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    Los altos costos de la electricidad y las renovables: una mirada errada e incompleta

    Bajar los costos es imperativo para Uruguay, para el bolsillo de los uruguayos y para mejorar nuestra competitividad. Las tarifas eléctricas, y de otros energéticos, tienen mucho espacio para mejorar

    Uruguay es un país caro, un tema muy repetido en la campaña electoral. Un indicador muy nombrado que refleja esto —por el efecto que tiene en los costos de producción, en nuestra competitividad y en el bolsillo de los ciudadanos— es el precio de la energía. Por ejemplo, Uruguay tiene los precios de electricidad más altos de la región.

    Sin embargo, algo que me hace ruido en la discusión local es la idea de que estos precios altos son, en gran medida, por el costo de las energías renovables, en particular los costos de la energía eólica. Me parece que es una visión por un lado errada y por otro incompleta. Errada porque no hay evidencia de que la introducción de renovables a gran escala en la primera etapa de transición (eólica, biomasa y solar) haya producido un sobrecosto, o, mejor dicho, la evidencia que he visto muestra lo contrario. Incompleta porque la generación no es el único componente del costo de la electricidad, y concentrarse solo en eso es perder de vista que hay otros factores que pueden contribuir a la reducción de costos.

    El costo de la electricidad se compone de cuatro factores: generación, transmisión (transporte entre la fuente de generación y los centros de consumo), distribución (transporte hasta la puerta de una fábrica o una casa) y comercialización. Las tarifas —lo que pagan los consumidores finales— deberían reflejar todos esos componentes. En términos simples, una regulación modelo lo que hace es estimar cuál sería el costo de un servicio eficiente para suplir la demanda, dadas las características del país (distribución de la demanda, demanda promedio por tipo de consumidor, porcentaje de pérdidas del sistema, costos de financiamiento de la empresa, etc.), y luego definir las tarifas como los precios que permiten cubrir estos costos más un retorno justo a la inversión. El costo de generación es un componente mayoritario del costo total, pero no explica toda la foto. De todas maneras, empecemos por la generación.

    ¿Han sido las renovables las causantes de los altos precios? Un estudio de 2023 de la consultora Exante, encargado por la Asociación Uruguaya de Generadores Privados de Energía Eléctrica, es bastante contundente respecto a esto: el costo de abastecimiento de la demanda bajó de manera clara después de la incorporación de las renovables1. Al comparar el promedio de 2015-2021 (referencia posintroducción de renovables) con el de 2007-2011 (quinquenio previo a la introducción, excluyendo además la sequía de 2012), “el costo de abastecimiento de la demanda bajó aproximadamente 30% cuando se lo mide en dólares corrientes, cayó más de 40% cuando se lo expresa en términos reales y se redujo a la mitad cuando se controla también por la cantidad de electricidad consumida”. La diferencia radica en gran parte en haber podido sustituir la generación térmica, que depende de commodities importados y que es más contaminante. El estudio también destaca que su análisis —hecho con estimaciones de Mercados Energéticos y el Observatorio de Energía de la Universidad Católica— es 1) consistente con la información que surge de los estados financieros de UTE y 2) las tarifas bajaron menos (alrededor de un 10% en términos reales) que la baja del costo de abastecimiento entre los dos períodos de estudio.

    Esto no implica que la introducción de renovables no haya estado ausente de imperfecciones o nuevos desafíos. Por ejemplo, los contratos con privados son de tipo take or pay, lo que implica que UTE se compromete a comprar toda la producción de las plantas renovables, incluso si no “necesita” esa electricidad. Esta es una característica que parece contraproducente, y de hecho fui crítica de esto en su momento, pero luego entendí que esta es la forma en que estas fuentes de generación se han desarrollado en muchas partes del mundo, dado que su inversión es mayormente en equipamiento (los costos operativos representan en promedio una porción menor que otras fuentes de generación) y tienen períodos de repago muy largos, y de lo contrario es muy difícil para los inversores poner tanto capital sin certeza de su recuperación. Países que utilizan menos estos contratos, o que están dejando de ofrecerlos, tienen mercados mayoristas de electricidad que son más competitivos, hay más comercio entre regiones y es más fácil predecir precios. En Uruguay se ha avanzado en estos aspectos, pero es un tema todavía incipiente. También debo mencionar que los contratos take or pay no son exclusivos de la eólica o la solar, hoy existen y son un gran problema para sustituir generación a carbón en muchos países de Asia por ejemplo. Creo que la falta de entendimiento de estos mecanismos ha contribuido a cierta mala prensa en la opinión pública.

    Otro tema es aprender a optimizar los excedentes y a manejar las restricciones operativas que presentan la introducción de renovables variables como la eólica y la solar (comparado con sistemas tradicionales donde tenés grandes centrales con curvas de generación muy predecibles), algo que ha sido un aprendizaje para Uruguay y el mundo. Por último, y sin haber visto un estudio del tema, puede ser que haya habido cierta sobreinversión en la instalación de renovables, en especial por una segunda adjudicación de capacidad que se incorporó sin hacer una nueva licitación, que seguramente hubiese permitido precios más bajos, sino que se adjudicó manteniendo precios anteriores. De todas maneras, la conclusión sobre el costo de abastecimiento parece clara: se abarató.

    Por otro lado, alrededor de un tercio, o más, del costo de venta de UTE proviene de los componentes que no son generación. Aquí también hay que mirar en detalle para ver si hay lugar para aumentar la eficiencia. Por ejemplo, los costos de los peajes de transmisión (los costos de poder usar esas líneas) son un tema que se menciona entre expertos. Posiblemente tengan un impacto marginal, pero todas las mejoras son importantes. Otro tema es la eficiencia con la que UTE funciona (¿cómo se compara en gastos, número de empleados u otros indicadores con empresas similares?) y también el retorno “justo” de la empresa. De hecho, casi un quinto de los costos de venta de UTE son por costos que no son ni generación, ni transmisión ni distribución. Como ya he dicho en otras columnas, en Uruguay la composición de las tarifas públicas tiende a ser bastante poco transparente y por eso no es fácil saber cuánto de los precios es ineficiencia de costos y cuánto puede ser, por ejemplo, una forma de transferir rentas al Estado, algo que no se puede descartar.

    Bajar los costos es imperativo para Uruguay, para el bolsillo de los uruguayos y para mejorar nuestra competitividad. Las tarifas eléctricas, y de otros energéticos, tienen mucho espacio para mejorar, pero me parece que hay que hilar mucho más fino que solo demonizar la generación, algo que, como señalé antes, me resulta errado e incompleto. Sin embargo, como en otros aspectos económicos, es posible que el problema sea de economía política más que una cuestión técnica.

    1Impactos de la incorporación de fuentes renovables sobre el costo de abastecimiento de la demanda de energía eléctrica, las tarifas de electricidad y el desempeño financiero de UTE, diciembre de 2022, https://augpee.org.uy/wp-content/uploads/2023/04/Informe-Exante-AUGPEE.pdf.