• Cotizaciones
    martes 03 de septiembre de 2024

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    ¿En qué está el debate global sobre el cambio climático?

    La “arquitectura” de la diplomacia climática es compleja —y llena de acrónimos conocidos solo para entendidos—, pero se erige sobre la idea de que el cambio climático presenta un gran problema de coordinación global, posiblemente el mayor problema de coordinación del mundo.

    En otras columnas he tratado de poner en perspectiva dónde está el mundo de la energía, y el cambio climático, desde el lado de las inversiones de energías limpias, la demanda del crudo o las finanzas sostenibles. En esta columna pongo el ojo en la “diplomacia climática”, un factor bastante menos tangible que la inversión o la capacidad instalada de cierta tecnología, pero un eslabón bien importante para dar señales de largo plazo.

    Historia y antecedentes

    Cada año desde mediados de los 90, los líderes de casi todos los países del mundo se reúnen para discutir sus compromisos climáticos en una cumbre internacional conocida como Conferencia de las Partes, o COP. Una de ellas marcó un antes y un después, la COP21, que se realizó en París, en 2015. En ella los países acordaron, por primera vez, una meta específica de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Se comprometieron a mantener el aumento de la temperatura global muy por debajo de 2 °C, con respecto a la temperatura global promedio antes de la Revolución Industrial, e intentar limitar el incremento de la temperatura a 1,5 °C. A su vez, cada país que ratificó el acuerdo debió establecer un objetivo de reducción de emisiones, en un documento conocido como Contribución determinada nacional (NDC, por su sigla en inglés)1. Las NDC son importantes porque son la “hoja de ruta” que establece cada país para cumplir con su parte. Sin embargo, la suma de todas ellas, hoy por hoy, no nos ubica en el objetivo global, no porque alguien se haya equivocado en los cálculos, sino porque los objetivos nacionales son voluntarios, los presenta cada país, no se imponen.

    La COP21, además, estableció que cada cinco años los países debían realizar una especie de balance o inventario —lo que en la jerga se conoce como global stocktake— de dónde está el mundo respecto a la meta marcada en París, qué falta hacer y cómo se hará. Se debe luego usar ese inventario como insumo para la actualización de las NDC. El primer inventario se realizó en 2023, y las NDC deben actualizarse en 2025.

    La diplomacia importa

    La “arquitectura” de la diplomacia climática es compleja —y llena de acrónimos conocidos solo para entendidos—, pero se erige sobre la idea de que el cambio climático presenta un gran problema de coordinación global, posiblemente el mayor problema de coordinación del mundo. Las consecuencias del cambio climático se resuelven si todos los países “cooperan” a la vez, con un objetivo común. Por eso es tan importante que los países se pongan de acuerdo sobre hacia dónde quieren ir (y de ahí la relevancia del Acuerdo de París) y las acciones específicas que cada país hará, y con qué periodicidad, para cumplir con sus objetivos domésticos.

    Es un problema de coordinación global, pero también es cierto que lo que hacen algunos países es más importante. Estados Unidos y China, por ejemplo, los mayores contribuyentes de gases de efecto invernadero (GEI), son particularmente relevantes, y no siempre están alineados. China le reclama a Estados Unidos, y a otros países desarrollados, que su progreso económico se hizo a partir de quema de combustibles. Estados Unidos le reclama a China por su enorme uso del carbón, el combustible más contaminante. Estados Unidos, además, tiene una posición conflictiva respecto al clima, y al Acuerdo de París en particular: Obama lo apoyó; bajo Trump, EE.UU. se retiró del acuerdo; volvieron a unirse con Biden, y volverán a separarse de él si gana Trump nuevamente.

    La diplomacia climática no solo refiere a la naturaleza de quienes participan en estos eventos —líderes mundiales, ministros de finanzas y de energía, además de “negociadores”—, sino también al lenguaje de los documentos. Cada palabra está ahí por alguna razón. De hecho, las palabras son el corazón del asunto. Incluso cuando los documentos son —seamos honestos— en general aburridos de leer o llenos de tecnicismos, nada está librado al azar. La elección de un verbo u otro en la declaración final puede llevar semanas o meses de negociaciones. ¿Por qué? Porque son una señal del sentimiento mundial y, en particular, de cuánto están dispuestas a ceder las diferentes partes. Los países productores de petróleo prefieren un lenguaje que marca un menor compromiso de reducción de fósiles, los países en desarrollo quieren que los países desarrollados se comprometan a ayudar con financiamiento para sus transiciones —y en muchos casos poder seguir quemando combustibles, en particular gas—. Los activistas climáticos siempre luchan por un texto muy ambicioso. Cada parte luchando por sus intereses, todo resumido en palabras.

    Los documentos de la última COP, realizada en Emiratos Árabes a fin de 2023, hablan de la necesidad de una “transición para alejarse de los combustibles fósiles”. No incluye fechas límites, ni es evidente qué se entiende por transición, y hay quienes dicen que este lenguaje fue muy débil o muy vago, buscaban que se dijera algo más explícito, como “reducción” o incluso “eliminación” de los combustibles fósiles. Sin embargo, no hay que perder de vista que fue la primera vez que en un comunicado de este tipo los países piden abandonar los combustibles fósiles (Tampoco creo que sea realista lograr una reducción drástica).

    Algo similar sucedió con las referencias al carbón, otro de los puntos más debatidos de la negociación. El texto final dice que los países se comprometen a “acelerar los esfuerzos para la eliminación progresiva de la energía de carbón”. Hubo mucha discusión sobre si se incluía una referencia a la “eliminación” o la “eliminación progresiva”, la primera más fuerte que la segunda. Tampoco podemos perder de vista que “acelerar el esfuerzo” no es lo mismo que esforzarse.

    Traducir palabras a acciones

    Es fácil a veces ser un poco cínico al leer estos documentos —muchas palabras y poca claridad, un verbo versus otro que parece casi lo mismo para el común de los mortales—, pero estos detalles importan, porque son una fuerte (o débil) señal “macro” del compromiso global con el cambio climático. Las grandes empresas de energía, por ejemplo, no son intérpretes de texto, pero están en estas discusiones, participan de la COP (aunque no directamente en el texto), porque estas palabras son un insumo para su asignación de activos y sus decisiones de inversión.

    Sin embargo, al final del día, lo más importante no son las palabras sino las acciones. Los compromisos acordados en las COP son el primer paso, pero las palabras por sí solas no producen cambios. Tiene que haber buenas políticas, retornos para que la inversión llegue, apoyo político y social. Y todavía estamos lejos de todo eso. La última COP marcó un hito al dejar por escrito que el mundo debe quemar menos combustibles fósiles, pero —como dice el refrán— “del dicho al hecho hay un gran trecho”.

    1 Uruguay, por ejemplo, que ratificó el Acuerdo de París, tiene en su primera NDC objetivos asociados a reducir la intensidad de emisiones de GEI (con relación al dióxido de carbono, el metano y el óxido de nitrógeno): i) respecto a la evolución del PBI y ii) respecto a la producción de alimentos.