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    Javier Milei en Uruguay a ritmo de ópera: los pescados gratis, la liberación de Israel, el “odio” al Estado y el “valor” de las instituciones

    El presidente argentino dio una charla en la Asociación de Dirigentes de Marketing (ADM) en la que resaltó los “valores” de la libertad, la cultura occidental y las ”instituciones como el motor del crecimiento económico”

    Y por eso el formato de la conferencia fue diferente, poco habitual en estos eventos empresariales. Primero se sirvieron unos platos de entrada y luego hubo una larga pausa, ansiosa, para esperar la llegada del mandatario. En las pantallas gigantes se proyectaban imágenes de la cumbre de presidentes del Mercosur en el barrio Parque Rodó, a unas cuadras del Centro de Montevideo. Los mozos pasaban con whisky etiqueta 12 años, champagne, jarras con refrescos.

    Había expectativa por escuchar al economista de los pelos revueltos y los discursos provocadores. “Me vengo a divertir un poco”, comentó el senador blanco Jorge Gandini mientras se abría paso entre la gente para entrar al ballroom del Hotel Radisson, donde iba a disertar el presidente argentino.

    Adentro, un salón colmado de empresarios argentinos y uruguayos. Estaba el presidente de la Cámara de Comercio y Servicios del Uruguay, Julio César Lestido. Estaba el dueño de la naviera Buquebus, Juan Carlos López Mena. Había también dirigentes políticos del Partido Nacional —Gandini, el canciller Omar Paganini, el senador Javier García, el diputado Álvaro Dastugue— y del Partido Colorado —el senador electo Pedro Bordaberry, el exministro de Turismo Tabaré Viera, el presidente del Banco de Seguros, José Amorín Batlle—.

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    Javier Milei durante la conferencia para ADM en el Hotel Radisson Montevideo.

    Javier Milei durante la conferencia para ADM en el Hotel Radisson Montevideo.

    Afuera, sobre la plaza Independencia, un puñado de jóvenes libertarios entusiastas de Milei estaban a los gritos contra una manifestación convocada por la Agremiación Federal de Funcionarios de la Universidad de la República. “Milei, genocida de jubilados”, se leía en uno de sus carteles. “Fuera Milei de Uruguay”, expresaba otro. “¡Milei, amigo, el pueblo está contigo!”, devolvían a coro los libertarios. Hubo algún cruce entre partidarios y opositores del presidente argentino que no pasó a mayores. Algún “¡van a correr, zurdos!” importado desde Buenos Aires. Pero todo muy a la uruguaya, casi que con ruidos de mate de fondo. Un cruce de manifestantes sin la energía ni la intensidad porteña. Desenchufado. Pero pegajoso. Caía un sol de diciembre bastante pesado en el centro de la ciudad.

    Sobre las dos de la tarde, un par de horas después de lo que estaba previsto para el inicio de la conferencia, ingresó el presidente argentino al salón del Radisson. Lo presentó su amigo, el periodista Óscar González Oro. “Yo no pedí estar acá, él me pidió estar acá. Y hace unos 15 días que trabajo lo que no trabajé en mi vida. Y se olvidó de que soy periodista, sino me hubiese puteado”, advirtió entre risas sobre la presentación de la charla.

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    Militantes y detractores de Javier Milei previo a la conferencia en la puerta del hotel en la Plaza Independencia de Montevideo.

    Militantes y detractores de Javier Milei previo a la conferencia en la puerta del hotel en la Plaza Independencia de Montevideo.

    Luego dijo que Milei había traído “esperanza” a Argentina. “Borges decía ‘no nos une el amor, sino el espanto, será por eso que lo quiero tanto’. Y a nosotros no nos une el espanto, nos une el amor y la música”, dio pie el periodista para la entrada de Milei. Y comenzó a sonar bien alta la ópera Nabucco, de Giuseppe Verdi. “¡Dale gas!”, pedía González Oro al sonidista y elevaba su voz para contar sobre su amigo el presidente: “Ama la ópera. Sabe tanto de ópera como de economía. Tiene una sensibilidad especial frente a la música”.

