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    El Frente Amplio votó en el “piso” de sus posibilidades y es el “favorito”, pero debe buscar apoyos en “todas” las peceras

    Fernando Pereira considera que el plebiscito de la seguridad social fue “complicado” para la interna de la coalición de izquierda, espera que “una buena parte de los votantes” de Gustavo Salle apoyen a Orsi en el balotaje y sostiene que el Partido Nacional no tiene capacidad para negociar

    Ni tan buenos como los de las elecciones de 2014 ni tan alarmantes como los de 2019, los resultados de los comicios del domingo 27 dejaron un sabor agridulce entre los frenteamplistas. Si bien destaca el crecimiento electoral del Frente Amplio, su presidente Fernando Pereira reconoce que la performance estuvo en el “piso” de lo esperado. Agrega, no obstante, que con el 43,9% que recibió, en cualquier otro país de América Latina su partido ya hubiera accedido al gobierno.

    Pero en Uruguay las reglas son otras. Con el balotaje cada vez más cerca, el exsindicalista confía en que la militancia frenteamplista será decisiva para conseguir los votos suficientes para ganar. Considera que el Frente Amplio es “favorito”, aunque espera un desenlace parejo y evita replicar el tono triunfalista del jefe de campaña de Yamandú Orsi, Alejandro Sánchez, cuando dijo que la elección estaba ganada.

    Lo que sigue es un resumen de la entrevista que mantuvo con Búsqueda.

    —En el comando de Orsi esperaban una votación mayor. ¿El resultado no colmó las expectativas?

    —Era parte de lo que se podía esperar. El viernes anterior a las elecciones nos juntamos con Agustín Canzani y dijo que el resultado más probable era entre el 44% y el 46%. Podía haberse producido, como en las últimas elecciones, un empujón en los últimos días. También podía haberse dado que la votación fuera en el techo de las encuestas y no en el piso. Pero el crecimiento del Frente Amplio fue de 120.000 votos y esto en cinco años no es poco para nadie. Haber generado este crecimiento y haber ganado por distintas circunstancias la mayoría en el Senado dejó al Frente Amplio en una mejor condición de competencia electoral. Lejos de ser una derrota, es el partido que en mejores condiciones queda. Ahora la elección es entre el Frente Amplio y el Partido Nacional, y el primero le lleva al segundo más de 400.000 votos. Esta es la remontada que tiene que pegar el Partido Nacional, cuando, además, históricamente el Frente Amplio ha crecido entre cinco y ocho puntos porcentuales entre una vuelta y la otra desde que hay balotaje.

    —¿Es favorito el Frente Amplio?

    —Para mí es el favorito. Pero luego hay que ganar. Los principales analistas han planteado las ventajas que tiene el Frente Amplio en la elección: la mayoría parlamentaria, los 48 diputados, una fórmula con mucha mayor aceptación dentro de los votantes de cada uno de los partidos. Tenemos un candidato potente que está haciendo una campaña de segunda vuelta muy atinada, está teniendo reuniones y haciendo propuestas y compromisos concretos que luego los va a cumplir, en contraposición a un candidato que no puede decir que va a cumplir porque ya no cumplió. Los niveles de incumplimiento del Compromiso por el País se dieron en muchos aspectos. Aquellos grandes buques insignias como los 136 liceos de tiempo completo que decía Talvi, que no se hicieron; dijeron que iban a construir 50.000 viviendas; que no iban a subir la edad de jubilación, y la subieron. Entre un gobierno que se compromete y cumple contra uno que ya demostró que no puede cumplir, creo que hay ventajas claras.

    —Ustedes se habían propuesto conseguir mayorías parlamentarias. ¿No haberlo conseguido es una derrota?

    —¡Estuvimos muy cerca! Era una de las posibilidades. Venimos de 42 diputados y 13 senadores. Pasamos a 16 senadores y 48 diputados. ¿Esto se puede considerar una derrota en alguna parte del mundo? No. Ahora tuvimos casi cinco puntos más que en 2019, y con un Frente Amplio fuerte, ganando en varios departamentos, en algunos de los cuales nunca había ganado.

