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¿Los chats de IA ayudan o aíslan? Un estudio revela el impacto emocional de conversar con asistentes virtuales

El uso de chatbots tiene el potencial de mitigar la soledad... o, por el contrario, agravarla; de acuerdo con una investigación del MIT y OpenAI, esto depende del tiempo dedicado, el tipo de interacción y la voz utilizada

Hablar con chatbots de inteligencia artificial (IA) se ha vuelto tan común como mandar un mensaje de WhatsApp. Ya sea para pedir ayuda, desahogarse o simplemente pasar el rato, cada vez más gente recurre a asistentes como ChatGPT o Replika para sentirse acompañada. Pero ¿realmente ayudan a combatir la soledad?

Un estudio reciente del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), referente en la educación superior y la investigación, y OpenAI, la empresa que creó el ChatGPT, en el que participaron casi 1.000 personas durante cuatro semanas y fueron analizados más de 300.000 mensajes, descubrió que la respuesta no es tan sencilla.

Los investigadores dividieron a los participantes en tres grupos: unos usaron chatbots de texto (como el ChatGPT tradicional), otros interactuaron con una voz neutra (similar a un asistente profesional) y un tercer grupo probó una voz expresiva y emocional (más cercana a lo humano). Al principio, los resultados parecían positivos: “Los participantes que utilizaron chatbots de voz, especialmente los más expresivos, mostraron menos soledad y dependencia emocional que aquellos que solo usaron texto”, señala el estudio.

Sin embargo, hubo un pero importante. Cuando los participantes pasaban demasiado tiempo hablando con el chatbot (más de 20 minutos al día, por ejemplo), esos beneficios desaparecían. “El uso prolongado se asoció con mayor soledad, menor interacción social con personas reales y mayor dependencia emocional del bot”, advierte la investigación. Es decir, lo que en un principio pareció un apoyo, podía terminar aislando aún más a los usuarios.

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Aplicaciones de chatbots en un celular

Aplicaciones de chatbots en un celular

Hablar de sentimientos: ¿terapia o trampa?

Uno de los hallazgos más curiosos fue que el tema de conversación marcaba una gran diferencia. Cuando los participantes hablaban de asuntos personales (como “¿qué te hace feliz?” o “cuéntame un momento difícil de tu vida”), al principio se sentían más solos, pero con el tiempo desarrollaban menos dependencia del bot. Las conversaciones personales, aunque incómodas al inicio, parecen fomentar una relación más sana con la tecnología, analiza el informe publicado el 21 de marzo.

En cambio, quienes optaban por temas impersonales (como debatir eventos históricos o resolver consultas técnicas) terminaban desarrollando una mayor dependencia con el interlocutor artificial. El estudio cuantificó este fenómeno: estos usuarios registraron un 27% más de uso problemático y demostraron un mayor apego emocional en interacciones prolongadas. Los investigadores del MIT y OpenAI explican este fenómeno en sus conclusiones: “Las conversaciones impersonales crean una ilusión de productividad, posponiendo la atención a necesidades sociales reales”, lo que convierte al chatbot en una herramienta que, paradójicamente, crea mayor dependencia cuanto más se usa.

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El mayor uso diario del chatbot se correlacionó con una menor socialización con personas reales

El mayor uso diario del chatbot se correlacionó con una menor socialización con personas reales

Amistades reales

El estudio encontró que el mayor uso diario del chatbot se correlacionó con una menor socialización con personas reales. Los participantes que pasaron más tiempo al día conversando con el software se sintieron más solos y socializaron significativamente menos con personas reales. Los investigadores documentaron que estos participantes usaban el bot como su “canal social principal”, especialmente quienes superaban los 20 minutos diarios con la voz neutra, grupo que mostró una reducción significativa en sus interacciones humanas.

El estudio reveló diferencias de género significativas en el uso de esta tecnología: mientras las mujeres tendían a reducir más sus interacciones sociales presenciales después de interactuar con el asistente virtual durante cuatro semanas, los hombres mostraban mayor dependencia funcional, incluyendo ansiedad cuando no podían acceder al bot.

Los análisis cualitativos mostraron que, en muchos casos, las usuarias priorizaron la interacción con la IA sobre encuentros con amigos o familiares, al percibir al chatbot como una fuente de apoyo emocional sin juicios. Por el contrario, los hombres solían emplearlo principalmente para resolver problemas técnicos o consultas prácticas, según los patrones de uso registrados.

