Lo que sigue es un resumen de la entrevista de Pivel con Búsqueda.
—La incorporación de la educación sexual en el sistema educativo uruguayo se remonta a inicios del siglo XX. ¿Cuánto ha cambiado desde entonces?
—Mucho. El primer proyecto se concretó en la Cátedra de Higiene Social de las Escuelas Normales de Montevideo, a cargo de Paulina Luisi, médica, profesora y activista feminista. Viniendo más acá, entre 1990 y 1994, durante el gobierno de Luis Alberto Lacalle Herrera, se desarrolló el Programa Nacional de Educación de la Sexualidad. Más recientemente, en 2006, con el Frente Amplio, el Codicen comenzó el Programa de Educación Sexual, que es el que antecede a las orientaciones actuales, y este derecho de los alumnos está plasmado en la Ley General de Educación de 2008. Hoy el objetivo es consolidar y extender la educación sexual en todos los niveles de la educación pública. Promover valores centrales de la educación en la sexualidad, tales como relaciones interpersonales libres de violencia y discriminación, respeto por lo diverso e igualdad entre las personas. Ese es el valor de la educación integral en sexualidad aprobado por la ANEP como marco normativo, y de ahí parte el documento de referencia de la ANEP con las orientaciones para trabajar la educación sexual hoy.
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—Desde Cabildo Abierto suelen repetir que a los escolares y liceales se les enseña “ideología de género” en los centros educativos del país. ¿Eso es así?
—¡No! En ninguna escuela ni liceo se enseña ideología de género porque no existe. En el sistema educativo se enseña educación sexual con una perspectiva de género y de derechos de niños, niñas y adolescentes. Esto implica un enfoque integral para garantizar y promover los derechos de los alumnos desde el inicio del trayecto educativo, abordando el respeto del cuerpo, la prevención de la violencia basada en género y generaciones, del abuso y la explotación sexual, incluyendo la que es facilitada por la exposición a contenidos sexualmente explícitos en ámbitos digitales o virtuales. Eso es algo muy distinto a una ideología. Y la guía de ANEP para el abordaje de la educación en sexualidad no incluye nada alusivo a la ideología de género.
—En respuesta a eso, el senador y líder cabildante, Guido Manini Ríos, en el libro Manini. El comandante sin jefe, de Fernando Amado (2023), dijo: “Yo creo que la ‘perspectiva de género’, como la llaman —porque hay gente que niega que sea una ideología—, en la medida en que es una herramienta para imponer determinadas ideas políticas, para mí es una ideología”. ¿Qué piensa usted?
—Que (Manini) se confunde. Porque una cosa es la perspectiva de género y otra es la orientación sexual. La orientación sexual no es una construcción social: es algo que está en cada persona. Somos personas, tenemos emociones, sentimientos y hay cosas que pueden estar guardadas en cada uno y que en un momento salen. En ese sentido somos seres que nos vamos construyendo y también nos vamos deconstruyendo, nos vamos haciendo con las demás personas y con el ambiente en que nos movemos. Si yo tengo una familia que no me deja ser, probablemente me comporte de una manera hasta que en otro contexto me libere y empiece a ser la persona que podría haber sido toda mi vida.
—Manini también cuestionó el enfoque actual de la educación sexual: “Yo no tengo nada contra los homosexuales, pero entiendo que no es bueno que a un niño de siete años se le esté induciendo a que se haga homosexual”. Y de hecho, su partido propuso “revisar los programas y textos de educación inicial y primaria que contengan conceptos de la ideología de género”.
—Primero, un niño no sabe si es homosexual. Un niño vive su sexualidad, pero no desde el punto de vista erótico placentero que tiene un adulto. Un niño está descubriendo su sexualidad. Por lo tanto, no se puede hablar de homosexualidad en un niño. La atracción sexual con el efecto que tiene en el adulto empieza a presentarse y a descubrirse recién en la adolescencia. Por otro lado, nadie se hace o se hará homosexual por imitación; podrá tener conductas homosexuales por imitación, pero nadie puede obligar a nadie a que le atraiga otra persona por imitación o por inducción. Y eso no tiene nada que ver con lo que se enseña en los centros educativos.