    —La coalición, sumada, logró casi el 48%. ¿No es una señal de continuismo?

    —La gente votó partidos. Ni siquiera Lust sabía si era parte de la coalición o no. Vota partidos y vota con la pretensión de que ese candidato sea el presidente, y cuando no lo es, hay un viraje. En la elección anterior llegaron a 55% y creo que a 56 bancas en Diputados. Tuvieron la mayoría en el Senado. Y sin embargo, la elección se definió por 37.000 votos. Hubo aquellos que no habían elegido a Lacalle Pou y prefirieron tomar otra opción electoral que fue votar al Frente Amplio. Y, en este caso, creemos que va a pasar lo mismo. Que habrá un voto de que no conforme con quien pasó al balotaje, con la fórmula Álvaro Delgado y Valeria Ripoll —lo que también ocurrió en la elección nacional, con una cantidad de gente que emigró del Partido Nacional al Partido Colorado—, ahora, probablemente, migren a votar a Yamandú.

    —Pero después de cinco años de gobierno uno podría decir que la coalición está ahora más concentrada, con dos partidos más grandes y tres menores.

    —Hay que tener en cuenta que el Frente Amplio fue más que el Partido Nacional y que el Partido Colorado juntos. Y hay que ver la posición en la que quedó Cabildo Abierto: la afirmación de que si la coalición pierde, no tiene sentido existir, marca que la coalición no es una cuestión consolidada. Por el contrario, una simple derrota electoral hace que esa coalición deje de funcionar. Cuando uno ve un partido de 53 años consolidado como el Frente Amplio, frente a una coalición que simplemente con perder la elección deja de existir, claramente hay dos proyectos diferentes de construcción de gobierno. Luego, Ojeda plantea, enseguida de la elección, el cogobierno: que gobiernen blancos y colorados, porque los demás quedaron muy chicos. Y Mieres lo cruzó con cierta razón diciendo “Ojeda no entiende nada, esta es una coalición”. Y Bordaberry luego corrigió a Ojeda. Y, finalmente, todo ese lío se laudó con una frase que nadie va a entender, que es un “cogobierno de todos”. Yo no sé qué será eso, pero algún día lo explicarán. Lo que es cierto es que ya la coalición tiene estos problemas, antes de llegar a la elección. Los programas de los partidos, del Partido Nacional, del Partido Colorado, de Cabildo Abierto, del Partido Independiente, desaparecieron, para construir un compendio. Entonces, todas las promesas que hicieron hasta octubre, ¿no vale ninguna? ¿Solo valen las que quedaron en el compromiso nuevo?

    —¿Leyó el documento?

    —Lo estoy leyendo. Hay enormes promesas que luego se las lleva el viento. Todavía no lo pude leer bien. He estado de gira y hablando con comités. Lo he estado leyendo dentro del auto y no es lo mismo. Entonces, prefiero tener rigurosidad y no opinar, porque para opinar primero lo voy a terminar de leer entre hoy y mañana, que voy a estar viajando.

    —¿A qué peceras va a apostar el Frente Amplio para crecer?