Los investigadores interpretan que estas disparidades podrían indicar “distintas formas en que hombres y mujeres buscan apoyo emocional”, pero advierten de la necesidad de más investigaciones para “determinar si la interacción con chatbots que gestionan contenido emocional puede beneficiar el bienestar general sin generar dependencia o sustituir las relaciones humanas”.

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Tipos de usuarios

La investigación del MIT y OpenAI identificó cuatro patrones claros en cómo las personas interactúan con los chatbots, cada uno con consecuencias psicosociales distintas. El primer patrón, denominado “socialmente vulnerable”, se caracteriza por usuarios que “priorizan chats con la IA sobre interacciones humanas”.

El segundo, llamado “dependiente de tecnología”, agrupa a usuarios que desarrollaron “un patrón de uso compulsivo para resolver problemas prácticos”. Este grupo, predominantemente masculino, mostró mayor ansiedad cuando no podía acceder al chatbot.

En contraste, el patrón “desapegado” describe a usuarios que mantuvieron “interacciones esporádicas y no emocionales”. Estos participantes, que generalmente tenían “redes sociales sólidas”, fueron los que menos alteraciones mostraron en sus relaciones humanas.

Finalmente, el patrón “casual” engloba a quienes usaban el chatbot principalmente para “conversaciones ligeras y apoyo emocional ocasional”. A diferencia del grupo socialmente vulnerable, estos usuarios no buscaban sustitutos emocionales profundos, lo que les permitió beneficiarse del sistema sin desarrollar dependencia.

Los investigadores enfatizan la importancia de comprender los patrones de interacción humano-IA “para diseñar sistemas más saludables y mitigar los riesgos potenciales”.

No es la tecnología, sino cómo se usa

Los autores del estudio son claros: “Los chatbots no son intrínsecamente beneficiosos o dañinos; su impacto depende de patrones de uso y características del usuario”. Hallaron que “la voz expresiva reducía la soledad en usos moderados (15 minutos al día)”, pero advierten que “cuando reemplazan conexiones humanas, pueden empeorar el aislamiento”.

El estudio advierte que “el uso excesivo en personas con tendencia al aislamiento puede exacerbar su soledad preexistente”, señalando que el riesgo no está en la IA, sino en “patrones de uso que reemplazan conexiones humanas”.

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Her es una película sobre un hombre solitario que se enamora de una IA diseñada para satisfacer sus necesidades emocionales

Her es una película sobre un hombre solitario que se enamora de una IA diseñada para satisfacer sus necesidades emocionales

Amor y algoritmos

Las conexiones emocionales con las máquinas habían sido, hasta ahora, un tema propio de la ciencia ficción. Jorge Carrión, escritor y periodista español, analiza la compleja relación entre humanos y algoritmos en su más reciente obra, en la que explora vínculos sentimentales con la IA. “Seguro que habrá varias formas de amor entre humanos y algoritmos, con y sin cuerpo”, afirma en una reciente entrevista con Galería, sugiriendo un futuro en el que estas conexiones se normalizarán, aunque con matices. Sin embargo, advierte sobre los riesgos: mientras la IA puede paliar la soledad, su uso excesivo podría profundizar el aislamiento, un fenómeno que el estudio del MIT y OpenAI también destaca.

“Estamos en una especie de tierra de nadie entre la prescripción clásica y la viral de las plataformas”, señala Carrión, subrayando la ambivalencia de esta era digital. Aunque reconoce el potencial afectivo de la tecnología, insiste en que “los sentidos nos dan naturalmente una ventaja que difícilmente podrán tener las IA”. Al igual que la investigación, el autor enfatiza que la interacción humana sigue siendo insustituible para el bienestar emocional. El desafío, entonces, es encontrar equilibrio: aprovechar la compañía artificial sin que esta reemplace los lazos humanos auténticos.

¿Serán comunes estos enamoramientos humano-IA? Carrión lo anticipa: “Vamos hacia amores más parecidos al de una persona con su mascota que al de una pareja sentimental”. Pero recuerda que el poliamor —en sus múltiples formas— ya incluye vínculos con objetos, plantas o incluso colecciones de objetos. “El espectro es amplio, y sin duda surgirán nuevas formas de afecto con algoritmos”, concluye.