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El hidrógeno verde puede “enverdecer” la producción y el comercio del país
Para ser “competitivos” en la nueva industria Uruguay deberá tener una “antena tecnológica”, estar atento a los desarrollos y beneficios que el resto de los países ofrezcan para atraer inversiones, señala la coordinadora del Programa de Hidrógeno Verde del Ministerio de Industria (MIEM), María José González
María José González durante la presentación de la hoja de ruta del hidrógeno verde. Foto: Mauricio Zina / adhocFOTOS
La resistencia a pagar la bolsa de plástico para llevar las compras del súper, aunque se terminen cayendo los productos de las manos, habla de que los uruguayos son “un poco hijos del rigor” en los temas ambientales. Esa ley demuestra que a veces es preciso “apretar las clavijas”, pero también que es “efectiva” para “concientizar” en el uso de materiales reciclables en general. Si bien hay mayor “preocupación” que hace 10 años atrás por los temas de sostenibilidad entre pequeñas y grandes empresas, “más allá de la voluntad” que tengan los privados “hay un tema de costos. Porque ser más verde es más caro”, declaró a Búsqueda la coordinadora del Programa de Hidrógeno Verde del Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM), María José González, que también asesora a la Unidad Ambiental de esa cartera. Por eso, dijo, “en algunos momentos hay que setear bien las condiciones, dar tiempos y gradualidad” para que los cambios ocurran en determinado lapso y acompañar “para que el privado se vaya acomodando”.
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González señaló que los compromisos asumidos por Uruguay en materia de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero para el 2025, que se enmarcan en el Acuerdo de París, han sido “muy ambiciosos” porque están vinculados, por ejemplo, a un indicador general del país como el Producto Bruto Interno. “Uruguay se ha propuesto metas superambiciosas, se está trabajando para cumplirlas, no va a ser fácil. Porque algunos factores no dependen de nosotros. De hecho, con la (escasez de) lluvia queda demostrado que nuestra matriz eléctrica es muy verde, pero si no llueve empezamos a prender (centrales) térmicas. Tenemos viento, sol, biomasa, pero gran parte es hidráulica. (…) El sector ganadero también ha hecho bastantes mejoras en reducción de metano por kilo de carne”, apuntó. Y reconoció: “Nos queda camino por recorrer. Hay sectores que todavía no los hemos podido resolver del todo, como en residuos, un tema donde cuesta ver resultados más concretos y es parte de la sostenibilidad”.
En la misma línea, González destacó la posibilidad de desarrollar la industria del hidrógeno verde (H2V) en Uruguay. Consideró que ese recurso podría ser un nuevo commoditie a futuro y colaborar a “enverdecer” de la cadena productiva y comercial del país en general. Enfatizó a su vez que será relevante para los mercados demostrar que todo el proceso de la producción del H2V es “sostenible, no solo que su fuente de energía es renovable”. Explicó que ello abarca el transporte, las condiciones de trabajo de los operarios, el consumo de agua, etc., que hacen a la gestión económica, social y ambiental.
González participó el jueves 17 en el foro Movilidad sin emisiones: conocé quiénes lideran el cambio que organizó NewLab en el auditorio del Latu.
En ese ámbito habló sobre el proyecto piloto H24U —seleccionado por el fondo sectorial de hidrógeno verde que administra el MIEM y del que participan el Latu y la ANII— para el transporte de carga pesada que llevará a cabo un consorcio de empresas (Saceem y CIR) en Durazno y alcanzará a una flota de 17 vehículos forestales. Con esa inversión de US$ 43,5 millones (accederá a un subsidio de US$ 10 millones en 10 años) Uruguay apunta a iniciar el camino de descarbonizar el transporte de carga pesada, que es de los sectores que generan mayor nivel de emisiones de carbono.
