A Margaret Whyte todos los talleres le han quedado pequeños. Le gusta trabajar en el desorden, en el caos de las telas, los trapos, los vestidos antiguos, el material en desuso, a veces encontrado en la calle, a veces donado por otros artistas. Hay que imaginarse esas piezas de diferentes texturas y procedencias desparramadas en el piso para ser seleccionadas. Hay que imaginarlas antes de que ella las traslade a alguna sala de museo o a algún espacio que no siempre es el convencional para las muestras de arte. Allí ella empezará a unir los retazos desunidos con una costura gruesa que espantaría a una modista de novias. Whyte les da nuevos significados a las texturas para que nazcan sus obras, sus esculturas blandas, sus instalaciones.
En su origen hay un padre escocés que llegó muy joven a Uruguay a trabajar en el Banco de Londres. “Él mantuvo su acento, pero en todo lo demás siempre fue muy muy criollo”, cuenta Whyte a Búsqueda en la sala donde se exhibe Tiempo de escucha. Ese padre joven conoció a una uruguaya y así se formó la familia. “Mi madre siempre trabajó con pintura en seda, pero antes la mujer era invisible y todo era parte de lo casero. Hacía pañuelitos divinos con detalles muy delicados, pintaba fotos”. Pero Margaret, o Maggie, como cariñosamente la llaman quienes la rodean, no le daba importancia a esas labores y no la considera una influencia para su arte.
“No aprendí a coser”, dice enfática la artista. “Mi abuela me decía: ‘Vení que te enseño a hacer crochet’, y yo salía despavorida porque no me gustaba, tampoco la costura. Yo coso con puntadas burdas que se relacionan también con el tipo de trabajo que hago. No es algo prolijo, como lo que hacen las personas que trabajan con arte textil, que son obras divinas, muy delicadas. Igual me ubican como artista textil por el tipo de material, pero mi obra es distinta”.
De pequeña dibujaba todo el tiempo. “Si no me daban algo dibujaba las paredes”, dice y se ríe. Después ingresó al Círculo de Bellas Artes y esa fue su iniciación. “Tuve a Amalia Nieto como docente y también a Clarel Neme, un artista impresionante, muy académico. En aquella época era la academia estricta, el desnudo perfecto, no había que equivocarse. Eso servía mucho porque después podías hacerlo con rapidez y bien”.
Neme la rezongaba sin rezongarla. “Lo que hacía era empezar a refregarse la cara (lo hace y se ríe) y no decía nada, pero yo ya sabía que había hecho algo que no le gustaba. Después con Amalia Nieto fue la apertura, me dio la libertad de hacer lo que yo quería. Tomé también clases particulares con Jorge Damiani y después de la dictadura tomé clases con Hugo Longa, y con él fue un destape total, un maestro fantástico”.
En la época de la dictadura se encerró en su casa y se dedicó al dibujo y a la acuarela. Eran tiempos de formato chico, no había muchas posibilidades de explayarse. “Me acuerdo de que una vez hice una obra que presenté a un concurso. Se llamaba Sin salida. Eran unas manos y un camino con dos cabezas. Pero fue algo intuitivo, no quise dar un mensaje político. Igual, miembros del jurado me vinieron cuestionar la obra. Era muy provocadora para la época”.
El devenir del arte
Hizo dibujos, pinturas, y el pasaje hacia las telas fue un poco obligado. La pintura había irritado sus vías respiratorias y el médico le dijo que pintar le hacía mal. “Tenía que seguir con el arte de alguna forma y empecé con los tapices. Como sabía de composición y de color, me fue fácil trabajar con las telas como si fueran una pintura”.
Así comenzaron sus trabajos de grandes dimensiones con materiales blandos. En una primera mirada, la técnica de sus obras puede asociarse con la del patchwork, la antigua práctica artesanal que unía trozos de telas de colores para aprovecharlas y darles una nueva vida útil. Pero Whyte aclara que no es lo que ella hace. “No tiene que ver con mi obra porque el patchwork tiene todo un sistema especial, tiene un plan. Yo no lo tengo. Mis obras son como un devenir, van surgiendo. De la pintura pasé a los tapices y luego a las instalaciones. Pero surgieron naturalmente, nunca me propuse hacerlas. Tuve muchos errores, idas y venidas, con riesgos terribles, porque nunca sabía si eran realmente una obra de arte. Porque siempre esas dudas están. El trabajo siempre fue con mucha reflexión”.
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Margaret Whyte y Patricia Bentancur, curadora de la muestra
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Durante 30 años Whyte integró la Fundación de Arte Contemporáneo (FAC) que dirige Fernando López Lage. Allí compartió con artistas de otras generaciones y también con Bentancur, quien se convirtió en la curadora de casi todas sus muestras y también en su amiga. “Compartí con artistas jóvenes, pero nunca sentí la diferencia de edad. No me trataban como una persona mayor. Cuando iban a algún lado de noche yo iba también, claro. No había diferencia”.
Whyte sigue rodeada de artistas jóvenes y también de su descendencia. Tuvo tres hijos, y ahora tiene siete nietos y dos bisnietas, una de 14 años. “Para mí es un asombro tener una bisnieta de esa edad. Es fantástico estar rodeada de juventud, soy muy muy afortunada”.
