La tecnología conocida con el nombre inteligencia artificial (IA) es la evolución de una disciplina que desde hace décadas se ubica en la intersección de las Matemáticas y las Ciencias de la Computación. A partir de ese cruce interdisciplinario se acuñó el término por parte de un grupo de investigadores universitarios de Estados Unidos, cuyo objetivo era desarrollar sistemas inteligentes a través de un software, imitando algunas capacidades de la inteligencia, del razonamiento y del comportamiento humano.
Sin embargo, la IA es un concepto que a veces “complica” o limita su comprensión, comentó a Búsqueda el presidente de Ceibal, Leandro Folgar, un apasionado y referente en Uruguay en esta materia. “Porque muchas personas ‘antropomorfizan’ el término y se imaginan una inteligencia humana, con conciencia, como una persona”, dijo el experto al puntualizar que “eso no es” IA.
“La inteligencia artificial es una tecnología más que utiliza diferentes mecanismos para desarrollar soluciones que se parecen a las habilidades humanas”, indicó Folgar. Como ejemplo de IA que ha generado mayor impacto últimamente en la educación, citó el caso de ChatGPT, un robot conversacional –chatbot– que mediante intercambios a través de textos o voz con un ser humano logra interacciones que son percibidas y comprendidas por las personas como lenguaje natural.
Consiste en el “avance más fuerte” que ha habido en el último tiempo y que ha vuelto a poner a la IA en todos los titulares, afirmó Folgar. No obstante, agregó, Noam Chomsky y otros reconocidos lingüistas habían anticipado la posibilidad de entender el lenguaje como estructuras probabilísticas y predictivas. En todo caso, ChatGPT utiliza una subárea de la IA y del aprendizaje automático para producir interacciones, de texto o de voz, que se parezcan a las producciones humanas.
En palabras de Folgar, se trata de “un modelo estadístico, probabilístico, generativo”, que “no solamente mira la probabilidad de que dos unidades de significado sucedan juntas, sino que le agrega otra tecnología que son las redes neuronales, y donde un humano entrena a un algoritmo para ver qué se parece más a lo que un humano respondería” ante una consulta determinada.
Como sea, cuando ChatGPT llegó a los titulares, en noviembre de 2022, Ceibal ya hacía dos años que enseñaba IA en escuelas uruguayas, y también había alumnos de primaria y secundaria desarrollando sus propios modelos de aprendizaje automático o de IA a través del programa de Pensamiento Computacional, destacó el titular de esa agencia de innovación educativa que emplea tecnologías digitales para mejorar los aprendizajes e impulsar procesos de innovación, inclusión y crecimiento personal.
En tanto, en el nuevo marco de transformación curricular que está creando la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), existe específicamente un espacio para Ciencias de la Computación y para Pensamiento Computacional en Educación Primaria y Secundaria.
Sobre esta reforma curricular, Folgar dijo no encontrarle sentido al hecho de contar con unidades disciplinares “demasiado segmentadas”, como una materia específica llamada Inteligencia Artificial. Pero sí entiende fundamental que esta área del conocimiento esté “insertada en el marco de una educación más generalista” dentro del espacio curricular.
Este especialista está convencido de que las innovaciones curriculares de este tipo tenderán a darse en períodos cada vez más cortos y que Uruguay está en condiciones de liderar en IA aplicada al ámbito educativo.
“Uruguay, sin duda, tiene la posibilidad de liderar en lo que tiene que ver con inteligencia artificial aplicada a la educación”, aseguró y enumeró motivos.
En primer lugar, dijo, “por tener una organización como Ceibal, que es una interfaz ideal entre el mundo tecnológico y el mundo educativo, con un montón de talento y estructuras específicas para poder implementar nuevas tecnologías de manera segura”. Además, siguió Folgar, el organismo cuenta con áreas específicas que trabajan en IA para la educación, tanto en formación docente como en desarrollo propio para poner a disposición herramientas digitales de utilidad. Y, por otra parte, remarcó que “Uruguay tiene una cantidad de profesionales con formación en IA per cápita mucho mayor que sus vecinos en toda América, excepto Estados Unidos”.
“Sin duda, Uruguay está en una posición de liderar la conversación sobre la inclusión de esta tecnología llamada inteligencia artificial en educación y a diferentes niveles”, insistió el experto.
