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Micrología de la libertad: el acceso a la información pública como antídoto contra la asimetría del poder político en Argentina
La organización argentina Poder Ciudadano, que cumplió 35 años en estos días, defiende la transparencia de los actos públicos y una mayor participación de la ciudadanía en el día a día
Juan Carlos Gené fue un excepcional dramaturgo, actor y director de teatro argentino. Entre tantos cargos, dirigió el Teatro San Martín, el más emblemático e influyente del país. Siempre decía que si uno no puede ver nada bueno en una obra teatral, por más mala que sea, seguro el problema es del espectador porque siempre hay algo para rescatar, y además consideraba que cualquier crítica debía comenzar justamente evidenciando lo positivo de la obra y recién después marcar lo negativo o, más simplemente, lo que no gustó.
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En política y economía (y, ya que estamos, también en fútbol) es algo que como sociedad deberíamos poner en práctica, sobre todo en tiempos de enojos profundos, de exabruptos sin contenido pensados para likes, de chicanas que exacerban el sabor de la venganza. No es inherente a este gobierno, ya que a lo largo del segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner fue también lo habitual. Lo único que ha cambiado son los actores (a escala nacional y mundial) y el léxico. El resto simplemente responde a una evolución tecnológica donde soporte, estética y lenguaje han sufrido una transformación inimaginable.
Existe una responsabilidad muy grande en todos los que por distintos motivos pueden influir sobre el pensamiento de sectores de la sociedad, principalmente comunicadores, periodistas, empresarios, sindicalistas, dirigentes sociales, deportistas, influencers, profesores, instituciones y por supuesto políticos, sobre todo quienes forman parte de la coalición gobernante. Nunca en la historia con tan pocos caracteres se puede provocar tanto daño. Por eso vale la pena recordar el concepto de Gené, al cual cabe agregarle uno más, esta vez destinado más que nada al periodismo y a los comunicadores.
La asimetría entre el poder y el ciudadano común es cada día más grande. Por eso es necesario recordar que la primera función del periodismo no es la de defender o darle letra al Ejecutivo, sino la de marcarle de forma permanente los límites que por su naturaleza y voracidad va corriendo, avanzando sobre los derechos, sobre todo si quienes escriben sienten afinidad por las ideas del gobierno de turno. Sería la ayuda más grande que podrían darle. Esto en Argentina por desgracia es la excepción. Lo ha sido a lo largo de casi todo el siglo XXI.
Dos hechos destacables ha tenido el inicio de este gobierno y ambos en el sector que mejor maneja, el económico. El primero es el devolverle el peso que merece al Ministerio de Economía, algo que el gobierno de Mauricio Macri había desarticulado, muy a pesar de las advertencias y los pedidos de su primer y demasiado breve ministro de Economía, Alfonso Prat Gay. Más allá de que el cargo es ocupado por un financista con muy escasos recursos intelectuales en términos económicos, es un ministro con peso en un país donde se vota mayormente en función de las gravísimas e inagotables crisis económicas, y eso es importante. Lo segundo, y acá es una opinión casi unánime, la elección del presidente Milei y del ministro Caputo de Santiago Bausili como presidente del Banco Central, cuya gestión hasta el momento es impecable, algo que desde Alfonso Prat Gay no ocurría. Por fortuna, el presidente Milei, un ultraconservador muy pragmático en términos financieros, dejó de lado los delirios demagógicos de campaña y a personajes improvisados y muy banales que estarían a cargo del Banco Central, que luego de pasearse por cuanto canal y programa de televisión hubo fueron desplazados antes de asumir un cargo en el cual solo podían generar mucho daño, lo que en un país con el 50% de pobreza hubiese sido terminal. Dos puntos a favor de este gobierno.
El lunes 16 Poder Ciudadano, la ONG más influyente de la historia de la democracia argentina, cumplió 35 años y lo festejó con una cena para casi 500 invitados. Políticos de todos los sectores, inclusive la ministra Patricia Bullrich y el excandidato a jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por la Libertad Avanza, Ramiro Marra, jueces, incluyendo al presidente de la Corte Suprema de Justicia, Horacio Rosatti, fiscales, senadores, diputados, diplomáticos, como el embajador de los Estados Unidos, y periodistas (la conductora del evento fue Luciana Geuna, que junto con Nicolás Wiñazki fue la periodista de investigación con mayor exposición durante el segundo gobierno de Cristina Kirchner en el programa de Jorge Lanata).
Los discursos estuvieron a cargo del presidente de Poder Ciudadano y columnista de Búsqueda, Martín D’Alessandro, y del recién mencionado presidente de la Corte, Horacio Rosatti.
Los puntos esenciales de ambos discursos fueron los siguientes:
Para que las democracias funcionen de manera correcta, no es suficiente con la realización de elecciones periódicas ni con una economía razonablemente productiva. También hace falta una sociedad civil vigorosa y atenta (Martin D’Alessandro).
La sociedad argentina perdió la capacidad de conversar para resolver sus problemas, hasta los más mínimos, y por lo tanto utiliza como primera y única instancia a la Justicia, sobrecargándola de tareas y desviándola de su verdadera función (Horacio Rosatti).
Si la calidad institucional es baja y por lo tanto la ciudadanía no puede pedir rendición de cuentas a quienes gobiernan, entonces se judicializa la política, porque no hay otra forma de controlar ni de hacer respetar la ley que no sea a través de la Justicia (Martín D’Alessandro).
