Jaime Roos camina por un pasillo atiborrado de material musical. Cerca de la pared donde termina el túnel de archivos, se detiene en un estante lleno de viejas cintas de carrete abierto y examina una de ellas. La reconoce. Sonríe emocionado. Le cuenta a su interlocutor, Mateo Magnone, que esa es la cinta que 45 años atrás le envió a Coriún Aharonián desde Europa con una copia del submaster de las grabaciones originales de lo que sería su primer disco: Candombe del 31. Esa cinta con maquetas de canciones vino en su mochila desde Francia, donde la grabó y recorrió varios miles de kilómetros, valles, montañas, playas y desiertos, hasta que llegó a Montevideo, donde Coriún, en su calidad de director del sello Ayuí, la escuchó y decidió que tenían la calidad suficiente como para ser publicadas en un disco. Jaime grabó en Montevideo algunas canciones más para completar su ópera prima, publicada en 1977.
Allí, Aharonián y Paraskevaídis impartieron clases y talleres a los que asistió una buena parte del ambiente de la música popular. Entre esas paredes la pareja daba talleres y clases de composición, de historia de la música latinoamericana y también se daban los Cursos Latinoamericanos de Música Contemporánea, los legendarios CLAMC. Muchos músicos uruguayos de esa generación han contado en entrevistas que asistir a estas clases en el Parque Posadas fue como haber ido a una universidad musical.
En los primeros tiempos vivían y trabajaban en el mismo apartamento. A medida que todo fue creciendo (alumnos y material acumulado) alquilaron una segunda unidad, en el piso inferior, dedicada exclusivamente a la actividad musical. Allí es donde hoy se encuentra el archivo completo.
Salvo la pequeña cocina, las colecciones ocupan todas las habitaciones del apartamento, situado en el piso 15 de uno de los varios bloques de Parque Posadas. Lo que alguna vez fue el living y los cuatro dormitorios hoy es sala de archivo, con grandes filas de estantes de piso a techo distribuidos no solo contra las paredes, sino en todo el metraje. Más de 300 metros lineales de estantes concentrados en menos de 100 metros cuadrados.
Embed - Fernando Cabrera en Historias del Archivo Aharonián-Paraskevaídis / 02
Se trata de uno de los archivos de música popular y académica más valiosos de Latinoamérica, y es por esa razón que Nairí Aharonián, la única hija de Coriún y Graciela, diseñadora gráfica y fotógrafa de profesión, quien creció entre esas paredes, creó años atrás la Fundación Archivo Aharonián-Paraskevaídis (FAAP). La institución tiene el cometido fundamental de preservar el archivo y promover el acceso a músicos e investigadores de todo el mundo. En 2024 recibió un apoyo de Iberarchivos, un programa de la Secretaría General Iberoamericana similar a Ibermedia, Iberescena e Ibermuseos, dedicado a financiar el mantenimiento de archivos.
El mundo en un apartamento
Nairí Aharonián y la investigadora y cantautora Viviana Ruiz, contratada por la Fundación para la conservación del archivo, ofrecieron a Búsqueda una visita guiada por el archivo. Se trató apenas de un pantallazo. Haría falta un día entero, o dos, para recorrer visualmente todos los estantes. La mirada se pierde entre los rótulos escritos a mano en los lomos de las cintas de carrete abierto y los casetes, en los papelitos amarillos que sobresalen de entre las páginas de los libros, en los baúles llenos de instrumentos musicales andinos y de otras regiones, en las dos torres de VHS que se levantan en el pequeño palier que antecede a las dos habitaciones principales donde se guardan los vinilos, CD y casetes, en los escritorios de Coriún y Graciela, con sus computadoras, junto a las ventanas por las que entra la luz a raudales, en los afiches de eventos musicales colgados en las paredes, en el minucioso criterio geográfico y cronológico que usó la pareja para ordenar los libros (desde lo más lejano hasta lo más cercano a Uruguay), en las etiquetas que clasifican los discos de vinilo, ubicados con un sentido muy práctico, en los placares originales de los dormitorios, donde alguna vez alguien guardó ropa.
El corazón del archivo está compuesto por todas las grabaciones originales realizadas por la dupla de investigadores, en sus clases y en salas de conciertos. Además, hay partituras, libros y revistas sobre música, carpetas, casetes, CD, vinilos, VHS, instrumentos, objetos diversos y abundante material de archivo sobre músicos uruguayos y de la región. Cada uno con su caja de cartón llena de valiosos documentos. Por ejemplo, de Cabrera y Roos hay material que ni ellos conservan. Manuscritos de canciones, negativos y copias de fotos, cartas a Coriún y Graciela, reseñas de sus discos, grabaciones caseras y entrevistas de prensa.
Según los datos que Nairí compartió con Búsqueda, la FAAP custodia y pone al servicio de la comunidad académica un acervo integrado por 17.000 libros y publicaciones, 3.850 discos compactos, 3.500 casetes de audio, 270 cajas con materiales de compositores e intérpretes de todo el mundo, 70 cajas con documentos y correspondencia, 50 instrumentos musicales, en su mayoría de origen latinoamericano, y 20 cajas con documentación sobre los CLAMC. Cada una de esas cajas contiene desde unas pocas decenas a varios cientos de papeles llenos de historia. La archivista explicó que, más allá de estos números, el valor del archivo se basa en la cantidad de grabaciones y partituras originales pertenecientes a músicos latinoamericanos contemporáneos, cuyos autores son nacidos en el siglo XX.
