Con Trump, el mundo cambiará. Trump se “desenganchará” de los conflictos internacionales, consolidará y dará luz verde a los líderes que forman parte de lo que el académico Juan Gabriel Tokatlian llama “la internacional reaccionaria” para que impulsen su agenda y, a través de una ofensiva proteccionista, complicará la economía de todos, también de sus aliados. Y, sobre todo, emprenderá una feroz guerra comercial con China. Argentina y todos los países medianos o periféricos deberán aprender a moverse en un contexto muy polarizado, y de extrema y conflictiva bipolaridad entre las dos potencias.
Para navegar este momento histórico se requerirá de mucho equilibrio y pragmatismo. Algo que solo se puede hacer con éxito a través de una diplomacia sofisticada, característica de la que Argentina, al menos durante la gestión de la excanciller Diana Mondino, careció. Gerardo Werthein, quien la reemplazó hace pocas semanas, llegó para, además de hacer una reorganización interna, gestionar, más que ninguna otra cosa, el vínculo con la administración Trump, que sin dudas presenta oportunidades para Argentina, pero también fuertes desafíos y tensiones con los que solo una diplomacia de alto vuelo podrá lidiar.
Las oportunidades de Milei con Trump en la Casa Blanca
Milei tuvo rápidamente su esperada foto con Trump y un intercambio de elogios que lo hizo sentir orgulloso. Pareciera que nada puede arruinar ese vínculo. En primer lugar, Milei tiene la gran oportunidad de posicionar a Argentina como el socio de Estados Unidos en América Latina. El contexto ideológico lo ayuda: México y Brasil, las dos principales economías de la región, junto con Chile, Colombia y, ahora, Uruguay, están decididamente volcadas a la centro izquierda e, incluso, algunos de sus presidentes apoyaron explícitamente a Kamala Harris durante la campaña electoral. Argentina quedó del lado de los triunfadores.
Además de lo ideológico, el trumpismo exacerbado de Milei tiene una fuerte impronta pragmática: el gobierno argentino imagina que, desde la Casa Blanca, Trump empujará las gestiones para influir sobre el Fondo Monetario Internacional para que manden fondos frescos a las arcas del Banco Central y para que el organismo refinancie los vencimientos de la deuda. Milei necesita eso para darle al mercado la señal de que el plan económico goza de buena salud y tiene futuro. Si bien quizás no alcance para “normalizar” la economía argentina sacando el cepo, seguramente le dará aire político para encarar las elecciones del medio término del año que viene.
El vínculo directo que Milei estableció con el empresariado tecnológico, bien lejos de los jefes de Estado, encuentra en Trump la síntesis perfecta: además de ser él un empresario devenido en presidente, estableció una alianza con Elon Musk, la figura internacional más importante de la economía del futuro con quien Milei se reunió varias veces. Esta alianza no se limitó al millonario aporte de Musk para la campaña electoral, sino que se va a traducir en algo concreto: Elon se dedicará, en el gobierno de Trump, a la “destrucción” del Estado, otra de la grandes obsesiones y metas del presidente argentino. El dueño de Tesla ya avisó que quiere minimizar el gobierno federal cerrando agencias y echando empleados.
Todo eso es música para los oídos de Milei, quien poco tardó en mandar una clara señal al nombrar como embajador en Washington a Alec Oxenford, un referente del mundo empresarial vinculado a las nuevas tecnologías. Al ponerlo allí, Milei busca que concrete lo que él mismo viene prometiendo: transformar la Argentina en un polo de desarrollo de la inteligencia artificial. Se trata de un lindo desafío, siempre y cuando no se requiera algo que Oxenford parecería no tener: habilidad y experiencia política para gestionar asuntos más sensibles y terrenales. Su misión parecería más atinada para un encargado de negocios o un agregado comercial que para un embajador.
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Javier Milei se reunió en Río de Janeiro con el mandatario de China, Xi Jinping, durante la cumbre del G20.
AFP
Milei, entre China y Trump
Seguramente, Donald Trump se habrá enterado de que, pocas horas después de recibirlo en su residencia de Mar a Lago, Milei se reunió con el presidente chino en el marco de la cumbre del G20 en Río de Janeiro. Fue la confirmación definitiva del contundente cambio de posición del gobernante argentino, quien pasó de decir que no iba a negociar con China por ser, además de una dictadura, un país comunista, a explicar, en un famoso programa de televisión argentino, que era bueno negociar con los chinos porque no te piden nada a cambio.
Mas allá de lo que termine haciendo con los dos grandes conflictos mundiales, Ucrania y Medio Oriente, que acaparan la atención de todos, está claro que la obsesión de Trump es China. Probablemente sea la de Estados Unidos todo. Su gabinete está pensado en función de esa guerra, por ahora, económica, comercial y tecnológica.
Para ganar esa “guerra” no escatimará esfuerzos. Para eso puso a dos halcones anti-China a manejar la política internacional. A Mike Waltz para asesorarlo en materia de seguridad nacional y a Marco Rubio como secretario de Estado, el primer latino en ocupar ese cargo. Ambos consideran al gigante asiático como el enemigo más importante que ha tenido Estados Unidos en su historia. Ahí darán la batalla y serán inflexibles contra quien se ponga en el medio. Ese será un problema que Milei no vio o no quiso ver en la relación a largo plazo que imaginó con Trump.
