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Transformar dibujos en teatro. Ese es el desafío que asumió Valentina Gutiérrez, dramaturga, directora y actriz montevideana con más de 15 años de carrera que se presenta y firma sus trabajos como Vachi Gutiérrez. Llevar ilustraciones al escenario, con un elenco que interactúa con el artista mientras dibuja en vivo, es un formato muy poco transitado. Solo por eso ya vale la pena ir a ver Universo Troche, la obra que estrenó el Teatro Circular el viernes 1 y que se sumerge en el mundo creativo de Gervasio Troche, dibujante uruguayo que con sus blogs gráficos primero y sus tres libros publicados después (Dibujos invisibles, Equipaje y Lumbre) ha construido su obra entre Argentina y Uruguay y se ha vuelto un artista de culto.
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“Una experiencia inmersiva donde el dibujo se transforma en cuerpo, música y poesía”, reza la leyenda promocional. Cuerpo, música y poesía. Buena síntesis de lo que vemos y oímos en la Sala Uno, cuyo formato da nombre al teatro. Cuerpo, música y poesía… y dibujo, el centro de gravedad de Universo Troche.
La poesía es la clave de este texto, escrito por Vachi a cuatro manos con el dramaturgo argentino Andrés Gallino; también es, seguramente, la razón fundamental de la síntesis conceptual y simbólica que ostenta este texto, que así comienza y que tanto dice en tan pocos versos: No hablo uruguayo cuando escapamos de Uruguay/ No hablo argentino cuando llegamos a Avellaneda/ No hablo cuando estamos en Francia/ Me olvido el francés cuando nos vamos a México/ No hablo mexicano en ninguna de las doce casas en las que vivo en México (…) Nacer a las apuradas y crecer huyendo/ Y saber que nadie maneja ninguna lengua (ni siquiera la lengua de su madre).
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Vachi Gutiérrez y Gervasio Troche en un ensayo de la obra
Alejandro Persichetti
Las obras recientes de Vachi Gutiérrez (Refugio y Bienvenido todo son dos ejemplos) son mucho más viscerales en su escritura. Cuentan historias de mujeres al límite. Los personajes sienten y hablan con las tripas. Aquí no, el tono poético viene del trazo de Troche. “Los dibujos de Gervasio, si bien son simples, te dejan pensando. Son poéticos. Siempre hay algo a descifrar. Cuentan una historia que cada uno puede construir en su interior, que a cada uno le resuena diferente. Y me transmiten mucha calma”, contó Gutiérrez a Búsqueda, entrevistada esta semana.
Vachi tenía la obra gráfica de Troche entre ceja y ceja desde hacía un buen tiempo: “Veía una esencia teatral en sus dibujos. Los veía como pequeños escenarios. Cuando me animé a escribirle para proponerle hacer un espectáculo basado en su trabajo me contó que sus padres habían trabajado en teatro, como actores. Y que entre sus referencias familiares estaban Jack Tatie, Marcel Marceau, Quino y Chaplin. Ahí me cerró todo”. La dramaturga y directora sostiene que “no es casualidad que a mí su mundo gráfico me conmoviera desde siempre y captara mi atención”. Y agrega: “Obviamente su universo ya estaba fuertemente conectado con lo teatral. Tal vez ahora él lo está concientizando, pero yo lo vi a través de sus dibujos. Además, no son universos ajenos el suyo y al mío”.
Gutiérrez define con precisión y elocuencia a Troche: “Es una persona que para plasmar su trabajo se toma el tiempo de reflexionar, de conectarse, tanto hacia adentro, hacia sí mismo, como hacia afuera. Busca profundo hacia su interior y también hacia lo que lo rodea y lo desconocido. Tiene esa triple faceta, no se queda regodeado en lo que le pasa a él, en lo catártico, sino que hace ese ejercicio de observar profundo en varias direcciones y poder conectarse con lo que está más allá de su propio ser. Es generoso. Observa, imagina y empatiza. En esa síntesis de reflexión plasma con sencillez, belleza y poesía. Se observa a sí mismo tanto como al mundo. Y para mí, tanto eso como su historia de vida se transmite en sus dibujos. Sus personajes entran al dibujo como pidiendo permiso”.
