En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
El formato que hizo de la Stasi ese lugar ubicuo donde el miedo a opinar por el terror del castigo confluía es el mismo que hoy tiene ese nuevo Gran Hermano que todo lo ve y todo lo juzga, que son las redes sociales
Pasó Navidad, se acerca fin de año y lo único que deseamos con devoción es festejar, descansar, porque incluso en las ciudades vacías se abre una tregua, y los que quedan, viven en un estado de excepción, llamado complicidad del que no se fue de vacaciones, pero se adueñó de los espacios y los tiempos citadinos. Es también el momento perfecto para escribir en el límite de lo prohibido o lo polémico, sabiendo que pocos lo van a leer, interrumpidos por una ola en la playa, el aire de la montaña o el muuu, beeee, de algún animal en el campo. Además, mi deseo más sincero es que la mayoría de los lectores esté gozando de los efectos narcóticos del dolce far niente (traduzco: panza arriba en algún lugar ajeno a la rutina del año que se va apagando).
¡Registrate gratis o inicia sesión!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Por este motivo, tomando la posta de una columna de opinión en esta misma publicación escrita por Andrés Danza, me animo a meterme con la palabra que todo lo puede, todo lo transforma, todo lo todo; la palabra que logró terminar con el dogma de que es más fácil que se acabe el mundo a que se termine el capitalismo: ¡libertad! Tanto el concepto anterior como algunas otras ideas se las voy a robar a Slavoj Zizek, de manera que me veo obligado a nombrarlo. Pero para matizar un poco esto de la libertad, sugiero escuchar mientras leen, el Don Giovanni, de Mozart (1787), si pueden en la versión dirigida por Claudio Abbado con la Chamber Orchestra of Europe (confíen). Esta obra, cuyo libreto fue escrito por Lorenzo da Ponte, está basada en El burlador de Sevilla y convidado de piedra, de Tirso de Molina (1616). Creo que muchos conocemos el argumento, que no es ni más ni menos que la crítica a la aceleración de concentración de privilegios y poder por parte de un grupo reducido de personas que desembocaría en la Revolución francesa, con todos sus maravillosos ideales de libertad, igualdad, fraternidad, no exentos de sed de odio, venganza y sangre… como se dice en el mundo de las finanzas, el mercado lo acomoda todo (quizás sería mejor acomodar algunas cosas antes y así evitamos situaciones complejas).
¿De qué va entonces esta obra? De un joven noble, arrogante y promiscuo, al que vemos en el tramo final de una vida descontrolada, promiscua, sin obligaciones y atestada de derechos (los suyos), que, enceguecido por su necesidad de satisfacer cada vez más sus caprichos, no pierde oportunidad para maltratar y humillar a quienes lo rodean, y, si es necesario, asesinar (¡al commendatore!) a quien obstaculice su correr desbocado (como el mendigo montado que conduce su caballo a la muerte; esto se lo robé a Shakespeare, de Enrique IV, si la memoria, por un rato, no me falla), abusando de su suerte y del destino cíclico de la historia, que indefectiblemente reaparece, con la potencia divina ante la cual el hombre nada puede hacer, salvo perder y morir.
El comendador, a quien asesinó a sangre fría, vuelve como el convidado de piedra, potencia vengadora del más allá, que lo aniquila, sumergiéndolo en el olvido. Esto último es una genialidad de Mozart, que no termina la ópera en el momento en el que don Giovanni muere, porque sería concederle la nobleza de haber sido asesinado por una divinidad, casi una bendición histórica, una redención. No, Mozart, en su brillante rebeldía, lucidez y su arte inigualable, crea el más brutal de los castigos, ese jocoso final, una burla despiadada en forma de moraleja que aplica al perverso y pervertido personaje, donde sus víctimas cantan ligeras que tal es el fin de quienes hacen el mal: la muerte del pecador siempre refleja su vida. Su castigo es el olvido, casi tan tremendo como la repetición infinita en el infierno de Dante.
Pero pocos recuerdan que al inicio del final del primer acto, don Giovanni lanza su grito de guerra: “¡Viva la libertad!”, que es repetido con entusiasmo por el resto, pero que deja en claro que para cada uno significa algo distinto… ese es el poder de esta palabra, que aplica a todo, y todo lo fagocita, hasta la misma idea de capitalismo.
El peligro de abusar de ciertas palabras es el de gastarlas, vaciándolas de contenido, convirtiéndolas en armas traicioneras. Nada distinto a lo que el comunismo más retrógrado hacía con la palabra democracia, que hasta la utilizó para nombrar a una de sus naves insignias, la República Democrática Alemana, donde la libertad era todo lo libre que la Stasi, la agencia de inteligencia más poderosa del mundo en aquellos días, decidiera, y cuyo objetivo era contribuir a la autodisciplina de la población, algo parecido al libre albedrío y la libertad de opinión vigilada por este nuevo sistema de autocensura que se genera en esta versión del mundo libre, democrático y feliz que vive online, entre tuits y selfis. Lejos de la ironía, el formato que hizo de la Stasi ese lugar ubicuo donde el miedo a opinar por el terror del castigo confluía es el mismo que hoy tiene ese nuevo Gran Hermano que todo lo ve y todo lo juzga, que son las redes sociales, con toda la manipulación humana y artificial que se esconde detrás. Este quizás sea el momento de comenzar a pensar cómo se piensa, y volver a la única barrera que tenemos para escapar de este lenguaje abstracto, que es el lenguaje universal, informático, el lenguaje general, para volver al lenguaje humano, cotidiano, como médium de un experiencia de vida siempre única.
No olvidemos que cada orden cultural prevé sus propias obscenidades clandestinas, de las que no es lícito hablar públicamente, y que son escondidas muchas veces por una fórmula muy simple, que es la de prohibir lo prohibido, arma poderosa que sirve para mantener las apariencias, pero que acumula secreto, cuyo rol consiste en la universalización de la culpa y el miedo, algo así como lo que hacía la Stasi. El enorme Frank Zappa, en su lucha contra los molinos de viento, decía, cada vez que podía, que la ilusión de la libertad va a continuar mientras sea rentable que continúe. No gastemos esa palabra, porque Markus Wolf, el espía sin rostro, el que ayudó a crear el aparato de opresión de la antigua DDR y el que lo desconectó, cuando vio que la perestroika era inevitable, dejando a los viejos jerarcas, sus jefes, en manos de Occidente, está a la vuelta de la esquina, esperando…
Siempre es buen momento para escuchar al compositor más punk de todos los tiempos: Mozart. Y siempre es buen momento para acordarnos de que todo fanatismo se termina encontrando con el convidado de piedra que creyó matar.