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Urbano Moraes, entre Villa Serrana y Montevideo
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De esta forma se completa el medio centenar de invitados. Los grupos presentes serán La Mufa (tango), La Plazuela (flamenco) y Latasónica (percusión). Estarán los cantautores Martín Buscaglia, Diane Denoir, Fernando Cabrera, Raúl Castro y Paulina Viroga, los guitarristas Julio Cobelli y Sergio Fernández Cabrera, el baterista Mateo Ottonello y el flautista Pablo Somma. Los segmentos teatrales estarán a cargo de Pepe Vázquez, Jorge Esmoris, Marcel Keoroglian, Luis Pato Pazos y Títeres Cachiporra. También actuarán la bailarina y coreógrafa Carolina Besuievsky y el poeta Gustavo Wojciechowski, Macachín.
Así fundamenta Moraes sus convocatorias: “La Mufa tenía que estar, tengo el máximo respeto por lo que hacen. Diane Denoir está en el disco, tenía que estar. Ni que hablar Pepe Vázquez, que estuvo en las viejas musicasiones y ahí volverá a estar. Es un ángel para todos nosotros. Siempre admiré a Carolina Besuievsky. ¡Títeres Cachiporra! Unos divinos. Cobelli y Sergio Fernández, dos maestros de la guitarra. Ottonello, un tremendo baterista de la nueva camada. Con el Flaco Castro fuimos compañeros de escuela. Esmoris y Keoroglian son dos capos que siempre me hacen reír. Valoro mucho la búsqueda rítmica de Latasónica y la raíz flamenca de La Plazuela, el grupazo de (el guitarrista) Gonzalo Franco. Paulina Viroga es una cantante joven muy talentosa. No podía faltar Macachín. Y tampoco podía faltar Fernando Cabrera”.
En la entrevista contará que se dejó el pelo largo —lógicamente— por los Beatles y que la barba se la copió a Frank Zappa, otro de sus héroes. También dirá, a modo de manifiesto y no a modo de queja, que nunca concibió la música como una forma de ganarse la vida, que nunca quiso contaminar su deseo creativo con la necesidad económica y que nunca piensa en el dinero cuando hace música: “Nunca me importó, vivo con muy poco. Cobro una pensión desde hace unos años. Casi no me compro ropa, uso la que me regalan mis amigos. Esta campera que tengo puesta me la regaló el Monte. El Chapa (Juan Pablo Chapital) me regaló unos championes hace poco. Sí, tengo la suerte de tener muy buenos amigos (ríe). Siempre anduve con muy poca guita y siempre gasté muy poco. Siempre al contado, nunca a crédito. De esa manera estoy tranquilo, sin quemarme la cabeza”.
Urbano de Pocitos
Hijo de una empleada doméstica nacida en Rivera que vivía en la casa de Pocitos (26 de Marzo y Pagola) donde trabajaba, y de un padre ausente a quien nunca conoció, Urbano Moraes creció como un hijo más de la familia Vila. Uno de sus hermanos de crianza, Carlos, apodado Caio, fue el baterista de Los Shakers, lo que le permitió a Moraes conocer desde adentro la escena beat, como era llamada en aquellos tiempos, que corría al pulso que marcaban los Beatles.
Con apenas 16 años, en 1966 debutó como bajista y cantante en The Knacks, una de las tantas bandas beat montevideanas testigos de la invasión británica que sacudió la escena rioplatense y mundial. Junto a Pippo Spera, Gonzalo Vigil y Quico Ciccone, Moraes aprendió a tocar el instrumento de cuatro cuerdas bajo la poderosa influencia de los Beatles, esa fuerza gravitatoria que había revolucionado la música —y la cultura— en todo el planeta. “Escuchábamos los discos y tocábamos arriba, mejor dicho, intentábamos tocar esos arreglos increíbles, esos sonidos que venían de otro planeta”, recuerda. Antes de tener edad para votar, Urbano Moraes se transformó en el bajista de El Kinto. Y desde entonces es uno de esos nombres que siempre están en la música uruguaya.
