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El guardián de la mente: Rafael Yuste y la carrera por proteger los neuroderechos antes de que sea tarde

Ya existe tecnología capaz de leer y alterar pensamientos; durante su paso por el Parlamento uruguayo, el reconocido neurocientífico español advirtió sobre la necesidad de establecer leyes para proteger la mente humana, porque la tecnología para manipularla ya existe y avanza sin freno

Por un instante, la sala del anexo del Palacio Legislativo quedó desconcertada. El neurobiólogo español Rafael Yuste acababa de compartir una anécdota que dejó a los legisladores con una mezcla de asombro y preocupación. Como si estuviera reviviendo aquella noche de insomnio, Yuste relató cómo, hace una década, su equipo de investigación en la Universidad de Columbia logró algo que parecía sacado de la ciencia ficción: no solo decodificaron lo que un ratón estaba viendo, sino que manipularon su actividad cerebral para hacerle creer que veía imágenes que no existían en la realidad. “El ratón comenzó a comportarse como si realmente estuviera viendo esta imagen falsa. Lo manejábamos como una marioneta”, explicó Yuste, con un tono que mezclaba el orgullo científico con una profunda inquietud ética. “Fue mi momento Oppenheimer”, dijo, refiriéndose a la escena de la película ganadora del Oscar de 2023, en la que el físico contempla el poder devastador de la bomba que ayudó a crear. “Aquella noche no dormí”, confesó, estableciendo un paralelismo que resonó en toda la sala: “Lo que hoy hacemos en un ratón se podrá hacer mañana en un humano. A partir de ese día me empecé a involucrar en cuestiones de ética y de sociedad para regular la neurotecnología que nosotros mismos estamos fabricando, como le ocurrió a Robert Oppenheimer con la bomba atómica”.

En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados, Rafael Yuste, director del Centro de Neurotecnología de la Universidad de Columbia en Nueva York, se ha convertido en una voz de alarma. Su visita al Parlamento uruguayo no es casual. Este investigador madrileño de 62 años recorre el mundo con una misión que considera urgente: promover la protección legal de lo que él llama “neuroderechos”, un nuevo conjunto de derechos humanos diseñados para proteger la última frontera de la privacidad humana: nuestro cerebro.

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Rafael Yuste durante su intervención en la Comisión de Futuros para hablar sobre los neuroderechos

Rafael Yuste durante su intervención en la Comisión de Futuros para hablar sobre los neuroderechos

El cerebro: la última frontera

“El cerebro no es un órgano más del cuerpo, como pueden ser los riñones o el hígado”, explica Yuste con la pasión de quien ha dedicado su vida a desentrañar sus misterios. “Es el órgano que genera la mente humana”. Con sus 86.000 millones de neuronas interconectadas, el cerebro humano contiene una red “tres veces más grande en términos de conexiones que todo el internet de la Tierra“. De esta intrincada red emergen nuestros pensamientos, memorias, emociones, comportamientos, nuestra personalidad, conciencia e incluso el subconsciente.

Durante su intervención en Montevideo, Yuste utilizó una metáfora que se entendió fácilmente entre los presentes: el cerebro es como una pantalla de televisión gigante con 86.000 millones de píxeles. “Los neurobiólogos llevamos estudiándolo 100 años de uno en uno, registrando la actividad de una neurona en un animal o en una persona, intentando correlacionar la actividad de esta neurona con el comportamiento del animal o la patología de la persona“, explicó. “No es sorprendente que todavía no entendamos cómo funciona el cerebro porque, si solo pudieran ver una película de televisión mirando un píxel, por mucho que miren ese píxel nunca entenderíamos lo que ocurre”.

Este problema técnico fundamental es lo que Yuste y su equipo propusieron resolver cuando presentaron al presidente Barack Obama, en 2011, lo que se convertiría en el ambicioso proyecto Brain (Brain Research through Advancing Innovative Neurotechnologies, “investigación cerebral mediante el avance de neurotecnologías innovadoras”). La propuesta era desarrollar métodos para mapear y manipular la actividad cerebral a gran escala, con el objetivo de entender cómo funciona el cerebro y, eventualmente, intervenir para tratar enfermedades neurológicas.

