• Cotizaciones
    miércoles 09 de julio de 2025

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    Un inglés y un español dirigen dos pesos pesados de Arthur Miller en el Solís y El Galpón

    Se estrenaron Las brujas de Salem por la Comedia Nacional, dirigida por Andrés Lima, y Todos eran mis hijos, en la sala Atahualpa, con dirección de Anthony Fletcher

    Dos tanques del teatro estadounidense del siglo XX se estrenaron en Montevideo este fin de semana. Las dos obras están entre lo más brillante de la producción de Arthur Miller (Nueva York, 1915-Connecticut, 2005) y llevan varias décadas sin verse en la escena local. Este díptico lo conforman Las brujas de Salem por la Comedia Nacional, con dirección del español (invitado) Andrés Lima, y Todos eran mis hijos, por El Galpón, dirigida por el inglés (radicado en Montevideo) Anthony Fletcher. Ambas se estrenarán el sábado 21, en el Solís y en la sala Atahualpa, respectivamente. Este doble acontecimiento se enmarca en una coproducción entre las compañías, que incluye el intercambio de intérpretes de ambos elencos. Búsqueda conversó, por separado, con Lima y con Fletcher, que adelantaron lo medular de sus trabajos.

    La segunda convocatoria a Andrés Lima como director invitado fue una de las primeras ideas que llevó a la práctica José Miguel Onaindia cuando asumió la dirección de la Comedia Nacional, a fines de 2024. Lima mantiene un intenso vínculo con la escena uruguaya, pues luego de venir varias veces a dar talleres, en 2023 dirigió Edipo Rey con la Comedia, y en 2024 volvió para su reposición. Anthony Fletcher es el artista anglosajón-uruguayo por antonomasia. Hace más de 30 años que vive en Montevideo, donde ha dirigido decenas de obras teatrales, algunas de su autoría; en tanto, en la última década retomó su presencia en Inglaterra, como guionista cinematográfico. Censor, de Prano Bailey-Bond, es su trabajo más exitoso a la fecha.

    Dado su origen anglosajón, El Galpón le propuso a Fletcher dirigir esta obra de “una deidad anglosajona”, como define al autor norteamericano. “En el teatro anglosajón, Miller es una figura que está ahí en los cielos, como Harold Pinter, Tennessee Williams, John Osborne y Samuel Beckett. Ese tipo de superestrella ahí arriba, cuyas obras siempre están ahí, siempre se están haciendo. Leí por primera vez este texto cuando era muy joven, a los 16 años. Siempre escribo la fecha de cuando consigo un libro y la fecha que dice es 1982. Entonces hace más de 40 años que esta obra me estaba esperando. Ha sido muy bueno luchar con este texto y descubrir más a Miller, mucho más allá de esa figura que vive en los cielos”.

    La vigencia de Miller

    Las brujas de Salem fue escrita en 1952 y estrenada en 1953 con el título original de The Crucible, traducible al español como “el crisol”. Miller se inspiró en el episodio histórico conocido como los Juicios de Salem, que tuvieron lugar entre 1692 y 1693 en esa ciudad situada en la entonces colonia inglesa (hoy estado) de Massachusetts. Allí fueron juzgadas por delitos de brujería 144 personas, la mayoría mujeres, de las cuales 19 fueron condenadas a muerte. El hecho que detonó las acusaciones fue una celebración en la que varias mujeres bailaron desnudas en torno a una hoguera. Desde entonces el caso fue tomado, tanto en la retórica política como en la literatura popular, como ejemplo del extremismo religioso y la intromisión de las autoridades en el ejercicio de la libertad individual. En su obra, Miller alude a la denominada “caza de brujas” que tenía lugar en Estados Unidos durante la Guerra Fría. Así se denominaba la persecución política y judicial que se ejercía desde el gobierno, bajo el liderazgo del senador republicano Raymond McCarthy, a los partidarios del comunismo que se desempeñaban en ámbitos públicos, sociales y culturales. La cruzada anticomunista quedó en la historia como el “macartismo”.

    Andres Lima.jpg
    Andrés Lima dirige Las brujas de Salem, de la Comedia Nacional

