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    No te comas esa banana

    Esta nueva entrega de Algo que quiero contarte, newsletter de cultura, trata sobre Comedian, una banana pegada a la pared con cinta adhesiva que se subastó en 6,2 millones de dólares en Sotheby’s; con esta pieza de arte contemporáneo de Maurizio Cattelan regresó la vieja pregunta sobre qué es arte

    El 20 de noviembre se vendió en Sotheby’s Nueva York, la casa de subastas de arte más antigua del mundo, una banana con cinta adhesiva plateada en 6,2 millones de dólares. La obra se titula Comedian y es una creación del artista italiano Maurizio Cattelan (Padua, 1960), quien ya la había presentado en 2019 en Art Basel Miami Beach, una feria internacional de arte contemporáneo.

    En aquella oportunidad, la había vendido en 120.000 dólares y todo el mundo quería ver la banana de Cattelan y sacarse una selfie para compartirla en redes. Pero otro artista la despegó de la pared y se la comió. Obviamente no fue difícil reparar la obra, porque lo que se vende no es una banana en especial, sino la idea de convertir cualquier banana en pieza de arte y exhibirla tal como lo pensó Cattelan. De hecho al comprarla se adquiere un certificado de autenticidad e instrucciones de instalación para que los propietarios puedan sustituirla, si así lo desean, cuando se pudra.

    Ahora quien acaba de comprarla en la subasta es un coleccionista chino de 30 años llamado Justin Sun, fundador de la plataforma de criptomonedas Tron. Él también despegó la banana de la pared y se comió los 6,2 millones de dólares en pocos bocados frente a las cámaras. “Esto no es solo una obra de arte. Representa un fenómeno cultural que une los mundos del arte, los memes y la comunidad de las criptomonedas. Creo que esta pieza inspirará más pensamiento y discusión en el futuro y se convertirá en parte de la historia”, había escrito Sun en un comunicado que difundió Sotheby’s.

    Hong Kong China Art Banana
    Justin Sun, el coleccionista chino que compró Comedian

    Justin Sun, el coleccionista chino que compró Comedian

    Por su parte Cattelan, cuyas obras incluyen tanto ironía como crítica social, afirmó en medios internacionales: “Es el mercado quien ha decidido tomar tan en serio un plátano pegado a la pared”.

    ¿Por qué alguien está dispuesto a pagar millones de dólares por una obra efímera que cualquiera podría hacer en su casa? ¿Es arte lo que hizo Cattelan o es una gran broma para dejar en evidencia lo que está ocurriendo en el mercado del arte? ¿Quién determina qué es arte?

    Mi nombre es Silvana Tanzi y esta es una nueva entrega de Algo que quiero contarte, una newsletter sobre temas culturales. Si querés escribirme con comentarios o sugerencias, podés hacerlo a [email protected].

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    Primero fue el asombro, después vinieron las bromas y, por último, una sensación de malestar. Porque hay algo obsceno en este asunto de la banana pegada a la pared. Y no es porque la obra sea una banana (los chistes sexuales con “comerte la banana de Cattelan” son muy tentadores), sino por el regodeo en las palabras grandilocuentes envueltas en millones de dólares, por la exhibición de dinero, por el cinismo del alimento barato en una lujosa subasta de arte.

    “Es la banana más cara del mundo”, bromeó el rematador elegante y sonriente, cuando la oferta pasó los 5 millones de dólares. Después la suma aumentó, el rematador miró a la joven que pegada a su celular representaba al comprador y le dijo: “La obra de Cattelan es suya. Felicitaciones”, y bajó el martillo entre aplausos. Fue una puesta en escena filmada para el mundo que me recordó aquella idea de Shakespeare sobre el teatro como metáfora de la vida.

    No me queda claro si Cattelan quiere denunciar lo que sucede en el mercado del arte, si es un artista comprometido o simplemente quiere burlarse de todo. Por algo le puso Comedian a su obra. Lo cierto es que si fue una gran broma le salió muy bien, porque su banana es un chiste viral y su cuenta bancaria lo hará muy feliz. Ahora, si su objetivo fue impulsar una reflexión sobre arte y mercado, dudo que lo haya logrado.

    Enseguida la creatividad popular se adueñó del asunto y aparecieron los memes, que para mí son más ingeniosos que la obra de Cattelan. Algunos se pueden ver en esta cuenta.