Tras la disolución de El Kinto y un dúo imaginado con Mateo, pero nunca concretado, Urbano, como tantos, partió al exilio, recientemente casado. No estaba dispuesto a vivir en una dictadura. Pasó tres años en Buenos Aires y casi siete en España, en un periplo errante que lo llevó por Madrid, Barcelona, Sevilla y Cádiz. Dice que le fue muy mal en todo ese período. “Trabajé muy poco, toqué muy poco y viví como pude”. En España nació su hijo mayor, Zumi, ahora de 46 años, que vive en Formentera, en las Islas Baleares, se dedica al buceo y hace registros audiovisuales de la fauna submarina. A su regreso se separó y tuvo otro hijo con su segunda esposa.
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Urbano Moraes convocó a 50 artistas para ‘Musicasión 6’
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No es un compositor prolífico. Su obra, que gira en torno al candombe, con cruces jazzísticos y psicodélicos, no es tan poblada como la de muchos de sus colegas. Pero es uno de los músicos más queridos. En sus años en Buenos Aires grabó varias canciones que no llegaron a ser publicadas. Su primer disco solista, Vamos a mirarnos más de frente, salió por Sondor en 1991. Desde entonces grabó cinco álbumes más: Caminar detrás (Perro Andaluz, 1992), He nacido junto al mar (Perro Andaluz, 1994), Desde todos los sueños (Ayuí/Tacuabé, 1998), Caminar detrás I y II (Perro Andaluz, 2002) y Vuela más alto (Perro Andaluz, 2010). En los años 80 y 90 fue uno de los bajistas de Rubén Rada, con quien grabó en casi una decena de sus discos en Argentina y Uruguay. En 1996 participó de Botijas Band, la primera banda integrada por los hermanos Ibarburu y Montemurro, que grabó un solo disco, homónimo. Y durante casi 25 años formó parte de Cantacuentos, el supergrupo de música infantil liderado por Nancy Guguich y Martín Buscaglia, con el que editó una media docena de álbumes. En paralelo se presentó como solista junto a su banda, bautizada La Celeste, en varios formatos, entre los que predominó el sexteto y el cuarteto, con el Monte y los Mellizos como miembros permanentes de sus formaciones.
Cuatro conciertos y un disco
Las musicasiones fueron una exitosa serie de conciertos colectivos que Eduardo Mateo y Martín Buscaglia organizaron en El Galpón entre junio y noviembre de 1969, al estilo de lo que habían sido años antes los Conciertos Beat. La banda estable de aquellos conciertos era El Kinto, legendario conjunto que en solo cuatro años sentó las bases de una inédita fusión entre el rock, el pop y el candombe, luego llamada candombe beat. Al mismo tiempo en que Carlos Santana hacía algo similar entre el rock anglosajón y los géneros tropicales, el grupo integrado por Mateo, Rubén Rada, Walter Cambón, Luis Sosa, Antonio Lobito Lagarde y Mario Chichito Cabral, entre otros, se posicionaba como la banda pionera en la escena local en hacer rock en español.
Concebidas con un genuino espíritu hippie, las musicasiones eran actos artísticos librados en buena parte a la improvisación. Había un guion, pero nadie tenía ganas de respetarlo estrictamente. Ni siquiera los de la idea.
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Urbano Moraes prepara un concierto sinfónico y una autobiografía
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Dos canciones emblemáticas surgieron de esa combustión espontánea que sucedía en aquellas jornadas. Rubén Rada compuso Las manzanas en la tarde de Musicasión 2, a pedido de Eduardo Mateo. El Negro lo ha contado mil veces: salió a caminar, fue hasta la rambla, se sentó un rato en el muro y volvió con la música en la cabeza y la letra en un papel. Se transformó en su primer gran éxito y así se llamó su debut solista, grabado ese mismo año. El resto es historia. La otra es Musicasión 3, hermosa balada creada e interpretada por Urbano Moraes a piano y voz, en el mismo momento en que la cantó, en la tercera edición del ciclo. Es esa que dice: Si en la oscura noche sientes mi dolor / Dile al viento que se lleve mi color / Vuelve a esperar que salga el sol. Es increíble que esa canción tan angustiante como deslumbrante, que estremece por su crudeza y belleza entrelazadas, haya surgido de un muchachito que acababa de terminar el liceo.