    Andrés Lima dirige Las brujas de Salem, de la Comedia Nacional

    Todos eran mis hijos es una obra sobre el trauma de la guerra. De ahí partió Fletcher para su trabajo. “Es una obra sobre la guerra. El protagonista, Joe Keller, es el dueño de una fábrica que hizo partes para los aviones en la guerra; es parte del complejo industrial militar y con eso se hizo rico. Eso tiene mucho eco con el presente, porque siempre hay guerras. Los países ricos, como Inglaterra y Estados Unidos, son los principales exportadores de armas, y eso implica la muerte de muchas personas, la mayoría civiles. Miller trabajó la idea de que la guerra no solía afectar mucho a la gente que vivía en Estados Unidos, solo afectaba a los que tenían hijos o hermanos que iban a luchar. Él lo sufrió porque un hermano suyo estuvo en la Segunda Guerra Mundial. Trabajaba sobre esa desconexión entre las familias de los soldados y los que se quedaron viviendo una vida bastante normal, y en algunos casos, como este, haciéndose ricos con la guerra. Eso me parece fascinante, y sigue sucediendo. No parece un tema ideológico sino comercial, muchas de las guerras que suceden hoy parecen estar directamente vinculadas a la venta de armas. Buena parte de los problemas entre México y Estados Unidos, por ejemplo, más allá del narcotráfico, tienen que ver con la exportación de armas de Estados Unidos a México”.

    En una línea similar, Lima no dio vueltas para situar el nuevo ascenso de Donald Trump al poder como la razón fundamental de la elección de Las brujas de Salem. “Justo estábamos hablando con José Miguel Onaindia el día que eligieron a Trump por segunda vez y cuando salió con todas esas carpetas de restricción de derechos civiles. Me pareció que ante la ofensiva de la política de Trump el teatro tenía que responder. Pensé que Las brujas de Salem es un buen reflejo del pasado, de lo que vuelve a pasar ahora. Curiosamente, Miller la escribió para ilustrar la caza de brujas de McCarthy, y se remontó a 1692 para ver cómo en el origen de Estados Unidos está esa sangre represora. Pero ahora la piedra vuelve a rebotar y el asalto al Capitolio (de los seguidores de Trump en 2021) es un símbolo de la modernidad, de la regresión en derechos civiles y humanos”.

    Lima ya dirigió Las brujas de Salem en Barcelona y Madrid, en 2017. Conoce en profundidad este texto, al que llama Salem, a secas. Pero aclara que este montaje es “completamente diferente”. Así lo explica: “De aquella versión solo mantengo el respeto por el texto original, que es extraordinario. Es una obra de arquitectura teatral magnífica. Aquel montaje fue más respetuoso con la propuesta clásica de Miller, de cómo se construye la comunidad de Salem, cómo las propias fuerzas que la construyen y que pueden alumbrar algo precioso, una nueva Jerusalén, una democracia incipiente, son las mismas que la destruyen. Hasta el día de hoy, la memoria de los Juicios de Salem es nefasta. Hoy todo el mundo sabe que las brujas no existieron. Que fueron acusadas de brujería por una cuestión territorial, como siempre. La Iglesia-Estado, que en aquel momento regía y ejercía un poder teocrático, decide que la mejor manera de ampliar sus terrenos y los de sus amigos terratenientes es acusar de brujería o de posesión demoníaca a gente que les podía causar problemas con el estilo de vida que ellos querían imponer. Es la historia de la humanidad. Lo de las mujeres bailando desnudas es un chivo expiatorio”.

    Fletcher se muestra igual de pesimista que su colega español. “Lo que me resuena de Todos eran mis hijos es que las cosas no van mejorando. En el fondo, Miller identificaba un fuerte idealismo en los que estuvieron en la guerra, un idealismo que el resto no tiene. Chris, el hijo del protagonista que regresa del frente, intenta convencer a su padre de la importancia de esos ideales. Es muy curioso pensar que ya han muerto casi todos los que sobrevivieron la Segunda Guerra Mundial. Estamos olvidando que la guerra se lucha por razones, no se lucha por una ganancia, no se lucha por la plata. Eso asusta. Esa generación de nacidos durante los años de guerra, en la que están mis padres, está muriendo. Estamos perdiendo memoria de la importancia y las razones por las que existen las guerras, y cuando se olvida eso es más fácil pensar la posibilidad de comenzar de nuevo. Creo que el ascenso de la ultraderecha en muchas partes del mundo va de la mano con el retorno de la idea de que la guerra es una buena cosa. Creo que claramente no lo es”.

    Anthony Fletcher.jpg
    Anthony Fletcher dirige Todos eran mis hijos, de Arthur Miller