Entre predicciones de ausentismo y plagios sofisticados
El titular de Ceibal también sostuvo que como cualquier tecnología, digital o analógica, la inteligencia artificial tiene beneficios y peligros, incluyendo “perjuicios evidentes”. En cuanto modelo tecnológico, la IA aporta grandes cantidades de información, una capacidad que al cerebro humano “se le complica mucho procesar” en términos de observar patrones entre cientos de miles de millones de datos. “Hoy el poder computacional, junto con estas tecnologías algorítmicas y estadísticas predictivas, permiten aprovechar enormes volúmenes de información que en educación tienen aplicaciones muy concretas”, dijo.
Una promesa es la posibilidad de analizar todas las interacciones que un alumno ha tenido con las plataformas educativas para enseñar y aprender matemática con inteligencia artificial, contó Folgar. Así se puede observar cómo se ha ido desempeñando cada estudiante en cada una de las áreas de una disciplina. Por lo que la IA “ofrece al sistema educativo retroalimentación de información en tiempo real”, lo que implica la personalización, “una gran promesa de la educación durante mucho tiempo, que hoy está limitada” entre los alumnos.
Hoy un docente a cargo de un grupo de 20 o 30 estudiantes que busque ofrecer feedback o “retroalimentación” apropiada a cada alumno con información personalizada en el momento adecuado se enfrenta a “una tarea titánica”, aseguró Folgar, consciente de que este es uno de los desafíos “más difíciles” con que lidian los educadores a diario. En cambio, la IA puede hacer eso “apalancada en el poder computacional electrónico”. Y también aplicar “tutorías inteligentes” para acompañar al estudiante en su proceso de aprendizaje, junto con “nuevos modelos de evaluación” dentro y fuera del aula.
En cambio, uno de los riesgos de la IA –que es de los primeros señalados por los profesionales de la educación–, es el de “un plagio más sofisticado” por parte del alumnado. “Pero estas son las mismas complicaciones del viejo problema del plagio”, avanzó Folgar, para explicar que antes se hacía de otras maneras: copiando y pegando información de internet sin ningún criterio, copiando trabajos de otros, o pidiendo a otra persona que hiciera el trabajo asignado al alumno.
“El dilema del plagio viene de larga data y es verdad que esto le agrega una capa más de complejidad. Pero a esta altura del siglo XXI, el riesgo del plagio por una producción de inteligencia artificial es fácilmente detectable”, comentó, y enseguida contó que de cualquier modo “hoy no tiene mucho sentido pedirle a un estudiante que busque y traiga información para que diga lo que piensa sobre un tema como tarea domiciliaria, sino que habrá que buscar otras alternativas”.
Otro de los “peligros”, dijo, tiene que ver con cómo se crean los algoritmos que toman las decisiones que dan los productos de inteligencia artificial. Como la IA se nutre de grandes volúmenes de información, “es clave ver cómo se han ido construyendo las bases de datos con la información de las sociedades a lo largo de la historia y cómo eso incide en las respuestas que ofrecen estos algoritmos”. Explicó que si esas bases son “imperfectas”, es posible que la IA “reproduzca o incluso amplifique sesgos erróneos”, y en tal sentido valoró oportuno y necesario “que la información proporcionada por la IA se empareje con la actividad humana dentro del aula”, tarea a cargo del docente.
La Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) planteó en un reciente informe que la IA puede predecir el ausentismo, así como el abandono temprano del sistema educativo. De ahí que también sirve para la inclusión y la “reducción de desigualdades” a través del seguimiento más particular de cada alumno, remarcó el titular de Ceibal.
A estos “comportamientos predictivos” que habilita a prever la IA se suman otros, como la predicción de situaciones de violencia en el entorno escolar y familiar de los estudiantes, subrayó Folgar.
Por otra parte, la IA “hace muy bien la llamada clusterización –categorización o agrupamiento de la información– y permite tomar datos de todas las interacciones con plataformas tecnológicas de los estudiantes para, por caso, identificar una dificultad de aprendizaje”, señaló. Esto es posible comparando situaciones “de manera totalmente anónima” para darles a su educador y a la familia la posibilidad de entender cómo el alumno aprende mejor.
De modo que –siempre según Folgar– la IA “promete un círculo virtuoso que puede generar un sistema único de colaboración para resolver problemas difíciles y de generar respuestas creativas para la propuesta educativa”. Y después habrá que decidir cuáles son las políticas centrales, las áreas a priorizar y cómo se desarrolla la regulación para la inclusión de estas tecnologías en la sociedad en general y en la educación en particular, cerró Folgar.