Junto a Mateo, Buscaglia, Rada y El Kinto, participaron en aquellas verdaderas peñas de música beat músicos legendarios como Manolo Guardia, Federico García Vigil, Gastón Dino Ciarlo, Diane Denoir y Cheché Santos. Se tocaba candombe, rock, tango, jazz y bossa nova, y cada artista invitado hacía una o dos canciones. Junto a los mojos que recitaba Buscaglia —pequeñas piezas poéticas en las que destilaba su gusto por el absurdo, el surrealismo y otras vertientes—, el otro número teatral destacado estuvo a cargo de Pepe Vázquez.
Por obra y gracia de Carlos Píriz
El técnico de sonido Carlos Píriz estuvo en la consola en los conciertos de El Galpón. Es el mismo que grabó, entre otras obras clave de la música uruguaya, Mateo solo bien se lame. En ese entonces no era nada sencillo grabar un concierto en vivo. Píriz tenía abundante experiencia en el formato que permitía a las bandas presentarse en vivo en televisión. Él trabajaba en el mítico Discodromo, uno de los más exitosos programas musicales del momento (y de la historia de la TV uruguaya). Píriz grababa a los músicos en Sondor y usaba esas pistas para el playback televisivo. Con la certeza de que ya no habría más musicasiones, en mayo de 1971, ya instalado en Buenos Aires —donde aún sigue radicado a sus 83 años— Píriz decidió armar un compilado con varias de esas grabaciones de TV de El Kinto, Mateo, Diane Denoir y Verónica Indart, entre otros. Con criterio visionario las había conservado y decidió publicar un disco que evocara el espíritu de aquellas veladas hippies que habían agotado una decena de funciones en El Galpón. A las grabaciones que tenía de los playbacks le sumó los mojos de Buscaglia grabados en estudio y la toma de Musicasión 3, que pocos días después de la actuación le había hecho grabar a Urbano en Sondor para preservar para la historia aquella composición improvisada (fue Píriz quien así la bautizó).
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Portada del disco ‘Musicasión 4 ½’
Fiel a la serie, y con guiño a Fellini, bautizó el disco Musicasión 4 ½ y dejó estampada una reseña del ciclo en la contratapa del vinilo. La primera edición estuvo a cargo del sello De La Planta y es hoy un verdadero incunable que se cotiza en libras esterlinas en el mundo paralelo de los coleccionistas. Luego tuvo varias reediciones por los sellos Clave y Sondor, fue el CD número 1 de la valiosa colección 30 años de música uruguaya, de la revista Posdata y fue reeditado en vinilo en 2022 por el sello argentino S.O.N.A.M.O.S., dirigido por la cantautora Juana Molina. Esa edición incluye un segundo vinilo con una docena de grabaciones inéditas, de Mateo y Urbano, realizadas en Buenos Aires en los años 70, que habían sido dadas por perdidas.
La carta en Facebook
La realización de Musicasión 6 estuvo a punto de fracasar y fue posible gracias a una carta que Moraes publicó en Facebook el 22 de marzo, en modo catarsis, frustrado por los reveses de la producción. Así lo explica: “Fue increíble todo lo que pasó. Esto empezó al año pasado. La primera fecha programada era en noviembre. El productor que estaba a cargo, recomendado por el teatro (no quiere mencionar su nombre), no hizo nada. No se movió nunca. Pasaba el tiempo, yo tenía todo armado, tenía el OK de todos los invitados, tenía el guion completo del concierto. Solo me llamó para decirme que se suspendía por las elecciones y que se pasaba para el 21 de marzo. Durante el verano tampoco hizo nada y en algún momento El Galpón programó para ese día un concierto de Luciano Pereyra. Llamé a El Galpón, se disculparon conmigo y me dijeron que ante la falta de acciones del productor pensaron que no se hacía y se reprogramó para el 24 de abril. Hablé con todos los músicos e increíblemente todos me dijeron que sí, que podían estar en la nueva fecha. Pero el productor desapareció de nuevo. Nunca me arregló una nota de prensa ni nada, y me volvió a llamar para decirme que le parecía que estaba muy difícil hacer el concierto, que no había apoyo de la Intendencia, que cómo iba a hacer yo para manejar 50 artistas. Y no le contesté más. No hablé más con él. Fue horrible. Pasé todo ese día muy mal, muy angustiado. Imagínate llamar a toda esa gente. después de dos postergaciones, para decirles que no se hacía. Me quería matar. No podía dormir, escribí esa carta a las tres de la mañana. Fue como una descarga, y nunca pensé que iba a pasar lo que pasó”.