    —No hay más remedio que ir por todas. La diferencia con la coalición entera es de aproximadamente 90.000 votos. Lo que precisamos es que 45.000 reviertan el voto. No es una enorme cantidad, o al mismo tiempo puede ser menor, porque una buena parte de los votantes de Salle, nosotros creemos que van a votar el Frente Amplio, igual que una buena parte de los votantes de la Unidad Popular y del PERI. Se están sumando hombres del Partido Nacional y del Partido Colorado, como ayer se sumó la excandidata a presidenta Zaida González, que no tuvo 170 votos, tuvo 2.700 votos. Claro, para unas cosas miden las internas y para otras la nacional, pero la realidad es que en la última elección la votaron 2.700 personas. A este hombre, Víctor Börgan, que fue el asesor del Partido Nacional y participó en un diálogo sobre seguridad pública en el que, por nosotros, participó Gustavo Leal, pasó al Frente Amplio y al otro día lo echaron, y lo echaron claramente por pensar diferente. Porque hasta ese día era apto, hasta ese día podía ser el representante del Partido Nacional y tener opinión sobre temas de seguridad pública. Hasta ese día podía decir lo que pensaba, salvo que apoyaba a Orsi. ¿Y estas personas son las que dicen que van a negociar y que respetan el trabajo? Simplemente porque en una cuestión entre dos fórmulas decide votar a Yamandú, lo echan del trabajo. No respetan su trabajo, su trayectoria, su capacidad. Usted imagínese que dicen que quieren negociar, pero un senador de su partido, Botana, dice que tal vez haya que pasar todo el periodo de gobierno sin ningún proyecto de ley aprobado. ¿Este es el país que los uruguayos vamos a querer? ¿Un país que no avance en nada en lo legislativo? Esta es la necedad de pensar que no se puede acordar nada con el Frente Amplio. O retuitear “Por un país sin izquierda”, como hizo un senador del gobierno (en referencia a Sebastián Da Silva), y luego escribir abajo: “Así será”. Ni siquiera nos reconoce. Somos el partido mayoritario y quieren que no existamos. No es posible admitir que un senador no reconozca a la principal fuerza política del país, que hubiera ganado una elección en cualquier país de Latinoamérica.

    —Ojeda ha señalado que el Frente podría perder votos de la primera vuelta.

    —Yo no lo veo ni nadie lo ve. No hay ningún analista que lo ponga arriba de la mesa. He escuchado a Bottinelli y a Mariana Pomiés, y dicen que el voto del Frente está muy consolidado. Si es un voto muy consolidado y, además, votamos en el piso, es decir, que no es en el techo de nuestra aspiración, es probable que este piso crezca sustancialmente y logre el gobierno Yamandú. Pero este es el escenario más probable. Para que sea concreto, hay que hacer muchas cosas.

    —¿El plebiscito de la seguridad social no terminó empantanando un poco su campaña?

    —Es una cuestión sobre la que hay que intercambiar después del 24 de noviembre, a la interna del Frente Amplio, pero también dar un debate nacional, porque, claramente, los plebiscitos son herramientas formidables de democracia directa que yo las defiendo a morir. Probablemente, cuando se pensó incluirlos en la elección nacional, se pensó en un plebiscito cada tanto, pero lo cierto es que en las últimas elecciones siempre hay plebiscitos y muchas veces terminamos discutiendo de estos temas plebiscitarios y no el conjunto de los aspectos que una campaña tiene. ¿Cuál fue el tema que se discutió más en esta campaña? Sin duda, la seguridad social.

    —¿Y esto no terminó perjudicando al Frente Amplio?

    —Tener más de una posición en un tema es complicado. Se administró razonablemente bien y cualquier evaluación de este tema hay que hacerla ulterior a la elección. Lo que es cierto es que el Frente Amplio tiene un programa y lo tiene que cumplir. Y no tiene nada que ver lo que dice Delgado con la realidad. El plebiscito no fue aprobado, pero no es cierto que nada de lo que habla el plebiscito se puede hacer. A ningún uruguayo se le puede decir que no se le puede aumentar la jubilación mínima. Eso es mentirle a la gente. O, incluso, que no se pueda discutir la edad jubilatoria. La papeleta así como está fue rechazada por la mayoría de los uruguayos. Pero hay aspectos que el Frente Amplio tenía redactado en su programa e incluso le propuso a la sociedad antes de que se hablara del plebiscito, y eso lo va a cumplir porque es parte del programa del Frente Amplio.

    —¿Y qué le parece cuando Lucía Topolansky dice que hubo dirigentes y militantes más pendientes del plebiscito que de la elección?

    —Las personas son libres de dar su opinión y yo respeto mucho a Topolansky; obviamente, la aprecio, la quiero, igual que a Pepe, pero creo que este no es el momento de hacer esa evaluación.

    —¿Y son un “mensaje” todos esos votos para la papeleta blanca?

    —Los resultados de los dos plebiscitos son un mensaje.

    —¿Cuál es el mensaje?

    —Que hay que discutir los temas de seguridad pública y hay que discutir los temas de seguridad social. Claramente, la mayor parte de los dirigentes políticos teníamos una posición de no ensobrar la papeleta de la seguridad social; sin embargo, 40% de los uruguayos votaron el plebiscito de la seguridad social. Eso es una señal.