En este escenario internacional en el que la hegemonía mundial es disputada entre Estados Unidos y China, y, si bien Argentina aparece como un socio apetecible para ellos por las oportunidades que ofrece en sectores clave de su economía, como la minería y la energía, y por su ubicación geográfica en un Atlántico Sur cada vez más atractivo para las potencias, es necesario dejar en claro que ambas potencias son mucho más importantes y necesarias para Argentina que lo que Argentina es para ellas. Eso, Milei parece tenerlo claro.
El gobierno de Milei, consciente de los ruidos que su vínculo con China genera en su relación con Estados Unidos, que se van a exacerbar cuando Trump asuma, se muestra incómodo y parece no tener una estrategia acorde al momento histórico. Se muestra zigzagueante con decisiones que más temprano que tarde pueden agotar la paciencia de los chinos, que, a diferencia de lo que piensa el presidente argentino, están muy lejos de no pedir nada a cambio de lo que dan.
Hay dos temas centrales para la economía de Milei que complican el vínculo con China. El primero, el swap que nutre de reservas internacionales al Banco Central y que contribuye a mantener estable el tipo de cambio. Para asegurar su continuidad, Milei pasó de amenazar con romper todos los vínculos comerciales y políticos por ser una dictadura comunista, a juntarse con el presidente Xi Jinping y prometerle un viaje para estrechar lazos y hacer negocios.
El otro, las grandes obras de infraestructura. Ahora, cuando se empieza a pensar en avanzar con las inversiones en represas hidroeléctricas y ferrocarriles, el gobierno de Milei deberá explicarles a los chinos por qué quedaron afuera de la competencia por la privatización de la Hidrovía del Río Paraná. Se trató de una decisión que los tomó por sorpresa. Los argumentos oficiales plantean que la exclusión no está dirigida hacia la empresa china de dragado y balizamiento, sino a todas aquellas que sean controladas, directa o indirectamente, por Estados soberanos o agencias estatales. Cláusulas sin nombre, pero con claros destinatarios, habida cuenta de que todas las empresas chinas tienen participación del Estado. Será una prueba de fuego para Werthein.
En la próxima cumbre del Mercosur del 5 y 6 de diciembre, también Milei mostrará hasta dónde está dispuesto a tensar la relación con sus socios. Recibirá la presidencia pro tempore y ya avisó que les propondrá a Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia abrir el Mercosur a acuerdos de libre comercio con terceros porque quiere avanzar en un tratado con Trump para consolidar el vínculo y asegurarse de que su amigo no le imponga aranceles. Seguramente no prosperará porque Luis Lacalle Pou, el único que podría acompañarlo y quien ya planteó algo similar años atrás, se va en marzo. Los demás siempre se opusieron.
Milei replicará lo que hizo en el G20. Plantear una postura extrema y después adherirse a lo que diga la mayoría. Parece ser la forma que encontró para exhibir una agenda revulsiva que lo diferencie del resto sin necesidad de romper nada.
La Argentina de Milei, en materia de política exterior, navega en un mundo complejo como nunca antes en el siglo. Varios conflictos bélicos de gran envergadura tienen tomada la agenda desde hace años. Otro conflicto menos explícito pero quizá más relevante podría marcar la agenda de los próximos años: mientras Europa y Medio Oriente se desangran, el Pacífico va aumentando la temperatura. Allí se enfrentan, silenciosamente, las dos potencias que disputan el liderazgo del planeta. Como si fuera poco, un enorme grupo de países cada vez más pujantes (el Sur Global) está dispuesto a tomar la palabra en la contienda, pero no para alinearse, sino para fortalecerse como bloque y subirse el precio. No es la época de la Guerra Fría, en la que había que elegir entre la Unión Soviética o Estados Unidos. Tampoco la era del consenso de Washington, en la que no había opción. Más que nunca se requerirá de mucha sagacidad para posicionarse en un mundo que ofrece muchas oportunidades, para quien quiera verlas y tomarlas, claro.
En definitiva, Argentina debería definir una política exterior clara que se adapte a este mundo y, sobre todo, que anteponga los intereses del país sobre cuestiones ideológicas personales del presidente, como él mismo reconoció. Solo eso permitirá al país mitigar los riesgos de este mundo complejo y aprovechar al máximo sus oportunidades. Si esto no sucede, el rumbo de la política exterior de Milei dependerá de las decisiones de Trump en su guerra con China y de sus prácticas proteccionistas que podrían generarle mucho daño a la endeble economía argentina. También de la paciencia de los chinos, que dicen que es mucha, pero que seguramente tenga un límite.
* Politólogo y magíster en Estudios Internacionales; docente de la Cátedra de Teoría de las Relaciones Internacionales en la Universidad de Buenos Aires; director del sitio web zoominternacional.com, portal especializado en política internacional.