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Martín Ibarburu: “Uno se pone ese falso techo de que esto es chiquito, pero es una ilusión, más ahora con la globalización”

Edad: 50 Ocupación: músico Señas particulares: es mellizo del compositor y guitarrista Nicolás Ibarburu, hace nado tres veces por semana, a los 19 años comenzó a tocar en la banda de Jaime Roos, le gusta mucho el cine

Viene de una familia de músicos. ¿Alguna vez se le cruzó por la cabeza dedicarse a otra cosa?

La música siempre estuvo, pero, sí, se me cruzaron otras cosas. Por ejemplo, tenía ganas de estudiar Odontología. Hice el bachillerato biológico, pero no sé qué hubiese pasado. Me gustaba la ortodoncia.

Aprendió a tocar batería con Osvaldo Fattoruso. ¿Qué lección le dejó más allá del instrumento?

Más allá de enseñarme a tocar la batería, creo que fue un referente en cómo integrar eso a tu vida y siempre apostar por la música, por más que a veces no sea fácil. Sostener esa ilusión. Dar ese salto. Fue muy inspirador en eso. A veces para los músicos es un viaje. Cuando tu profesión es ser artista y vivís del fruto de tu trabajo, tenés que revolvértela. En eso fue tremendo referente, era un tipo que se la jugaba siempre.

¿Le gusta ser mellizo?

Me encanta. Me pasa también que no tengo con qué compararlo. Ese privilegio de la conexión, haber descubierto la música juntos. Encima que sea el compositor y el guitarrista que es. Tremendo privilegio. Lo más complejo de ser mellizo es la dificultad de dimensionarte como un ser único. Sos “los mellizos”. Eso es un desafío. Yo soy yo y después soy mellizo.

En la adolescencia tocaron alguna vez a la gorra en Gorlero (Punta del Este). ¿Qué recuerdos tiene de esa época?

¡Pah! Debe ser de las sensaciones más lindas que experimenté. Aparte nos iba bien. Tocábamos en la puerta del Palacio de la Música y se juntaba pila de gente. Lo vivíamos como si estuviéramos tocando en Wembley. Era el sueño del pibe. Pasábamos la gorra y nos daba para una cenita después todos juntos. Pasábamos unos veranos hermosos. Lo hicimos creo que tres veranos. Ya el tercer verano conseguimos tocar en un boliche. Todo con permiso de menor, teníamos entre 13 y 15 años. Nos re marcó, porque nos permitió desde tan chicos poder pensar en la música como una profesión y generar un ingreso.

Es vegetariano. ¿Por qué?

Mi pareja es vegana, entonces como mucha comida vegana y estoy muy sensibilizado con todo eso, pero no soy vegano porque sé que es un paso muy difícil de dar, para el que todavía no estoy pronto. Tenemos una hija que crece en un hogar vegano, pero cuando voy a tocar no soy vegano siempre.

¿Estaba en su plan ser padre a los 48?

Tengo también una hija de 23, a la que también le gusta la música y la actuación. Con la más chica, lo que pasó fue que nos enamoramos mucho con mi pareja y ninguno de los dos quería tener hijos. Pero estábamos tan copados que empezamos a hablar de la idea y a sentir ganas. Una locura. Imaginate. Cuando nació, los primeros meses, me preguntaba en qué estaba pensando. Pero fue un acto de locura lindo.

¿Qué tarea del hogar le toca?

Soy el bachero de mi casa, el que lava todos los platos. En la cocina, con esto del veganismo, intervengo poco. Soy más asistente de cocina. El 80% de las cosas que sé cocinar no son veganas. A mí, por ejemplo, me encanta hacer asado. Imaginate que no me sirve de mucho. Y en cuanto a Lola, mi hija, hacemos todo entre los dos; con la dormida y con levantarse de noche, nos turnamos.

Me encanta (ser mellizo). (...) Ese privilegio de la conexión, haber descubierto la música juntos. Encima que sea el compositor y el guitarrista que es. Tremendo privilegio. Me encanta (ser mellizo). (...) Ese privilegio de la conexión, haber descubierto la música juntos. Encima que sea el compositor y el guitarrista que es. Tremendo privilegio.

¿Qué tipo de música le gusta escuchar para desconectar?

Es reloco porque termino escuchando música sin batería. Redescubrí el folclore argentino, del que nunca fui muy fan. Me gusta mucho escuchar los clásicos, como Frank Sinatra. Me gusta eso de viajar un poquito en el tiempo. También tango, por mi viejo. Igual, escucho poca música. Trato de que sea en momentos en los que estoy tranquilo. No me sale mucho, por ejemplo, estar comiendo y escuchar música, porque no puedo hacer ninguna de las dos cosas.

¿Cuál es su lugar en el mundo?

Acá, en Uruguay, seguro. Me pasó eso de vivir un año en Holanda, para probar suerte. Me pasaron cosas hermosas, conocí pila de músicos, pero sentí el desarraigo en un país con otro idioma, otra cultura y me cayó esa ficha. Me di cuenta de la cantidad de cosas que uno puede hacer acá. A veces, uno se pone ese falso techo de que esto es chiquito, de que ya hice todo. Me parece que es una ilusión, más ahora con la globalización y la tecnología. La cantidad de aventuras que podés vivir en tu país, desde tu casa.

¿Algún proyecto que tenga pendiente?

En algún momento me gustaría hacer un proyecto personal, algo instrumental. Pero no es algo que sienta la necesidad de hacer, siempre me sentí muy completo en el lugar de músico acompañante o parte de una banda. Después, lo que tengo como proyecto es un libro de batería. Hace mucho lo vengo escribiendo y dando forma. Es sobre mi experiencia personal con el instrumento y con el candombe.

¿Qué haría si se ganara el 5 de Oro?

Después de tener la tranquilidad de tener mi propia casa y ese tipo de cosas solucionadas, me haría un espacio para compartir música con mis amigos, un estudio o un lugar medio multiuso, donde se pudiera tocar en vivo, grabar, todo. También apoyar a los músicos emergentes o veteranos con tremenda trayectoria, que no tienen la tranquilidad económica que deberían tener. Me gustaría poder contribuir con eso.