Si con Bill Clinton era la economía, estúpido, hoy con Donald Trump es la geopolítica, estúpido.
Si con Bill Clinton era la economía, estúpido, hoy con Donald Trump es la geopolítica, estúpido
Si con Bill Clinton era la economía, estúpido, hoy con Donald Trump es la geopolítica, estúpido.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá“La economía, estúpido” (“the economy, stupid”) fue una frase muy utilizada durante la campaña electoral de Clinton en 1992 contra George H. W. Bush (padre) y que lo llevó al primero a convertirse en presidente de los Estados Unidos. La frase se popularizó como “es la economía, estúpido” y para muchos se convirtió en una máxima de cómo el ciclo económico impacta en las decisiones de los políticos y las personas.
Bueno, pareciera ahora que con Trump aquella máxima resulta reinventada. Es que muchas decisiones políticas hoy en el mundo tienen en cuenta la geografía y las alianzas en lugar de los incentivos del mercado.
Pero la cuestión, hay que aclarar, va más allá de Trump.
Un caso puntual, por ejemplo, es el de Egipto, cuya economía recibió ayuda no solo del Fondo Monetario Internacional (FMI), sino también de los países del Golfo y, puntualmente, de Emiratos Arabes Unidos para explotar en una franja de su territorio una inversión de más de US$ 30.000 millones en temas de inteligencia artificial. ¿Le suena?
Yendo a la Argentina, este mes el presidente Javier Milei hizo un anuncio de una inversión de US$ 25.000 millones que involucra a una de las empresas más grandes del mundo en uno de los sectores más dinámicos de la economía global: OpenIA y el desarrollo de la inteligencia artificial. Y casi en paralelo, el Tesoro de Estados Unidos brindó un apoyo inédito comprando pesos argentinos para evitar que el dólar en la Argentina llegara al techo de la banda. Desde 1996, Estados Unidos solo intervino tres veces en los mercados cambiarios de otros lugares (compró yenes en 1998, euros en setiembre de 2000 y vendió yenes en marzo de 2011). Con la Argentina fue la cuarta vez.
En política, las relaciones personales entre los presidentes muchas veces dan una mano. Ahora es mejor no tener que llegar a utilizarlas, porque si eso ocurre, es porque algo no salió como se esperaba. Javier Milei llamó a Trump y la respuesta que obtuvo fue inmediata.
¿Pero cuál es el significado de ello? Veamos bien.
El gobierno hace uso del acrónimo TMAP para referirse a que “todo marcha acorde a lo planeado”, según los lineamientos de su programa. Pero en los últimos meses no pasó eso: el equipo económico modificó los encajes, introdujo licitaciones fuera de calendario, intervino en el mercado de cambios, hizo llamados durante las licitaciones, reflotaron la noción de tasa de interés de política monetaria propia de los esquemas, como inflation targeting. Y cuando a lo largo de tres días el Banco Central vendió US$ 1.100 millones porque el tipo de cambio había llegado al techo de una banda cambiaria, bueno, ahí intervino el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, primero tuiteando (diciendo que iba a hacer todo lo que hacía falta) y luego ya poniendo plata.
Tanto en las palabras del Tesoro como en las decisiones de inversión, lo que se ve es más un apoyo de Estados Unidos como recompensa a las políticas existentes de Milei, pero también como una suerte de paraguas de cara a las elecciones que se vienen en Chile, Bolivia y Brasil, en las que el secretario de Estado, Marco Rubio, pretende que la izquierda en la región no gane terreno. Desde la crisis de Lehman Brothers en 2009 que China aumentó el financiamiento sobre la región en detrimento de Estados Unidos, y eso es algo que la gestión Trump intentará aunque sea morigerar.
Hoy pesan más las afinidades políticas a la hora de comerciar y prestar asistencia que la cercanía geográfica entre países. La Argentina de Milei ofrece a Estados Unidos un ecosistema con cuatro sectores clave en un mismo territorio para enfrentar a China: alimentos, energía, minería y servicios basados en conocimiento. Pero como no tiene ni los recursos ni la estabilidad macroeconómica para explotarlos y desarrollar su economía alrededor de ellos, China y Estados Unidos están interesados en desembarcar y ofrecer todo lo que la Argentina no puede conseguir por sí misma.
Milei necesita plata. No solo para frenar la corrida cambiaria de cara a las elecciones, sino para encarrilar el riesgo país y que el gobierno tenga chances de acudir a financiarse en los mercados de capitales en los últimos dos años de mandato. Milei ya no puede seguir pagando cash los vencimientos de deuda, como lo hizo en 2024 y 2025 gracias a los dólares del blanqueo primero y del FMI después. Esos dos puentes alcanzaron, pero ahora La Libertad Avanza busca cruzar el tercero y tuvo que salir a buscarlo en el gobierno de Trump.
La economía argentina necesita encarar profundas reformas. Sus sectores más dinámicos para los próximos años, donde empresas de Estados Unidos tienen inversiones de peso, exigen de un mercado con más reglas que discrecionalidad en lo cambiario porque están sujetos a la competencia de la globalización. Si la Argentina quiere generar divisas para acumular reservas, deberá contar con un sistema que tenga menos controles que el actual.
De vuelta: Estados Unidos acá jugará un rol clave porque la pelea mundial hoy en la economía no es por el comercio, sino por los recursos estratégicos. La geografía del comercio internacional está modificándose y los flujos de intercambio tienen cada vez más que ver con la política que con las rentabilidades del capital.
Por supuesto que para introducir cambios en la economía el gobierno necesitará de un respaldo político que no tiene. “Tras los comicios será esencial un acuerdo político amplio y una recalibración del marco cambiario y monetario para anclar expectativas y reconstruir reservas”, dice el último informe de J. P. Morgan. Milei busca reunirse con Macri en ese aspecto.
Según el exsecretario de Finanzas Miguel Kiguel, “el verdadero test sigue siendo cómo fortalecer las cuentas externas de la Argentina. El apoyo de Estados Unidos puede darle aire y tiempo, pero no resuelve los desequilibrios de fondo. Este nuevo salvataje ofrece otra oportunidad para recalibrar el programa, repensar el esquema cambiario y cómo acumular reservas. Si se aprovecha bien, puede marcar un punto de inflexión; si se desperdicia, probablemente sea el último salvavida”.
Finalmente, entre todo, una buena noticia: la idea de la dolarización en la Argentina parece haber quedado enterrada. El debate seguramente fue una cortina de humo para tapar los problemas cambiarios de allá por 2023, cuando terminaba el gobierno de Alberto Fernández y la brecha cambiaria llegaba a casi 200%. La realidad es que técnicamente no hay dólares suficientes para respaldar los pesos en circulación ni los encajes bancarios: las reservas netas siguen siendo negativas. “Seguir alimentando esa discusión solo incentiva la demanda de dólares y complica la estabilización”, agrega Kiguel.
Milei se juega así a estabilizar la economía, haciendo algo que ni el menemismo ni el kirchnerismo ni el macrismo apostaron a hacer: bajar la inflación sin fijar el tipo de cambio y con superávit en las cuentas públicas. El costo que ha pagado hasta el momento ha sido alto porque su popularidad cayó notablemente. Pero el 26 de octubre empezará otro partido y habrá que ver qué resto tienen para recalibrar el programa económico de cara al período que resta para 2027.