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    En “Luz de obra”, Germán Tejeira le pone rostro a la resurrección del Teatro Odeón

    La película tiene como protagonista a Pancho Garay, escenógrafo del teatro de Roberto Suárez

    La nueva película del cineasta Germán Tejeira, Luz de obra, hace dialogar el cine, el teatro y la construcción en un documental vivaz cuyo arraigo se encuentra en el desafiante proceso de la resurrección del Teatro Odeón y la puesta en escena de la obra Chacabuco, del dramaturgo y actor Roberto Suárez. Pero al frente de tal empresa, y realmente de la película, se encuentra Pancho Garay, un albañil que hasta ahora era la cara oculta responsable de materializar, en escenografías y objetos, los sueños de Suárez y los suyos.

    Garay es un constructor que también forma parte del Pequeño Teatro de Morondanga, compañía fundada en 1991 por Suárez. La semilla de Luz de obra, una producción de Raindogs Cine, germinó en una odisea de años cuya historia comienza con una amistad: la de Garay y Suárez.

    Desde el interior del reconstruido Odeón, en Ciudad Vieja, Garay recuerda en diálogo con Búsqueda el comienzo de ese vínculo. Hicieron la escuela juntos y se separaron en la época del liceo. Como adolescente, Garay se fue a Estados Unidos a trabajar con su padre en Houston, Texas, primero, y en Miami, después, en una empresa de empapelado.

    A su regreso, ya como trabajador de metalúrgica, Garay, que de joven solía correr en bicicleta, se topó durante una bicicletada por Bulevar Artigas con su viejo amigo. “Roberto era un tipo muy atractivo”, recordó. “Cada tanto lo querías ver y charlar y charlar con él”.

    El diálogo se retomó y la relación cobró otra forma. Suárez, que sabía que Garay trabajaba en la construcción, tenía un deseo: fabricar unas torres para su obra El bosque de Sasha, estrenada en 2000. Por ella, el vínculo de Garay con el mundo del teatro se fortaleció, alimentando su amor por la creación escénica y su devoción por estar inmerso en ese entorno artístico.

    Fue gracias a ese entorno que Garay conocería, años después, a Tejeira. La relación entre ambos se forjó en la película Ojos de madera, un proyecto cinematográfico de Suárez y Tejeira que vio la luz en 2017. Garay, el hábil artesano, confeccionó la casa que adorna la película que coquetea con el drama y el terror, consolidando así otra amistad creativa que se arraigó más profundamente con el tiempo.

    Tejeira, por su parte, contó que siempre se vio asombrado por todo lo que rodeó a Garay. Se interesó por la construcción de su casa, en el Pinar, y en particular con la idea que el albañil tenía de montar una obra sin actores de carne y hueso en escena, sino con autómatas.

    Durante un año, Garay trabajó en la posibilidad de armar la obra que implicaría un vagón que iría por un riel en un túnel dentro de la excárcel del Miguelete, hoy Espacio de Arte Contemporáneo, donde se verían escenas de la vida de un muchacho. Garay llegó a realizar un túnel de 20 metros de largo con un carro de dos butacas. “Estuvimos un año haciendo eso para que lo vieran tres personas, dos minutos. Al otro día desarmamos todo porque no funcionaba”, explicó Garay. “Eran muestras que nos hacíamos entre nosotros”.

    En 2014, el proyecto fílmico que se convertiría en Luz de obra arrancó con un guion ideado en conjunto entre Tejeira y Julián Goyoaga, también integrante de la productora Raindogs Cine. Trataba sobre la exploración de la vida y el arte de Garay a través de sus autómatas y la edificación de su hogar con su manos.

    Sin embargo, la narrativa experimentó un giro significativo al incorporar la reconstrucción del Odeón, transformando así la película en una celebración de la creatividad y la laboriosa intersección de la construcción y el teatro. “Fue como un fade out de lo anterior y una nueva vida que apareció”, dijo Tejeira.

    El 1º de enero de 1996, un incendio devastador dejó en ruinas al Teatro Odeón de Montevideo, edificio histórico que fue inaugurado en 1885. En 2014, el francés Vincent Marius Fournier y su esposa uruguaya, Rosario Ramírez, compraron el predio en un remate judicial. Dos años después se lo cedieron a Pequeño Teatro de Morondanga, que logró recaudar los fondos necesarios para la reconstrucción. Los trabajos comenzaron en 2017 y, finalmente, el teatro fue reinaugurado en diciembre de 2019. En Luz de obra se documenta el esfuerzo detrás de tal cruzada, en la que trabajaron todos los actores liderados por Garay.

    La construcción que muestra Luz de obra también es la de una obra de teatro. El proceso de Chacabuco, que en su primera versión pretendía ser una obra de múltiples días, es registrado desde los primeros intercambio de ideas entre Suárez y los actores, hasta las horas previas a su estreno. En aquel diciembre de 2019, todavía quedaban detalles por ultimar, como las últimas butacas a instalarse frente al escenario.

    Además, la película exhibe un espíritu experimental al jugar con diversos elementos, desde títeres hasta escenas ingeniosamente guionadas, brindando momentos de humor y guiños sutiles que enriquecen su historia y resaltan la destreza artística del elenco y del equipo de producción.

    Tejeira se sumerge en un juego dual entre el mundo de la construcción de Garay y el del teatro, encontrando una fusión única a través del cine. Aunque la presencia de la cámara se hace notar, no altera su enfoque, sino que añade una dimensión adicional a la labor diaria que registra. En la película, ese fenómeno se plasma de manera auténtica y con un toque humorístico que refleja la complicidad entre el equipo y el elenco.

    Hoy, el Teatro Odeón despierta en Garay una admiración palpable. Él describe la energía, la gente y la creatividad que lo rodea como una combinación irresistible que lo atrae constantemente.

    El teatro se ha convertido en un centro vibrante para una variedad de actividades, desde clases hasta presentaciones de obras como El mar de noche, protagonizada por Luis Machín en 2022. Es un espacio que ha cobrado vida nuevamente y allí Garay encuentra una nueva oportunidad para explorar su pasión por el teatro y colaborar con otros para hacer realidad sus sueños escénicos. En la búsqueda por perfeccionar su arte y explorar nuevas posibilidades, se encuentra hoy inmerso en un curso dirigido por el actor Bruno Pereyra. “Tengo una vida normal. Acá, en el teatro, vengo a disfrutar del histrionismo de los demás y a colaborar en generarles esas cosas que ellos no pueden: ayudarlos a cumplir su sueño. Con el tiempo, y al aprender mucho de los actores y ver a Roberto dirigir, cuando llegaba la hora de las funciones yo me quedaba por fuera. Y yo sabía que el disfrute estaba ahí”.

    El proceso de aprendizaje le ha infundido un deseo renovado de disfrutar el juego escénico con sus compañeros de trabajo, con quienes comparte la misma pasión. “Ahora que aprendí, yo quiero jugar con los demás”.