El retorno de Alfredo Zitarrosa al Río de la Plata tras el exilio. La piedra fundamental del rock argentino. El tercer trabajo de uno de los cantautores más originales e influyentes de la música uruguaya.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLas últimas tres entregas de la colección Discos, de Estuario Editora, ensanchan su espectro estético y aportan nuevos sonidos a esta discoteca literaria ideada y curada por el investigador en letras Gustavo Verdesio. La cosecha 2023 está dedicada al primer álbum, de los 21 volúmenes publicados, que fue grabado en directo (Zitarrosa en vivo), y a dos nombres de peso y nuevos en la serie: Jorge Galemire (Ferrocarriles) y Luis Alberto Spinetta (Artaud). Como ya es un sello identitario de la colección, los abordajes varían entre la crónica periodística, el análisis crítico, el relato testimonial, el viaje literario y los múltiples cruces posibles entre ellos. Aportan, además, las claves interpretativas fundamentales para complementar y enriquecer la escucha.
Con su voz portentosa y perfecta cadencia, dice Zitarrosa al inicio del histórico recital: “Queridos hermanos uruguayos, queridos hermanos argentinos, queridos hermanos quienes no sean ni uruguayos ni argentinos. La ausencia ha sido larga. El exilio es duro. Mi canción tiene una sola razón de ser y son ustedes. Muchas gracias. Ojalá a partir de esta noche ustedes me autoricen a seguir cantando a nombre de mi tierra”. Zitarrosa en vivo es el segundo libro escrito para esta colección por Mauricio Rodríguez, autor también de Brindis por Pierrot. “Es viernes 1° de julio de 1983 y Alfredo Zitarrosa está parado, con su eterno traje oscuro, sobre las tablas del escenario del legendario Estadio Obras. Luego de mucho tiempo se apresta a volver a actuar en Buenos Aires. El público, que colma el recinto, comienza a gritar ‘¡Uruguay!, ¡Uruguay!’ en forma ensordecedora, y Alfredo, atravesado por una emoción que lo desborda, se limita a observar”. El primer párrafo es una muestra del tono del libro, una narración periodística clásica en la que el escritor (autor también del libro En la noche, sobre el rock uruguayo de los años 80 y de varios libros periodísticos sobre el pasado reciente) solo aparece en primera persona en contadas ocasiones.
El disco fue publicado originalmente por el sello EMI pocas semanas después del concierto como Zitarrosa en Argentina y fue reeditado en Uruguay por Orfeo como Zitarrosa en vivo. El cantante estuvo acompañado por un cuarteto de guitarras integrado por los argentinos Naldo Labrín, Hugo Alberto Coria y Alejandro del Prado y el uruguayo Alfredo Gómez. Los aplausos de este disco, en su mayoría provenientes de uruguayos exiliados en Argentina, están cargados de la profunda y poderosa emoción del momento, que a veces se vuelve euforia. Como los recitales en el Centenario y en el Franzini ocurridos un año después, lo que se oye es mucho más que un concierto: se trata de un acontecimiento cultural, social y político de alta importancia histórica.
Sin embargo, su libro no se centra en la historia de aquellas tres noches sino que su opción fue tomar los 12 temas de ese LP para contar la génesis de las canciones, una muestra de su repertorio más representativo y popular. Rodríguez se nutre del frondoso archivo existente sobre el cantautor (la bibliografía acreditada ocupa dos páginas) para intercalar su palabra, extraída de entrevistas, en cada uno de los relatos. Así, el libro funciona como una nueva biografía de Zitarrosa, a través de esta docena de clásicos: Milonga para una niña, El camba, Si te vas, Coplas al compadre Juan Miguel, Zamba por vos, P’al que se va, Del cardal, El violín de Becho, Nene patudo, Adagio en mi país, Yaguatirica y Stefanie.
“Hay discos que parecen ser un disco pero son otra cosa”, dice Fidel Sclavo al inicio de Artaud, el libro que pone al lector a girar a 33 revoluciones por minuto en octubre de 1973. La obra maestra de Pescado Rabioso, una de las bandas fundamentales de la música argentina (no solo del rock), acaba de cumplir 50 años y recibe este bello tributo poético y literario. Porque Sclavo apunta al corazón de las canciones y no se preocupa tanto por los datos. Así describe ese objeto extraño que contenía la edición original y cuya forma irregular y única fue respetada por los sellos que lo publicaron, años después, en CD. “Desde la portada, Artaud era una flor rara. Algo de otro mundo que aparecía de una manera atípica y de pronto terminaba ahí sobre la mesa como un lagarto verde. Un disco que no entraba en ninguna batea de disquería, ni anaquel o discoteca privada, donde el resto de las portadas obedecían al mismo formato inalterable del cuadrado de 32 por 32 centímetros que aguardaban en su lugar para que les quitaras la funda en algún momento para ser escuchados. Pero Artaud no. No era eso, nunca lo fue. Desobedecía las reglas, desde ese formato atípico: un octógono irregular y puntiagudo que parecía un ovni, un animal desconocido que no se iría a quedar quieto en ninguna jaula”.