—Sin embargo, se insiste en que los programas de enseñanza incluyen orientaciones que implican una “construcción social” sobre la sexualidad de los niños. Así lo expuso a Búsqueda la doctora Lorena Quintana, compañera de fórmula de Manini. “¡Ciencia! ¡Todo lo demás es ideología!”, dijo.
—El problema es cuando las personas se cierran en su paradigma filosófico, religioso o político. Ese es un grave problema. Porque está, por un lado, la evidencia científica y, además, está la evidencia de lo que sucede realmente en las aulas.
—¿Y qué se enseña en las aulas?
—En el sistema uruguayo la educación sexual se da como un contenido transversal que es caracterizado como una estrategia eficaz, superando su reducción al ámbito de la salud, la biología o las ciencias naturales. Por eso hablamos de una educación “integral”. ¡Sin duda el género es una construcción social! Es decir, lo que hace que tú tengas un comportamiento determinado en la vida no lo hace el cuerpo que tú tienes sino lo que sucede en tu proceso de socialización, en el que se aprende de las demás personas a lo largo de la vida. El hecho de que la sociedad nos lleve a mujeres y a varones a cumplir determinadas funciones en la sociedad no lo determina el cuerpo con el que nacimos, sino los roles que la sociedad nos ha asignado, en forma arbitraria, según el momento histórico y cultural. Y eso es el género. Por eso enseñamos que la sexualidad es una construcción sociohistórica y cultural, a la vez que una de las experiencias más íntimas y privadas de las personas.
—¿Por ejemplo?
—Hoy ves a un papá que hace lo mismo que una mamá —por suerte—, que disfruta a su hijo o hija igual que lo hace una mamá y que también cumple las mismas tareas de corresponsabilidad que una mamá. A tal punto que la legislación hoy le da al papá la posibilidad de cumplir el medio horario por lactancia. Hoy el varón no es el mismo de antes: cocina, lava platos, lleva a su hijo a la escuela o se hace cargo de sus hijos varias veces a la semana porque ya no vive con su pareja... Antes eso no se veía como ahora. ¡Y esa es la perspectiva de género! El género no tiene que ver solamente con la mujer, tiene que ver con todos. Lo que pasa es que estas personas que hablan de “ideología de género” no admiten esta situación. ¿Por qué? Porque es una cuestión de poderes, y ponen sobre todo el poder del varón por encima de la mujer. Por eso, para ellos, esta perspectiva es ideología de género, mal llamada ideología de género. Y así es que siguen reproduciendo un modelo patriarcal.
—Quintana fue más lejos y advirtió que “se viola la laicidad” con estos programas de educación sexual porque refieren a la construcción de la identidad de género, cuando lo que se construye desde niño es la personalidad. ¿Qué responde?
—No entiendo por qué se viola la laicidad. En ningún momento violamos la laicidad cuando trabajamos en las aulas. Yo violaría la laicidad si le dijera a un niño: “Tú no puedes pensar de esta manera; tú tienes que pensar de esta otra”. Ahí sí estaríamos violando la laicidad. Una persona que viene del palo de la ciencia sabe la diferencia entre la identidad de género y el comportamiento social. Insisto: la identidad de género es cómo nos percibimos, y eso va más allá del cuerpo que tenemos. Y la sexualidad se construye en el proceso de socialización, se vive en las aulas, con los docentes, en los recreos, en el gimnasio, en la biblioteca, en las reuniones familiares, en los actos, en Internet... Escolares y liceales están expuestos a una gran cantidad de información y mensajes sobre la sexualidad. Y mucha de esa información que reciben es errónea, incompleta o peligrosa, y eso los coloca en una situación de vulnerabilidad.
—El senador Guillermo Domenech, también cabildante, aseguró que a los niños se les genera “confusión” sobre los “roles sexuales” en las escuelas y acusó a “algunos supuestos educadores sexuales” de “pervertidos”. Dijo basarse en “múltiples denuncias” de padres. ¿Pasa esto?
