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La industria tecnológica uruguaya cerró 2024 con cifras que, a primera vista, confirman su consolidación como uno de los sectores más dinámicos de la economía. La facturación total alcanzó US$ 3.681 millones —equivalentes al 4,5% del Producto Interno Bruto (PIB)— y el nivel de actividad volvió a expandirse un 9% interanual, como en el año previo, según relevó la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información (CUTI) y publicó días atrás.
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Pero detrás de esa foto aparece un fenómeno que inquieta a parte del sector y que el propio presidente de esa gremial empresarial, Amílcar Perea, viene señalando con insistencia: Uruguay está en una zona de competitividad delicada, en un momento en el que el crecimiento se volvió más desigual.
Los datos del informe del 2024 lo ilustran. Un puñado de grandes empresas —apenas 22— concentró el 81,2% de toda la facturación del sector, con ingresos promedio superiores a US$ 135 millones por compañía. Esas firmas generaron casi US$ 3.000 millones de las ventas totales, una proporción que no aparecía con esa magnitud en informes anteriores y que confirma la consolidación de una “liga mayor” que absorbe casi todo el dinamismo.
El contraste con la capa media es notable. Las empresas que facturan entre US$ 1 millón y US$ 5 millones —el segmento históricamente más ligado a la exportación de servicios profesionales— retrocedieron 11% en ventas en 2024. Es el único tramo con caída. Su pérdida de impulso es especialmente relevante, porque suele ser el segmento que crece cuando el país gana competitividad externa, y se estanca cuando el costo país empieza a jugar en contra.
Perea viene describiendo este cambio como una señal de alerta. “Nuestros costos medidos en euros son iguales que los que tenemos en Alemania. Entonces es muy difícil competir así. (…) Si a estas empresas les sale lo mismo contratar una persona o un equipo en Europa o en Estados Unidos, o no hacen la inversión en Uruguay o frenan la inversión en Uruguay”, señaló el lunes 8 en radio Universal.
El impacto de estar “caros”
El informe de la CUTI ayuda a contextualizar estas afirmaciones. El 63% de la facturación del sector depende del mercado internacional, y, dentro de él, Estados Unidos absorbe el 78% de las exportaciones uruguayas de software. Es decir: Uruguay compite en un mercado ultracompetitivo con costos cercanos a los europeos —según Perea— y con un tipo de cambio que se apreció durante largos períodos. En ese escenario, las empresas medianas —menos diversificadas, más dependientes de contratos específicos y con menor espalda financiera— son las primeras en padecerlo.
Mientras las grandes empresas crecieron 10% —explicando casi todo el aumento de facturación del sector del 2024—, las pequeñas tuvieron variaciones positivas pero marginales en impacto general. La pérdida del tramo medio achica la base competitiva, reduce la diversidad del ecosistema y hace que el crecimiento dependa cada vez más de un número reducido de jugadores.
En ese contexto, la reciente decisión de la multinacional estadounidense UKG de retirarse de Uruguay se interpretó en el sector como un síntoma, no como un caso aislado. La empresa, que produce software para gestión de recursos humanos, había anunciado nuevas contrataciones y expansión apenas días antes de comunicar el cierre. Para muchos, eso demuestra que, en decisiones corporativas globales, Uruguay entra en la categoría de “locación prescindible” cuando los costos dejan de justificar la operación.
“Yo diría que en este momento estamos como toda inflexión en una curva a la baja”, dijo Perea, en referencia a la combinación de la coyuntura global y la caída del dólar.
Menos contrataciones
El empleo tecnológico también muestra señales que dialogan con este diagnóstico. En 2024, el sector TIC en Uruguay ocupó a 20.500 personas, apenas un leve aumento respecto al año previo, según el informe de la gremial empresarial. El dato contrasta con la década anterior, cuando cada salto en ventas generaba un aumento neto de puestos calificados.
Hoy, la expansión se da con menos contratación. Hay varias razones: automatización y adopción de inteligencia artificial, que reduce tareas operativas. Externalización hacia países más baratos en ciertas funciones. Y mayor eficiencia en empresas grandes, que concentran crecimiento sin expandir plantillas al mismo ritmo.
La estabilidad del empleo —frente a un aumento de facturación del 9%— es otro indicio de que la estructura del sector se está transformando en dirección a menos empresa mediana, más escala grande y más productividad por trabajador.