Aclaró que tiene la voluntad de cumplir con los compromisos y no tiene intención de cerrar.

    El martes 17 El Observador informó que el empresario Jairo Larrarte participó en los últimos días de reuniones virtuales organizadas con los inversores que quieren retirar su capital. Aseguró que en una de ellas el empresario pidió “paciencia” y dijo que se buscaría devolver “gradualmente” el capital según un “cronograma” sobre el que no dio mayor detalle. El portal apuntó que el director de la empresa, se retiró sin contestar a un inversor sobre las existencias de ganado.

    Búsqueda no obtuvo respuestas telefónicas ni por correo electrónico de la empresa ni de su director.

    Contratos entre privados

    La inversión en ganado une el ahorro de unos con la producción ganadera de otros y distribuye una renta. Una fuente comentó que, como no se requiere mucho capital para ingresar al negocio, se busca ir acumulando renta para en un futuro adquirir otro activo, como un inmueble, o para destinar a viajar o complementar una jubilación.

    Uno de los instrumentos que se utilizan para canalizar la inversión son los “contratos de capitalización”, con retornos fijos o variables según el plazo y el tipo de activo. Se trata de contratos entre privados que regulan la relación entre un productor, que recibe los animales de un tercero (el inversor) para realizar su gestión productiva, y un inversor y prevén una serie de condiciones (moneda, plazo, rentabilidad, etc.) sin que exista una entidad que los regule o controle.

    En 2022 el Banco Central comunicó que las empresas que ofrecen inversiones o ahorros en ganado o en productos agropecuarios no están sujetas a su regulación o control.

    Algunas firmas solo se dedican a ofrecer ese tipo de negocios financieros asistiendo a los inversores en la compra del ganado y consiguiendo un productor que lo tome para cría o engorde, por ejemplo, para luego comercializarlo en la industria frigorífica.

    Gustavo Basso, cofundador de Conexión Ganadera, explicó a Búsqueda que ese tipo de contrato es “proactivo” porque le da seguridad al inversor —que tiene el respaldo tangible del ganado— y estimula al productor para que, utilizando la tecnología más apropiada, logre la mejor producción en el tiempo y las condiciones estipuladas. Esa empresa ofrece invertir en terneros, novillos y vaquillonas para engorde, vacas preñadas en contratos a tasa fija de entre 7% y 8% o variable entre 9% y 11% (pool ganadero) con capitales mínimos de entre US$ 15.000 y US$ 50.000 y plazos de seis a 24 meses.

    En el caso de un contrato de engorde “el animal es un activo que no es frío, sino que crece entre 120 y 250 kilos de peso por año. El crecimiento del animal (y de su valor) es lo que va generando los recursos necesarios para asegurar el repago del capital, los beneficios que las partes pretenden obtener y también los costos productivos como insumos veterinarios, de sanidad, fertilizantes, alimentación, alambrado, etcétera”, explicó Basso.

    Conexión Ganadera opera desde 1999. Se presenta como la “primera y mayor firma del país canalizadora de capital financiero al sector ganadero”. En la actualidad cuenta con 1.620 contratos activos, 110 más que el año pasado, informó Basso. Apuntó que en total, el capital gestionado supera los US$ 80 millones; la inversión promedio es de US$ 56.000.

    En tanto, otras firmas ofrecen este tipo de instrumento como una herramienta de apalancamiento en determinados proyectos ganaderos que administran, sin que sea el foco de su negocio. Ese es el caso de Integración Agropecuaria, dijo el director de esta firma, Diego García.

    Comentó que la empresa, con 20 años en el mercado, tiene vigentes unos 25 contratos de capitalización de ganado. Como unidad de negocio tiene el equivalente de un camión de animales que, en cualquier categoría, vale alrededor de US$ 30.000. La moneda del contrato es el “kilo de novillo gordo”, un valor que todas las semanas publica el Instituto Nacional de Carnes (Inac) y refleja el promedio de todos los novillos faenados en la semana inmediata anterior. García evaluó que es un índice “transparente y sólido” porque refleja el “mercado real” y explicó que los dólares se transforman en el momento de firmar el contrato en kilos de novillo gordo equivalentes, lo que genera una renta en kilos por año. Al final del tiempo estipulado en el contrato, cuando se vende y faena el ganado, el inversor recibe el equivalente al precio que informa el Inac en ese momento.

    “El contrato está atado al ciclo real y natural de la producción”, destacó García como una “ventaja”. Alegó que donde deja rentabilidad el negocio es cuando culmina el ciclo o proceso natural y se logra el producto que se propuso porque, si se tiene que liquidar antes, en general no se obtiene la ganancia prevista por el capital obtenido. Explicó que los negocios de cría son más largos y estables, aunque con menos rentabilidad, mientras que los de engorde son a menor plazo.