Hay quienes sacan provecho personal del Estado, ya sean corruptos, acomodados, holgazanes, evasores y un largo etcétera. También hay ventajeros entre nuestro empresariado —con algunos casos de estafa mugiendo por estos días—, en el sindicalismo y hasta en el mundo del deporte. Los “vivos” están —¿estamos?— en todos lados, muchas veces con acciones banales y otras no tanto.
El país de los vivos: un enfoque económico es un ensayo presentado en 1991 por Martín Rama, que, por suerte, se mantiene vigente entre las nuevas generaciones como material de estudio de varias facultades. Es un análisis hilvanado con referencias tangueras sobre un conjunto de factores que, planteaba él, habrían explicado décadas de estancamiento en el siglo pasado que “dejaron atrás” a Uruguay.
El elemento común de las conductas que Rama identificaba como la “viveza criolla” era la posibilidad de que un compromiso asumido explícita o implícitamente sea violado, lo cual está asociado al concepto conocido en economía como riesgo moral.
En sus ejemplos, ese tipo de compromiso es violentado por los gobernantes al incumplir el mandato de sus electores. Por los empleados públicos, cuando no hacen el esfuerzo que se espera de ellos (un tema al que aludí en la anterior edición de la newsletter). Por las empresas, al no pagar sus deudas o al desvirtuar el objetivo de las normas promoviendo rentas artificiales a favor suyo. Ese compromiso también es atropellado por las personas que se benefician de los bienes públicos sin contribuir a su financiamiento y por aquellas que no respetan el orden de llegada en una cola.
Rama, que después hizo carrera y ganó reconocimiento internacional trabajando para el Banco Mundial en Washington y en países asiáticos, preguntaba: “¿Qué evidencia hay de que el riesgo moral sea mayor en Uruguay que en otros países?”. Y admitía que era difícil dar una respuesta rigurosa.
Una reciente tesis hecha por un uruguayo para doctorarse en Economía por la Universidad de Kyoto explora en tiempo presente esa cuestión.
Negocios criollos
En un artículo publicado hace unos 60 años en el Journal of Interamerican Studies en el que se hablaba del Uruguay como la “Suiza” o la “utopía” de América que estaba incubando una crisis, Herman E. Daly ya señalaba como una “costumbre muy extendida” en el país la “viveza criolla”, un eufemismo para actos de astucia deshonesta. Lo cita Alex Sandes en esa tesis, titulada, en mi traducción, La influencia de la viveza en el entorno empresarial latinoamericano: explorando y mapeando un constructo psicológico regional.
¿Tratar de ser “vivo” —malandro para los brasileños, pillo para los cubanos o tigre para los dominicanos— en vez de “gil” —o nabo, como llamó el periodista Tomás Linn a quien los argentinos le dicen boludo, los peruanos monse y los ecuatorianos palomo— es una característica exclusiva de los uruguayos?
Basado en entrevistas a 45 latinos de distintos países residentes en Japón, donde él estaba estudiando, Sandes lo señala como algo más bien extendido y culturalmente arraigado en la región. El 91% piensa que la viveza influye “significativamente” en las transacciones comerciales en América Latina.
Los negocios involucran dinero, que es de lo más deseado por los “vivos”. Sin embargo, el 41% de quienes participaron de su investigación cree que las avivadas pueden verse en diversas situaciones, sin necesariamente que haya plata de por medio.
Según ese trabajo académico, la institucionalización de la actitud de “viveza” llega a tal punto que comportamientos percibidos como poco éticos en otras regiones se consideran estándares comunes para hacer negocios para los latinos. Y señala que estas prácticas poco éticas refuerzan la desconfianza en el entorno y llevan, por ejemplo, a dudar de la calidad de los productos y a que los latinos no nos sorprendemos cuando los servicios no funcionan correctamente o las mercaderías no cumplen con los estándares de calidad.
Sandes plantea otras consecuencias negativas de este entorno, que pueden ir permeando en la sociedad de distintas formas. Al momento de reclutar trabajadores, es probable que las empresas busquen la personalidad asertiva y carismática de los “vivos” como ventaja competitiva, ya sea para desenvolverse en los complejos procesos burocráticos de nuestros países, para atraer clientes o para negociar acuerdos. Algunos de los entrevistados para su tesis piensan que, en América Latina, las habilidades del “vivo” son necesarias para escalar a los puestos altos.
La tesis también advierte que contratar personas de ese perfil puede llevar a que su comportamiento egoísta tense las relaciones dentro de los equipos o ponga a los jefes en la dicotomía entre castigar al “vivo” por su comportamiento (arriesgando sus habilidades deseables) y no castigarlo por las prácticas poco éticas (legitimándolas ante los demás empleados).
La confianza
Las avivadas, cuando salen a luz, hacen mella en la confianza en los otros o en las instituciones. ¿Qué tan desconfiados somos? ¿Más o menos que antes?
Equipos Consultores midió esto en el marco del Estudio Mundial de Valores (World Values Survey) para Uruguay, basado en encuestas en 1.000 hogares realizadas en 2022, y presentado el año pasado.
La consultora afirma que la confianza interpersonal “es uno de los rasgos culturales más vinculados a procesos de desarrollo social, político y económico de los países” y, desde esa perspectiva, su evolución entre los uruguayos “no trae buenas noticias”: los que piensan que “se puede confiar en la mayoría de las personas” son solo 14%, igual porcentaje que en la edición anterior del estudio (2011), aunque aumentaron en ocho puntos, a 85%, los que creen que “no se puede ser tan confiado” en la gente (casi se extinguieron las respuestas de “no sabe”). En 1996, el primer año del estudio, los más confiados eran un 22%.
Respecto de las instituciones, la mayoría de los uruguayos dice confiar en “la Policía”, “el Poder Judicial”, “el gobierno” y las “Fuerzas Armadas”, pero son minoría los que lo hacen en “el Parlamento”, “la Iglesia”, “la prensa”, “los partidos políticos” y “los sindicatos”.
Son datos para prestarles atención.
Esta vez, mi recomendación de lectura de Búsqueda no es de la edición más reciente, sino una serie de artículos de Rama que publicamos en 2024, con propuestas para que el nuevo gobierno rompiera con el “quietismo” que nos hace un país de “medio pelo” en términos de desarrollo. Por si te interesa, también te dejo el enlace al video del evento en el que él, el hoy ministro de Economía, Gabriel Oddone, y el exdirector de la OPP Isaac Alfie comentaron esos planteos.
Ya sabés que tenemos una vía de comunicación abierta a través de mi mail [email protected], a donde podés hacer comentarios, críticas o sugerencias. Si querés, también podés contarme tus “avivadas” o “giladas” y, sin mencionar nombres, quizás escriba algo más sobre este aspecto de nuestra uruguayez en otra newsletter.
¡Saludos!