Como en Zurcidor, su primer libro en esta colección, dedicado a la placa de Eduardo Darnauchans, y como en su faceta plástica, su fantasía creativa resplandece en el papel: “Un disco que es una contraseña, la palabra mágica de Alí Babá, una llave para entrar al otro lado, un comodín que sacás cuando te quedan pocas cartas en la mano, el dado que te permite avanzar 10 casilleros, un regalo que llega y no sabías que lo estabas esperando muy así de tanto”.
Artaud es el tercer y último disco de Pescado Rabioso, una de las “bandas eternas” de Luis Alberto Spinetta, como el músico las llamaría en el epílogo de su vida. Pero, más allá del crédito al grupo, es considerado un disco solista, del cual Spinetta es factótum: “Todas las palabras y músicas de este disco, así como las guitarras acústicas y eléctricas, voz, maracas y platillos: Luis Alberto Spinetta”, reza la ficha técnica. Además, participan como invitados los músicos de Almendra, su primera banda. Sus nueve canciones trascendieron y suenan absolutamente fuera de tiempo y lugar: desde Todas las hojas son del viento a Las habladurías del mundo, la poesía y el sonido spinettianos se adhieren a los sentidos y los llenan, justamente, de sentido. Y Sclavo se entrega a la tarea de interpretar, reflexionar, filosofar y establecer relaciones estéticas con las grandes fuentes de inspiración de estas canciones. En su zigzagueante derrotero sensorial, el autor parte de estas canciones devenidas en standards de la música argentina (mucho, mucho, mucho más allá del rock) como Cementerio club, Superchería, Cantata de puentes amarillos y Bajan y cuenta, con alta factura poética, de dónde provienen. Así, el libro se sumerge en los intereses de aquel Spinetta de poco más de 20 años, especialmente en Vincent nan Gogh (sus pinturas y sus textos) y Antonin Artaud, el literato francés que fusionó todos los géneros en uno solo, inclasificable e influyente como pocos en las vanguardias de la primera mitad del siglo XX. Su fuerza gravitatoria en el Flaco era tan grande que el disco lleva su nombre.
Asimismo, la impronta visual del autor se traduce en un profundo análisis de la naturaleza pictórica de la portada, atravesada por varios tonos de verde. Pero lo que prevalece, y lo que vuelve encantadoras a estas 140 páginas, es el cariño de Sclavo por este disco clave del rock en español.
“Esa noche perdida de fines de los 80, en la que me disfracé de lo que tocaba ese día para pretender ser diferente, no tanto por ser diferente sino porque estaba de moda ser diferente, y me fui a La Barraca a ver a Galemire con una amiga que había conseguido entradas, sucedió algo en mí”. Así como Carolina Bello con Oktubre, de los Redondos, y José Arenas con Pasajeros permanentes, de Laura Canoura, la escritora uruguaya —radicada en Suecia— Lalo Barrubia, artista en el campo de la poesía, la narrativa y la performance, se vale de la ficción literaria para introducir a Jorge Galemire en esta colección. La protagonista de esta novela, ambientada en la agitada Montevideo de la segunda mitad de los años 80, encuentra en las canciones de Ferrocarriles un espejo que le devuelve imágenes que la retratan con precisión fotográfica. Como sucede con los personajes de Adiós Diomedes, de Leandro Delgado, en estas páginas vemos cómo el espíritu aperturista de aquella etapa se choca de frente con la desilusión de comprobar que la democracia no era la solución a todo y que la nueva libertad reconquistada y el consiguiente fin de una causa tan fuerte traían consigo una carga importante de oscuridad.
Ferrocarriles es el tercer disco solista del influyente pero poco conocido cantautor fallecido en 2015. Es el álbum más rockero de su carrera, en el que se consagra como guitarrista eléctrico y demuestra que su virtuosismo y su versatilidad como guitarrista están a la altura de su calidad como compositor y letrista.
“Se había hecho demasiado tarde para mí, la mascarita se me había roto. Desde algún lugar me vino una especie de llanto, de frustración, de tristeza. Y le dije que yo lo único que quería era escuchar el disco. No sé por qué dije eso. Supongo que, como no tenía palabras, ni lucidez ni osadía suficientes para entender, y menos para expresar mis propias desventuras, simplemente dejé que saliera cualquier cosa de mi boca para llenar el vacío por un instante más. ¿Qué disco?, dijo él un poco pasmado. El del otro día, el Ferrocarriles de Galemire. Todo bien, dijo, tratando de calmarme, no hay drama, te lo puedo prestar, subo a buscarlo y te lo llevás”, cuenta la protagonista.
La canción Lana Turner, que abría el lado B del LP, es un catalizador para la fusión entre ambos personajes: el de la actriz que relata la canción y el de esta montevideana que va a los tumbos entre el desamor y la desesperanza, rasgos que resuenan en canciones como Puedes oírme, Musa medusa, Perfume, Caballeros y la que da nombre al disco. En una trenza hilvanada con inteligencia y calidad narrativa, este disco que destila como pocos la influencia de The Police en la música uruguaya se va transformando en la banda sonora perfecta de la protagonista.