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Abril de 2013, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, lanza la iniciativa para mapear la actividad cerebral, con el español Rafael Yuste, neurocientífico de la Universidad de Columbia, como uno de los padres del proyecto

Abril de 2013, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, lanza la iniciativa para mapear la actividad cerebral, con el español Rafael Yuste, neurocientífico de la Universidad de Columbia, como uno de los padres del proyecto

De la ciencia a la ética: el nacimiento de los neuroderechos

El proyecto Brain, lanzado oficialmente por Obama en 2013, cuenta actualmente con un presupuesto anual de 800 millones de dólares y la participación de más de 550 laboratorios en Estados Unidos y el mundo. Está previsto que continúe hasta 2030, y ya ha inspirado iniciativas similares en Europa, China, Japón, Corea del Sur, Australia e Israel.

Pero a medida que la neurotecnología avanza, Yuste ha ido tomando conciencia de los riesgos que conlleva. “La neurotecnología son los métodos para hacer dos cosas: para medir la actividad cerebral y para cambiarla, para alterarla”, advierte. “Pueden ser como cascos de electroencefalografía, gafas, pulseras, auriculares que de varias maneras registran la actividad cerebral o la alteran”. La capacidad de mapear y manipular la actividad cerebral plantea dilemas éticos sin precedentes.

“Estamos frente a un problema de derechos humanos”, afirma de manera categórica. “La neurotecnología puede utilizarse negativamente en detrimento de los derechos de las personas”. Esta preocupación llevó a Yuste a fundar en 2019 la NeuroRights Initiative (actualmente conocida como The NeuroRights Foundation), una propuesta académica que busca el reconocimiento universal de cinco nuevos derechos: la privacidad mental, que garantiza que nadie pueda acceder a nuestros pensamientos sin consentimiento; la identidad personal, para proteger el yo, la conciencia y la personalidad de alteraciones externas; el libre albedrío, lo que asegura que nuestras decisiones no sean manipuladas por tecnología; el acceso equitativo a la neuroaumentación, para que los beneficios del mejoramiento cognitivo no estén reservados únicamente a las élites, y la protección contra sesgos y discriminación neurológica, con el fin de evitar la implantación de prejuicios o contenidos discriminatorios en la mente. Hoy, la fundación busca establecer un marco de derechos humanos que guíe la política de la neurotecnología y proteja a las personas del posible mal uso o abuso de estas tecnologías.

La carrera tecnológica y sus implicaciones

La preocupación de Yuste no es infundada. La industria tecnológica, que inicialmente observaba estos avances desde la distancia, ha comenzado a invertir masivamente en el desarrollo de neurotecnologías, especialmente aquellas destinadas al consumidor. “Hay dos tipos de neurotecnología”, explica. “La implantable médica, que necesita un cirujano para meterla dentro del cerebro, y otra que es portátil, que se puede vender en Amazon libremente como electrónica del consumidor”, como los cascos, gafas, pulseras, auriculares mencionados anteriormente.

El objetivo de muchas compañías tecnológicas, según Yuste, es reemplazar los teléfonos inteligentes por dispositivos que nos conecten directamente del cerebro a internet. “Si esto lo hacemos directamente desde el cerebro, no tenemos que utilizar ni los ojos ni los dedos y será mucho más eficiente, con grandes oportunidades económicas”, señala.

Pero esta eficiencia implica un costo potencial significativo. “La neurotecnología, al penetrar en el núcleo de nuestra actividad mental, elude todos los filtros naturales de nuestro cuerpo”, advierte Yuste. “No habrá forma de escapar. Las tecnologías son neutras; se pueden utilizar para bien o para mal”.