    Anthony Fletcher dirige Todos eran mis hijos, de Arthur Miller

    Lima profundiza en su análisis histórico de Las brujas de Salem: “Todo en Salem gira alrededor del interés. Es normal que en cada proceso de nueva colonización, ya sea en África o en América, donde una población con cierto poder que se quiere imponer encima de otra, como en Gaza ahora, surjan acusaciones demoníacas. La obra contiene algo muy metafórico en cuanto al poder del nuevo capitalismo que se estaba asentando en Nueva Inglaterra en aquel momento. Nos remontamos a 1700, que es cuando se ponen los primeros ladrillos de la economía que después fue el buque insignia de la sociedad estadounidense. Pero ese proceso de demonización sigue hoy en día. En África, miles de mujeres siguen siendo acusadas de brujería. Es increíble. Y de hecho, esta historia de convertir el comunismo en el demonio, la caza de brujas de McCarthy, sigue sucediendo ahora en palabras de Trump. El nacionalismo cristiano, todo el poder económico y religioso que está detrás de Trump, todavía sigue utilizando la palabra de Dios a través de su líder, y la demonización de sus enemigos, o sea, el eje del mal. De alguna manera, Arthur Miller fue muy clarividente sobre lo que siguió ocurriendo hasta el presente. Bueno, a él le costó mucho esta obra. Él había sufrido el macartismo en carne propia, él fue uno de los que se negó a testificar, se atuvo a la Quinta Enmienda y sufrió las represalias. Pero su voz literaria se supo imponer a todo eso y le dieron el Pulitzer”.

    La voz literaria de Miller

    A propósito de la voz literaria de Miller, Lima desgranó cómo fue el desafío de interpretarla: “En un texto como este, cualquier traducción es una traición. Arthur Miller es muy fino. Hay personajes que hablan un inglés de 1692, un inglés arcaico, incluso para Inglaterra. Buscamos un equilibrio entre un español más o menos neutro para las clases altas y el juez, y el habla popular. El diseño teatral de las escenas es magistral. Miller conoce muy bien la tragedia griega, y dio a esta obra la estructura de la tragedia clásica. Eso se aprecia en el héroe trágico, que es John Proctor, en el coro de las niñas de Salem, en Dios como último juez y en el interés y la hipocresía que hay debajo de todo eso. Y al mismo tiempo es un autor muy contemporáneo, que sabe manejar el realismo de una manera tremenda y navega entre el melodrama y la tragedia. Incluso dijo que podría haber hecho una comedia grotesca, porque el ser humano suele llegar a unos grados de estupidez grotescos y absurdos. Pero hizo una auténtica tragedia contemporánea”.

    Hablando de tragedia, Lima afirma que Edipo, su trabajo anterior con la Comedia, y Salem tienen mucho en común: “En ambos casos, una comunidad es capaz de lo mejor, pero ante el terror y el miedo se vuelve capaz de lo peor. Es una metáfora del mundo contemporáneo, y es una fuerte seña de identidad clásica reflejada en Salem. Por ejemplo, cómo se da cuenta el héroe, cuando tropieza, de que su soberbia le pierde. En este caso, la soberbia del poder teocrático”.

    TODOS ERAN MIS HIJOS_PER5362 Teatro EL GALPON (c)A_Persichetti 2025.jpg
    Pablo Varrailhón, de la Comedia Nacional, protagoniza Todos eran mis hijos, en El Galpón

    Pablo Varrailhón, de la Comedia Nacional, protagoniza Todos eran mis hijos, en El Galpón

    Lima subraya que esta obra concierta interés de todos los públicos, de adultos y de jóvenes. “Es muy política, suena todo muy actual, es decir, los conflictos que te atañen. Eso lo hace todo muy bonito, no es solo una denuncia del absolutismo, de los puritanos, de la reacción, no. Es sobre cómo cada uno de nosotros convive con eso. Lo que a mí me apasiona de Salem es que es una comunidad en la que votan todos juntos y que todos juntos se hunden en la autodestrucción. Eso es lo que ha pasado en Estados Unidos con Trump, en Argentina con Milei o en Italia con Meloni. Estamos decidiendo esa manera reaccionaria y violenta de vivir”.

    Actuar a Miller

    La de Salem es una puesta de gran porte, con un elenco multitudinario. En tanto, Fletcher pone en escena Todos eran mis hijos en una sala más chica, con un elenco de siete intérpretes, lo que dota a su puesta de una gran intimidad. Joe Keller es interpretado por Pablo Varrrailhón, actor invitado de la Comedia Nacional. Alicia Alfonso, Andrés Guido y Soledad Lacassy son los otros protagonistas. “Trabajamos como normalmente trabajo yo, en una búsqueda de lo que quiere decir el autor”, explicó el inglés. “Eso es siempre mi punta de entrada para trabajar con actores. Trabajamos dónde los personajes explotan o dónde se enojan y dónde fingen un falso enojo. También se trabajó en controlar el ritmo de las emociones, porque hay emociones muy fuertes, y parece que todo va a reventar en cualquier momento. Trabajamos mucho en eso, porque el instinto del actor es ir por las emociones fuertes, pero no queremos hacer una obra en la que todo el mundo está gritando todo el tiempo. Y como la obra tiene un tono bastante melodramático, especialmente en cómo presenta la pelea entre hijos y padres, tratamos de explotar también los momentos más ligeros, más light”.

