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Uruguay cierra el año con una buena noticia en el área de inserción internacional. Después de casi tres décadas de idas y vueltas, la Unión Europea y el Mercosur anunciaron el viernes 6 el cierre de las negociaciones técnicas sobre su acuerdo de asociación estratégica. Todavía queda mucho camino por recorrer antes de que el tratado cristalice, pero la señal dada es positiva.
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Es como dice el embajador de la Unión Europea, Paolo Berizzi, en una entrevista que se publica en esta edición de Búsqueda. El avance logrado la semana pasada de una naciente alianza largamente esperada entre ambos bloques permite tener un “moderado optimismo”.
El Mercosur ha sido en los últimos lustros una fuente de frustración permanente para los gobiernos uruguayos. El reclamo de las sucesivas administraciones por obtener una mayor flexibilización de sus socios para abrir a nuestro país a nuevos mercados siempre se chocó con la oposición de uno u otro vecino. El ejemplo reciente más claro es la presión que ejerció Brasil para que China no avanzara con Uruguay en la negociación de un tratado de libre comercio bilateral.
El gobierno del brasileño Luiz Inácio Lula da Silva lideró el proceso con los europeos y —vale la pena remarcarlo—, pese a que está en contra en varios aspectos ideológicos, el presidente argentino Javier Milei no trancó el anuncio de la semana pasada. Paraguay también aceptó a regañadientes el texto cerrado. Uruguay, como en otras ocasiones, fue un actor entusiasta del acercamiento con los europeos.
En este punto, es bueno subrayar que el acuerdo, si supera la oposición que enfrentará sobre todo en Europa, tampoco es la máxima expresión del libre comercio. Está cargado de restricciones o demoras en la apertura de mercados para atender las distintas sensibilidades en juego. Y aun así, con lo malacostumbrados que tiene el Mercosur a los uruguayos, hay espacio para celebrar.
Es importante que la Unión Europea y el Mercosur cierren las negociaciones, por lo que implica, y por la señal hacia el resto. El bloque sudamericano tiene otras conversaciones en agenda que sería bueno ver que se muevan y concreten. Si Uruguay va a seguir encorsetado en el Mercosur, que al menos sea en un ambiente con más dinamismo.
Como país chico en el medio de dos gigantes, pero con una estabilidad política y económica que le juega a favor en la región, Uruguay precisa abrirse al mundo sin por eso perder la alianza con sus vecinos. Necesita mucho más apertura comercial.
Sería bueno, por eso, que este avance no postergue discusiones de fondo que nuestro país se debe en cuanto a su inserción internacional. En julio de este año, hubo planteos sobre la posibilidad de que Uruguay discutiera pasar de socio pleno a Estado asociado del Mercosur. Búsqueda planteó en aquella oportunidad que sería bienvenido el debate, pero el tema quedó por el camino. De hecho, la campaña electoral careció de propuestas profundas en temas de política exterior.
Tras el resultado de las elecciones, ahora el que es mano para poner sobre la mesa discusiones de política exterior es el presidente electo, Yamandú Orsi, y quien sea designado como ministro de Relaciones Exteriores del futuro gobierno. La primera señal —una visita a Brasilia para reunirse con Lula— no es del todo auspiciosa. Brasil nunca ha sido un paladín del libre comercio y Uruguay lo ha sufrido una y otra vez. El futuro gobierno debe empezar a dar más claridad del rumbo que prevé tomar en esa área.