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    Más allá del Plan Ceibal: el desafío uruguayo en la era de la IA

    Tanto Uruguay como Estonia tienen poblaciones pequeñas y economías abiertas; en 2002 tenían prácticamente el mismo PBI per cápita

    Columnista de Búsqueda

    Desde hace un tiempo vengo siguiendo a Estonia en algunos rankings internacionales. En las pruebas PISA de 2022, se ubicó como el mejor sistema educativo de la Unión Europea y ocupó la tercera posición a escala mundial, sobresaliendo en ciencias, matemáticas y comprensión lectora. También lidera mundialmente el ranking de gobierno digital de las Naciones Unidas de 2024, donde destaca por sus servicios en línea, infraestructura de telecomunicaciones y capacidad digital. Ocupa el lugar 16o en el mundo en el Índice de Innovación Global de 2024, elaborado por la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI), que mide la inversión en innovación, el progreso tecnológico, la adopción de tecnología y el impacto socioeconómico de la innovación. Estonia tiene actualmente 10 unicornios (empresas que tienen un valor de más de 1.000 millones de dólares antes de cotizar en bolsa) y produce 10 veces más startups per cápita que el promedio de Europa.

    ¿Por qué Estonia? Es, como Uruguay, un país chico, de tan solo 45.000 km2 (un cuarto de nuestro territorio) y tiene apenas un millón y medio de habitantes. Se integra a la vida democrática en los años 90, luego de años de dependencia de la Unión Soviética y de estancamiento económico. No es un país de grandes riquezas naturales; tradicionalmente ha vivido de la exportación de madera, maquinaria, electrónica y turismo. Tanto Uruguay como Estonia tienen poblaciones pequeñas y economías abiertas. En 2002 tenían prácticamente el mismo PBI per cápita.

    A pesar de las similitudes, en los últimos 30 años Estonia ha venido experimentando cambios en su infraestructura, educación y marco regulatorio que han modificado notoriamente su posicionamiento hacia el futuro. En Estonia, el 85% de los adolescentes de 15 años tiene un nivel de desempeño aceptable en lectura y matemática de acuerdo a las pruebas PISA. En Uruguay, solo el 59% de los estudiantes supera el nivel básico en lectura y apenas el 43% lo tiene en matemática. En Uruguay prácticamente no hay estudiantes en los niveles de excelencia de PISA, frente a un 12% de estonios que se destacan con las máximas calificaciones. En términos de innovación, Uruguay ocupa actualmente el lugar 62o en el Índice Global de Innovación, 46 puestos por debajo de Estonia. Y aunque ha ascendido bastante en el Índice de Gobierno Digital de Naciones Unidas, se encuentra varios puestos por debajo de Estonia. Ya en 2023, el PBI per cápita de Estonia era 30% mayor al de Uruguay (US$ 30.000 versus US$ 22.800).

    Estonia se propuso un proyecto de país basado en la educación y la tecnología. En lo que tiene que ver con la educación, después de independizarse de la URSS, buscó seguir de cerca los modelos educativos de sus vecinos nórdicos, Suecia y Finlandia. De acuerdo al Ministerio de Educación de Estonia, el éxito educativo del país se logró gracias al acceso equitativo de todos los estudiantes a la educación desde la primera infancia, a un alto nivel de capacitación de los docentes y al elevado grado de autonomía que tienen los docentes para diseñar el currículo y administrar los centros educativos.

    En lo que respecta a la tecnología y digitalización, en 1996 el gobierno de Estonia lanzó el proyecto Tiigrihüpe (Tiger Leap). El objetivo fue informatizar las escuelas y mejorar el acceso de la población a la tecnología. En el correr de un año, la mayoría de los centros educativos en Estonia tenían acceso a Internet. Además, en la década de los 2000, se digitalizó la mayoría de los trámites públicos, se generó un sistema de identificación individual digital con validez legal, que hoy es utilizado por toda la población, y se desarrolló una plataforma de interconexión de datos entre instituciones del gobierno, bancos y empresas privadas, a partir de un sistema de blockchain que facilitó el acceso seguro a la información. Estonia fue en 2005 el primer país en ofrecer el voto electrónico en las elecciones.

    A esto se sumó, en los últimos 15 años, una apuesta a generar entornos favorables para la innovación, con programas como el de E-residencia, que permite a cualquier persona en el mundo crear una empresa en Estonia sin residir en el país, o Startup Estonia, que financia y atrae talento tecnológico. Estas medidas atrajeron startups y emprendedores globales, aumentando la inversión extranjera en tecnología en el país. A nivel gubernamental, Estonia sigue invirtiendo en el uso de la inteligencia artificial y el blockchain en procesos burocráticos, en reforzar la ciberseguridad y en expandir la inteligencia artificial en la salud y la educación para mejorar la eficiencia en el sector. A nivel educativo, continúa invirtiendo en la profundización de la enseñanza digital a través de la enseñanza de programación y pensamiento computacional en todas las escuelas.

    Uruguay también fue innovador al ser uno de los primeros países en buscar, a través del Plan Ceibal, la universalización del acceso a Internet y a la tecnología digital. Pero este esfuerzo tuvo repercusiones más tímidas que en el país de Europa del Este. Uno de los aspectos que diferencian ambos casos es que Estonia intentó no solo profundizar el acceso a la tecnología digital y la enseñanza de competencias digitales en las escuelas, sino que rediseñó su economía para que estos estudiantes tuvieran un ámbito donde aplicar y desarrollar estas habilidades al salir al mercado de trabajo. A esto se sumó un ecosistema digital integrado del gobierno, empresas y servicios.

    Si bien el Plan Ceibal mejoró el acceso a la tecnología, no hubo en Uruguay una integración masiva de la enseñanza de habilidades digitales avanzadas (programación, robótica o inteligencia artificial) en la educación formal, ni tampoco una transición clara hacia una economía digital a gran escala. Se han desarrollado algunas iniciativas, como la del Uruguay Innovation Hub, que busca apoyar a las startups en etapas tempranas (con programas de aceleración, financiamiento e internacionalización), atraer capital de riesgo apalancando la inversión privada con fondos públicos y generar un ecosistema de innovación aportando instancias de networking y capacitación. Pero aún son iniciativas incipientes y con bajo financiamiento.

    Recientemente, la Comisión Especial de Futuro del Parlamento uruguayo publicó un informe en el que propone una Estrategia Nacional de Alfabetización en Inteligencia Artificial Generativa y en competencias socioemocionales y éticas para una interacción responsable con ella. Esta estrategia puede ser un elemento clave para mejorar la empleabilidad, productividad, inclusión, bienestar y equidad de la población uruguaya. Pero como enseña el caso de Estonia, esta estrategia debe ser aún más global para producir resultados de impacto. Se debe buscar impulsar una política digital y de IA integral que trascienda la educación, permee la gobernanza pública y cree un ecosistema que promueva la innovación, la inversión y el emprendedurismo en IA en el sector privado. Una política de Estado.