Habría que investigar si la tierra o el aire de Tacuarembó tiene algo especial para que allí hayan nacido tantos y tan grandes artistas. En el cantero central de la Avenida San Martín, hay bancos pintados de colores con el nombre de muchos de ellos. La lista es larga para enumerarlos a todos, pero podría encabezarse por los poetas Circe Maia, Mario Benedetti, Washington Benavides y sumarle al gran novelista Tomás de Mattos. Y entre los músicos seguir nombrando a Eduardo Darnauchans, Carlos Benavides, Dani Umpi, Eduardo Larbanois, Olga Delgrossi, Numa Moraes, sin olvidar a Marta Gularte. Y, claro, a Carlos Gardel.
Justamente, durante cinco días se desarrolló en el Teatro Escayola de Tacuarembó el Festival de Tango Carlos Gardel, que no solo recordó a la figura central del departamento, sino que demostró que la lista de sus artistas continúa creciendo. Del miércoles 11 al domingo 15, participaron 104 artistas —músicos, cantantes, actores, bailarines locales, nacionales y extranjeros— en siete escenarios. Y los vieron unos 2.000 espectadores. Para ser la primera vez que se organiza el festival, los números fueron auspiciosos y ya anticipan que habrá una segunda edición.
Después la familia vendió el teatro, que pasó por dueños privados y tuvo varios destinos. Fue cine, imprenta, iglesia hasta que quedó abandonado. Hasta que llegó el rescate.
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Vanessa Bulmini
Gestionar un teatro
Matilde Vera Ríos es la directora del rescatado Teatro Escayola. Desde hace muchos años está vinculada a la gestión. Primero tuvo una biblioteca con cafetería y sala de exposiciones que cerró en la pandemia. Ella fue la custodia de la biblioteca de Tomás de Mattos, su amigo desde la infancia, y peleó para que su acervo se quedara en Tacuarembó, pero no lo logró. Hoy ese legado lo conserva la Biblioteca Nacional.
Vera estuvo al frente de la Residencia Universitaria, un hermoso edificio de tres pisos con capacidad para recibir a 185 estudiantes de Tacuarembó y de la región que estudian en la Universidad de la República (Udelar). Se construyó en plena pandemia en un terreno donado por la intendencia y con un préstamo del BID. Fue la empresa privada que la gestiona la que llamó a Vera para dirigirla, y esa experiencia fue fundamental para llegar al Escayola.
En su despacho del teatro, mientras de fondo se escuchaba alguna prueba de sonido, Vera conversó con Búsqueda sobre el periplo que llevó a la reconstrucción del edificio y a la organización del festival.
“Cuando salió la ley de promoción de la construcción querían vender este terreno para hacer un edificio frente a la plaza. Entonces Carlos Arezo, actual director de Cultura de la intendencia, en ese momento edil, se movió mucho para que la Junta Departamental declarara de interés departamental el edificio y que no se pudiera vender. Después la Comisión de Patrimonio lo declaró monumento histórico nacional, pero como pasó el tiempo y no se hacía nada, se perdió esa categoría”.
Surgió entonces la comisión pro Teatro Escayola y hubo propuestas de todo tipo. Finalmente, la intendencia negoció durante años con los dueños privados y tuvo que hacer una expropiación. Se consiguió un préstamo del BID para hacer la reconstrucción y finalmente se empezó la obra que duró 18 meses.
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El tango me entró primero por la música, cuando escuché un tangazo de Fabio Haguer. Mis compañeras de danza me dieron para adelante para que hiciera la escuela de Tango del Sodre. Audicioné y quedé. Aprendí sobre el cambio de peso y que el tango también es improvisado (Sofía, estudiante de Tango, Escuelas del Sodre).
Vera cuenta que en Tacuarembó no había teatro y nadie tenía experiencia. Entonces el intendente la llamó porque le interesaba la experiencia de gestión público-privada que tenía en la Residencia Universitaria. “Mi recomendación fue llamar al que sabe más de teatro, a Gerardo Grieco (actual director general del Teatro Colón). Él ama los teatros y quedó encantado con el Escayola, con su hisotria y con Tacuarembó. El intendente lo contrató para hacer un proyecto de gestión y lo hicimos juntos”.
La directora había estudiado Gestión Cultural en el Claeh y Grieco había sido su profesor. Y lo tuvo durante seis meses enseñándole cómo gestionar el Escayola. Junto con Erika Hoffmann, Grieco y Vera hicieron un plan de comunicación. “Era fundamental ese plan para relacionarnos con una población que no estaba acostumbrada a tener espectáculos. Lo que rescato es que se contrató a los que saben mucho, pero no para que lo hicieran ellos, sino para que le enseñaran a la gente de Tacuarembó”.
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El equipo del teatro, que es de gestión pública y depende del Ejecutivo Departamental, lo integran además de la directora, una coordinadora y profesora de teatro, Natalia Soboredo, y una persona de administración. Además, contrataron a estudiantes de la Udelar que viven en la Residencia Universitaria. Se tercerizó el servicio de seguridad y la limpieza y los técnicos de escenario. “Todos están preparados para cumplir cualquier función. Incluso formamos a los guardias de seguridad de la empresa privada y a las auxiliares de limpieza. Cualquiera te puede contar la historia del teatro y de todo lo que pasa acá. Trabajamos mucho en equipo. Siempre en un teatro pasan cosas y tiene que solucionarlo el que está”.
