El diplomático, de origen italiano, destacó que el anuncio del viernes pasado, con todos los presidentes juntos, es una señal de que “no hay marcha atrás” en el proceso. El trabajo, en particular de la Comisión Europea, será explicar “con cifras, con datos” por qué es un buen acuerdo para los europeos.
“Es la creación de un mercado de 720 millones de personas con muchos menores aranceles, lo que va a representar un gran ahorro de los dos lados”, destacó Berizzi. Y agregó que no es solo un tratado comercial, sino que tiene aspectos políticos importantes y conectados con lo económico. “El objetivo de la Unión Europea no es simplemente comerciar más o mejores condiciones, sino anclar el comercio a valores”, resumió.
—¿Qué implica lo que se anunció en términos prácticos el viernes pasado?
—Implica que después de 25 años de discusiones, con muchos intervalos, con paros, retomamos y se cerraron las negociaciones con un anuncio hecho por los cinco presidentes. Es un anuncio al más alto nivel, mientras que en 2019 se había anunciado en una reunión en que participaban cancilleres en Bruselas. El más alto nivel, la más alta publicidad posible que se dio. Entonces sí, creo que es imposible que se reabran las negociaciones que se han cerrado con tanta magnitud la semana pasada.
—¿En términos técnicos se está en el mismo punto que en 2019 en cuanto a lo que se cierra?
—No, diría que no, porque han cambiado muchas cosas entre el 2019 y el 2024. Primero, el contenido del acuerdo ha cambiado bastante y, segundo, la impresión que nos da este cierre de negociaciones es que no hay marcha atrás, es al más alto nivel posible. Si se desplaza la presidenta de la Comisión Europea de Bruselas para venir a Montevideo y anunciar con los otros cuatro presidentes el cierre, me parece algo que luego no tiene manera de dar vuelta atrás. La última visita de una presidenta de la Comisión Europea fue en 1994, un hecho histórico.
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Javier Milei, Luis Lacalle Pou, Ursula von der Leyen, Luiz Inácio Lula da Silva y Santiago Peña durante la LXV Cumbre del Mercosur
Omar Anández / adhocFOTOS
—¿Qué es lo que cambió en cuanto al contenido con respecto al 2019?
—Bueno, sobre todo de nuestro lado se tuvieron en cuenta unas exigencias, como la de tener una referencia al Acuerdo de París. En caso de violación se dice que nadie puede salir del Acuerdo de París. Se introduce el tema de la deforestación, que es algo que no estaba en lo que se había convenido en 2019. Y también se accede a unos pedidos que había hecho el Mercosur para mejorar su posición negociada y lo que quería lograr del acuerdo. Se ha modernizado, se ha actualizado, ahora sí que corresponde a lo que las dos partes quieren de verdad.
—¿Hay más restricciones al comercio en cuanto a ampliación de plazos para la desgravación de aranceles y la protección de algunos sectores?
—Hubo una demanda del lado Mercosur para tener unas ventajas comerciales más fuertes, no tanto en a nivel de cuota, pero en otros sectores. Y, como en todo negociado, algo se ha concedido, algo no. Del lado europeo diría que lo importante en nuestras líneas rojas era la referencia al Acuerdo de París y la integración de la deforestación, cosas que para Uruguay, que no deforesta y que está muy conforme con el Acuerdo de París, no fueron difíciles de aceptar.
—¿Esto es la creación de una zona de libre comercio o es, más bien, establecer reglas al comercio que dan más libertad a los intercambios?
—Es la creación de un mercado de 720 millones de personas con muchos menores aranceles, lo que va a representar un gran ahorro de los dos lados. Esta es la pata comercial. Sin olvidarnos de que no se trata de un TLC (tratado de libre comercio), se trata de un acuerdo de asociación, lo que conlleva toda una serie de cosas a nivel político y de cooperación. En la parte comercial o económica, va más allá de las ventajas inmediatas de aranceles. Veo las empresas europeas, por ejemplo, que trabajan en Uruguay —el 41% de las inversiones extranjeras son europeas— que importan maquinarias para producir, producir y crear puestos de trabajo en Uruguay. Estas maquinarias ahora van a entrar sin aranceles cuando entre en vigor el tratado. Significa que luego podrán invertir más, quizás podrán ampliar su negocio, reclutar más gente. Esto es un ejemplo de lo económico que va más allá de la cuota que puedo exportar. Las empresas uruguayas se van de a poco a desarrollar, crear más y más posibilidades de trabajar, de producir, de ofrecer servicios gracias a esta sinergia mayor que va a existir con empresas europeas. Los inversores europeos que quieran invertir tienen toda Sudamérica para hacerlo. Pero saber que esta parte está dispuesta a firmar, hasta cerraron las negociaciones de un acuerdo de asociación con la Unión Europea, es un mensaje fuerte para los inversores. Son cosas difícilmente calculables, monetizables, es algo que va a conllevar muchísimos aspectos positivos, algunos en el breve, otros en el mediano o largo plazo.
