En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
La política argentina sigue siendo apasionante. Es tan prolífica en personajes rocambolescos, argumentos disparatados, plot-twists y exageraciones de todo tipo que, si no fuera por los perjuicios sociales y económicos que producen los vaivenes abruptos, sería justa merecedora de premios al mejor guion, mejores actuaciones, efectos especiales, etc.
¡Registrate gratis o inicia sesión!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En las últimas semanas, el clima político cambió de forma veloz en más de una ocasión. El presidente Javier Milei sigue prometiendo que en 30 años tendremos el nivel de vida de Alemania, se reúne con los empresarios más poderosos del mundo y del futuro y mantiene incólumes tanto el favor de más de la mitad del país (a pesar de los costos sociales de sus políticas) como el carácter de quien está convencido (como realmente lo está) de estar llamado por fuerzas superiores a salvar a su pueblo. Un dato de color: hace poco una diputada nacional comentaba que a raíz de haber impulsado y apoyado un proyecto de aumento a los jubilados (que ya perdieron el 30% de su capacidad de compra desde que asumió el nuevo gobierno) recibe en sus redes sociales quejas de cientos de jubilados que se oponen a las políticas de Milei.
Pero no todas son rosas para el gobierno argentino: el equipo económico parece haber perdido la confianza de los mercados. La ausencia de un plan integral, las imprecisiones en los anuncios y la inestabilidad cambiaria producen temblores. Se sabe que para controlar la economía argentina hay que poder controlar el precio del dólar, que en los últimos días viene teniendo una tendencia alcista en contra del deseo gubernamental.
Así, el gobierno es, como dice el tango, una mezcla rara de Musetta y de Mimí o, en tono new age, del yin y el yang. Hace pocos días logró aprobar finalmente la denominada “ley bases”, pero es casi la única ley que logró que el Congreso le apruebe; es una megaley de 238 artículos, pero originalmente tenía 664. En fin, todo depende del cristal con que se mire.
Otro ejemplo es la firma del “Acta de Mayo” la semana pasada. El gobierno logró reunir a 18 de los 24 gobernadores argentinos, lo cual no es algo tan fácil, pero no estuvo presente el más importante, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, desde siempre la más poderosa, ya que contiene al 38% de la población y aporta el 40% de la recaudación impositiva del país. Los otros firmantes no cuentan porque fueron los presidentes de ambas cámaras legislativas, ambos del partido de Milei, y la secretaria general de la Presidencia, que es empleada de Milei, además de ser su hermana. Si se pone un poco más de lupa sobre la firma de este pacto, se verá que es también sintomático de la sobreactuación argentina.
En efecto, el presidente Milei logró hacer firmar lo que originalmente se llamaba el “Pacto de Mayo” en el mes de julio, aprovechando que en julio, como en mayo, hay también una fecha patria. Sirviéndose de ello, intentó dar a la firma del acuerdo un tono épico, de trascendencia histórica. De hecho, organizó el acto en la casa histórica de la provincia de Tucumán en la que se declaró la independencia del país en 1816 y usó la misma mesa en la que se firmó aquella declaración originaria.
Pero más allá del folklore hay varias razones para poner en observación las ambiciones del pacto de Milei. Es cierto que la historia argentina es pródiga en pactos: entre 1820 y 1852, las provincias firmaron decenas de tratados interprovinciales y varios “pactos preexistentes”, que buscaban acuerdos políticos amplios a concretarse en una futura Constitución, lo que ocurrió en 1853. De allí que Milei también buscaba este pacto para “reconstruir la nación”. Pero aquellos pactos del siglo XIX eran políticos, es decir, sobre reglas de juego acordadas por todos los actores, mientras que el pacto impulsado por Milei es sobre políticas específicas, muy parecido al pacto fiscal que con menos pomposidad firmaron el presidente Mauricio Macri y 22 gobernadores en 2017.
