—Es viejita, ¿no? La idea de la Unión Europea nace justamente el 9 de mayo de 1950 con el discurso del canciller francés Robert Schumann, que lanza esta idea. Es un aniversario que importa, son tres cuartos de siglo. Somos una especie de elefante que es muy poderoso, y pasando el tiempo crecemos, crecemos en poderes, en capacidad de cohesión que tenemos en el interior de la Unión Europea. Obviamente, nos pusimos también un poco más lentos que como podíamos ser antes. Si uno mira históricamente los últimos 75 años, las competencias y responsabilidades de la Unión Europea aumentan muchísimo, y siguen aumentando. En cada momento en que aparece una crisis a nivel mundial, o hasta en el interior de la Unión Europea, como fue el Brexit, la Unión Europea se consolida.
—Comparó a la Unión Europea, primero, con una viejita y después con un elefante. Los tiempos actuales parecen demandar reacciones más veloces que las que pueden dar un elefante o una viejita.
—En eso tienes totalmente la razón. Parecen demandar reacciones más rápidas, es un mundo diferente. Pero, al mismo tiempo, lo importante es asegurar que seamos sólidos en nuestra respuesta. Obviamente, tenemos que acelerar las cosas, no es fácil para nosotros lograr acuerdos de 27 países. Hay temas en que no tenemos que lograr acuerdos de 27 países, basta con una mayoría, pero esto que no es fácil veo que los Estados europeos entienden ahora que es absolutamente necesario. La Unión Europea quiere ser, en este mundo multipolar, un polo, pero para ser un polo tiene que tener la misma capacidad y rapidez decisional que los otros polos, que muchas veces son un solo país, o los que existen a nivel mundial, que muchas veces son un solo país.
—A veces los países no parecen estar dispuestos a ceder a la Unión Europea toda su autonomía, siempre hay discusiones al respecto.
—Hay temas donde no queremos en Europa que se cedan poderes a la Unión Europea, un ejemplo es el tema cultural. Pero ya vemos lo que está sucediendo en el tema de la defensa. Hace cuatro o cinco años no se hablaba realmente de poner en común tanta defensa. Y cuando hablo de defensa me refiero a un término en inglés: deterrance (“disuasión”). Hay un llamado para aumentar el porcentaje del Producto Interno Bruto que se destina a gastos de defensa; es algo que sabemos que debemos hacer, pero que no nos gusta particularmente porque obviamente sería mucho mejor destinarlo a otros objetivos. Sin embargo, la disuasión es fundamental. Sentimos una verdadera amenaza en nuestras fronteras europeas, entonces hay que prepararse.
—¿Esto se vincula con las señales que ha dado el gobierno de Trump?
—En los últimos meses estamos reflexionando si efectivamente el aliado que tuvimos hasta ahora, Estados Unidos, va a seguir apoyando a la OTAN. Pienso que sí. Pienso que no van a crearse demasiados problemas, pero hemos escuchado bien los pedidos del nuevo presidente de Estados Unidos y entonces tenemos que reaccionar en consecuencia, ser más autónomos desde el punto de vista estratégico, no solo en medicamentos, en microchips, sino también del punto de vista militar.
—Usted decía que la discusión sobre el gasto militar no estaba en el tapete hace cuatro o cinco años. ¿El cambio fue Trump?
—Diría que está directamente vinculado con la guerra de agresión de Rusia a Ucrania y en los últimos meses también con los comentarios que hicieron los Estados Unidos. Pero tampoco estaban sobre la mesa otros temas, como el proteccionismo. Hay temas que surgen ahora que antes no estaban, pero el mundo cambia y la Unión Europea debe tener la capacidad de reacción rápida, o diría en unos casos de acción más que de reacción.
—El orden internacional en el que se forjó la Unión Europea parece estar terminando y usted hablaba de la emergencia de un mundo multipolar. ¿Es posible mantener ciertos derechos y ciertas estructuras internacionales como las Naciones Unidas en un mundo multipolar?
—Cuando nació la Unión Europea ya existían las Naciones Unidas y su estructura era muy parecida a la que existe hoy: hay un Consejo de Seguridad, están los mismos cinco países que son miembros permanentes, otros rotan, etcétera, etcétera. Es muy muy difícil cambiar todo esto y, aunque lo consideremos un sistema imperfecto, es el mejor sistema que tenemos en este momento. Nosotros tenemos nuestro modelo de integración y sabemos que no es fácil extenderlo al resto del mundo. Obviamente, vemos que hay muchos más gobernantes que empiezan a decir que no creen en el multilateralismo, no creen en Naciones Unidas, quieren salir de unas agencias y todo eso, pero, al mismo tiempo, eso hace que se creen coaliciones o acuerdos que refuerzan vínculos entre todos los otros países del mundo que no piensan de esa manera. El acercamiento que tuvimos en los últimos años, y aún más en los últimos meses, con países como Japón, como Corea, como Canadá es impresionante. Estamos diciendo que pensamos de la misma manera, y en eso viene la relación que queremos tener con América Latina y la Cumbre de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) que vamos a tener este año.
—¿Esto incluye el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur? La negociación lleva décadas y es probable que usted, al igual que sus antecesores, deje su cargo a fin de año sin ver el acuerdo firmado.
—Sí, creo que va a pasarme eso. Igual me ocurrió algo que no ocurrió a todos mis predecesores, es decir, ver que se cerró la negociación del acuerdo y ver que vino la presidenta de la Comisión Europea, cuando no había venido un presidente de la Comisión Europea desde 1994. Faltan cosas; hemos terminado el proceso de revisión legal del acuerdo, que es la verificación de los términos legales utilizados, y está en proceso de traducción a todos los idiomas oficiales de la Unión Europea. Luego corresponde a la Comisión Europea transmitir el texto del acuerdo al Consejo de la Unión Europea, es decir, a los Estados miembros para su aprobación, y al Parlamento Europeo para su consentimiento.