—¿Cuál es la explicación de que se cierre ahora?
—Es el momento en que las estrellas estuvieron bien alineadas para que se pudiese cerrar. Era el momento en que del lado europeo, donde negocia la Comisión Europea, nos sentimos listos para cerrar, porque se logró una negociación técnica muy intensa hasta el último minuto. Y del lado del Mercosur también. Hay consideraciones políticas, geopolíticas, y son distintas en Europa, distintas en cada uno de los cuatro países, pero en este momento todos querían cerrar.
—¿Cuánto incide en esta necesidad de la Unión Europea de pisar el acelerador en esta etapa final el contexto geopolítico, con la inminente llegada de Donald Trump de vuelta a la Casa Blanca, la invasión de Rusia, el crecimiento de China?
—Sí, es un buen reflejo. Cada uno de nuestros gobernantes en Europa consideran lo que está pasando en el mundo antes de tomar decisiones. Y obviamente, lo que ocurrió con la pandemia y con la agresión, la guerra de agresión de Rusia a Ucrania, nos ha producido un instinto de diferenciar nuestra provisión de productos, crear la famosa autonomía estratégica, es decir, de no depender de socios no confiables. La negociación del Mercosur ha significado para la Unión Europea también, por lo menos yo lo leo de esta manera, la búsqueda de socios confiables en el mundo. Lo de Trump no lo sabría, porque sinceramente las negociaciones estaban bastante avanzadas el 5 de noviembre. Yo creo que por lo menos de nuestro lado había la intención de cerrarla cuanto antes, gane Kamala Harris o gane Donald Trump. Pero bueno, puede ser en la cabeza de unos que digan “bueno, ahora llega más proteccionismo, hagamos entonces más libre mercado”.
—Usted decía que esto que se anunció no tiene marcha atrás. Sin embargo, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, hizo movimientos diplomáticos para intentar detener este proceso. Porque una cosa es que no haya marcha atrás, pero otra cosa es que se quede acá, en este punto de vuelta. ¿Es posible que este acuerdo realmente llegue a aplicarse alguna vez?
—En todos los acuerdos se prevé un primer paso, que es la serie de negociaciones. El segundo paso es la firma y el tercer paso es la ratificación. Ahora hemos cerrado el primer paso, que seguramente fue el más difícil, el más complejo y en el que los 27 países europeos no negociaban a la mesa, negociaba la Comisión Europea bajo un mandato recibido por los 27. De otro lado, negociaba en Mercosur con cuatro países a la mesa. Se llega al final del primer tiempo, pero se abre un segundo tiempo, que es el tiempo que se necesita para llegar a la firma del acuerdo. Y para llegar a la firma en Europa, hay que hacer varios pasos. Primero hay que traducirlo en todos los idiomas oficiales de la Unión Europea, hay que hacer una revisión de los juristas, lingüistas, para ver si todo está bien hecho. Y luego hay que convencer a los gobiernos europeos reunidos en lo que se llama el Consejo de la Unión Europea y el Parlamento Europeo. Cuando se tenga eso, se podrá pasar efectivamente a la firma. Y sucesivamente, dependiendo de cómo la Comisión Europea vaya a proponer al Consejo de la Unión Europea y del Parlamento el formato del acuerdo, se va a pasar a una ratificación o a una entrada en vigor provisoria, como se hizo en otros casos. Todo esto queda por decidir, pero tengo un moderado optimismo de que, cerrada esta fase compleja, vamos a aguantar la próxima fase, que no será menos compleja, pero confiamos en que la podemos superar.
—¿Hay plazos previstos?
—No. En el Consejo de la Unión Europea están 27 países que unos quieren muchísimo el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur, otros dijeron que no lo quieren en el estado actual. Por actual entiendo en el momento que dijeron eso. Usted menciona Francia. Francia es un país importante, importantísimo para la Unión Europea. Nosotros estamos convencidos de que una vez que podamos, ahora que tenemos un acuerdo, revelar el contenido exacto y explicarlo bien a los países que hasta ahora dudan en apoyar el acuerdo esperamos convencer a todos. Esta será la tarea de la Comisión Europea en el año que viene, será explicar con cifras, con datos, e intentar convencer a los que todavía no están convencidos.