    “Señoras y señores, dale gas, es un honor para mí presentar al presidente de la Argentina, ¡de pie, aplausos, vamos!”, pidió el periodista. Con esta puesta en escena subió al escenario Milei. Muchos de los comensales se miraban con extrañeza. Hubo un abrazo largo en el escenario entre el presidente y González Oro.

    “Hola a todos”, guiñó el presidente con voz grave y encendió a una parte del auditorio. Pero después dijo que no venía a hablar de economía. “Va a ser una charla ligeramente distinta, que no están acostumbrados a escuchar de mí”, avisó. Un Milei desenchufado. Nadie comía. Todos escuchaban en silencio, sin ruido de cubiertos ni mozos atravesándose entre las mesas.

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    El presidente dividió su ponencia en tres etapas: primero ponderó su amistad con González Oro; luego habló de la historia de la ópera Nabucco y el “valor” que tiene para un libertario. “La más emblemática”, la que más lo marcó por sus implicancias en su concepto de libertad. Y al cierre, cargado de referencias bíblicas, le dedicó varios minutos a Moisés —“uno de los tres seres más imponentes y maravillosos que pisó esta tierra”— y la liberación del pueblo de Israel.

    “La única reflexión que voy a hacer en términos de economía es que básicamente el crecimiento económico depende de las instituciones”, que son las que “plasman el entramado y las bases morales de una sociedad”. “Cuando una sociedad abraza valores como la envidia, el odio, el resentimiento, el trato desigual ante la ley o hasta el asesinato, que es lo que hace el socialismo, termina en una catástrofe. Siempre. Inexorablemente”.

    Consideró, en cambio, que, si se abrazan las ideas del liberalismo, se “prospera”, porque suponen “el respeto irrestricto al proyecto de vida del prójimo basado en el principio de no agresión y en defensa al derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad”. Para Milei, se puede ser “exitoso sirviendo al prójimo con bienes de mejor calidad y mejor precio”. Es “fundamental” el conjunto de valores que abraza una sociedad, afirmó, e insistió en abrazar los valores de occidente, que “lograron la mayor hazaña civilizatoria de ideas”. La base de esos valores es Israel, su formato de política internacional, explicó. “Si no entendemos la lucha civilizatoria, no sabemos a lo que nos estamos conduciendo. Por algo odiamos el marxismo cultural y la izquierda, que se asocian con el terrorismo y atacan nuestra base civilizatoria”.

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    En el medio de su presentación, salpicó su discurso con algunos de sus clásicos conceptos contra el Estado y el comunismo. Fue y volvió a la figura de Moisés para graficar “lo difícil que es pelear por la libertad”. Dijo que muchos “prefirieron el pescado gratis” a “cambio de perder la libertad”. “No hay nada que sea gratis. Cada vez que el Estado dice que les va a regalar algo, les está quitando libertad. Por eso lo odio. Yo soy anarcocapitalista. Odio al Estado porque es una asociación criminal, violenta, que vive de una fuente coactiva de ingresos, que son los impuestos”, afirmó. “¿De hecho, qué es la esclavitud? Un impuesto del 100%, que no es muy distinto de lo que es el comunismo”, agregó Milei.

    Dijo que la libertad requiere de “coraje” y “no es un camino llano”. “Van a ser criticados”, señaló, y se comparó con Moisés. “¿Cómo no voy a aceptar críticas yo si criticaron a Moisés? Acepto las críticas, pero las que vienen con la verdad y no con mentiras”.

    El presidente argentino citó después al actor estadounidense Sylvester Stallone, también muy presente durante su discurso. “Lo más importante es seguir avanzando mientras a uno le pegan”. “Peleemos por las ideas de la libertad”, pidió. “Si sale mal, por lo menos lo intentamos. Pero, si sale bien, vamos a dejar un mundo muchísimo mejor. Muchas gracias”, cerró antes de agravar por última vez su tono de voz y lanzar su grito de guerra: “¡Viva la libertad, carajo!”.

    Y se fue envuelto en el mismo misterio y despliegue de seguridad con el que ingresó. Muchos de los invitados se fueron de la sala. Y otros esperaron para, ahora sí, comer su plato principal y el postre.