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    Puro movimiento, pospunk y rock: 40º aniversario y reestreno en cine de ‘Stop Making Sense’

    El célebre concierto de Talking Heads llegó a cines uruguayos en una versión restaurada

    Antes de protagonizar Stop Making Sense, considerada incluso hoy la mejor película de concierto de todos los tiempos, la banda Talking Heads, conocida por su estilo pospunk y su innovación en el art-pop, atravesaba cambios. Y de los significativos. Después de su cuarto álbum, Remain in Light (1980), los cuatro miembros originales —David Byrne, Tina Weymouth, Chris Frantz y Jerry Harrison— empezaron a sentir que eran pocos para los sonidos a los que aspiraban. Decidieron incorporar cinco músicos más y con ellos el afrobeat y el funk llegaron para quedarse.

    Después de la gira de Remain in Light, David Byrne se tomó un año sabático que no fue tan sabático. Se adentró en el mundo de la danza mientras que sus compañeros de banda seguían, también, otros caminos: Jerry Harrison grabó un disco solista y Chris Frantz y Tina Weymouth formaron el proyecto Tom Tom Club.

    Al terminar de coquetear con la danza, Byrne quiso que en las presentaciones de los Talking Heads hubiera más baile, que no dejaran, en lo posible, de moverse. Quería romper con la idea de los conciertos de rock y meterle teatro, coreografías y un motivo: un show que fuera reflejando la propia historia de la banda. Y además, quería filmarlo.

    Mientras Talking Heads se preparaba para otra gira, el cineasta Jonathan Demme —quien años después ganaría el Oscar a Mejor director por El silencio de los inocentes— estaba trabajando en Swing Shift, una comedia dramática ambientada en la Segunda Guerra Mundial y protagonizada por Goldie Hawn y Kurt Russell. Swing Shift era un desastre: estrellas frustradas, reescrituras constantes y un director en el estado que menos quiere estar en un proyecto, completamente desmoralizado. Demme necesitaba un proyecto que le devolviera la pasión por el cine.

    TalkingHeadsRemaininLight.jpg

    Como fanático de los Talking Heads desde que los vio por primera vez en 1979, Demme se reencontró con la banda en 1983 y quedó impresionado por lo que habían creado. No solo había más músicos, sino también una teatralidad que solo les daba más energía de la que ya tenían. Se le ocurrió la idea de proponerles registrar un concierto.

    A la banda le encantaba el trabajo de Jonathan Demme y más aún la idea de colaborar juntos. Para mantener el control creativo y la propiedad de la película, decidieron financiarla de forma independiente.

    Demme filmó el espectáculo que se convertiría en Stop Making Sense durante tres noches en el Pantages Theatre de Hollywood, en diciembre de 1983. Usó seis cámaras montadas, una de mano y una Panaglide, una cámara con un sistema que evita temblores y permite al camarógrafo grabar mientras se mueve suavemente. El director quería capturar la energía de los Talking Heads y que ella hablara por ellos, dejando de lado entrevistas o imágenes detrás de escenas, muy usuales en este tipo de películas.

    El show en vivo de Talking Heads y la película compartían un propósito: fusionando música, teatro y cine, reinventaban en el proceso el concepto de concierto.

    La idea de Byrne, el líder indiscutido de la banda, era la siguiente: quería un espectáculo que se fuera armando poco a poco, que fuera tomando forma frente a los ojos del público. Comenzaría solo en el escenario, sin más que su presencia y su música, pero a medida que avanzara, iría sumando músicos, instrumentos y elementos de escenografía, canción a canción.

    Embed - Stop Making Sense, de Jonathan Demme | Teaser | Estreno en cines el 8 de marzo de 2024

    Stop Making Sense es minimalista pero impactante, con una energía desbordante y coreografías en las que los músicos no se permiten estar quietos. La iluminación trabaja en perfecta sincronía con la cámara. El vestuario, una extensión de la puesta en escena, se integra con atuendos simples pero llenos de contrastes, con colores brillantes y formas geométricas. Cada pieza de vestuario estaba diseñada para acentuar el movimiento y dar una sensación de progresión, con Byrne incluso cambiando de atuendo de manera dramática para reflejar el crecimiento del espectáculo. Entre esos cambios se encuentra uno de los conjuntos más memorables de la película: el icónico traje sumamente grande que Byrne porta en Girlfriend Is Better.

    Demme pone toda la atención en la performance de los músicos. Utiliza tomas largas y encuadres estáticos que capturan la gestualidad de los artistas y deja tiempo para que el público observe lo que, en un show en vivo, nunca podría ver de tan cerca. La cámara, enamorada del primer plano que resalta los detalles de los rostros, se mueve de manera cuidadosa y precisa. Bajo una luz cruda y directa, el escenario se ve vacío hasta que gradualmente se va poblando con instrumentos, elementos de utilería y, finalmente, con los músicos. La anticipación en su máxima expresión.

    El proyecto marcó el inicio del fin de Talking Heads como banda. A pesar de que la película fue un éxito, las tensiones internas que ya se venían gestando dentro del grupo se intensificaron. El ambiente se fue tornando tenso debido a las diferencias personales y artísticas, que ya se habían dejado entrever en los años previos. La banda se separó en 1991.

    Por su 40º aniversario, Stop Making Sense, que puede verse hasta el miércoles 4 en Cinemateca, fue restaurada en 4K y se recuperaron materiales originales como el negativo de 35 mm y las pistas de audio. El proceso también incluyó una corrección de color que buscó respetar la visión original del director de fotografía, Jordan Cronenweth. Además, las pistas de audio originales fueron recuperadas y remezcladas, lo que tuvo como resultado una experiencia de sala inmersiva. La compañía de distribución y estudio A24 adquirió los derechos mundiales en marzo de 2023 con el objetivo de relanzarla en cines de Estados Unidos ese mismo año.

    Esta película elimina lo que sobra o distrae y se concentra en la esencia de lo que es un concierto. La música, la performance y la energía de Talking Heads son contagiosas, desafían al espectador, que no puede quedarse sentado, y celebran la autenticidad de una banda atrevida que demostró la fuerza de la música. El resultado está a la vista.