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Dibujos invisibles, publicado en 2013
En uno de los extremos del círculo escénico, Troche se instala en su escritorio y dibuja en acuarela, con pincel, sobre papel blanco. Las ilustraciones son proyectadas en la pantalla, en negro sobre blanco y también con el efecto en negativo, en blanco sobre negro, como muchas de sus páginas. Ocasionalmente, moviendo lentamente la hoja, Troche crea con sus manos un formato de animación en vivo, rústico y artesanal, pero de gran ternura y belleza.
El dibujante se fue involucrando paulatinamente con el escenario. “Al principio no quería saber de nada con estar en escena y de a poco se fue animando, y hoy está tan entusiasmado que siente que el escenario lo llama. El otro día ya había terminado una nota que nos hicieron en el teatro y no nos íbamos, estuvimos ahí en silencio rato largo, y me dijo: ‘El teatro te imanta, qué lo tiró, cuesta irse de acá’. Y le dije: ‘Bienvenido, has sido tomado’”.
La dramaturgia es una trenza entre dos ejes temáticos: la vida y la obra de Troche. Por un lado, su biografía: sus continuos viajes en su desarraigada infancia, entre Montevideo, Buenos Aires y París, producto de la vida de exiliados de sus padres durante la dictadura; luego su adolescencia y juventud en Montevideo, donde surge su vocación por el cómic y por el dibujo, en el taller de Tunda Prada, y su viaje a Buenos Aires en los años de la crisis de 2002, donde a través de los blogs, comienza a exhibir sus dibujos, y donde fue fuertemente inspirado por la metrópolis que puede ser impactante, maravillosa o agobiante.
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El elenco completo de Universo Troche
Rossina Abril
En paralelo está su obra, visible desde el minuto uno en las máscaras que llevan los seis intérpretes, las que llevan los personajes de Troche. Irrumpen entonces los mundos recurrentes en sus dibujos: el cielo, las estrellas, la lluvia, la luz, la oscuridad, la soledad, la alienación, la dualidad entre la naturaleza y la ciudad, el mar, los árboles y los pájaros y en seguida los bloques de edificios grises y uniformes. El diseño visual de las proyecciones es de Miguel Grompone, todo un especialista en la materia.
La narración la desarrollan seis intérpretes que funcionan como un clásico coro griego. Todos son Troche: Ailín Osta, Tomás Piriz, Emilia Palacios, Xabier Lasarte, José Camejo y la debutante Jazmín Aguirrezabala. La puesta en escena incluye música en vivo compuesta por Franco Polimeni y ejecutada por un trío de impronta jazzera (guitarra, cajón y clarinete) integrado por Andrés Rubinstein, Rodrigo Curbelo y Paolo Grosso. También cantan canciones como El país de las maravillas, de Canciones Para No Dormir La Siesta, coordenada espaciotemporal que nos dice dónde y cuándo comienza la obra. Es necesario precisar que la naturaleza gráfica de la obra y la ternura de este universo la vuelven muy propicia para niños.
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La puesta se sostiene en la escenografía de Lucía Tyler y el vestuario y caracterización de Mavi Amigo, todo con una paleta cromática de coherente blanco y negro, la misma de las páginas de Troche, que solo varía ante la presencia de un rojísimo corazón. Un detalle nada menor que habla de la energía de encuentro entre artistas y público que acompaña este trabajo: al salir, los espectadores tienen a disposición una mesa con los dibujos recién hechos, para llevarse los que deseen.
Gutiérrez dice que en este proyecto puso en práctica el lema “Artista soporta artista”. “Me interesa la divulgación de un rubro como el de los dibujantes, que está muy poco mediatizado, masificado, al contrario, es un mundo más under que el del teatro. Es un homenaje a alguien que está vivo. No me estoy agarrando de la obra de un consagrado como Picasso o Quino, sino de un artista que me gusta pero con espíritu de divulgación. Quiero que nuestras artes, que son submundos, se unan y puedan llegar a más gente, al público teatral y también al de las artes plásticas. Es trabajar en forma compartida con el mundo de otro artista que existe al mismo tiempo que vos, del que te podés nutrir y a quien podés nutrir y atravesar un proceso de aprendizaje mutuo. Estoy convencida de que esas oportunidades hay que aprovecharlas. Es un privilegio que me motiva mucho”.