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Fundación Archivo Aharonián-Paraskevaídis
Aharonián y Ruiz explicaron que las colecciones más valiosas por su unicidad, dentro del archivo, son las de música erudita contemporánea, música popular uruguaya y música latinoamericana. Además, existen dos secciones muy voluminosas: la de tango y la de “armenidades” (grabaciones, libros y partituras de música armenia), una preferencia que cultivó Aharonián por obvias razones familiares, al ser hijo de armenios exiliados que escaparon del genocidio. También hay abundante material de música de Europa, África y Asia, aunque, lógicamente, no son las colecciones más nutridas.
Otra cualidad que le da valor a este archivo, además de la curaduría de sus dos creadores, es la enorme cantidad de notas escritas a mano adjuntas a la casi totalidad de los documentos. Las fichas técnicas de cada grabación contienen la información exhaustiva del registro. Fechas, nombres de instrumentistas y técnicos, marcas y características de los micrófonos, consolas y otros equipos de grabación, reseñas críticas y todo tipo de datos sobre las obras compuestas. En la entrevista, Jaime Roos dice que lo único que falta en sus grabaciones es “el nombre del mozo que trajo los cafés al estudio mientras estábamos grabando”. En los libros y revistas están aún colocados los marcapáginas y hojas con anotaciones. “De cada disco o grabación que escuchaban y de cada libro que leían, redactaban un breve informe crítico, dirigido al otro, para que ambos estuvieran al tanto de todo lo que los dos escuchaban y leían, y también para que los alumnos pudieran consultar esos materiales”, explicó Nairí. Y comentó que una imagen muy potente que guarda de su casa, cuando era niña y adolescente, es ver a sus padres “leyendo o escuchando música en silencio y con máxima atención”.
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Fundación Archivo Aharonián-Paraskevaídis
En su juventud, Coriún fue discípulo de Lauro Ayestarán y fue uno de sus principales continuadores en la musicología uruguaya. De hecho, el también enorme Archivo Ayestarán fue salvado de la desaparición gracias, en gran medida, a Coriún, quien lideró las acciones de un grupo de notables de la cultura uruguaya que solicitó durante muchos años al Estado que adquiriera gran parte de ese acervo. Coriún fue el diseñador y primer director del Centro de Documentación Musical Lauro Ayestarán, que luego de su muerte dirigió Rubén Olivera y actualmente está a cargo de Julio Frade. En este período de gobierno fue incorporado a la Biblioteca Nacional, donde fue almacenado en un sector especialmente acondicionado para albergar material de archivo musical.
Lo interesante es, según Nairí, que el Archivo Aharonián-Paraskevaídis casi no tiene coincidencias con el Archivo Ayestarán, compuesto casi completamente de grabaciones de músicos uruguayos de las décadas de 1940, 1950 y 1960. “Los dos archivos son complementarios”, aseguró Aharonián, y explicó que entre los dos abarcan un período muy extenso de producción musical en Uruguay.
Visita virtual
Entre 2023 y 2024, la FAAP generó dos herramientas de difusión destinadas a promover el vínculo entre la institución y el medio musical: la serie de entrevistas en el archivo, iniciada con Cabrera y Roos, y una visita virtual en formato 360° al archivo disponible en la web (faap1940.com), así denominada en honor a sus dos creadores, nacidos en el mismo año. Mediante comandos sencillos es posible recorrer los pasillos de anaqueles, hacer zoom en sus detalles y acceder a la experiencia de apreciar algunos de los contenidos.
Por ejemplo, se pueden ver partituras mientras se escucha al pianista Agustín Texeira interpretando una obra de Paraskevaídis; está disponible la última obra que ella compuso, interpretada por Juanita Fernández y Ricardo Gómez; se puede leer una ficha técnica de puño y letra de Lauro Ayestarán, notas de rock de Coriún (escribió mucho sobre rock) y algunas de sus observaciones de campo, y entrar en las cajas que contienen papeles de protagonistas de la canción latinoamericana. También es posible descubrir algunos de los seudónimos que usó Coriún, por ejemplo, como arreglador, y apreciar la partitura de un arreglo de la canción A pesar de todo, de Rubén Olivera, firmado como Ernesto Hidalgo.
También es posible ver a Guillermo Lamolle, con su histrionismo natural, probar cada uno de los instrumentos hasta lograr sacarles el sonido para el que fueron creados.
En el living del apartamento, junto al piano, en una gran estantería están los equipos: los tocadiscos, amplificadores, consolas y grabadores de cinta que usaron Coriún y Graciela para generar buena parte de este archivo. Nairí entiende que en algún momento sería bueno que este acervo formidable pasara a la órbita pública. Dice que hasta ahora no ha recibido expresiones de interés en el asunto. Mientras tanto, la FAAP seguirá cuidando este tesoro.