    Este me pareció genial. Perdón, Miguel Ángel, no lo entenderías:

    banana-cattelan-meme-.jpg
    Meme a partir de Comedian de Maurizio Cattelan

    Meme a partir de Comedian de Maurizio Cattelan

    Y este otro resume más de un siglo de arte contemporáneo, porque esta banana es hija (o nieta o bisnieta) de aquel urinario:

    banana-cattelan-meme-Duchamp.jpg
    Meme a partir de Comedian, de Maurizio Cattelan

    Meme a partir de Comedian, de Maurizio Cattelan

    La idea fue de Marcel

    En 1917, el artista francés Marcel Duchamp (1887-1968) compró un urinario blanco de porcelana, lo tituló Fuente, lo firmó con el seudónimo de R. Mutt y lo presentó en la exposición anual de la Sociedad de Artistas Independientes. Duchamp integraba el dadaísmo, movimiento artístico que había surgido un año antes con el fin de rebelarse frente a las convenciones del arte. Sin saberlo y como una broma, fue un pionero del arte conceptual por incorporar el ready made (objetos ya hechos o encontrados) al arte. Entonces las ideas detrás de la obra empezaron a tener más peso que la obra misma.

    Desde hace más de un siglo no es novedad encontrar objetos de la vida cotidiana en las salas de exposición como parte de instalaciones de arte contemporáneo. Y la banana de Cattelan tampoco es una novedad. Por las propias palabras del artista italiano se puede inferir que con Comedian no tuvo la intención de ser original, ni siquiera queda claro si quiso hacer una pieza de arte. Pero esto es solo una suposición.

    Embed - Banana Artwork Fetches $6.2 Million at NY Auction

    Hay que decir también que la pieza se subastó en esa suma porque Cattelan es un artista de trayectoria y con una obra reconocida. ¿Hubiera sucedido lo mismo con un artista principiante o con cualquier persona con una banana en la mano y un trozo de cinta? Tiendo a pensar que no. En 2016, el artista italiano expuso America, un inodoro de oro de 18 quilates que en 2019 robaron en una exhibición en Inglaterra. En 2017 presentó La Nona Ora, una escultura del papa Juan Pablo II derribado por un meteorito. En 2001 hizo una escultura de Adolfo Hitler de rodillas, como rezando, y la vendió en 15 millones de euros. Con esta última la polémica llegó a escándalo.

    Quien sí trató de darle estatura artística a Comedian fue David Galperin, director de arte contemporáneo en Sotheby’s: “Estamos viendo una banana ordinaria pegada con un pedazo de cinta ordinario, pero lo que hace que lo ordinario sea extraordinario es la intención del artista en unir esas piezas”. Y otra vez me viene el fastidio de las palabras obvias envueltas en dinero y en el lujoso ambiente de la subasta.

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    La Nona Ora, de Maurizio Cattelan

    La Nona Ora, de Maurizio Cattelan

    Pero hay algo que dice Galperin con lo que estoy de acuerdo: “Ninguna obra importante y significativa de los últimos 200 años dejó de provocar incomodidad cuando fue presentada por primera vez”. El asunto es que ahora la incomodidad no es por la obra en sí, sino por el precio que se pagó en la subasta. Y también por el esnobismo.

    Todo este episodio me recordó a The Square, una película sueca del director Ruben Östlund (Fuerza mayor, El triángulo de la tristeza) que se desarrolla en un museo de arte contemporáneo de Estocolmo. Allí se está por instalar una obra llamada The Square, un símbolo (cuadrado) de confianza y solidaridad en una sociedad indiferente. Pero esta intención se contradice con el mundo del marketing y del esnobismo que se desarrolla en torno a esa pieza de arte, mientras fuera y dentro del museo ocurren situaciones horribles de las que es protagonista su propio director.

    Pero también tiene momentos muy divertidos, como al comienzo, cuando una periodista entrevista al director y le pide que le explique algo que él había escrito sobre arte contemporáneo. Un verdadero galimatías que ni siquiera quien lo escribió puede traducir. El director le termina diciendo: “Si tu bolso lo ubicamos acá en la sala, ese bolso, ¿es arte?”. Es una película cruel, un tanto pretenciosa, pero te la recomiendo, está en Netflix.

    Embed

    ¿Esto es arte?