La reforma constitucional de 1994 fue un enorme gesto de la sociedad y la política argentina que llevó a que la creación de una nueva y muy moderna Constitución se realizase en tres meses con un trabajo conjunto de cada una de las fuerzas políticas de aquel momento, de todas, sin excepción. Era un país que creía en sí mismo y en algo que se llamaba futuro y que, si alguna vez pudo hacerlo, deberíamos pensar que también hoy, para resolver los temas más complejos y angustiantes de nuestra Argentina, podría hacerlo (Horacio Rosatti y Martín D’Alessandro).
Todo giró entorno a uno de los hechos más peligrosos para cualquier sistema democrático liberal, no solo argentino, que fue el decreto del Poder Ejecutivo que restringe el acceso que la ley vigente garantizaba a la información que está en manos de los gobernantes. Estos pedidos de accesos a la información pública han ayudado a investigar causas judiciales, a alertar sobre comportamientos impropios de autoridades estatales, a señalar reuniones con conflictos de intereses, a conocer quiénes accedían a edificios públicos y a señalar el mal uso de recursos, según D’Alessandro.
Como bien sabemos, la corrupción es un mal endémico en la Argentina, como tan bien lo explicó el brillante filósofo del derecho demasiado tempranamente fallecido Carlos Nino. Y decretos como este no ayudan. El origen aparente de esta decisión del Ejecutivo tiene que ver con la relación del presidente con su perro fallecido, Conan, y la construcción de un canil extra en la Quinta de Olivos, uno para cada perro vivo, que son cuatro, y un quinto para Conan… Es casi surrealista que uno de los decretos más sensibles para la democracia haya surgido de un pedido de informes casi insignificante sobre los gastos en la remodelación de la Quinta Presidencial (basta googlear para que comprueben que no estoy delirando ni faltando a la verdad). Pero en Argentina todo es posible, como decía Jorge Luis Borges cuando se refería al peronismo.
Este gobierno es muy poco original a la hora de recibir críticas y repite el funcionamiento del kirchnerismo o, para no seguir sintiéndonos el obligo del mundo por el que tanto y justamente se nos critica, es una tendencia globalizada de quienes ejercen el poder (soy uno de los dos políticos más importantes del mundo, el otro es Donald Trump, aseguró Milei hace muy pocos días en una entrevista; parece que no escarmentamos).
Los niveles de violencia con la que agreden a quienes emiten opiniones no afines al relato oficial (otro punto en común con el kirchnerismo) son superiores aun a los utilizados en el segundo mandato de Cristina Kirchner de manera directa o a través de periodistas afines. Se suponía que debíamos dejar para siempre el pasado bien atrás. Como al principio, la asimetría entre el poder del Estado y cualquier persona, empresa, institución, medios, etc., tiende cada vez más al infinito, que tiene como consecuencia algo que ya experimentamos, que es la autocensura de quienes critican, algo que nos deja y nos dejó como sociedad en la antesala de gestiones autócratas. (Por suerte la Argentina cuenta con enormes reservas colectivas e individuales democráticas y supo su sociedad poner límites, a veces un poco tarde. El mejor ejemplo es la elección de Javier Milei como presidente, un límite brutal a una forma de ser de la política en la Argentina en este siglo. Hoy el presidente comienza a utilizar los métodos que tanto y con tanta violencia criticó. Debería aprender de la historia reciente, no vaya a hacer cosa que en breve el límite se lo pongan a él).
Es fundamental que el Ejecutivo rinda cuentas de sus actos sin excepciones y no produzca rencores innecesarios a través de un lenguaje mortificante. De lo contrario cuando el plan económico (económico es un eufemismo) comience a fallar (algo que es inevitable, porque siempre los planes tienen una duración, y parecería que en este caso no hay plan B, y por otra parte porque ningún presidente de este siglo recibió la economía en un estado tan catastrófico, casi terminal, como este) el gobierno se encontrará en un estado de fragilidad y soledad que limitará mucho su capacidad de acción, y eso podría ser gravísimo. Ya hay un grupo de legisladores que agazapados mezquinamente están más ocupados en buscar facilitar el juicio político del presidente que en preocuparse por realizar una oposición creativa y propositiva.
Pero ya sabemos sobre la bipolaridad de la sociedad argentina, y esto que parece una barbaridad hoy mañana se transforma en lo aceptado, como la vulgaridad injustificada y brutalmente agresiva de la que hacen uso tanto el presidente como muchos de sus ministros, legisladores y groupies. No hay mejor antídoto contra la vieja forma de hacer política en la Argentina que la transparencia de los actos públicos por más mínimos e insignificantes que parezcan y la aceptación de las críticas sin desacreditar a quienes las profieren, además de la necesidad de una mayor particpación de la ciudadanía en el día a día, algo que Poder Ciudadano realiza desde hace 35 años.
Para finalizar, una reflexión del excepcional escritor italiano Claudio Magris, que describe muy bien a gran parte de la sociedad civil hoy en la Argentina: la vida burguesa es micrología, visión analítica y reduccionista en la cual la existencia no hace más que relucir un sentido global que la ilumine y que le dé un sentido.
Nadie está libre de pecado para tirar la primera piedra.