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    ‘El Eternauta’: de historieta a fenómeno que revoluciona la ficción argentina

    Con Ricardo Darín y César Troncoso como protagonistas, la adaptación de Netflix se luce con una épica de supervivencia

    A César Troncoso no le dan las manos ni el tiempo para compartir todo el material con el que los fanáticos de El Eternauta le demuestran su cariño por la popular serie argentina de Netflix que borró del mapa a Adolescencia. Pero en sus redes sociales, y en los huecos que le ha dejado su agitada agenda de prensa en las últimas semanas, Troncoso —que, además de actuar, dibuja— ha decidido compartir las ilustraciones que le han llegado de Alfredo Favalli, el personaje que interpreta en la ficción, cuya esencia radica en encontrar soluciones prácticas ante la limitación.

    “Pongo a Ricardo (Darín) también, no solo a Favalli. Lo que encuentro dibujado, dentro de lo posible, lo subo. A mí me gusta dibujar, y esto es una serie basada en una historieta”, aclara en conversación con Búsqueda, refiriéndose a su compañero de escenas y protagonista en El Eternauta. “Hoy estaba mirando un poco las redes y aparecieron tres señores con máscaras bailando un malambo. Es un fenómeno que de verdad habría que estudiar. Más allá del éxito de la serie, me parece que, por lo menos a nivel argentino, se están moviendo otras cosas”.

    El Eternauta, adaptación audiovisual de la icónica historieta argentina creada por Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López en 1957, se convirtió en fenómeno cultural tras su estreno el 30 de abril. La producción a gran escala filmada en Argentina con participación uruguaya, incluyendo la labor en posproducción de la empresa Boat Media, que supervisó los efectos visuales durante el rodaje, resonó en la idiosincrasia local. La serie logró incorporarse de inmediato al imaginario porteño gracias a lo esencial de su narrativa: personas ordinarias enfrentando amenazas incomprensibles.

    En números, el fenómeno se ve así: la serie entró en el Top 10 de más de 20 países de Netflix y lideró su ranking en 27 naciones durante sus primeros días. También fue la producción de habla no inglesa más vista a nivel global en la plataforma, alcanzó el tercer puesto entre las series más vistas en Estados Unidos y el segundo en Francia. Y el “efecto Eternauta”, como ha sido catalogado, no termina ahí. Las Abuelas de Plaza de Mayo, la organización argentina que busca restituir la identidad de niños apropiados durante la última dictadura militar, reportaron que las consultas por identidad de nacidos entre 1975 y 1983 se sextuplicaron tras el estreno, según informó Infobae.

    Estos números adquieren otro significado al recordar el destino de su creador. Oesterheld, militante de Montoneros, fue secuestrado en 1977 por la dictadura argentina. Tras pasar a la clandestinidad en 1976, fue detenido en La Plata y trasladado a un centro clandestino; se cree que fue asesinado en Mercedes, Buenos Aires, aunque su cuerpo nunca apareció. La tragedia se extendió a sus cuatro hijas, Diana, Beatriz, Estela y Marina, también desaparecidas por el terrorismo de Estado. Su nieto Martín, hijo de Estela, ahora está involucrado en la serie como consultor responsable.

    Bruno Stagnaro, codirector de Pizza, birra, faso y creador de la serie Okupas, no podía ser ajeno a esta carga histórica al encargarse de la adaptación. Con un vínculo personal con El Eternauta desde su infancia, Stagnaro buscó ser fiel al espíritu de la obra más que a su literalidad. Su enfoque traslada la historia a la actualidad para capturar esa misma sensación de contemporaneidad que Oesterheld buscó, sin eludir el ADN político original: la invasión alienígena se convierte ahora en una amenaza invisible que opera en la Buenos Aires actual, donde los peligros no visten uniforme militar, pero actúan desde las sombras.

    César Troncoso y Ricardo Darín en 'El Eternauta'
    César Troncoso y Ricardo Darín en El Eternauta.

    César Troncoso y Ricardo Darín en El Eternauta.

    En la serie, Juan Salvo, el personaje principal interpretado por Darín, es presentado como un excombatiente de las Malvinas. La experiencia lo dejó profundamente marcado. Padece síndrome de estrés postraumático y sufre episodios disociativos en los que revive el pasado en flashbacks violentos. A medida que el caos avanza en su ciudad, las visiones se transforman e incorporan imágenes de un futuro igualmente aterrador, pero con una diferencia crucial. El origen del horror ya no es una isla remota, sino el vacío infinito del espacio exterior.

