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    Vidas saladas y el tabú de cuánto ganamos

    Los salarios son el sustento principal de la mayoría de nuestros hogares; ¿en cuánto rondan el promedio y los extremos?, ¿qué tanta dispersión tienen los sueldos en Uruguay en comparación con otros países?

    En mi familia más amplia —hermanos, sobrinos, tíos— se conversa de todo un poco, pero rara vez de plata, salvo que sea imprescindible. Pasa algo parecido, en general, con amigos y en el entorno laboral. Los salarios, en particular, son un tema tabú; es más probable que nos confesemos una enfermedad venérea que decir cuánto ganamos.

    Sin embargo, en parte porque desde hace algunos años se incorporó a la agenda sindical y de la izquierda, sabemos que una parte importante de la población cobra sueldos que son muy bajos para poder vivir decorosamente (y, más recientemente, se instaló el asunto del impuesto al 1% más rico sobre el cual escribí en esta anterior entrega). ¿Cuánto conocemos sobre los demás niveles salariales? ¿Qué tan desigual es la paga según ramas de actividad, en el sector público y el privado, o por departamentos? ¿Cómo estamos en una comparación internacional?

    Soy Ismael Grau, un asalariado editor de Economía en Búsqueda y autor de esta newsletter, Detrás de los números.

    Promedios y “sumergidos”

    En economía, la definición convencional dice que el salario es “el precio que el mercado le asigna al trabajo como factor de producción”, lo cual, en teoría, está relacionado con el valor económico creado por la persona en función de su capacitación y habilidades para manejar las complejidades y responsabilidades del puesto. El término viene del latín salarium y de su uso en la antigua Roma; denominaba los paquetes de sal con los cuales se remuneraba a los encargados de custodiar el trasiego de ese producto, valioso entonces para conservar alimentos.

    En el Uruguay actual, con dinero en lugar de sal, la gran mayoría de los ocupados somos asalariados, ya sea contratados por un privado o como empleados del Estado (hay unos cuantos más que le facturan a su empleador, aunque en los hechos tienen una relación de dependencia, y otros que trabajan para plataformas, ambos fenómenos de “desalarización”).

    Algunos datos nos aproximan a cuánto es actualmente un sueldo medio mensual.

    Para esta newsletter, mediante la ley de acceso a la información al Banco de Previsión Social le pedí datos de los salarios promedio por categoría ocupacional de los últimos años. Me contestó que carece de esa estadística y solo me dio cifras por “tipo de aportación” (sus “cajas”): en 2024 era de $ 53.626 mensuales para los trabajadores dependientes que hacían aportes jubilatorios por “industria y comercio”, de $ 76.155 por “civil” (sector público), $ 37.499 “rural”, $ 35.840 “construcción” y $ 14.771 “servicio doméstico”. Son, está claro, empleos formales, es decir, inscriptos en la seguridad social.

    Un visualizador de datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) disponible en su web muestra que el ingreso por trabajo formal era de $ 59.859 nominales a escala nacional, en promedio, en junio de 2024. Aunque no es información muy actual ni corresponde estrictamente a un único salario (porque acumula lo que, eventualmente, se percibe por más de un empleo), esta herramienta permite comparar por departamentos: Montevideo, sin sorpresas, es donde los trabajadores ganan más ($ 67.673 en promedio), unos $ 10.000 por encima de los ingresos en Canelones ($ 57.126), el que le sigue, y lejos de los $ 48.236 de Treinta y Tres, donde peor se paga en todo el país.

    Por su lado, usando datos de encuestas del INE, el Instituto Cuesta Duarte del PIT-CNT calcula cuántas personas perciben un salario “sumergido” (un umbral arbitrario para referirse a un monto que puede considerarse bajo o insuficiente frente al costo de vida). Con valores expresados a precios de noviembre de 2022 para quitar el efecto de la inflación desde ese entonces, define como “sumergido” un salario líquido —“en la mano”— que sea inferior a $ 25.000 mensuales, equivalente a $ 27.650 a fines de 2024, suponiendo que la persona trabaja 40 horas semanales.

    Según el último de esos estudios, publicado en agosto, en 2024 había 1.177.000 ocupados que trabajaban como dependientes, de los cuales 51.000 percibían menos de $ 15.000 al mes, y otros 242.000 cobraban entre ese monto y hasta $ 25.000. Estos 293.000 trabajadores con sueldos “sumergidos” son la cuarta parte del total de los asalariados.

    De estos asalariados, que denomina “veinticincomilpesistas”, 145.000 son mujeres, 111.000 tienen entre 25 y 39 años, 74.000 trabajan “en negro”, 192.000 viven en el interior, y 281.000 están empleados en el sector privado y en ramas como el comercio (75.000), el servicio doméstico (39.000) y vinculadas al agro (32.000). La paga baja lleva a que 61.000 sean pobres, porque sus ingresos —salariales y otros— no les dan para adquirir una canasta básica de bienes y servicios.

    Algunos empresarios admiten que hay un sector de empleados que gana poco, pero entienden que en la discusión debería tenerse en cuenta otros componentes que forman parte de la remuneración de los trabajadores, como los aguinaldos, el salario vacacional, la antigüedad y en algunos casos el presentismo, además de los aportes patronales a la seguridad social (lo que eleva a 40% o más el costo adicional por trabajador para el empleador).

    Los más “salados”

    Los informes del instituto del PIT-CNT establecen las dos franjas de salarios bajos que mencioné y también otras tres para los superiores, con un corte para los más altos que agrupa en “más de $ 50.000”.

