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Hay frases que perduran, que trascienden las distintas etapas de la historia. Van evolucionando, recibiendo breves modificaciones y sumando supuestos nuevos autores en distintos momentos, pero no pierden la esencia. Su verdadero valor reside en que, más allá del tiempo, siguen conservando vigencia. Esencialmente, porque encierran una gran verdad.
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El ejemplo en cuestión se inicia a fines del siglo XIX, y el padre del enunciado es el irlandés Oscar Wilde, un dramaturgo y poeta maldito, con una vida muy turbulenta y un talento superior. Fue condenado a prisión por su condición de homosexual en una Gran Bretaña muy conservadora y debió soportar todo tipo de crítica despiadada. Murió en 1900 en el exilio, abandonado y con penurias económicas, y recién después de muerto tuvo el mayor reconocimiento, que se mantiene hasta el día de hoy.
Su frase —esa que también perdura y que, con variaciones, otros se han atribuido luego de su muerte— es la siguiente: “Hay solamente una cosa en el mundo peor a que hablen de vos, y es que no hablen de vos”. Y si tendría claro Wilde lo que era que muchas personas hablaran de él.
El siguiente en manejar ese concepto fue el pintor catalán Eugenio Salvador Dalí. Otro rebelde de su tiempo, al que le gustaba mucho ir a contramano de lo preestablecido. Otro genio, también víctima de muchos cuestionamientos, además de objeto de halagos. Su frase fue pronunciada algunas décadas después de la de Wilde, sin citarlo. Dijo Dalí: “Que hablen bien o mal, lo importante es que hablen de mí. Igual confieso que me gusta que hablen mal porque eso significa que las cosas me van muy bien. De los mediocres no habla nadie, y cuando hablan sólo dicen maravillas”. Así vivió. Nunca lo detuvo el qué dirán. Se dedicó toda su vida a hacer en lugar de decir y su obra perdura en la cima de las artes plásticas hasta el día de hoy.
También hay una versión uruguaya de esa longeva frase-concepto, pero referida a la política. El autor es el extinto dirigente blanco Eduardo Víctor Haedo, que fue presidente del Consejo Nacional de Gobierno en los años 1961 y 1962, cuando la comandancia del Poder Ejecutivo uruguayo la ejercía un colegiado. Resulta que, por esos tiempos, eran muy frecuentes las críticas a Haedo, desde distintos ámbitos. A él parecía no preocuparle demasiado y, para dejarlo claro, pronunció la siguiente frase: “En política no importa cómo, lo importante es que hablen de uno”. Desde ese día han sido varios de sus sucesores políticos los que han recurrido a esa idea para defenderse de los ataques.
El concepto detrás de esos tres ejemplos es muy claro: de lo que hacen, siempre se habla. Así ha ocurrido por siglos y seguirá ocurriendo en todos los ámbitos. Hay algunos que se dedican a crear o a provocar con sus acciones y otros que las comentan. Suele ocurrir, además, que ante más acción, más reacción, y, evidentemente, una parte importante de ella siempre va a ser negativa.
El lugar para los que solo hablan y comentan, pero nada hacen, suele estar reservado para mediocres. No quiere decir que todos lo sean. Hay algunos que se dedican a eso y son muy talentosos e inteligentes, pero la mayoría solo vive de los demás porque no puede hacer nada por sí misma. Lo que hay que tratar de evitar es que con sus gritos inquisidores y vacíos logren detener a los creadores. Por eso es tan importante tener en cuenta ejemplos del pasado, los del comienzo y muchos otros.
Con el periodismo pasa algo muy parecido. Los periodistas que realmente sienten pasión por lo que hacen se dedican justamente a eso: a hacer. Ahí está la principal motivación y también la gratificación más grande. En hacer en lugar de hablar, en informar en vez de solo opinar de los que informan, en argumentar en lugar de destruir.
Viene a cuento porque de esos, de los periodistas que más hacen, también se habla mucho. Suele ocurrir que cuanto más avanzan en su camino de informar con independencia o de opinar desde ese lugar, más ocurre que los intentan catalogar como oficialistas u opositores o asociados a determinado partido o sector político. Cuanto más incómodos son, más tratan de destruirlos de distintos lados.
Lo que ocurre es que no destruye quien quiere, sino quien puede. A veces, esas críticas destempladas, que siempre vuelven, haga lo que haga el destinatario de los ataques, terminan cayendo por su propio peso o no siendo creíbles para la mayoría de las personas sensatas. La gente no es tonta. Subestimarla o tratar de llevarla de la mano es un error.
En Búsqueda hemos sido de todo un poco para esos a los que les gusta hablar de otros más que nada en el mundo. Oficialistas, opositores, lo peor de la derecha más conservadora, tupamaros, batllistas, liberales, mucho nos han dicho. Depende del momento y de quiénes sean los que critican. La mayoría de las veces son los políticos, que intentan desacreditarnos para dificultar nuestro trabajo, pero también hay algunos colegas, a los que seguramente no les gusta que otros se muevan con independencia o hasta, quizás, puedan llegar a sentir un poco de envidia.
Cuando, al promediar el segundo gobierno de Tabaré Vázquez, fue Búsqueda que informó los gastos realizados por el entonces vicepresidente Raúl Sendic con la tarjeta corporativa de Ancap que terminaron con su renuncia, resulta que era un medio representante de la peor derecha. Cuando, unos años después, al promediar la administración de Luis Lacalle Pou, denunció los entretelones en el otorgamiento del pasaporte al narcotraficante uruguayo Sebastián Marset, pasó a ser un operador del Frente Amplio. Ahora, según el día, transcurre del oficialismo a la oposición, en función de lo que publica y de quién habla en respuesta.
Gracias por eso. Es un reconocimiento a nuestro trabajo. Porque nosotros nos tomamos muy en serio el periodismo que ejercemos, y nada mejor para saber que vamos por el buen camino que nos critiquen de distintos lados. En especial desde el poder político, porque es al que fiscalizamos todos los días, pero también desde otros lugares vinculados a una zona de confort que a nosotros no nos resulta para nada cómoda y que está muy lejos de ser representativa de la forma en la que entendemos el periodismo.
Por eso, para los que hablan, que lo sigan haciendo. Porque aquí ya está definido hace mucho tiempo el camino y trasciende a cualquier gobierno o poder de turno, sea político, empresarial, académico, sindical, o el que sea. Cuanto más crece ese murmullo repetitivo, más fuertes nos sentimos en lo que hacemos. Y que vengan también ellos, los que solo hablan, a leernos cuando quieran, que tendrán cada semana mucho más como para seguir alimentando sus palabras vacías.