—¡No, al contrario! Lo que pasa es que hay personas que están trazadas por un patrón conservador, según el cual las cosas tienen que ser blancas o negras, y hay matices. Pero esto no es de ahora. Por eso en la tarea educativa cotidiana es fundamental evitar la reproducción de estereotipos de género, ya que perpetúan desigualdades, limitan el desarrollo pleno de las capacidades de las personas, coartan su libertad y afectan su pleno desarrollo psicosexual. Por ejemplo, al evitar determinada propuesta educativa porque “es de mujer” o porque “es de varón”. Porque eso incide en las valoraciones que hacen los estudiantes sobre sí mismos. De ahí la importancia de reconocer el papel de las mujeres en la ciencia y también fomentar entre las niñas su acceso a estudios en ciencias, matemáticas, ingenierías y tecnologías para cerrar esa brecha de género.
—Para Domenech tampoco existe una persona trans, sino “un hombre que se viste de mujer”, y eso debería enseñarse en las escuelas, según dijo semanas atrás en el programa Fácil desviarse, de FM Del Sol.
—Sí, lo hemos oído. Para algunos estas personas están enfermas, son enfermas mentales. Piensan que son individuos que no entran en la categoría de seres “normales”, y por lo tanto hay que corregirlos. Y no es así. Por eso esas personas acaban alejándose de sus hogares, yéndose a otro país y hasta matándose; porque son infelices, porque no son aceptados, porque no son tolerados por quienes no entienden qué les pasa. El DSM 5 —manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales— ha despatologizado lo que antes se llamaba “trastorno de la identidad de género”, que era cuando una persona no tenía una congruencia entre lo que se sentía ser en su identidad y lo que era su cuerpo. Hoy ya no se lo patologiza, y las personas trans no entran en la categoría de personas enfermas mentales. Cada vez más personas están logrando expresarse, porque desde chiquitos se les habilita a sentir lo que sienten. ¿Y eso es violar la laicidad? ¡No! Violar la laicidad es obligarle a pensar a un menor como uno quiere que piense. Nosotros, en la educación, eso no lo hacemos.
—¿Pero la ANEP recibe quejas o denuncias sobre estos temas? Años atrás, grupos de padres pedían el consentimiento previo sobre la educación sexual impartida, defendiendo la potestad de que la enseñanza primero es en la familia.
—Hemos atendido por solicitud de inspectoras a más padres que vienen buscando ayuda porque sus hijos han sufrido discriminación por situaciones de identidades trans. Y tenemos que apoyar a esas familias porque sus hijos son discriminados. En estos años hemos tenido muy pocos casos de familias que no quieren que sus hijos entren a las clases. Al momento del diálogo con las familias es importante considerar las situaciones de aquellos alumnos donde sus referentes familiares puedan no ser figuras protectoras y las de aquellos que, por diversos motivos, no estén bajo el cuidado de sus referentes familiares. En el aula muchas veces quedan a la vista las relaciones abusivas o de violencia en el propio entorno familiar. Y es a través de la educación sexual que los chiquilines se dan cuenta de que están viviendo situaciones que no deberían ser. Y pueden hacerse oír y denunciar. Entonces, la educación sexual en las instituciones educativas muchas veces acaba siendo liberadora para los estudiantes, lejos de ser lo que estas voces críticas plantean que es. ¿Por qué no quieren que sea? Porque libera. ¡Libera! De todos modos, la educación sexual en Uruguay, si bien está incorporada en todo el sistema educativo, no tiene la misma fuerza que debería tener en todos los subsistemas.
—¿Por qué lo dice?
—En la escuela, las maestras deberían trabajar la educación sexual de forma transversal a lo largo de todos los ciclos, cosa que no sucede. En Secundaria sí se trabaja en toda la educación media, básica integrada y superior, y este año logramos por primera vez una cobertura del 98% de los liceos. En UTU se da en el taller obligatorio Salud y Sexualidad, de dos horas semanales, en segundo año. Y en el Consejo de Formación en Educación se da solamente en Educación Social. En cualquier caso es muy positivo lo que se está dando en materia de educación sexual en el sistema, porque es un espacio de contención, de escucha, donde se genera pensamiento crítico y se brindan herramientas. Tendríamos que agradecer a cada docente que con dedicación y profesionalismo realiza esta noble tarea. Los metaanálisis han demostrado que las intervenciones de educación en sexualidad con la participación de las familias mejoran la comunicación sobre las relaciones interpersonales y la sexualidad de los alumnos y aumentan los comportamientos más seguros.