Los argentinos se caracterizan por un nivel de autoestima no baja y por situarse en el centro de casi cualquier análisis. Esto se traslada al terreno de muchas disciplinas, pero ni hablar cuando se trata de economía, porque por lo general piensan que lo que sucedió, sucede y sucederá en Argentina depende de lo que sus gobiernos hacen en vez de considerar también las circunstancias o el contexto.
La economía argentina no crece hace 12 años y perdió relevancia no solo en el peso del comercio internacional sino en la conversación global, aun cuando Javier Milei irrumpió en la escena global y fue citado por personajes como Donald Trump y Elon Musk.
No hay duda de que nuestro país adolece de una característica que los uruguayos, en cambio, sí asimilan y que para los argentinos en todo caso implica una amarga frustración, quizá digna de un ciclo de terapia para un consultorio de psicoanálisis en Palermo: tenemos una economía chica, abierta al mundo e inserta en un bloque económico de gravitación marginal frente al avance de las grandes cadenas de valor y la reconfiguración del comercio internacional. Para colmo, como dice el presidente Milei, sin plata, porque “no hay plata” y porque tampoco nos prestan.
Hoy la Argentina está afuera de los principales índices de inversión a escala global y hasta está catalogada como una economía de frontera, un cartel de prohibido para los principales fondos institucionales del mundo, que administran billones de dólares de los ahorros de trabajadores en países desarrollados.
No hay duda de que el país debe poner su macroeconomía en equilibrio y cumplir los requisitos para atraer esos fondos como lo hacen Chile, Brasil o el propio Uruguay.
Milei se halla en medio de un experimento no visto justamente para concretar esa tarea, que consiste en ajustar los desequilibrios macroeconómicos que acumuló en las últimas dos décadas, llevando a casi el 50% de su población a vivir en la pobreza.
Nota aparte: resulta llamativo a esta altura el nivel de aceptación que conserva el presidente a nueve meses de empezar el trabajo sucio. Una explicación rápida dice que las correcciones por ahora recayaron más sobre las clases medias altas y los jubilados porque las ayudas sociales (AUH y Tarjeta Alimentar) crecieron en términos reales más de 20% en lo que va del año.
Volviendo al comienzo, no existen dudas de que buena parte de la suerte del gobierno de Milei dependerá de la ayuda de la inversión extranjera para que esa transición en el frente doméstico sea lo más suave posible. Serán el crédito y las inversiones los que permitan sostener el peso apreciado para que la coalición del dólar bajo, como dice el economista José María Fanelli sobre las clases medias y populares, recupere al menos una parte de su salario que se licuó en diciembre de 2023.
Por último, y en medio de la pelea por atraer esas inversiones al país, la Argentina deberá demostrar también cómo se sitúa frente a una agenda mucho más desafiante aún y que ninguno de sus países vecinos tampoco ha resuelto: la puja entre Estados Unidos (EE.UU.) y China y cómo Pekín avanza sobre las industrias de la región primarizando sus producciones.
Javier Milei. Foto: AFP
Javier Milei. Foto: AFP
¿Qué posición adoptará Milei al respecto?
China ofrece un mundo de insumos y productos a precios más bajos que abaratarían la vida de los asalariados argentinos y sobre todo el costo argentino.
Por otro lado, el apetito chino es el camino casi seguro para vender cada vez más materias primas y menos productos industrializados, conurbanizando más todavía al país.
En Buenos Aires en el último mes hubo dos eventos que confirman que la agenda con China será clave en el futuro cercano.
El holding Techint, el mayor productor de acero en la Argentina y en el mundo de caños sin costura para la producción petrolera, realizó su tradicional encuentro anual, donde invita a figuras a escala mundial a hablar sobre “el gigante asiático”, China y la reconfiguración del comercio y las inversiones internacionales.
Y unas semanas atrás, el gobierno de EE.UU. anunció en Buenos Aires que lanzó una cooperación técnica en la Argentina para las empresas mineras de todo el mundo de manera de que China no encuentre el camino tan fácil en Argentina como hasta ahora: las principales minas de litio en la Argentina están bajo control chino, que domina además dos terceras partes de los minerales críticos que se producen en el mundo. Así lo aseveró el subsecretario de Estados Unidos para el Crecimiento Económico, Energía y Medio Ambiente, José W. Fernández.
En el evento de Techint hablaron los expertos Richard Baldwin (IMD Business School) y Aaron Friedberg (Princeton University).
Baldwin explicó que en los últimos 20 años la economía china empezó a cerrarse, algo que él llama “una paradoja”, porque las exportaciones chinas explican cada vez menos el crecimiento de su economía, pese a la expansión de su PBI (Producto Bruto Interno) y de sus ventas al mundo.
“China es una economía que crece por la inversión y no por las exportaciones”, explicó el estadounidense señalando que se trata de un comportamiento habitual de las grandes economías. Además, dijo que el comercio mundial está cambiando: el intercambio de bienes tocó un pico y el de los servicios sigue expandiéndose. Es en este terreno donde Baldwin ve una oportunidad para los países emergentes como la Argentina, sobre todo a través del teletrabajo, de recuperar presencia en la agenda mundial. “El comercio industrial se está muriendo”.
Friedberg, exasesor de la oficina del vicepresidente en EE.UU., señaló en cambio que uno de los motivos por el cual su país y el mundo occidental no consiguieron que China adoptara la cultura occidental —sobretodo luego de su ingreso a la OMC (Organización Mundial del Comercio) en 2001— fue que el Partido Comunista conservó el monopolio del poder político y que no se movió de lo que él llama el principio mercantilista-leninista: la economía para Pekín no es sinónimo de mejorar el bienestar de sus ciudadanos sino de impulsar el poder global de la China y alcanzar a EE.UU.
Muchos expertos creen que en 2025 podría haber ruido en la Argentina con China, sobre todo sin el Impuesto PAIS (Para una Argentina Inclusiva y Solidaria), sin regulaciones y con una economía que crecerá más.
Argentina podría bajar aranceles en los insumos básicos difundidos y ya removió regulaciones para sus importaciones.
¿Está la industria argentina en condiciones de competir con la china cuando Pekín subsidia la producción en niveles que casi ningún otro sector público está en condiciones de hacer?
Milei admitió este año que podría llegar a hacer una visita a China. Xi Jinping, el líder chino, podría a su vez visitar la región en noviembre, justo para las elecciones en Estados Unidos, cuando la Cumbre de Asia-Pacífico ocurra en Perú, país que, dicho sea de paso, apuesta a transformarse en el hub de China en la región según reveló semanas atrás The Wall Street Journal: un megapuerto en el Pacífico está construyéndose para conectar a China con el continente. Perú ya no se trata solo de una economía con competencia de moneda como pretende Milei sino también una con buenas relaciones tanto con Washington como con Pekín a la vez.
¿Qué de todo esto Milei no quisiera lograr o conseguir en su gestión? Financiamiento, obras y buena agenda con Estados Unidos y China.
Milei no solo tiene un desafío con la conducción de la economía y de la política local sino también de la diplomacia, demostrando que las realidades y los desafíos mundiales son más complejos que las ideas simples que ha expuesto en la campaña.
Según la Agencia Internacional de la Energía, el mundo necesitará en 25 años utilizar una cantidad de litio que es 42 veces mayor a la de hoy. “Esto eso es una necesidad para el mundo y una oportunidad para países como Argentina que tienen estos recursos”, dijo Gutiérrez en Buenos Aires.