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    El modelo del puente Carrasco

    El infantilismo, tan cercano a una parte de la izquierda, se combate con acción y resultados, y lo que ha hecho Canelones en las últimas dos décadas con respecto a los inversores privados puede servir como ejemplo

    Director Periodístico de Búsqueda

    La situación es motivo de comentarios entre algunos inversores inmobiliarios y arquitectos. De un lado está Montevideo, con unas cuantas restricciones para construir determinados tipos de emprendimientos habitacionales, y del otro Canelones, de puertas abiertas y facilidades para llevar a cabo todo eso que es tan difícil de concretar en la capital o directamente está prohibido.

    Lo cuentan de la siguiente manera, de una forma un tanto caricaturizada. Justo en la frontera entre Montevideo y Canelones, la que está más al este, al costado del puente mediante el cual se ingresa a tierra canaria, hay un funcionario municipal esperando a los inversores que expulsa Montevideo para darles todos los beneficios que les negaron.

    Lo explican como una estrategia inteligente, que tuvo muy buenos resultados, hoy a la vista. En resumen, el departamento grande en el papel de malo, el chico en el de bueno, y una cantidad considerable de barrios privados, nuevos complejos de edificios de lujo y cientos de familias de clase media alta y alta que pasaron a formar parte de los habitantes de Canelones.

    La realidad es la principal prueba. Basta con hacer un recorrido por la zona cercana a la desembocadura del arroyo Carrasco, pero del lado canario, para confirmar la cantidad de construcciones nuevas que hay en esa zona. Antes y después del aeropuerto. Al barrio privado La Tahona, el pionero, se le sumaron y se le siguen sumando muchos más y, además, parques para la ciencia, la tecnología y otros emprendimientos industriales de gran porte.

    Se hace evidente que hay una apuesta a captar lo que la elevada burocracia capitalina repele. Y que, además, funciona y genera buenos réditos. Tanto que el intendente canario por 10 años, Yamandú Orsi, logró llevar adelante una campaña electoral exitosa y se terminó transformando en presidente de la República desde el sábado 1º.

    Pues ahora debería hacer lo mismo desde la cúspide del gobierno nacional. Ahora que es presidente podría ampliar la estrategia que le dio tan buenos resultados, pero en lugar de con Montevideo, con los países vecinos. Por supuesto que es mucho más complejo hacerlo desde la comandancia de todo un país que de un departamento muchísimo más pequeño, pero tiene sentido que siga por el mismo camino.

    Hay antecedentes al respecto. Muchos de sus antecesores lo hicieron o al menos lo intentaron. ¿O acaso qué es Punta del Este? ¿No será, quizás, ese balneario que nunca se pudo construir en Argentina por la cantidad de restricciones y trabas que los gobiernos de turno del país vecino pusieron a la clase media alta y alta?

    ¿Y el litoral uruguayo? ¿Acaso la explosión de la soja y de otras plantaciones y la gran valorización de la tierra en los departamentos cercanos a Argentina no tiene nada que ver con las medidas adoptadas por los gobiernos kirchneristas en contra de los terratenientes? ¿No fue por las facilidades que les ofrecía Uruguay para seguir con sus negocios que esos empresarios agropecuarios resolvieron invertir su dinero en otro país, pese a que tenían que cruzar una frontera cada vez que querían monitorear sus campos?

    ¿Y los frigoríficos? ¿Acaso los brasileños que han resuelto instalarse en Uruguay en ese rubro y que avanzan día tras día no tuvieron en cuenta los beneficios que tienen de este lado de la frontera? ¿Y las pasteras? ¿Las empresas europeas que eligen ubicar algunas de sus principales plantas de producción al otro lado del océano Atlántico lo hacen porque a sus ejecutivos les gusta recorrer largas distancias en avión o porque aquí son muchos más los pros que los contras?

    Todos esos ejemplos, construidos sobre el trabajo de años, responden a la decisión de distintos gobiernos de ir por un camino de puertas abiertas hacia los inversores extranjeros, si con ellos también llegan el trabajo y una mayor prosperidad para los uruguayos. Trascienden a la orientación política de quienes estuvieran momentáneamente a cargo del poder. Lo hicieron los colorados, los blancos y también los frenteamplistas, sin distinciones. Los resultados, en su mayoría, son positivos.

    Pues ahora le toca el turno a Orsi, que ya tiene consolidado el camino de sus antecesores y su propia experiencia en Canelones. Por eso, lo ideal sería que repita el modelo del puente Carrasco. Que en esta nueva realidad, Uruguay pase a ser Canelones, mientras que Argentina y Brasil serían Montevideo, y que su gobierno sea el encargado de recibir de brazos abiertos a todos los expulsados por las trancas burocráticas o de cualquier otro tipo que tienen los dos grandes vecinos.

    Claro que no es fácil. Una cosa es Canelones y otra muy distinta Uruguay. Una cosa es estar al frente de un gobierno departamental con toda la estructura jerárquica alineada y otra comandar uno nacional con claras diferencias en la interna del Frente Amplio, a cargo de la nueva administración. Una cosa es tener a Montevideo al otro lado de la frontera, y con una administración afín desde el punto de vista ideológico, y otra muy distinta que los vecinos sean Argentina y Brasil.

    Pero se puede. No es tan complicado. El problema es que para lograrlo hay que favorecer de alguna manera a los que huyen espantados de los países vecinos, al igual que antes Canelones lo hizo con los inversores inmobiliarios o de otro tipo que se iban de Montevideo. Y la forma de lograrlo es con acciones que impliquen menos burocracia, menos impuestos, menos reglas innecesarias, más impulso y más rapidez, por supuesto que sin descuidar los controles necesarios y las sanciones para todos los que estén fuera de la ley.

    Muchos de esos conceptos son una absoluta herejía para una parte importante del Frente Amplio. Pero la realidad es mucho más fuerte que los preconceptos ideológicos. El infantilismo, tan cercano a una parte de la izquierda, se combate con acción y resultados, y lo que ha hecho Canelones en las últimas dos décadas con respecto a los inversores privados puede servir como ejemplo. En tierras canarias ganó el pragmatismo, en especial en la zona cercana al aeropuerto, y los resultados están a la vista.

    Uruguay podría ser el siguiente Canelones. Y que el puente Carrasco sea cada una de sus fronteras con Brasil y Argentina. Una caricatura, dirán muchos. Sí, pero no tanto.