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No es una novedad que la política está cambiando a un ritmo vertiginoso. Las marchas más multitudinarias contra el gobierno de Javier Milei, que ya lleva 14 meses en el poder, no fueron encabezadas por la Central General de los Trabajadores (CGT) ni por los partidos políticos, pese a que el ajuste, sobre todo en el área estatal, ha sido brutal. Las marchas más importantes fueron la universitaria, en abril del año pasado, algo que no deja de ser tradicional (aunque su convocatoria fue inédita), y la de los colectivos LGBTQI+, dos semanas atrás. Miles y miles de personas se congregaron detrás de la consigna “Marcha federal del orgullo antifascista y antirracista”.
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La centralidad del término antirracista es novedosa en la política argentina y promete futuros debates, en un país que nunca se autopercibió como tal, aunque desde las últimas décadas, con los movimientos migratorios desde los países limítrofes, hubo múltiples indicios al respecto. La CGT y los partidos políticos que se sumaron a la convocatoria tuvieron en la marcha un papel marginal. El núcleo estuvo en los movimientos de disidencia sexual y los feminismos, que se fortalecieron en los últimos años en las luchas por el matrimonio igualitario (sancionado en 2010), la legalización del aborto (2021) y el cupo trans laboral, por nombrar solo algunas.
El motivo puntual que ocasionó la movilización fueron las declaraciones de Milei en el 54º Forum Económico Mundial en Davos, pero las agresiones a las comunidades gay y trans ya venían desde hace tiempo. En el show teatral del importante influencer Gordo Dan, quien tiene un canal de streaming y participa de decisiones de gobierno, se propone un juego: él mira a la platea y dice “el que se mueve es gay”. Cuando un espectador lo hace, se desata el bullying. Un juego nada más. Pero muchos temen que en un momento deje de serlo y se convierta en una verdadera persecución.
El discurso de Milei en Davos es el segundo que da en ese evento el presidente argentino. En el primero, en enero de 2024, provocó sorpresa por su desparpajo y su extremismo (puso en una misma bolsa a comunistas, socialdemócratas, nazis y liberales tradicionales). Como todo lo que es nuevo, llamó la atención y hasta hubo quienes se alegraron de que alguien evitara repetir los lugares comunes de la corrección política. La segunda vez fue diferente: había menos público y se lo recibió más fríamente. El triunfo de Donald Trump convertía una propuesta extravagante en una posibilidad real.
Embed - Milei dijo que los homosexuales son pedófilos
En su discurso, Milei se refirió a la condena a Zachary y William Zulock, dos homosexuales que adoptaron unos niños y los sodomizaron; fueron condenados a 100 años de prisión. Para Milei, el episodio era un ejemplo de que la ideología de género en su versión extrema defiende la pedofilia. Y terminó su parrafada con una frase con sujeto tácito: “Son pedófilos”. Se refería, sin ninguna duda, a los gays.
También argumentó (si es que se puede usar este verbo) que la figura del femicidio era absurda porque supone que “la vida de una mujer vale más que la de un hombre”. De hecho, el ministro de Justicia declaró que iban a suprimir la figura del Código Penal, cuando se percataron de que la consecuencia sería que quedaran en la libertad varios presos cuyas penas habían sido agravadas por haber ejercido violencia contra mujeres. El ataque al feminismo entró en colisión con la lógica punitivista del gobierno y, entonces, desagradar a las feministas, pero sobre todo a quienes están hartos de la inseguridad, ya no era negocio (el 2025, no hay que olvidarlo, es un año de elecciones).
Las declaraciones de Milei se producen en un contexto en el que puede mostrar algunas buenas noticias económicas, sobre todo en la derrota de la inflación. No parece que el electorado lo acompañe en la derogación de la ley del aborto o en sus posiciones intolerantes con las disidencias. Por eso cabe preguntarse el porqué de esas declaraciones ridículas y anacrónicas (aunque el presente ya no es tan homogéneamente moderno como creíamos). Si bien sus pronunciamientos abundan en crueldad y bordean lo irracional, no carecen de una lógica política. Supongo que hay por lo menos tres razones que lo llevaron a dar ese discurso en Davos más allá de su ideología anarcoliberal y del hecho de que estuvo lejos, como jefe de Estado, de representar a los argentinos.
En primer lugar, Milei disfruta su relevancia en el panorama mundial de la ultraderecha y eso lo lleva a ser muy audaz y ansioso por estar a la vanguardia de los discursos antiwoke (término que en Estados Unidos representa a muchos sectores, pero que en la Argentina tiene un uso muy reducido). Las alianzas internacionales parecen haber sido fundamentales en sus filípicas davosianas. De hecho, hace pocos días Milei recordó en X (ex-Twitter) el caso del artista brasileño Wagner Schwartz y su performance desnudo en el Museo de Arte Moderno de San Pablo, donde había entre el público una menor de edad. El ejemplo, sacado totalmente de contexto, fue usado intensivamente por los bolsonaristas al punto de que el artista, amenazado y perseguido, tuvo que abandonar Brasil.
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Javier Milei previo a su discurso en Davos
AFP
Otro factor radica en algo que moviliza buena parte de las publicaciones libertarias: fastidiar y provocar a los “progres”, definición demasiado amplia que lo llevó a acusar de “comunista” a la primera ministra de Relaciones Exteriores de su gobierno por no votar a favor del bloqueo a Cuba en la ONU. Pero lo que tal vez Milei no midió es que la causa gay hace tiempo que dejó de ser “progre” y ha logrado consenso aun entre grupos conservadores. Por todo esto, es interesante pensar qué entienden los libertarios por “progresista”: parece ser todo aquel que plantee la necesidad de considerar la intervención del Estado o de otros organismos para lograr la igualdad. En sus consideraciones sobre el femicidio, Milei recurre al concepto de igualdad, pero no como objetivo, sino, paradójicamente, para avalar las jerarquías, las desigualdades y las diferencias. La figura del femicidio, sin embargo, no niega la igualdad, sino que señala la necesidad de darle un apoyo especial para garantizarla (como ocurre con las infancias y otras minorías). Cualquier intervención orientada en este sentido, para los libertarios, es calificada de “progre”.
Finalmente, habría un tercer factor que incide en la intervención de Davos: marcar agenda. De repente, se ve en la televisión o se lee en los diarios que alguien dice que los homosexuales no son pedófilos, algo que en realidad nunca estuvo en discusión. Hubo respuestas muy eficaces y emotivas, como el video que se viralizó del cineasta Franco Verdoia y el productor Sergio Verón, pero queda la sensación de que se corrió el eje de la discusión: una afirmación absurda, cuando es dicha desde el poder, hace que todos giren de modo también absurdo alrededor de lo absurdo.
Por eso, la mejor respuesta al discurso de Milei fue la marcha del 1° de febrero. Antes que entrar en un debate estéril, se recurrió a las marchas callejeras, que en la Argentina son la intervención más efectiva sea para defender derechos, sea para lograr cambios. Tal vez Milei creyó que con su ensalada de “ideología de género”, dardos antiwoke, crítica al feminismo y un condimento homofóbico parte de su guerra cultural estaba ganada. Pero no solo no avanzó, sino que retrocedió, y queda la sensación de que únicamente mientras la economía lo acompañe podrá hacer esas incursiones tan desdichadas.