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    El regreso de 'Nosferatu': un renacer oscuro y romántico bajo la artesanía de Robert Eggers

    El clásico cine de terror gótico de Murnau es reversionado en un amor macabro con la actriz Lily-Rose Depp como protagonista

    Con su mano huesuda, afilada y espectral, Nosferatu sube lentamente por la escalera. Su sombra, alargada y siniestra revela su verdadera naturaleza: la de un vampiro. Es esa mano la que parece guiarlo hacia la habitación de Ellen, la mujer que ha cautivado su alma oscura. Es un momento espeluznante y un tesoro del terror que demuestra que cuando Nosferatu acecha, el cine se rinde ante su poder.

    Desde su infancia, el cineasta estadounidense Robert Eggers fue cautivado por el vampiro. Fue la actuación de Max Schreck como el inquietante monstruo en la visión de F.W. Murnau en Nosferatu, su clásico de 1922, la que disparó su fascinación por el cine y lo llevó incluso a reinterpretar esa historia a su manera. Durante el liceo, Eggers escribió y dirigió una adaptación teatral de Nosferatu antes de adentrarse de lleno en el cine.

    Quienes miran películas de terror lo conocen a Eggers. Hizo su gran entrada una década atrás con La bruja, luego reafirmó su interés por mezclar un rigor histórico con sus desvíos paranormales en El faro y se animó, en su obra menos interesante, a mostrar sus músculos para la acción con El hombre del norte.

    Eggers reconoce que la influencia de Murnau se extiende a toda su obra y ahora pudo hacer su reinterpretación de Nosferatu para demostrarlo. La suya es una versión gótica que se adentra en la opresión emocional y el suspenso al combinar elementos del guion de Henrik Galeen, autor de la película de 1922, y la novela original de Bram Stoker. El resultado es deliciosamente macabro.

    Nosferatu (Eine Symphonie des Grauens), de Murnau, es un hito cinematográfico que no solo marcó el inicio del cine de vampiros, sino que también redefinió el género de terror. Basada libremente en Drácula de Stoker, la película adaptó la historia del infame vampiro y creó una atmósfera única mediante un lenguaje visual revolucionario para la época. Murnau utilizó sombras alargadas, planos inquietantes y una interpretación que fue más allá de la mera representación de un monstruo. Hoy, un siglo después de su estreno, Nosferatu sigue siendo una pesadilla de referencia.

    El expresionismo alemán, con su uso del claroscuro, la distorsión de la realidad y la actuación exagerada, buscaba acercar las emociones de los personajes en una historia sobre miedos universales como la muerte, la enfermedad y los deseos reprimidos. El Conde Orlok, interpretado por Max Schreck, con su aspecto demacrado, orejas puntiagudas y garras afiladas, se alejó de la imagen aristocrática del vampiro popularizada años después por Bela Lugosi, y se convirtió en un ícono de la monstruosidad a su manera.

    El personaje de Nosferatu regresó al cine en varias ocasiones. Entre las más notables se encuentra Nosferatu, el vampiro (1979), dirigida por Werner Herzog, una remake del clásico de Murnau protagonizado por Klaus Kinski en el papel del vampiro titular. Otra versión destacada es La sombra del vampiro (2000), dirigida por E. Elias Merhige, una propuesta que imagina que Schreck, el actor que interpretó a Nosferatu en 1922, era en realidad un vampiro en la vida real.

    Nosferatu, de Eggers, rinde homenaje a la película original y, al mismo tiempo, hace del vampiro un catalizador de los deseos reprimidos en la psique femenina. Ambientada en Alemania en 1838, el horror se manifiesta inicialmente a través de Ellen Hutter (Lilly-Rose Depp), esposa del agente inmobiliario Thomas Hutter (Nicholas Hoult), quien se ve obligada a enfrentar una amenaza escalofriante: el Conde Orlok (Bill Skarsgård). El vampiro, antes de revelar su verdadera y oscura naturaleza, tiene interés por comprar una casa deshabitada frente a la residencia de los Hutter, lo que desencadena una obsesión macabra entre Ellen y Orlok cuyas dimensiones pronto se vuelven terroríficas.

    Embed - NOSFERATU | Tráiler Oficial (Universal Studios) - HD

    Visualmente, Eggers, junto al director de fotografía Jarin Blaschke, un frecuente colaborador en su cine, emplea el claroscuro y composiciones expresionistas y crea una atmósfera que no deja lugar para otra sensación que no sea la de perdición. Las tomas exteriores, junto al uso de la figura vista desde atrás, refuerzan esa oscuridad, mientras que la luz de velas y la utilización de lentes especiales en la cámara crean un efecto de luna pálida que le da a la película su estética más distintiva. Por donde se la mire, Nosferatu se destaca en su diseño de producción, meticulosamente cuidado, con vestuarios y escenarios detallados que construyen un siglo XIX auténtico y espeluznante.

    Sobre todo, los efectos visuales logran una mezcla efectiva entre técnicas, maquillaje y, en algunos casos, retoques digitales que cumplen su cometido. Orlok, con su presencia inquietante, es un horror con dos patas, tiene un acento aterrador y un bigote que, honestamente, le da un toque de humor accidental a la figura del antagonista.

    Nosferatu-.jpg

    El retrato que de Ellen construye Lily-Rose Depp es quizás una de las mejores sorpresas de la película. Su interpretación va dejando entrar lentamente el terror, aunque el personaje no es simplemente una víctima del vampiro. Ellen se convierte en un símbolo de deseo, pero también de resistencia, alguien que desafía la predestinación y la fatalidad a través de una lucha interna tan agónica como poderosa. Dispuesta a dejarse acechar, su presencia es el eje de una tensión emocional y visual que amplifica el horror, no solo por lo que representa el vampiro, sino también por lo que ella misma podría llegar a ser si se deja consumir por él. Aunque siente miedo y repulsión, Ellen experimenta una atracción inexplicable hacia él, y su cuerpo experimenta una conmoción de fuerzas opuestas que va creciendo escena a escena.

    Eggers mantiene su sello personal y apuesta por un terror clásico que prescinde de sobresaltos constantes y efectos estridentes, aunque se permite algunos momentos de sustos esperables en el terror contemporáneo. Esta rigurosidad puede generar una distancia con los personajes, lo que eleva la película formalmente, pero también crea una desconexión con el conflicto humano. En este sentido, el vampiro y lo monstruoso se vuelven más cautivantes que el resto y eso significa un detrimento para la película.

    Nosferatu encuentra renovación en la tradición al explorar un amor monstruoso y redefinir al vampiro como una figura alejada de la idea hoy más popular y superficial de la criatura. Esta reinvención aporta al mito una frescura que, aunque anclada en el pasado, se siente bienvenida. La película no se limita a la lucha entre el bien y el mal, sino que también examina la capacidad del ser humano para verse reflejado en la oscuridad, en un juego constante entre la luz y la sombra y en los deseos y temores que no suele enfrentar. La de Eggers es una perspectiva que los vampiros necesitaban.