    ¿Te desconcertó alguna obra de arte contemporáneo? ¿Te preguntaste si lo que estabas viendo era arte? Yo me hice varias veces esa pregunta. En 2019 fue ante una vitrina con frasquitos que contenían caca de artistas. La obra era de Fernando Burgos y se llamaba Artista de mierda. Estaba expuesta en el Subte a propósito del 49º Premio Montevideo de Artes Visuales.

    Como el arte contemporáneo (o tal vez todo el arte) es una cita de otra cita y de otra cita, la obra de Burgos tenía como antecedente otra de 1961 llamada Mierda de artista, de Piero Manzoni (Italia, 1933-1963), quien enlató sus propios excrementos en 90 recipientes de metal. “Todo lo que escupe el artista es arte”, había dicho el dadaísta alemán Kurt Schwitters, y Manzoni pareció adueñarse de esa consigna. Antes de enlatar su caca había hecho obras llamadas Aliento de artista y Sangre de artista. Murió muy joven, a los 30 años. Me imagino que hoy la banana de Cattelan le parecería algo muy sonso.

    Pero la pregunta sobre qué es arte no es nueva. Se formuló en el siglo XIX y fueron los artistas impresionistas los que plantaron la duda. Hasta ese momento, estaba todo muy claro porque había jueces en los salones, mandatados por mecenas y por el poder político o eclesiástico, que establecían qué era arte y qué no lo era. Los impresionistas empezaron a pintar lo que querían y fueron rechazados. De hecho los mandaron al Salón de los Rechazados, el espacio para las obras no admitidas por el jurado oficial del Salón de París en 1863. De ese desprecio y de la libertad de artistas como Claude Monet, Camille Pissarro o Pierre Auguste Renoir surgió nada menos que la modernidad. Ahora curadores, galeristas, directores de museos y el propio mercado parecen decidir sobre la condición artística de una obra.

    El destino quiso que dos días antes de la subasta de Comedian, en Sotheby’s y con el mismo rematador, se vendiera la obra Nymphéas de Claude Monet en 59 millones de dólares. La Fiscalía, ahora, puede descansar.

    Embed - La obra Nympheas de Claude Monet se vende por 59 millones de dólares en Sotheby’s | RNE | AJ1B

    ¿El arte ha muerto?

    En su artículo El final del arte (1995), el historiador norteamericano de arte Arthur Danto escribió: “Puedes ser un artista abstracto por la mañana, un realista fotográfico por la tarde y un minimalista mínimo por la noche. O puedes recortar muñecas de papel, o hacer lo que te dé la real gana. Ha llegado la era del pluralismo, es decir, ya no importa lo que hagas. Cuando una dirección es tan buena como cualquier otra, el concepto de ‘dirección’ deja de tener sentido. El arte siempre tendrá un papel que desempeñar si los artistas así lo desean (…). Las instituciones del mundo del arte (galerías, coleccionistas, exposiciones, publicaciones periódicas), que han predicado y señalado lo nuevo a lo largo de la historia, se marchitarán poco a poco”.

    No sé qué rumbos tomará el arte y si será así como lo pronosticó Danto. Seguramente habrá nuevas corrientes, nuevas estéticas, nuevos lenguajes que seguirán conviviendo con los más antiguos. Y volverá la pregunta sobre qué es arte y nunca llegará la respuesta o habrá muchas. Pero la cuestión no está en una definición de diccionario ni en largas explicaciones de conceptos o de técnicas. Para mí un verdadero artista siente un impulso que sale de lo más profundo, de las entrañas, y necesita plasmarlo en una obra. Y quien la mira se da cuenta de ese impulso creador y se maravilla o conmueve porque percibe que allí hay algo milagroso, que hay arte, sin que nadie le dé demasiada explicación.

    Pero en este mundo de las criptomonedas y de las bananas de precio millonario, tal vez solo haya que decir con Shakespeare que estamos frente a un cuento que cuenta un idiota, lleno de ruido y furia, significando nada. Aunque ahora que lo pienso, mejor es continuar con la broma y escuchar esta canción del gran Leo Maslíah. Se llama Contemporáneo, y yo se la dedico a Justin Sun para que la escuche saboreando su valiosa banana.

    Embed - Contemporáneo

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    Antes de despedirme, te aviso que regresa la obra más exitosa del teatro uruguayo, ¿Quién le teme a Italia Fausta?, y Javier Alfonso así lo anuncia en esta nota. Y también te recomiendo una exposición en el Subte de Ricardo Lanzarini. Es de lo mejor que he visto en arte contemporáneo en el último tiempo.