    Para esta entrega de la newsletter, a los economistas del Cuesta Duarte les pedí datos desagregados sobre ese grupo de asalariados mejor remunerados. En 2024 eran 331.276 trabajadores, casi sin diferencias en cantidad por sexo, cerca de la mitad con edades de entre 40 y 55 años, la mayoría empleados en el sector privado y de Montevideo, y predominantemente empleados en ramas como la enseñanza, “otros servicios” y la salud.

    Cobrar $ 125.000 ubica a un asalariado como parte del 10% de las personas mejor remuneradas dentro de este grupo de “más de $ 50.000”. Los técnicos me señalaron que esta “cola alta” de la distribución tiene una gran variación y que, partiendo del piso de los $ 50.000, con solo $ 8.000 el trabajador pasa al segundo cuartil (queda entre el 25% y el 50% al ordenar a estas personas por su ingreso laboral), pero después precisa $ 10.000 para avanzar al siguiente y $ 20.000 para entrar al 10% más alto.

    En la salud, un reciente informe ministerial que analizó los planteles de las mutualistas y los institutos médicos de alta especialización identificó a 515 personas con una remuneración mensual de al menos $ 680.000, la mayor parte del sector anestésico-quirúrgico. En este link podés leer la síntesis en Búsqueda.

    Los profesionales que ocupan cargos gerenciales en sectores de tecnología, farmacéutica, logística y abastecimiento, y en finanzas, cobran paquetes que incluyen salarios mensuales de entre US$ 7.000 y US$ 8.000, según datos de la consultora Glue Executive Search citados en marzo por la edición local de la revista Forbes.

    Pero, hasta donde fue posible averiguar, los sueldos más altos en Uruguay son los de algunos futbolistas destacados o técnicos. Las cifras, sin comparación con ninguno de los anteriores ni los que mencionaré más adelante, responden a que hay detrás negocios millonarios con escala global y a carreras que, dentro de la cancha, acaban antes de que estos trabajadores del deporte lleguen a los 40 años. Leo Fernández cobra unos US$ 100.000 en Peñarol y el salario de Nicolás Diente López ronda los US$ 80.000 en Nacional. Sí, al mes.

    Según información de prensa, el contrato con la Asociación Uruguaya de Fútbol del argentino Marcelo Bielsa y su equipo de colaboradores hasta después del Mundial del 2026 ronda los US$ 4 millones anuales.

    El empleo público

    En el ámbito estatal, el sueldo más alto es el del mandatario. Yamandú Orsi cobra $ 571.196 mensuales “en la mano”.

    Este junio, el salario mensual promedio por todo concepto en la órbita de la Presidencia de la República y los ministerios rondaba los $ 70.900 nominales, aunque con brechas relativamente amplias —de más de $ 40.000— dentro de los escalafones de estos incisos. Eso deriva principalmente de compensaciones que a veces solo se explican por la fuerza sindical y rompen con el concepto de a igual función, igual remuneración, lo que provoca injusticias e ineficiencias en la gestión de personal en el Estado, como señalé en esta nota en Búsqueda.

    En las empresas públicas también hay situaciones en apariencia incoherentes.

    Por ejemplo, quien presidió el Banco República —el conglomerado financiero más grande del país— durante el gobierno pasado ganaba unos $ 250.000 mensuales. “El sacrificio económico familiar ha sido muy grande y es algo que puede hacerse temporalmente, porque es un desahorro muy significativo. Está muy mal”, me comentó en esta entrevista que le hice para Búsqueda.

    Otro caso. El presidente del Banco Central —que tiene entre sus cometidos principales mantener baja la inflación, para que los ingresos de todos no pierdan poder de compra— cobra actualmente $ 354.589 nominales al mes, incluyendo “gastos de representación” y otras dos partidas. En un reciente evento señaló que 140 funcionarios del organismo ganan más que él, sin que nadie le pudiera explicar por qué.

    Dispersión salarial

    ¿Qué tan significativas son nuestras diferencias salariales —su dispersión— respecto a otros países?

    Según el “Informe mundial sobre salarios 2024-2025” de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), entre los países de ingresos altos, Uruguay es el cuarto —después de Estonia, Estados Unidos y Países Bajos— con mayor proporción de trabajadores asalariados con remuneración baja.

    Ese mismo estudio presenta otra comparación interesante: cuánto más cobra una persona situada en el extremo superior del noveno decil de la distribución (que en la gráfica se indica como “D9”) en comparación con un asalariado que está en el extremo superior del primer decil (“D1”). En Uruguay, esa relación es de 4,5, de las máximas entre el grupo de economías de ingresos elevados.

    Informe Mundial sobre Salarios 2024-2025 OIT

    La OIT afirma que, en países como el nuestro, la dispersión salarial no es tanta como en economías con menor desarrollo relativo, aunque “la desigualdad salarial es un factor determinante de la desigualdad general de ingresos”.

    Sobre por qué hablamos poco de cuánto ganamos, tengo más preguntas que respuestas. ¿Por discreción?, ¿para no exponer posibles injusticias salariales?, ¿por seguridad?, ¿para que no nos pidan prestado?

    Desde la perspectiva relativamente cómoda pero sin lujos que me da mi sueldo de periodista —varios miles de pesos por encima del promedio nacional y varios miles por debajo de los seis dígitos, dicho así para no romper con nuestros tabúes—, las vidas de una sumergida doméstica, la de un especialista clave en una sala de operaciones y, mucho más, la de un profesional de la pelota quedan fuera del alcance de mi imaginación.

    Antes de despedirme hasta dentro de dos semanas, te recomiendo de Búsqueda esta columna de Fernando Santullo en la que opina acerca del debate de la “uruguayez” de la maratonista Julia y las migraciones.

    Si querés escribirme comentarios, críticas o sugerencias, podés hacerlo a este mail: [email protected].