—Las elecciones parlamentarias en Europa, donde el centro mantuvo cierto equilibrio, registraron un crecimiento de algunos sectores que se oponen a una mirada más proglobalización y proapertura de mercados. ¿No es más hostil hoy el ambiente para el acuerdo que en 2019, por ejemplo, cuando se llegó hasta esta etapa y también se trancó?
—No creo que sea más hostil. Siempre hubo una cierta hostilidad, pero al momento del voto cuenta lo mismo quien se ha declarado abiertamente en contra del acuerdo por años y quien no dijo nada. Y me parece que hay mucha gente en Europa que puede estar en favor del acuerdo, pero simplemente no se ha pronunciado públicamente. Nuestra tarea es hablar lo más posible y explicar lo más posible a los partidos políticos, a los periodistas, a los ciudadanos europeos la ventaja que tiene este acuerdo. Y no solo la ventaja comercial inmediata, sino también la ventaja más grande, más geopolítica que tiene en el mundo.
—Hay cosas que son privativas de la Unión Europea y hay otras que son de los Estados parte, pero todos los casos exigen que pase por el consejo.
—Por supuesto.
—¿Después el proceso de ratificación parlamentaria dependerá de si se puede adelantar una implementación de algunas partes?
—Ahora corresponde a la Comisión Europea proponer algo al consejo. Y si uno mira los documentos oficiales que se publicaron, no hay muchos detalles sobre esto. Pienso que están todavía haciendo una reflexión de cómo y de qué forma se va a proponer al Consejo Europeo y al Parlamento Europeo.
—El acuerdo es más que comercial. Hay una parte política y de cooperación y también de una búsqueda de posicionamientos comunes en temas globales. ¿Qué afinidad encuentran hoy con los gobiernos del Mercosur en esa área?
—No es difícil identificar en el Mercosur socios muy confiables a nivel global. Nosotros comparamos con otros continentes y también con otras partes de América. Y aquí vemos a mucha gente que piensa de la misma manera que piensan los europeos. Entonces la parte política quizás es la parte más natural que sale del acuerdo. Fue probablemente la menos complicada de negociar. El objetivo de la Unión Europea no es simplemente comerciar más o mejores condiciones, sino anclar el comercio a valores. Entonces, comerciar con la Unión Europea significa tener que producir, exportar, importar, pero con el respeto de derechos laborales, con el respeto del medio ambiente, sin deforestar, con derechos humanos, con toda una corona de cosas que quiere la Unión Europea y que en el caso de Uruguay no es difícil ofrecer porque cree en lo mismo.
—En un momento se temió que este tema de valores atados a lo comercial provocara la oposición del gobierno argentino. El presidente Javier Milei está en contra con el tema del género, el cambio climático. En 2019, una de las razones que argumentó Europa para poner en pausa el acuerdo fue que Jair Bolsonaro era el presidente de Brasil y había un proceso de deforestación acelerado en la Amazonia. ¿No hay un riesgo potencial similar con Milei en el gobierno argentino?
—Creo que no, porque el gobierno argentino aceptó al final todas estas condiciones, estas frases que hay en el acuerdo, las aceptó sin particulares problemas. Creo que lo que prevalece aquí es el pragmatismo, es decir “bueno, es algo que nos importa”. Al máximo nivel dijeron de acuerdo y entonces ahora todos van a seguir este camino sin crear demasiados problemas.
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Mauricio Zina / adhocFOTOS
—¿Conversó con representantes del presidente electo Yamandú Orsi para conocer la posición del futuro gobierno?
—Todavía no, pero cuento con conocerla muy pronto. Hemos hablado con el candidato Yamandú Orsi en el mes de julio sobre este tema, justamente en esta mesa, y nos pareció que estaba totalmente en favor de avanzar sobre el acuerdo. Pero sí, apenas lo vea, mi idea es explicar mi punto de vista y mi experiencia de tres años y medio aquí y cuatro años en Paraguay antes, lo bien que puede ser el acuerdo para Europa y para Uruguay. No tengo particulares preocupaciones y muy pronto creo que lo vamos a poder explicar al nuevo gobierno. Uruguay está muy bien posicionado. Un acuerdo no te da dinero, te da oportunidad, oportunidades, oportunidades de desarrollo, desarrollo económico, de hacer más dinero, obviamente. Y lo da a las dos partes. Pero las oportunidades quedan siendo oportunidades, salvo que uno las tome. Uruguay está muy bien posicionado justamente porque está avanzado en muchas cosas que la Unión Europea requiere a sus partners a partir de la trazabilidad, la seguridad alimentaria, la deforestación; bueno, tiene ya todo listo prácticamente. Va a ser más fácil para Uruguay que para otros seguramente.
