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    El cuidado de los hijos, ¿un tema de la madre?

    Hace unos días cumplí años y me tocó un no regalo —una amiga llegó y me dijo “no te traje nada, pero le traje un regalo a Alessia” (mi hija)—. Otro fue una crema antiestrías, “ayuda a prevenir y reducir las marcas de estrías durante y después del embarazo”, dice la caja. Es anecdótico, pero refleja un poco cómo los hijos se “adueñan” de tu vida, especialmente en el caso de las madres. Por motivos evidentes, nadie le va a regalar una crema antiestrías a mi marido después del nacimiento de mi hija, pero tampoco fue él a quien iban dirigidos la mayoría de los regalos cuando mi hija nació. “Felicitaciones”, decían, y me entregaban el regalo a mí el 90% de las veces.

    Estas anécdotas son otro síntoma de que como sociedad asignamos la cuestión de los hijos —y el cuidado en general— a las mujeres. Y los datos lo confirman: las mujeres hacen la mayoría del trabajo no remunerado (cuidado de hijos y adultos mayores, o trabajo doméstico), con diferencias más grandes en países en desarrollo. En lugares como Europa, las mujeres hacen entre una y media y dos veces más horas de trabajo no remunerado que los hombres, en América Latina tres veces más y en Medio Oriente o África entre cinco y seis.

    Parte de estas diferencias son simplemente porque demasiados padres no hacen lo suficiente, y están felices con el status quo. Claro que también hay diferencias que son por una cuestión biológica —las mujeres somos quienes cargamos el embarazo y amamantamos, eso es una realidad (aunque el padre también puede dar una mema)—, pero gran parte es, por un lado, cultural, y, por otro, un resultado de las políticas públicas.

    Lo cierto es que, aunque evolucionando, vivimos en una sociedad donde el cuidado todavía es un tema mayoritariamente de la mujer. ¿Cuándo hay que comprar pañales? ¿Cuándo es la próxima vacuna? ¿Cuándo es la próxima reunión de padres? ¿Tenemos comida para la merienda? (Las mujeres hemos sido programadas para vivir con una lista infinita de cosas-por-hacer de la casa y los hijos).

    También es una sociedad plagada de rituales que fomentan la idea de que los hijos son responsabilidad de la madre, a veces, de hecho, alimentado por las propias mujeres. Los baby showers, donde las amigas le hacen un fiesta de mujeres a la madre-por-ser, los grupos de WhatsApp de madres, el sesgo de siempre preguntarle a la madre por cuestiones del bebé. Pecando tal vez de enojar a varias de mis colegas madres me pregunto: ¿si queremos una distribución más equitativa de la responsabilidad de los hijos, qué hacemos continuando estos rituales arcaicos que perpetúan precisamente lo que queremos evitar? Siendo todavía más controversial, me animo a decir que a veces las mujeres pecamos un poquito de creer tener el monopolio del saber-qué-hacer con los hijos. Nos quejamos de que los padres hacen poco (y los datos muestran que hacen menos en promedio), pero cuando hacen, muchas veces los corregimos innecesariamente (“no, el bebe no se pone así en el coche”, le decía una conocida a su pareja hace unos días mientras él preparaba la mema), les damos órdenes de cómo bañarlos, cómo sentarlos o cómo hablarles. Queremos igualdad en la responsabilidad, pero los tratamos como mandos medios. Ojo, es entendible, nuestras madres, nuestras abuelas —y las películas y la literatura— muestran a las mujeres ocupándose de los hijos, y, por tanto, somos las dueñas de ese conocimiento, una expertise que a veces nos cuesta soltar (quienes tenemos la fortuna de tener un marido que hace y quiere hacer).

    Las políticas públicas son otra razón. En particular, las diferencias entre la licencia maternal y paternal (en muchos países la paternal es casi inexistente) son un factor que retroalimenta el problema cultural. Es fantástico que las mujeres podamos ocuparnos de nuestros hijos en los primeros meses, sin tener preocupación de perder el empleo, pero es contraproducente que solo lo haga la madre. Las mujeres en promedio “perdemos” respecto a los hombres en términos de salario y ascensos, y las familias en su conjunto también, porque más padres a cargo no solo es bueno para los resultados de los hijos, sino también para la pareja.

    De hecho, la literatura económica muestra que las mujeres pagamos el costo de tener hijos no solo por ser mujeres, sino por estar más tiempo fuera del mercado laboral. Como las mujeres son quienes más se ocupan de los hijos, esto hace que tengan menos tiempo para el trabajo remunerado y, entonces, menos incentivos de empleadores a promoverlas, invertir en entrenamientos, etc. Por supuesto que hay excepciones —de hombres, de mujeres y de empresas—, pero estos son los resultados generales.

    ¿Cómo cambiamos la realidad? Necesitamos que los padres se involucren, lo más posible, desde el principio. No creo que las mujeres seamos intrínsecamente mejores que los hombres en educar, cuidar y proteger a los hijos, pero estamos todavía inmersos en sociedades donde cultural e institucionalmente el cuidado de los hijos recae mayoritariamente sobre la mujer. Tal vez precisamente porque pasamos más tiempo en ello es que nos hemos vuelto mejores —es una cuestión de práctica— y eso desencadena un ciclo donde siempre terminamos haciendo más, incluido (quizás), a veces, mandonear a nuestras parejas.

    Por eso, celebro que el Parlamento uruguayo haya aprobado la extensión de la licencia paternal, que pasará a ser de 20 días a partir de enero de 2026, cuando hoy es de 13 días. El proyecto, además, establece que los descansos son “obligatorios e irrenunciables”, dado que no siempre es fácil que los padres la utilicen o que las empresas las promuevan.1 Veinte días todavía es poco, pero es un paso en la dirección correcta, y muchas veces el desarrollo se obtiene a través de pequeños cambios. Además, no es solo una cuestión de los siete días adicionales, sino el aporte —simbólico y práctico— que esto tiene al cambio cultural y de paradigma, para que sea cada vez menos excepcional ver a los hombres ocuparse de los hijos, ausentarse del trabajo por ello, estar presentes y tener una mejor división de tareas dentro de la pareja. Mirando el medio vaso lleno, esto es, sin dudas, un avance.

    1 El Senado sancionó la extensión de la licencia paternal a 20 días a partir de enero de 2026 | la diaria | Uruguay