A diferencia de este último, en 2024 se buscó la grandilocuencia de las grandes convocatorias, lo cual sin embargo no se concretó. El gobierno había citado a instituciones y figuras que podrían haber dado un perfil no meramente provincial y fiscal a este nuevo pacto: se invitó a expresidentes, líderes de los partidos políticos, líderes sindicales y empresariales y a la Corte Suprema de Justicia. No fue casi ninguno. El único expresidente electo que asistió fue Macri, a quien invitaron con insistencia y luego trataron con desdén. El kirchnerismo no estuvo presente ni con sus expresidentes ni con casi ninguno de sus gobernadores.
Los puntos que se firmaron son razonables, pero algunos son superfluos porque ya están legislados, y otros algo vagos y cargados de intenciones: 1) inviolabilidad de la propiedad privada, 2) equilibrio fiscal, 3) reducción del gasto público hasta llegar al 25% del PBI, 4) educación útil y moderna, 5) reducción de la presión impositiva, 6) rediscusión de la coparticipación federal de impuestos, 7) explotación de los recursos naturales del país, 8) reforma laboral que promueva el trabajo formal, 9) reforma previsional y 10) apertura al comercio internacional.
Así las cosas, el punto nodal es la reducción del gasto público. El otro tema sensible para los gobernadores firmantes es la forma en que la nación transfiere recursos a las provincias, pero es un tema aún más difícil: hace exactamente 30 años, cuando se reformó la Constitución, se incluyó esta misma rediscusión como una cláusula transitoria, pero nunca se pudo avanzar por la cantidad de intereses cruzados y actores de veto intervinientes. Por lo tanto, no es descabellado dudar de la voluntad de los gobernadores de respetar el punto central del acta. De hecho, las provincias argentinas tienen en proporción siete veces más empleo público que el Estado nacional. Es un rubro que no fue tocado ni siquiera en el fenomenal ajuste de los años 90 como prenda de cambio del apoyo parlamentario de esas mismas provincias para poder hacer ajustes en otros sectores.
En suma, más que una refundación histórica basada en el consenso, como pretende presentarla el gobierno, la firma del Acta de Mayo en julio es una declaración de buena voluntad de sentarse a una mesa de negociación sobre temas fiscales (que son los que dominan la relación entre la nación y las provincias desde hace 150 años y que algunas provincias incluso ya han judicializado) y no mucho más. Es que, al tratarse de políticas concretas, el respeto del pacto dependerá del resultado de las elecciones legislativas de 2025 o incluso de las buenas noticias que siga recibiendo Milei de las encuestas de imagen. Aquel pacto de 2017 no fracasó por los contenidos fiscales, sino por la debilidad política del gobierno de Macri.
Otra razón por la que este pacto está destinado a la dilución es la ausencia no solo de objetivos comunes, sino incluso de interpretaciones comunes. Para Milei es un hecho histórico de gran relevancia y la refundación de la Argentina, o al menos el lanzamiento de la segunda etapa de su gobierno, que imagina hegemónico a futuro. De hecho, dijo allí mismo que les estaba dando a los firmantes una posibilidad de redimirse y abandonar los privilegios de la casta política; algo así como una sumisión a su persona y a su visión de las cosas.
Pero para los gobernadores se trató más bien de un gesto, una concesión de su parte hacia Milei para que el gobierno comience a mostrar resultados de gestión. En otras palabras, un refuerzo al apoyo que ya le habían dado con la aprobación de la “ley bases”, que a pesar de haber sido una victoria (pírrica) para el gobierno no logró ahuyentar, más bien todo lo contrario, la confianza de los mercados en la capacidad política del presidente y la solidez de su plan económico.
La búsqueda de consensos es siempre una buena noticia en política, pero puede ser contraproducente si se la invoca ampulosamente para tratar de imponer una voluntad momentánea. El recurso de la exageración se desgasta tarde o temprano. En algún punto, toda esta puesta en escena del 9 de julio, con su ceremonia poco profesional y de tono escolar, fue un pseudoacontecimiento, es decir, una puesta en escena para atraer la atención, pero con peso político muy relativo.
Las pretensiones fundacionales de todos los presidentes es un problema endémico de la Argentina y, para mayor escepticismo, la palabra presidencial en la era Milei no ha recuperado su respetabilidad. Los aliados de hoy pueden ser, como ya ha sucedido más de una vez, los insultados de mañana.