    —¿Y puede haber un planteo en un futuro gobierno del Frente Amplio para habilitar de alguna manera, legalmente, los allanamientos nocturnos?

    —Puede haber. Si definimos bien cuáles son los casos, en qué condiciones, con qué garantías para los policías y para los civiles, sin ninguna duda puede haber. ¿Esta podía ser la bala de plata para la seguridad pública? No. Es un instrumento más que el Frente Amplio está dispuesto a discutirlo con el resto de los partidos, también para escuchar la señal, no tal cual estaba en la papeleta tampoco, sino encontrando un mecanismo que defina qué es un hogar y qué no lo es.

    —¿No se expone un poco el Frente Amplio al anunciar estas incorporaciones de dirigentes que no parecen mover muchos votos y no parecen inclinar la balanza?

    —Se van a ir dando otros anuncios. Van a haber muchos. Entonces, cuando uno habla, ¿2.700 votos es poco en una elección que se va a definir por poco? No, no es poco. Nadie los quiere perder, y va a haber anuncios de otro volumen o del mismo volumen, y también va a haber anuncios importantes. Pero lo que están demostrando estas afirmaciones de ciudadanos uruguayos es que la libertad es para usarla. Y que aun siendo parte de un partido pueden expresarse por votar por un candidato a presidente que es de otro partido. El problema es respetar la decisión de los uruguayos. Son dos ingresos importantes. No es que sean senadores, pero el crecimiento que el Frente Amplio ha tenido a lo largo de su historia ha sido capilar.

    —¿No fue un error, por ahí, priorizar demasiado las recorridas de Orsi en detrimento de los medios?

    —Eso hay que evaluarlo al final.

    —Y parece haber cambiado eso, porque al otro día de la elección empieza a dar entrevistas en canales de aire en horario central.

    —Sí, porque había una estrategia para la primera vuelta, una estrategia para la segunda. No es que el Frente no tenga una estrategia, no es que no esté pensada ni que no esté colectivizada. Los trabajos luego dan los resultados que dan. Desde mi punto de vista, dieron un resultado favorable: una votación que supera en 120.000 votos la elección anterior y, por el contrario, una caída sustancial de la coalición con respecto a 2019. Luego, en segunda vuelta está pautado una serie de cuestiones públicas que el candidato va a hacer.

    —Estaba esa sensación de que estaban escondiendo al candidato.

    —Eso fue parte de la orsimanía que tienen algunos blancos. Un candidato escondido no visita todos los departamentos ni da ruedas de prensa a todos los periodistas del interior, ni tampoco se somete a todas las preguntas que le pueden hacer tanto la prensa departamental como la nacional que sigue al candidato.

    —Pero la semana antes de las elecciones las entrevistas las termina dando Alejandro Sánchez en lugar de Orsi. Y algunas de ellas terminaron en controversias, como cuando dijo a Búsqueda que la elección estaba ganada o que hay que revisar las AFAP. ¿Por qué fue esa decisión?

    —Siempre en una campaña puede haber errores. Partir de la base de que los seres humanos no van a tener ninguna equivocación en campaña sería un error. Pero fue una campaña con pocos errores. Lo que trazamos que íbamos a hacer, lo hicimos. Por supuesto, puede haber opiniones de si había que hacer más, si había que hacer menos, si había que hacer más prensa, más programas periodísticos o menos. Esto siempre va a ser discutible. Pero Orsi atendió a la prensa. En cada lugar del interior que fue, hizo ruedas de prensa.

    —¿Y le gustaría volver a ser candidato a la presidencia del Frente Amplio?

    —Ahí hay que pensarlo un poco más, si los acuerdos fueran los mismos, si hubiera un amplio consenso que continuara, lo pensaría con cariño por algunos años más. Pero no se puede ser presidente eterno del Frente Amplio. Es una tarea que requiere mucho tiempo, mucha dedicación, mucho estudio y genera agotamiento. No es una tarea para siempre. Pero pienso que podría seguir algunos años más, en el caso de que el Frente Amplio así lo entendiera.