En el FAC, Whyte tenía un taller y otro propio en la Ciudad Vieja, pero se tuvo que mudar por falta de espacio. “Mi obra siempre fue enorme y para mí el caos es importante. Ahora tengo un taller grande, un espacio enorme con un entrepiso. Era un lugar de telas con unos estantes enormes que me sirvieron muchísimo. Pero igual lo tengo lleno, recién ahora está un poquito más despejado. Patricia tuvo que saltar por arriba de todas las obras y los materiales. Se pasó saltando (se ríe)”.
Telas y objetos que narran
Bentancur, curadora e investigadora en arte iberoamericano, ha trabajado desde hace muchos años con Whyte, a quien también llama Maggie. “Yo seguía su obra incluso sin ser su curadora. Creo que uno de los primeros trabajos que hicimos juntas fue en el Centro Cultural de España (CCE). Yo había desarrollado un programa de intervención en espacios no convencionales como una forma de desafiar a los artistas y a las instituciones, aunque en ese momento Uruguay tenía pocas posibilidades. Para mí es inherente ese vínculo entre la obra y el lugar. Esta misma exposición seguramente no sería así si pensáramos en trasladarla a otro espacio. Entonces esa relación con un artista y con su práctica visual también pasa a ser un vínculo con el espacio y con la institución. Creo que el curador tiene un primer trabajo de articulación entre esos tres factores, que son muy condicionantes”, dice la curadora presente también al lado de la muestra.
La intervención en el CCE en 2008 fue una de las primeras y más grandes que hizo Whyte con telas. Y ella la recuerda muy bien. “Fue una gran experiencia en la que utilicé telas africanas. Me había invitado Patricia a intervenir el ascensor. Fue un desafío porque había que pensar en el peso del ascensor, había que pensar que se pudiera desarmar si se descomponía, que no se tapara la luz, que no se tapara la botonera. Un trabajo que me llevó como nueve meses hacerlo. Tuve la suerte de que mi marido había medido todo, porque yo esas cosas no las hago. No hubo que hacerle ningún tipo de arreglo”.
Después vinieron otras intervenciones, como la del Teatro Solís para la obra Madame Butterfly (2009). En esa ocasión envolvió el pasamanos de la escalera que lleva a las tertulias con telas y flores, como forma de simbolizar la sensualidad y el aroma de Madame Butterfly.
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Pero antes había hecho una muestra con objetos en el Cabildo de Montevideo. Se llamó Hasta que duela (2001), y tenía que ver con la estética femenina. “Siempre me asombró que la mujer se agregara labios que no estaban proporcionados con su cara. En lugar de ser más bellas, para mí se hacían más feas, y no lo entendía. Entonces hice algunos objetos que eran jaulas y les puse siliconas dentro”. Cuestionó lo que hoy no es novedad, pero ella siempre lo vio: los excesos del culto a la juventud y los abusos de la cirugía estética.
Y en su muestra Ancestros (2010), en la Alianza Francesa, hurgó en sus raíces escocesas. Varias veces visitó Escocia con su familia, cuando su padre tenía vacaciones. Allí dibujaba paisajes y algunos fueron alimento de obras futuras.
Escuchar en la penumbra
La muestra se exhibe en una penumbra buscada. Para Whyte la falta de luz es parte del significado de su obra. “Estamos cuestionando lo que vivimos, no sabemos qué va a pasar. Estamos en penumbra y sin escucharnos. Tenemos que hacer un parate, una reflexión, no correr como estamos corriendo. Tener empatía con el otro, afecto, ser solidario. Estamos automatizados con el celular”, dice.
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La artista piensa que toda esta comunicación virtual lleva a la soledad y a la insensibilidad frente a las muertes y los acontecimientos que están pasando en el mundo. Y eso la llevó a hacer esta muestra que armó allí mismo con la curadora y la montajista Lucía Silva.
Whyte señala una de las obras que está en el piso. Es un maniquí tapado y envuelto en telas viejas, rodeado de basura. Una escena que se ha vuelto habitual en las calles montevideanas. Gente tirada en las veredas o en los portales. “Estamos rodeados de basura en todo el mundo, terrible la basura en los océanos, los gases tóxicos pueden cambiar nuestro físico y nuestra mente, y en el futuro, ¿seremos otro tipo de seres?”, se pregunta la artista.
Las otras dos obras, una en el piso, otra colgada en un rincón como una gran nube, son para Whyte una metáfora. “Las personas podemos cambiar, pero siempre hay obstáculos que son como esos seres amorfos que tratan de impedir lo que queremos. Pero es la interpretación que cada espectador quiera darle”.
La artista se hace muchas otras preguntas. “¿Seremos como en la película Mad Max, inteligentes y a la vez bárbaros? Es un poco genérico lo que digo y ojalá no pase. Son cuestionamientos que no tienen respuesta”.
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Bentancur escribió para esta muestra que Whyte “ha construido un cuerpo de trabajo pionero tanto en sus estrategias conceptualistas como en su formalización” y que su producción, centrada en problemáticas sociales y de género, “resiste cualquier constricción o simplificación y ocupa un capítulo imprescindible para el análisis de la historia del arte en América del Sur”.
Ahora, curadora y artista están preparando un libro con artículos y ensayos sobre el conjunto de su obra. Llevará tiempo, pero no importa, el tiempo es también materia de arte para Whyte, y el arte uruguayo se merecen esa publicación.