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Uruguay podría sumarse a la legislación de los neuroderechos si logra avanzar en el proyecto de ley propuesto por el diputado Rodrigo Goñi

Uruguay podría sumarse a la legislación de los neuroderechos si logra avanzar en el proyecto de ley propuesto por el diputado Rodrigo Goñi

Uruguay: un nuevo frente en la batalla por los neuroderechos

La visita de Yuste a la Comisión de Futuros del Parlamento uruguayo formó parte de su estrategia global para promover la protección legal de los neuroderechos. Durante su intervención, explicó que fue invitado a participar en el cierre del IV Congreso Nacional de Biociencias y las XXI Jornadas de Neurociencias del Uruguay y aprovechó la oportunidad para reunirse con los legisladores por invitación del diputado Rodrigo Goñi.

“Hay un proyecto presentado que se ha comunicado a todas las bancadas”, propuesto por primera vez en 2024, explicó Goñi. “La idea es poder firmarlo en su aprobación por todos los partidos. Es un proyecto muy sencillo que establece que los datos neuronales tengan el régimen de los datos sensibles para un tratamiento especial y de mayor protección”.

La iniciativa propone una modificación al artículo 4° de la Ley 18.331, de Protección de Datos Personales. En concreto, el proyecto plantea incluir expresamente en la definición de “datos sensibles” toda información vinculada con la actividad cerebral y neuronal de los ciudadanos. “Estos datos se refieren a información relativa al fuero interno de las personas, es decir, que identifica los sentimientos, la personalidad, las creencias y pensamientos de orden privado de las personas. Se trata de partes del ser que se revelan exclusivamente de forma particular e individual, y rara vez son objeto de tratamiento público”, y cuyo tratamiento debe ser regulado, argumentó Goñi en la exposición de motivos que acompaña el proyecto.

Uruguay podría así unirse a Chile, que en 2021 se convirtió en el primer país del mundo en incluir una enmienda para proteger la actividad cerebral en su Constitución, estableciendo que cualquier desarrollo científico y tecnológico debe llevarse a cabo “con respeto a la vida y la integridad física y psíquica de las personas”. Más recientemente, el estado brasileño de Río Grande del Sur y los estados estadounidenses de Montana, Colorado y California han adoptado medidas similares.

La inclusión de la actividad cerebral responde al auge de dispositivos capaces de monitorear, interpretar e incluso modificar la actividad neuronal mediante sensores, algoritmos y técnicas de inteligencia artificial.

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Los AirPods del futuro: auriculares con sensores capaces de leer la actividad neuronal

Los AirPods del futuro: auriculares con sensores capaces de leer la actividad neuronal

Apple, Meta y la neuroaumentación

Algunas de las grandes empresas tecnológicas ya están desarrollando innovaciones que hoy podrían parecer sacadas de la ciencia ficción. La compañía Apple fabrica unos auriculares con sensores capaces de leer la actividad neuronal a través del canal auditivo, apuntando especialmente a la región del cerebro encargada del lenguaje. Su objetivo es descifrar pensamientos hablados internamente y convertirlos en comandos. Según Yuste, esto permitirá a los usuarios “pensar” instrucciones que los dispositivos ejecuten sin necesidad de hablar o tocar una pantalla.

Por su parte, Meta —la empresa de Mark Zuckerberg— ha invertido sumas millonarias en una pulsera que registra la actividad eléctrica de los nervios de la muñeca. Con inteligencia artificial, estos datos pueden interpretarse como órdenes del cerebro, permitiendo que un simple movimiento intencional —o incluso su intención no ejecutada— se traduzca en una acción digital. El dispositivo, dijo Yuste, fue creado por un antiguo alumno suyo y comprado por Meta por mil millones de dólares. Lo inquietante no es solo su sofisticación, sino su camuflaje: parece una pulsera deportiva, pero es, en esencia, un lector de impulsos mentales.

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Rafael Yuste habla en el anexo del Palacio Legislativo invitado por la Comisión de Futuros

Todo esto lleva a una pregunta crucial: ¿quién controla esa información? ¿Quién puede garantizar que esos datos no serán usados para manipular, predecir o alterar el comportamiento humano?

Para Yuste, la única respuesta viable es legal. No se trata, dijo, de frenar la ciencia. Se trata de establecer límites claros antes de que sea demasiado tarde.