—¿Lo sorprendió la posición inicial ya de rechazo que planteó el presidente del PIT-CNT, Marcelo Pereira, que cuestiona los acuerdos con negociadores asimétricos?
—Pienso que para poder formar una opinión hay que leer bien el acuerdo, analizarlo, y no sé si tuvieron acceso al texto final o no, o si era una declaración de principios. El acuerdo Unión Europea-Mercosur va a crear puestos de trabajo en Uruguay. Así que me parece que esto es un punto importante que el nuevo gobierno va seguramente a apreciar y empujar.
—Usted hablaba de “moderado optimismo”. ¿Será muy cuesta arriba?
—Es un tiempo en el que probablemente se juega más en nuestra cancha que en la cancha del Mercosur. Y no hay que perder el horizonte de la estrella polar. Sabemos lo que queremos y hay que crear las condiciones para que esto suceda, para que nosotros logremos un acuerdo o la opinión favorable de todos en Europa. En eso nos pueden ayudar también los partners del Mercosur. Es el momento en que hay que enseñar bien en Europa lo que tienen las ventajas, hay que hacerse conocer más, creo, no muchos conocen a Uruguay o lo confunden. Hay que presentarse más a Europa.
—Brasil tuvo un rol clave. ¿A qué atribuye esta decisión del gobierno de Lula de avanzar?
—Claramente el impulso final de Brasil fue muy claro, muy fuerte. Lula, si escucharon el discurso que hizo después en la Cumbre del Mercosur, habló mucho de la integración regional, del significado de este acuerdo para la integración regional. Es como que él ve, más allá de los aspectos comerciales, la importancia de ese acuerdo para fortalecer este grupo de países que hasta ahora no habían concluido muchos acuerdos comerciales, pero sobre todo nada tan grande. Creo que Lula vio esta oportunidad en el marco de su política que sabemos de buen relacionamiento con China, con la Unión Europea, con otros socios.
—Brasil impulsa también los BRICS, integrado por Brasil, Rusia, China, India, Sudáfrica, donde los posicionamientos políticos difieren con los de la Unión Europea.
—Sí, pero no es uno u otro. Por el momento nunca se llegó a que un país tuviese que elegir entre A o B o C. Nosotros también tenemos un intercambio comercial muy importante con China, como lo tiene EE.UU. con China, por ejemplo, y obviamente no compartimos otras cosas, pero igual podemos intercambiar. Creo que con el Mercosur la diferencia será que vamos mucho más allá del intercambio comercial. Vamos a hacer colaboración en temas de medio ambiente, en temas de digital, más intercambio de personas. Verdaderamente creo que va a hacer sentirse parte de la misma familia. Aquí en Uruguay lo comprendemos muy bien, pero se van a desarrollar muchas cosas que no son solo del lado comercial y que serán permitidas por la existencia de un acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur.
—Una de las críticas mayores a este tipo de acuerdos asimétricos, según algunos actores, es que consolidan la posición de cada zona en la cadena de valor global. En este caso, el Mercosur como proveedor de materias primas, la Unión Europea como centro industrial.
—El acuerdo no se hace para aprovisionar a Europa de materias primas, se hace para desarrollar todo tipo de comercio entre las dos partes. Antes puse el ejemplo de las maquinarias. Si mantenemos el mismo nivel de aranceles sobre maquinarias, siempre Uruguay va a producir materias primas. Pero, si lo bajamos, Uruguay puede pasar a producir productos transformados, por ejemplo de alimentos procesados. Uruguay también está cambiando. Claramente el alma de Uruguay, como corresponde, es el campo, pero en los últimos 20 años el primer producto de exportación pasó a ser celulosa. Hay un enorme porcentaje de exportaciones en valores que son de servicios, sobre todo TIC (tecnologías de la información y la comunicación), que van a EE.UU. Lo importante subrayar es que sin perder el alma muy de campo, que es lo lindo que tiene Uruguay, puede tener la capacidad de diversificación, diversificación de rubros y de mercados, para ser menos dependiente de cuestiones climáticas o de compradores que un día pueden decidir no comprar más. Es un acuerdo que va hasta aumentar el alto nivel de inversiones que tienen las empresas europeas en Uruguay.