Fue un generador de ideas y de proyectos periodísticos y culturales, tejió vínculos con personas de diferentes ámbitos para llevarlos adelante y logró concretar algunos en momentos en que parecía que no se podía concretar nada. Tuvo éxito y también fracasó, a veces ganó algún dinero que no esperaba, aunque en general perdió más de lo que invirtió. Pero, sobre todo, Antonio Dabezies fue un hombre solidario y amistoso, con un espíritu de niño entusiasta, abierto a lo nuevo y muy querido por todos quienes trabajaron con él en medios periodísticos y en el ambiente cultural.
En general se lo recuerda por ser uno de los fundadores, en plena dictadura, de las revistas El Dedo y Guambia, y más adelante por Espacio Guambia, un lugar especialmente valorado por músicos y artistas que lo guardan en su memoria como un escenario “único” para sus espectáculos. Pero para llegar a sus más importantes logros hizo de todo. En la prensa fue piedra fundamental para que salieran otras publicaciones, como el semanario Brecha en 1985. Y Búsqueda tuvo la suerte de tener sus largas entrevistas a comienzos de los años 2000 entre sus páginas.
Era un tipo increíble, Antonio. Fue superimportante durante muchos años para la cultura del país. No solo con el Espacio Guambia y con las revistas Guambia y El Dedo, antes fue con todo su empuje editorial. Tengo muchos recuerdos con él. No sé cuántas veces toqué en el Espacio Guambia y lo veía trabajando desde la tarde temprano, ordenando, limpiando, recibiendo a los proveedores, haciendo el sonido, estaba presente en cada momento. Era un tipo muy entrañable, muy querido por todo el mundo. Me dio mucha pena que cerrara ese espacio. Me quedo con muchísima tristeza de no haberle visto más seguido (Laura Canoura).
En los años 60 comenzó a escribir sobre automovilismo en BP Color y a los 25 años ya era secretario de Redacción. Y de allí en más no paró. Él mismo se definía como “un todoterreno del periodismo”. Pero no solo del periodismo. Abrió la imprenta CBA, fundó las revistas culturales A y B, escribió libros, viajó a Europa y, en 1978, convirtió el viejo Teatro Zhitlovsky de la calle Durazno en el Teatro Astral, por donde pasaron Hugo Fattoruso, Chichito Cabral, Pipo Spera y muchos otros músicos, hasta que la sala se fundió.
Pero Dabezies, envuelto en el humo de los numerosos cigarrillos que fumaba por día, se tropezaba, caía y volvía a empezar. “Tuve mis fracasos y hasta que salió El Dedo yo vivía empeñado, sin un mango”, le dijo a Búsqueda en una entrevista de 2017 en su casa de La Floresta. Allí también recordó que las revistas A y B, que creó junto con su compañera Pilar Domingo, no llegaron a la C. “Llegamos a hacer la tapa, pero nunca vio la luz”.
Lo primero que grabé en mi vida y tuvo difusión fue porque Antonio me lo propuso y lo llevó a cabo. Aún en dictadura, antes de sacar mi primer disco en 1979, Antonio sacó una revista, el primer número se llamó A y el segundo B. Venía acompañada con un disco simple, de vinilo, con un tema de cada lado. Él me grabó dos canciones y las letras estaban publicadas en la revista. Una era La balada del Pocho Martínez, la otra creo que fue Imaginate m’ hijo. En dictadura arrancó con El Dedo, y antes de empezar me pidió para colaborar. Los meses que duró la revista, antes de ser censurada por la dictadura, escribí allí un cuento o un texto libre. La amplitud que tenía Antonio era tremenda, había todo tipo de vertientes tanto en El Dedo como después en Guambia, revista en la que también seguí escribiendo. Gracias a Antonio, también conocí a Jorge Varlotta (Mario Levrero). Todavía era El Dedo cuando Varlotta, con distintos seudónimos, hacía una historieta junto con Lizán que se llamó Santo Varón. Jorge había escuchado mi voz anunciando algo y habló con Antonio y él nos juntó para hacer un proyecto audiovisual, que hicimos, pero nunca se llegó a presentar. Era una secuencia de diapositivas con una banda sonora que grababa con mucha gente. Te cuento esto para mostrar que Antonio era un articulador entre gente que él conocía, y le gustaba que la gente se conociera y se crearan cosas (Testimonio de Leo Maslíah).
Un órgano de humor
En 1982, se le ocurrió una idea descabellada: fundar una revista de humor en plena dictadura. Se sabe que si algo no tienen los dictadores es humor. Se llamó El Dedo y se definía como el órgano de humor uruguayo. Así se presentaba en su primer número: “Había una vez un país muy chiquito, un pobre país casi en la ruina que estaba perdiendo la costumbre de reír. Y ese país, caramba, es nuestro país. Por eso, aquí estamos nosotros: somos un puñado de uruguayos que nos resistimos a dejar de reír. Que no queremos que nuestra gente deje de reír. Que nos hemos juntado para tratar de aventar la mufa. Y que aquí vamos, nuestros dedos hacia adelante, señalando el futuro porque sabemos que aún en este Uruguay de las vacas esqueléticas habrá siempre alguien con ganas de reírse”. Dabezies era el director responsable y tenía a su lado a César di Candia, el otro gran pope del periodismo uruguayo.