Pero para participar de las metas de descarbonización a escala global para el 2050 la hoja de ruta definida por el gobierno hacia el 2040 identificó la exportación de combustibles sintéticos como el “nicho” y la oportunidad para Uruguay. “El hidrógeno es como una navaja suiza: después de que tenés la molécula del hidrógeno hacés de todo. Lo combinás con nitrógeno y hacés urea o fertilizante, lo podés usar en el sector industrial. (…) Tenemos un pool de opciones y un valor diferencial en el mercado internacional para los derivados del hidrógeno, especialmente para los combustibles sintéticos o renovables”, explicó González. Y añadió: “Allí (en los combustibles renovables) podemos ser más competitivos, y la gran ventaja es que podemos usar las instalaciones logísticas actuales, podemos exportarlos por el Puerto de Montevideo, usar las barcazas de Paysandú, el transporte de camiones, los sistemas de almacenamiento que tiene Ancap. (…) Para poder dar los primeros pasos y seguir el recorrido ya tenemos las condiciones”.
Antena tecnológica
Además de haber prácticamente descarbonizado la generación de electricidad durante la primera transformación energética —en los gobiernos del Frente Amplio—, la funcionaria del MIEM señaló como una ventaja competitiva la existencia de carbono biogénico cerca del recurso renovable, tal cual sucede en las plantas de celulosa, o en la de etanol de Alcoholes del Uruguay, en Paysandú.
Si bien los proyectos de inversión de mediana y gran escala que expresaron interés en producir hidrógeno verde y derivados aún están en etapas iniciales —como el de HIF Global— y de concretarse no se prevén que estén operativos antes de 2027 o 2028, González dijo que ello obliga a “acelerar el paso” para tener las condiciones. Apuntó también que para no perder la carrera en esta industria naciente y atraer los proyectos productivos será necesario “estar como con una antena tecnológica sobre los desarrollos que se vayan dando y a las condiciones que ofrezcan otros países”. Como ejemplo planteó que recientemente Estados Unidos aprobó una normativa que otorga beneficios para inversiones en energía renovable, incluyendo el hidrógeno, que prevé un “retorno de impuestos muy grande” para las empresas, lo que está “cambiando el ecosistema del negocio”. Y agregó: “Para ser competitivos, tenemos que estar atentos a lo que pasa afuera y buscar modelos más eficientes”.
González analizó que el 60% del costo del hidrógeno es energía renovable, por lo que la “buena disponibilidad de recursos de viento y sol es una pata (favorable), pero también hay otros elementos que tienen que aportar”. Se refirió al resto del costo operativo, la mano de obra, los de purificación del agua, el transporte, etc. “Hay costos que a veces nos cuestan y hay que buscar otra ecuación, incluso en la infraestructura que tengamos a futuro, hay que ser óptimos en el diseño de un sistema de hidrógeno (…), son cosas que hay que ir definiendo”, amplió.
Detalló que, dependiendo de la escala del proyecto y los costos actuales de energía y tecnología, producir un kilo de hidrógeno cuesta entre US$ 5 y US$ 10. Informó que se proyecta que así como el costo de las energías renovables ha bajado “enormemente” en la última década —un proceso que se prevé continuará—, al igual que los equipos y tecnologías vinculadas, Uruguay proyecta alcanzar al 2040 precios de entre US$ 1,2 y US$ 1,4 por kilo. “(Con) Cualquiera de esos valores seríamos competitivos”, dijo González, ya que Chile aspira a llegar a US$ 1 por kilo de hidrógeno, un valor “muy ambicioso”.
Sobre el modelo de producción del H2V, indicó que hasta el momento el país promueve la “inversión privada”, con las empresas públicas en el rol de proveer servicios de energía, almacenamiento, etc. Pero alegó que los entes energéticos también podrían producir hidrógeno. “Las dos empresas del Estado (UTE y Ancap) tienen buenas estructuras tanto para combustibles como para energía eléctrica. Eso es un valor. La lógica sería optimizar el uso compartido de un montón de cosas, ese es el modelo que hay que ir construyendo, y viendo cuáles son los costos de un esquema y del otro”, sostuvo.