En este momento de la charla los ojos de Moraes se encienden y prosigue con su relato: “¡Esa mañana empezó a llamarme todo el mundo! Uno de los que me llamó fue (el productor Francisco) Quico Ferrés (exproductor de La fiesta de la X, Viene y el Teatro Plaza). Y me dijo: ‘Urbano, esto es histórico, hay que hacerlo como sea. Olvídate, vamos a armar un equipo, esto se hace el 24 de abril, sí o sí’. Al rato me llamó Gustavo Berriel (nuevo coordinador del Instituto Nacional de Música del MEC y exdirector de Promoción Cultural de la Intendencia de Canelones) y me dijo que el Inmus lo iba a apoyar. Al otro día nos reunimos todos, se armó el equipo y todo comenzó a rodar. Tuve apoyo económico y sobre todo apoyo organizativo. Me ayudaron a armar el equipo, a buscar quien se encargue de la difusión, de la producción y en todos los rubros. También recibimos el apoyo de la Intendencia de Montevideo”.
¿Cuál fue la 5?
Resulta curioso que este concierto se llame Musicasión 6 porque la historia registra cuatro conciertos y un disco. No dan las cuentas. ¿Hubo una quinta? Urbano responde con una sonrisa cómplice: “La 5 fue una Musicasión que nadie conoce porque fue una idea del Corto (Buscaglia) que ocurrió solo en nuestra imaginación. Pero sucedió. Cuando vivíamos juntos con el Corto, los dos recién separados, hablábamos todo el tiempo. Un día me hizo una propuesta: ‘Vamos a hacer Musicasión 5: yo entro al escenario con una valija. Me paro en el medio, la abro y de ahí empiezo a sacar los músicos, los equipos, los instrumentos, los micrófonos. Saco todo lo que necesitamos para el concierto, armamos todo y cuando está todo pronto para comenzar, se terminó la musicasión’. Yo lo quedé mirando. ‘Y no me interesa que se entere nadie. Queda entre nosotros’, me dijo (ríe). Esa fue la Musicasión 5, en nuestras mentes. Fue una idea maravillosa”.
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Urbano Moraes en Tres Cruces
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Mirarnos más de frente
Moraes se extendió sobre el concepto que le propuso a los músicos invitados en esta edición: “La idea es reeditar aquello de reunir varias ramas del espectáculo, toda la creatividad posible, y rendirles tributo a esas dos bestias que fueron Mateo y el Corto, y a su creatividad infinita. El Corto era una máquina de pensar y de crear cosas imposibles. También lo hago pensando que en estos tiempos está todo el mundo muy separado, está cada uno cuidando su quiosco, todos los músicos laburan en muchos proyectos, corriendo de acá para allá todo el tiempo. Armar un ensayo hoy es casi imposible. La vida hoy es muy cara y todo el mundo necesita ganar mucha plata para vivir. Todo el mundo está como loco, y eso me duele un poco. Me jode la falta de comunicación, de juntarnos entre los músicos, del mano a mano, de hablar de frente. Es cada vez más difícil. Con esas ganas armé esto, como una excusa para encontrarnos con los viejos amigos y también con las nuevas generaciones y con mucha gente que está haciendo cosas lindas, muy interesantes. No solo para mostrárselo al público, sino para juntarnos entre nosotros, que tanta falta nos hace. Humanizar un poco la música, viste... que no sea todo tan estructurado, todo laburo y todo eso... Y poder decirnos: ‘Pa, loco, ¡qué divino lo que estás haciendo! Si querés, hacemos algo juntos’”.