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Este esperado y merecido tributo a uno de los grandes poetas del rock —y una de sus figuras más influyentes— comienza con una gran versión de Keith Richards de I’m Waiting For My Man, la mejor canción que alguien haya hecho para un dealer. Nadie mejor que el viejo stone para interpretar este tema simpático y juguetón, un rock simple y bailable, que repite el título como un mantra en dos acordes, cabal reflejo de la ansiedad del que espera la llegada de su hombre.
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Publicado por el sello independiente estadounidense Lights In The Attic, y más allá de que el título viene de una de sus canciones, The Power of the Heart: A tribute To Lou Reed parece un nombre demasiado pomposo para ser dedicado a uno de los padres conceptuales del punk. Pero lo que importa son las canciones, y están muy bien. Como la balada Perfect Day en la dulce y melancólica voz de Rufus Wainwright, de asombroso parecido vocal con Bono.
La inoxidable Joan Jett le pone su garra característica a I’m So Free junto con sus históricos Blackhearts, en una versión bastante respetuosa de la original. En cambio, Bobby Rush transforma en un funk cadencioso con aires de reggae a Sally Can‘t Dance.
El clásico Walk On The Wild Side es interpretado como un estándar de jazz por la voz cascada —pero aún de pie— de Rickie Lee Jones, musa punk y cantautora de culto nacida en Chicago hace casi 70 años. Otra heroína más célebre, Lucinda Williams, gloria del country y del folk-rock, entrega una emotiva versión de Legendary Hearts.
El disco termina con muy disfrutables versiones de New Sensations (en plan new wave, por la banda californiana Automatic, heredera de Bauhaus), Magician, balada a cargo de Rosanne Cash, y el tema que da nombre al disco, en clave acústica, interpretado por Brogan Bentley, además, productor y principal impulsor de este proyecto.