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Javier Milei, Luis Lacalle Pou, Ursula von der Leyen, Luiz Inácio Lula da Silva, y Santiago Peña, en la sede del Mercosur.
—¿Cuándo va a ocurrir?
—Pienso que dentro de muy pocos meses la comisión va a enviar el texto a las otras instituciones para obtener su consentimiento. Nuestro objetivo es firmar a finales de este año el acuerdo. Siempre dije que soy optimista, frente a otros que decían que no iba a suceder. Bueno, ya estoy 1 a 0 porque ganamos sobre la negociación; a ver si estamos 2 a 0 sobre la firma este año.
—Días atrás salió la información en medios internacionales de que estaba previsto el envío del documento por la Comisión Europea a fines del verano y en seguida el gobierno de Francia transmitió que era un “mal acuerdo”.
—Hay que ser muy claros: el objetivo de la comisión es convencer a la totalidad de los Estados europeos de que se trata de un buen acuerdo y explicar bien cómo se ha negociado. Enseñar las cifras, los cálculos, agregar todo el tema de la importancia política del acuerdo, que sin duda ahora se ve mejor. Porque, cuanto más aumenta el proteccionismo a nivel global, tanto más nosotros queremos cerrar acuerdos comerciales que van en dirección contraria. Entonces, nuestro objetivo es lograr la unanimidad y que todos los Estados miembros, cuando se trate de votar, voten a favor. ¿Va a ser posible?, ¿no va a ser posible? Eso obviamente no lo sabemos. Es difícil, pero no hay que tener prejuicios de ningún tipo. Vamos a ver con las cifras en la mano si es algo que sirve a todos o no.
—Usted dice que el objetivo es la unanimidad, ¿pero es una exigencia para que el acuerdo se cristalice?
—Eso depende de la forma en que la Comisión Europea proponga el acuerdo al consejo, fundamentalmente. Hay varias opciones y todavía esto no está decidido. Hay una opción que requiere la unanimidad, otras opciones que requieren para la parte comercial una mayoría calificada. Pero todavía no estamos ahí, falta poco, es un tema en este momento de cocina interna de la Unión Europea. Queremos tener la mayor cantidad posible de Estados miembros de la Unión Europea que estén de acuerdo con nosotros, y te puedo decir que del lado de la presidencia de la Comisión Europea están muy convencidos de ir adelante con este acuerdo.
—¿Cree que el proteccionismo que impulsa Trump puede jugar a favor del acuerdo?
—Está jugando a favor de todo lo opuesto al proteccionismo. Por el momento está jugando en favor de que los otros países se den cuenta de que es el momento de liberalizar más los intercambios entre ellos.
—Estados Unidos y Europa, hoy, están mostrando dos modelos distintos para enfrentar ciertos desafíos como la inteligencia artificial, la regulación de las plataformas, la guerra en Ucrania. ¿El acuerdo Unión Europea-Mercosur puede impactar en que los países del sur opten por el modelo europeo a la hora de enfrentar esos problemas?
—Diría que casi es el objetivo principal. El acuerdo busca ser primero una exportación de un modelo, antes que de bienes. No me gusta llamarla ni lucha ni pelea a esta competencia que hay en el mundo para que se elija un modelo, un estilo de pensamiento de Europa. Pensamos que los países y los pueblos que creemos en democracia, en derechos humanos, en multilateralismo debemos juntarnos. Y en el Mercosur, no sé si todos, pero la mayoría, nos dicen que están de acuerdo, vemos que la gente valora la democracia, el multilateralismo.
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Entrevista a Paolo Berizzi en la sede de la delegación de la Unión Europea en Montevideo
Mauricio Zina / adhocFOTOS
—Está por terminar su mandato en Uruguay. ¿Cuánto cambió su mirada sobre el país desde que llegó hasta ahora?
—Te lo voy a decir de otra manera. Los diplomáticos cuando salen de un país se hacen una pregunta muchas veces que es: “¿Volverías a vivir en este país una vez que te jubiles?”. Este sí es un país donde volvería a vivir después de la jubilación. Los uruguayos, viviendo aquí, ven cosas que no funcionan, eso es lo mismo hago yo en Italia, ¿no? Nosotros los diplomáticos podemos comparar con el resto del mundo y veo que hay ventajas muy grandes en este país, y esto no lo veía cuando me mudé de Paraguay a Uruguay. Me di cuenta de la calidad de vida y sobre todo de respeto que la gente tiene a principios fundamentales como la democracia, como el derecho. Es un país que sinceramente sorprende a los extranjeros. Cuando ves al ganador y al perdedor de las elecciones que se abrazan… Esto no sucede en muchos países.
—¿Hay algún tema que debería preocupar a los uruguayos? ¿Les diría “ojo con esto”?
—Sé que están poniéndole el ojo al crimen organizado, temas vinculados al lavado de dinero. Diría “ojo, con el crimen organizado”, porque no se trata solo de seguridad, sino que se trata de reputación internacional del país. La economía del país, las inversiones que vienen se basan mucho en su confiabilidad, en su reputación. Entonces, si hay un cuidado, diría: “Evitar que se desarrolle el crimen organizado”.
—¿Por eso la cooperación de la Unión Europea migró un poco hacia ese problema?
—La cooperación migró al tema energético, al digital y también a temas de lucha al crimen organizado. Son intereses compartidos: mucha de la cocaína que transita por el Puerto de Montevideo termina en Europa. Pero también nos interesan los temas energéticos, hidrógeno verde, el tema de la movilidad sostenible, el tema digital, que Uruguay está muy avanzado.