Más allá de la disciplina de la danza, hay toda una cuestión social muy rica en el tango. Eso de poder encontrarse con diferentes personas de diferentes edades y compartir el lenguaje de la danza sin intercambiar una sola palabra. Abrazarte con otra persona, tener contacto, empatizar con diferentes cuerpos (Santiago, estudiante de Tango en Escuelas Sodre).
El Escayola se inauguró el 19 de abril de 2023 y desde entonces ha brindado una programación variada de teatro nacional e internacional. Y tuvieron la primera producción propia con al obra Volver, que inauguró el festival de tango. Vera muestra el dibujo con el diseño de los uniformes que usó el personal y explica que lo hizo una amiga diseñadora y lugareña. Cuenta que otra maquilló a Valeria Lima y que la gente se comprometió con el festival y en general con el teatro. “Lo lindo es que toda la comunicación es desde acá, los diseños, la obra de teatro, la escenografía y hasta el cartel gigante del escenario que está en la plaza lo hicimos con el muchacho de mantenimiento”.
Soy bailarina de folclore y candombe, y siempre me quedó como latente el tango. En la pandemia con algunos compañeros de folclore nos pasamos el dato de la carrera de tango y nos atrapó. Muchos estamos acá gracias a ese mensaje (Aldana, estudiante de Tango en Escuelas Sodre).
Enseguida que se abrió el teatro, Grieco se reunió con músicos de Tacuarembó. “Me dijo que había que impulsarlos, que no estaban siendo visibles”, recuerda Vera. “Acá el tango estaba medio paralizado, había quedado como algo de gente mayor. Se formó entonces el grupo Tacuarembó Tango. Grieco también insistía en que había que crear el primer festival Carlos Gardel y que quedara para siempre. Hace mucho tiempo Juan Carlos López me había dicho que Tacuarembó tiene dos fuertes, la Patria Gaucha y Gardel, y que había que explotarlo mucho más. Yo nunca me imaginé que iba a terminar acá”.
Mi madre es milonguera, le gusta ir a las milongas con su compañero, ellos se conocieron bailando. Siempre me decían que me arrimara a bailar. Yo estaba para el rock, tocaba en una banda, pero el tiempo me llevó a conocer un ambiente de gente joven que se va renovando cada vez más. Me dijeron “por qué no probás en la Escuela del Sodre” y me metí. Me fue atrapando cada vez más, y mi madre cada vez más contenta. (Santiago, estudiante de Tango en Escuelas Sodre).
De lo clásico al torbellino Fernández Fierro
Hubo de todo, desde lo más clásico hasta los ritmos fusionados del tango más renovado. Algunos espectáculos: la guitarra de Julio Cobelli, el sexteto Hagopián, las voces de Valeria Lima y Nelson Pino, el exquisito dúo de Gabriela Morgare en canto y Mayra Hernández en piano, el bandoneón de Néstor Vaz con su quinteto, La Mufa Tango con sus nuevas creaciones y sus grandes interpretaciones de Piazzola.
El público estaba entusiasmado, asistió a las visitas guiadas por el teatro, llenó su sala y estuvo al aire libre en el escenario de la plaza. Los estudiantes de Tango de Escuelas Sodre, cuyos testimonios aparecen en esta nota, deleitaron a los más veteranos. Al festival fue solo una representación, pero son 50 estudiantes de tango los que asisten a Escuelas Sodre y tienen entre 18 y 35 años.
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Orquesta Típica Fernández Fierro
Vanessa Bulmini
El sábado de noche subió al escenario la Orquesta Típica Fernández Fierro de Argentina, y el Escayola sufrió un sacudón de tango con reminiscencias de la orquesta de los años 50, pero convertida en una locomotora. El bandoneón de Manuel Barrios parece un animal vivo difícil de domar y los violines suenan furiosos igual que el piano y el canto medio recitado de Yuri Venturín, que guía el conjunto con su contrabajo. Venturín también estuvo a cargo de los chistes que el público no entendía demasiado. Tampoco pareció entender la propuesta de la Fernández Fierro, pero no importa. Es bueno que haya estado allí y que Tacuarembó la haya conocido.
Como nota amarga, los integrantes de la banda porteña no pudieron entrar con facilidad al país. En la aduana de Paysandú los tuvieron retenidos casi tres horas, desconfiaban de la procedencia de los instrumentos y del propósito de la visita. Ni siquiera los documentos que enviaba la directora del Escayola a la Aduana aliviaron la espera. Venturín se encargó de hacer bromas al respecto en el escenario.
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“A veces los pueblos del interior nos acostumbramos a ver cosas mediocres, y con eso nos conformamos. Yo quería que en Tacuarembó se viera que hay todo tipo de tango, orquestas jóvenes, gente que canta distinto y que toca distinto. Que el tango se ha renovado, se ha reversionado. Sobre todo me impulsaba eso, que la gente pueda ver y después elija”, dice Vera antes de terminar la charla porque ya empieza a sonar un bandoneón y es hora de escuchar a los músicos y ver a los bailarines. Desde el gran cartel en el escenario callejero, la sonrisa de Gardel parece más radiante.