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    Pero el prosecretario estaba como iluminado, transportado, embrujado por sus sueños estatizantes y antiprivatizantes, y continuaba leyendo los planes que había preparado con los ojos entrecerrados y la piel erizada de la emoción refundadora que lo embargaba

    —Pacha, ¿vos estás seguro de que tenemos que volver a hablar de la estafa, el fraude y todas esas cosas espantosas que me hicieron decir el otro día? —preguntó el presidente, con un tono de voz audiblemente incómodo.

    —Sí, Yamandú, hacete la idea de que esto recién empieza. Ahora, ni bien llegue Jorge, te vamos a contar cómo viene la bocha y te vamos a dar las pautas de tu próxima conferencia de prensa —replicó el secretario de la Presidencia.

    —Pah, Pacha, vos sabés que esto no me gusta nada, hace días que estoy con jaqueca y gastritis, y el Dr. Danza dice que debe ser sicosomático, o algo así… —dijo el preocupado Yamandú.

    —¿A vos también te atiende Danza? —preguntó el Pacha con asombro—, ¿de dónde saca tiempo para venir a verte?

    —No sé, Pacha, yo lo llamo y él viene a verme, yo no le pregunto nada más que los medicamentos que tengo que tomar —dijo el presidente, ingiriendo una pastilla con un sorbo de agua.

    —¡Es un mago! —replicó el Pacha—, yo no sé cómo hace, pero vamos a lo importante, ahí llegó Jorge, y te vamos a dar un par de libretos para la semana que viene —agregó.

    —Bue…, si no hay otra, vamo arriba —replicó el presidente, alzando las cejas y entrecerrando los ojos.

    —Gracias por esperarme para empezar, muchachos —dijo el prosecretario de la Presidencia—, estaba ahí abajo en la entrada, contestándoles a los periodistas, que me tienen podrido con lo de Cardama, se ve que no les quedó claro lo que dijimos en la conferencia de prensa —agregó.

    —Bueno, Jorge —dijo el Pacha—, despacito por las piedras… Te veo muy parado en los pedales con lo de Cardama, pero yo tengo algunas preocupaciones, no sé si no deberíamos sacar un poco el pie del acelerador y dejar caer algún comentario como que hay que repensar la posibilidad de una revisión, en fin, no sé qué pensás vos —comentó.

    —Sos una manteca, gordo —dijo Jorge—, me estás empezando a preocupar, ¿sabés? Te noto blandito. A ver, ¡agarrá fuerza que vamos por todo, pichón! —replicó Jorge con una inusual energía—. Tengo acá los proyectos para bombear algunas cositas más, pongan atención, che —concluyó.

    El prosecretario abrió entonces una carpeta que había depositado sobre la mesa, y arrancó a leer los títulos y breves resúmenes de lo que tenía intención de llevar adelante el gobierno uruguayo, siguiendo la línea del juicio penal contra Cardama, así como las denuncias de estafa y fraude.

    —El primer paso sería con el Ferrocarril Central, ya que no se han encontrado los documentos que autorizan al sector privado poner esas vías por las que circulan los vagones que traen los troncos de UPM —dijo Jorge—. Vamos a abrir una licitación, que va a ganar una empresa amiga a la que le sirven los fierros, y vamos a levantar esas vías que han privado a AFE de crecer como le corresponde a una empresa pública estatal, apoyada por un gobierno del pueblo —enfatizó Jorge, entornando los ojos como quien saborea un plato delicioso mientras un fino hilo acuoso se desprendía de la comisura de sus labios.

    Lo que siguió fue una larga retahíla de propósitos parecidos, que pasaron por denunciar el contrato por el que se concedieron siete aeropuertos del interior del país —los cuales pasarían a ser manejados directamente por Pluna, la que sería reavivada y reestatizada para alegría del pueblo—, y la estafa y el fraude del Grupo Eurnekian, al cual no se le compensaría en absoluto con nada, debido al escándalo de corrupción que significó la entrega del rico patrimonio de los orientales al bajo precio de la privatización aeroportuaria.

    A este plan lo sucedió el proyecto de destruir las rutas 6, 8 y 9, ya que nunca quedó claro si los fondos utilizados en su reconstrucción fueron debidamente aprobados por el Ministerio de Transporte y Obras Públicas, y que era una prioridad, ignorada por el gobierno anterior, la lucha contra la pobreza infantil, tema al que el gobierno de la concertación despreció, como despreció siempre al pueblo. De la misma manera se destruirá el Hospital del Cerro, obra claramente inspirada en temas políticos y electorales, con el fin de conquistar los votos de una zona que le ha sido tradicionalmente esquiva a la derecha burguesa. Los fondos que se obtengan por la venta ulterior de la chatarra de la demolición serán destinados a la construcción de la represa de Casupá, un logro de las fuerzas populares tras la cancelación de la faraónica obra del proyecto Neptuno, con la que el gobierno anterior pretendía, en asociación con el grupo privado inversor, especular con el abastecimiento de agua potable a la castigada población del área metropolitana de Montevideo y sus aledaños.

    —Jorge —interrumpió el Pacha—, ¿no te parece que estás yendo un poco lejos con estos planes? —interrogó el secretario, y afirmó luego que estos propósitos podrían terminar en innumerables juicios multimillonarios contra el Estado y que no alcanzaría con el impuesto Temu para pagar las multas que le aplicarían al país.

    Pero el prosecretario estaba como iluminado, transportado, embrujado por sus sueños estatizantes y antiprivatizantes, y continuaba leyendo los planes que había preparado con los ojos entrecerrados y la piel erizada de la emoción refundadora que lo embargaba.

    Fue entonces que el Pacha le preguntó si no estaría bueno comentar todo esto con Yamandú, que tendría otra vez que abrir la conferencia de prensa en la que se anunciaran estas novedades.

    —¡Pero si Yamandú está acá desde el comienzo, y ha escuchado atentamente todo lo que he dicho sin discutir nada! —expresó enfáticamente Jorge.

    —Sí, ha estado acá todo el tiempo, pero está durmiendo desde que vos llegaste, ¿no lo ves? —dijo el Pacha—. Se ve que la pastilla que tomó le dio sueño…

    —Mejor, entonces —replicó el prosecretario—, así será más fácil, como cuando metimos lo de Cardama, le damos una hojita que él tiene que leer y listo. Lo demás, como desde marzo, lo cocinamos nosotros…