“Estás loco, nos cierran a los dos días”, le dijo Di Candia cuando Dabezies le hizo la propuesta de sacar El Dedo. “Él me convenció porque decía que se podía. Hicimos un trato y él quedó como redactor responsable. Tuvimos un éxito descomunal que nunca previmos. Ni nos dimos cuenta de lo que estábamos haciendo. De mil ejemplares a dos mil, de dos mil a cuatro mil. Se iban multiplicando hasta que llegamos a 44.000. Entonces el distribuidor nos pidió 55.000 para el número siguiente. Una adhesión impresionante de la gente”, contó Di Candia en una entrevista de 2016.
El Dedo fue una revista audaz, que tenía su poder en la caricatura política en momentos de censura. Y pronto sufrió la censura. Un día, al pasar por la rambla, Di Candia vio la mugre de la playa y se le ocurrió que Casalás, uno de los dibujantes de la revista, hiciera un dibujo que fuera como el afiche de una película llamada El asqueroso mundo submarino. Por supuesto que no fue del agrado de Oscar Rachetti, el intendente de Montevideo. “Se agarró una bronca infernal y creemos que fue él quien movió sus influencias para que nos clausuraran. A la semana, Dabezies fue citado al juzgado. Había una denuncia que firmaban el ministro del Interior, Yamandú Trinidad y el presidente de la República, Gregorio Álvarez. Les preguntaban a los abogados del Ministerio del Interior si la revista incurría en delito de pornografía. Habían marcado el dibujo con tres redondeles rojos: uno en un preservativo, otro en unas zanahorias que tenían dos brotecitos y parecían manitos que se cubrían. El tercer círculo encerraba la palabra ‘ovario’. Los abogados le dijeron a Antonio que no consideraban que aquello era pornográfico, pero que bajáramos el tono porque estábamos en la mira. (...) Efectivamente, a la semana salió el decreto de cierre por incurrir en el delito de pornografía”, recordaba Di Candia.
Guambia que insistieron
Pero Dabezies no se doblegó, insistió en sacar otra revista con otro nombre, entonces apareció Guambia, que tuvo como redactor responsable a Nelson Caula. Eran los últimos años de la dictadura y la revista tuvo también un gran éxito. Al comienzo publicaban sin firma, pero después del Acto del Obelisco decidieron darse a conocer todos. Y en ese “todos” había humoristas y caricaturistas, ilustradores, entre los que también había mujeres, algo no tan frecuente en aquella época en los medios. Los periodistas se hacían llamar “la patota”, iban en grupo a las entrevistas con políticos y les hacían sudar la gota gorda, pero con humor. Entre quienes soportaron a la patota estuvieron los expresidentes Luis Lacalle Herrera y Julio María Sanguinetti. Durante muchos años, la redacción de Guambia fue la casa de Dabezies.
Punto G
Más de una generación de músicos recuerda a Dabezies por lo que fue primero Espacio G y después Espacio Guambia, su última incursión en un proyecto exitoso, que abrió cuando cerró la revista, en el primer piso de una vieja casa en la esquina de Juan Carlos Gómez y 25 de Mayo. Allí se mantuvo durante 12 años, hasta que en 2013 tuvo que cerrar por problemas de habilitación de espectáculos públicos. Una de las últimas batallas que dio Dabezies y que lo puso en el centro del debate.
Tengo mucho cariño por él y muchos recuerdos de haber tocado tantas veces en Espacio Guambia y sentirme en mi casa, casi sentir a Antonio como familia. Siempre muy afectuoso y muy comprometido con la cultura. Siempre tenía buena onda desde el principio al fin de los conciertos. Si había algún problema técnico, lo solucionaba con mucha calma y amor. Me quedo muy triste con su muerte. Se extraña Espacio Guambia, era un lugar central en nuestra cultura, no existe algo así, ese formato, esa programación y la mirada de Antonio como curador y como cómplice de todos nosotros (Rossana Taddei).
Dabezies había acogido en su casa a Federico Fasano cuando regresó del exilio y trabajó con en La República. En la entrevista con Búsqueda contó que retiró los espejos de la habitación que le dio porque Fasano tenía un exceso de vanidad. Era una de sus anécdotas graciosas.
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Antonio Dabezies recibe la distinción de ciudadano ilustre de Montevideo
Intendencia de Montevideo
Perteneció al partido Demócrata Cristiano y fue secretario de prensa de Seregni, cuando salió de la cárcel y se definió la candidatura de Mariano Arana a la Intendencia en 1984. Después abandonó la política. “Me fui, no era para mí. La política no era lo mío, no me sentía cómodo. Y, además, ya empezaban los acomodos”, contó.
Era un muy buen administrador de las ideas, a él se le ocurrían y las hacía. Incluso en épocas difíciles como en la dictadura, cuando parecía imposible hacer cualquier cosa, él las hacía igual. Una vez me trajo un instrumento, algo inusual en un dueño de boliche. Había estado viajando por los Andes y me trajo ese instrumento que nunca pude hacer sonar. Era como un birimbao de boca brasilero, creo que se llama guimbarda, de metal, pequeño. Curiosamente, Antonio era bastante anónimo, se lo reconoce sobre todo por las revistas, pero hizo millones de cosas, fue un verdadero gestor cultural. Un tipo que a su alrededor lo artístico y cultural funcionaba y se expandía y él a veces ni siquiera hacía un mango con eso (Guillermo Lamolle).
En 2019, la Junta Departamental de Montevideo declaró a Antonio Dabezies ciudadano ilustre de la ciudad. Y estuvo rodeado de periodistas, músicos, ilustradores, fotógrafos, artistas. La mejor patota para felicitarlo, porque, como pocas veces, una distinción estuvo tan bien otorgada.