    Lima y el elenco de la Comedia se conocen ya muy bien. El español define el vínculo como “fraternal” y se explaya: “Diego Arbelo es un actor enorme. Mané Pérez también lo es. Lo de Stefanie Neukirch, que interpreta a una de las niñas poseídas, que, sin embargo, encuentra la verdad, es sobrenatural. Mario Ferreira hace del gobernador Danford, el acusador, y en la segunda mitad, sale y se hace con la obra”.

    Así describe el proceso de ensayos: “Para mi gusto, el elenco de la Comedia es especialmente bueno. Son actores con un rigor tremendo. Saben trabajar en equipo, algo no tan frecuente en el mundo. Saben que todo esto es una sinfonía de voces y que cada cual tiene su sitio en el momento exacto y que el poder del coro es lo importante al final. En estos años hemos logrado un gran entendimiento. Entramos a las escenas y buceamos en la psicología del personaje de cada uno. Porque a diferencia de otros, el teatro de Miller tiene un tratamiento psicológico muy profundo. Eso le hace un maestro. Y eso cualquier actor lo adora. Porque no solamente sales a hacer un discurso, sino que además Miller te da tu mundo interno, te da tus problemas, tus amantes, tus deberes, tus derechos. Te da mucho contexto este autor. De todos modos, aunque quieras concentrarte, Salem te obliga a trabajar siempre coralmente. Hay escenas íntimas muy intensas, pero en cuanto te descuidas ya están entrando 15 actores”.

    El rostro de Lima se enciende cuando describe las escenas del tribunal: “Son 18 personajes hablando a la vez. Hay que tener mucha maestría para escribir eso y que todo sea coherente y sobre todo orgánico, potente y a la vez emocionante. Porque más allá de todo, esta es una obra de suspense. ¿Qué va a pasar en el juicio? Tiene la estructura de película de juicio que te tiene atrapado. Miller es muy sabio y sabe conjugar todo eso de una manera brillante”.

    Poner en escena a Miller

    Fletcher describió la puesta en escena del espectáculo, en la que trabajó, como es habitual, con la iluminadora, escenógrafa y directora de arte Claudia Sánchez, quien es, además, su pareja. “El diseño está inspirado en el mundo de la obra: Estados Unidos en 1947, 1948. Con Claudia (Sánchez) no quisimos como levantar una versión naturalista de ese mundo. Tampoco lo hacía Miller en sus puestas en escena, no le gustaba el naturalismo. Él prefería siempre una puesta más onírica y poética. Y es lo que hemos hecho. Todo sucede en el mismo espacio, en el patio de una casa. Un patio redondeado de árboles, porque hay un árbol que tiene un significado muy importante en la obra. Claudia jugó bastante con esa idea de los árboles, que de alguna forma simbolizan a los muertos, a los soldados que no han vuelto, y específicamente a 21 pilotos que murieron. Esos árboles forman un bosque que se hace profundo, un bosque enorme, sin fondo, el bosque de los soldados muertos”.

    TODOS ERAN MIS HIJOS_PER5590 Teatro EL GALPON (c)A_Persichetti 2025.jpg
    Pablo Varrailhón y Soledad Lacassy en Todos eran mis hijos

    Pablo Varrailhón y Soledad Lacassy en Todos eran mis hijos

    La puesta de Todos eran mis hijos abre un juego entre la escenografía e iluminación por un lado y vestuario y música por otro. “Está plenamente el mundo de Miller, el de la posguera en Estados Unidos, y también hay esa otra dimensión poética presente, que es bien Miller. La iluminación tiene también una fuerte dimensión poética. Por el contrario, en el vestuario, a cargo de Malena Paz, intentamos buscar algo más representativo de esa época; es un fuerte guiño a los años 40 en Estados Unidos, un contraste con lo abstracto de la escenografía. También la música de Leonardo Croatto hace referencias a las películas yanquis de los años 40, el mundo sonoro de Hollywood, con leitmotivs recurrentes”.

    En Salem, el cañón central de la puesta es el tribunal que acapara el escenario, que estará lleno de gente: los actores y 60 espectadores que podrán ver la obra desde las gradas. “No van a hacer nada especial”, aclara Lima. “Van a asistir al juicio. Yo lo recomiendo porque se ve muy cerca, bien de al lado, y la experiencia es fuerte. Y al tener un escenario ampliado, que avanza cinco metros sobre la platea, se verá bien desde todas partes”.

    La puesta de Lima es “deliberadamente contemporánea, su teatro requiere contemporaneidad y esa cualidad lo potencia”. Esta versión incluye guiños pop, como la canción YMCA, de Village People, al inicio. “Es con la que empieza Trump sus actos de campaña. Siendo un tema en su origen religioso, sobre un hospedaje para mendigos caritativo, luego se transforma en un himno gay, curiosamente, y ahora se vuelve un himno neoliberal. Como dice uno de los personajes, todo es muy extraño”.