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La neuroaumentación y sus implicaciones: Yuste lo considera una evolución “inevitable”

Uno de los aspectos más controvertidos de esta revolución es la posibilidad de la neuroaumentación. Así como utilizamos lentes para mejorar nuestra visión, en el futuro podríamos emplear tecnología para razonar más rápido, memorizar con mayor eficacia y tomar decisiones más acertadas. Yuste lo considera una evolución “inevitable”: la mente aumentada será parte de la humanidad en las próximas décadas. Sin embargo, advierte sobre el riesgo de desigualdad; si solo los sectores con mayores recursos tienen acceso a estas mejoras, se creará una brecha cognitiva sin precedentes. Por ello, enfatiza la necesidad de establecer marcos legales que aseguren que este avance sea “accesible de manera equitativa”, sin depender de la riqueza o los recursos de las personas. Además, subraya la importancia de proteger a los individuos de “sesgos y discriminación” que puedan surgir de estas tecnologías.

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El enigma de la esquizofrenia

Yuste, uno de los neurocientíficos más influyentes del mundo, dedicó parte de su exposición al desafío que representa la esquizofrenia, una enfermedad que “afecta al 1% de la población global de forma severa y a otro 10% con síntomas más leves”. Explicó cómo esta condición se manifiesta en dos vertientes opuestas: por un lado, el aislamiento y la desconexión emocional; por otro, las alucinaciones y delirios que crean realidades alternativas.

El problema actual, según Yuste, es que los tratamientos solo alivian síntomas sin abordar la raíz del problema. Aquí es donde entra su investigación pionera. Al implantar alucinaciones controladas en ratones mediante luz láser, su equipo de la Universidad de Columbia descubrió que el problema no está en neuronas individuales, sino en patrones de actividad colectiva defectuosos.

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El enigma de la esquizofrenia: Rafael Yuste explica en el Parlamento las investigaciones que está realizando

El protocolo es claro: primero demostrar su eficacia en animales, luego transferirlo inmediatamente a ensayos clínicos. Un enfoque similar se aplica al alzhéimer, donde otra investigadora del equipo busca reforzar memorias debilitadas mediante estimulación neuronal precisa. Pero Yuste advierte que este camino requiere paciencia y método. “Es como construir una casa”, comparó. Los cimientos son el desarrollo de la tecnología, el primer piso es entender el cerebro, el segundo consiste en descifrar enfermedades específicas, y solo entonces se llega al tejado: las curas definitivas. “Este proceso necesita generaciones de trabajo colaborativo”, subrayó.

El científico hizo un llamado a apoyar las investigaciones, destacando que incluso Uruguay puede participar en esta red global. “La solución para la esquizofrenia y otras enfermedades mentales está en la ciencia rigurosa, pero debemos construirla paso a paso”, concluyó.

Embed - THEATER OF THOUGHT | Official Trailer

Un legado cinematográfico

La preocupación de Yuste por el impacto de la neurotecnología en el futuro de la humanidad no se ha quedado solo en los laboratorios o en los parlamentos: también llegó al cine.

En el documental Theatre of Thought (El teatro del pensamiento, 2022), el reconocido director Werner Herzog acompaña al neurobiólogo español en un viaje por los dilemas éticos y científicos que plantea la posibilidad de leer o modificar la actividad del cerebro.

A través de entrevistas y visitas a centros de investigación, la película ayuda a entender por qué estos avances despiertan tanto entusiasmo como preocupación.

Al terminar su exposición en el Palacio Legislativo, Yuste dejó claro que, al igual que los físicos nucleares como Oppenheimer, quienes primero alertaron sobre la necesidad de regular la tecnología nuclear, los neurocientíficos tienen ahora la responsabilidad de guiar el desarrollo ético de la neurotecnología. La conexión entre ambos momentos históricos se hace patente todos los días para Yuste: la ventana de su oficina en Columbia da precisamente al edificio donde se creó el proyecto Manhattan, el programa que condujo al lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. “Crucemos los dedos”, dice, con la esperanza de que la humanidad pueda aprovechar los beneficios de estas tecnologías revolucionarias mientras protege lo que nos hace humanos... nuestras mentes.