    El primero de los seis episodios de El Eternauta arranca con ese cataclismo originado en el cielo: una nieve mortal mata a casi toda la población, mientras Salvo y su grupo de amigos, que se reúnen con asiduidad para compartir noches de truco y whisky, sobreviven. La pesadilla se mantendrá en un misterio calculado durante los tres primeros episodios, en los que la serie se enfoca en la lucha por la supervivencia. Será en su segunda mitad que la historia abraza por completo el género de ciencia ficción: aparecen monstruos, se multiplican las armas, intensifican las persecuciones y se revela la verdadera amenaza en la forma de una invasión extraterrestre de una escala y naturaleza nunca antes vista en la ficción argentina.

    Cuando Netflix comenzó el desarrollo de la serie hace casi cinco años, el autor español Pedro Paredes, magíster en Cómic y Educación, destacó en una entrevista con Búsqueda cómo el guion de Oesterheld planteaba una experiencia de escala cinematográfica. Al mismo tiempo, el arte de Solano López fusionaba el lenguaje del cómic y el cine al aprovechar recursos propios del arte secuencial, como variar el campo de visión entre viñetas, pero también incorporaba técnicas fílmicas. Su uso mesurado pero efectivo de planos detalle, viñetas de doble página y el ritmo del plano/contraplano creó una narrativa visual única. El resultado era una obra que evocaba la grandiosidad del cine sin perder su identidad gráfica.

    Como serie, El Eternauta hace sentir el peso de su producción. La ambición de Stagnaro y su equipo, bajo la productora K&S Films, por narrar lo colosal desde lo cotidiano exigió, paradójicamente, un despliegue técnico monumental: anclar lo extraordinario en el realismo. Hacer nevar en Buenos Aires se convirtió en un hito técnico que termina en uno narrativo. La anomalía de ver la ciudad desolada bajo un manto blanco mortal se impregna en cada plano. Los personajes, incómodos tras sus máscaras de protección, observan ese paisaje transformado y la reacción del espectador es de asombro compartido. El contraste entre lo familiar y lo extraño genera una inmersión desde el primer episodio.

    Con 148 jornadas de rodaje en múltiples locaciones, un despliegue masivo de equipos, vestuario (se fabricaron 500 máscaras y se usaron cientos de percheros de ropa, con múltiples versiones de prendas para distintos grados de suciedad), vehículos y extras, Troncoso recordó la filmación como una experiencia poco habitual para el actor: “El rodaje fue muy cansador, muy físico, que no es lo más habitual para mí. Con mucha corrida y no solo eso, sino que además implicaba un traje de bomberos, cargar el arma, una máscara que restringía el aire, más la mochila… en ese sentido, fue muy exigente”.

    La máscara, uno de los objetos más simbólicos de la serie, es el escudo contra la nieve tóxica. Su diseño fue una decisión consciente del equipo de producción. Se descartaron opciones como las usadas en desastres nucleares y la de buceo del cómic original, considerada demasiado plana para la cámara. En cambio, se necesitaba un diseño que permitiera ver los ojos del personaje, manteniendo la conexión con el espectador y subrayando la condición de hombre común del Salvo de Darín. La solución fue un visor entero, como un objeto que el personaje de Troncoso, Favalli, pudiera tener en su casa. Así, el objeto encarna perfectamente el concepto clave de la serie y su frase popular: “Lo viejo funciona”.

    Esa misma idea de humanidad cotidiana y pragmatismo se refleja en la elección de Ricardo Darín como Juan Salvo. Su interpretación en El Eternauta es una anomalía notable, especialmente por ser su primer protagónico en una serie de este calibre. Darín aporta su conocido carisma, pero resulta más interesante la decisión de envejecer a Salvo hasta cerca de los 60 años, a diferencia del cómic original, ya que se introducen vulnerabilidades que lo alejan del arquetipo de héroe tradicional.

    Embed - El Eternauta | Tráiler oficial | Netflix

    A lo largo de los primeros episodios, la interpretación de Darín no solo muestra la faceta resolutiva de Salvo, sino que también expone progresivamente sus debilidades y el peso de experiencias pasadas. Son aspectos humanos y frágiles que evitan que Salvo se erija como único salvador y lo hacen depender del trabajo en equipo. Es una representación que subraya la idea central en la historia de Stagnaro: contar una supervivencia masiva que refuerza la importancia del esfuerzo colectivo y la resiliencia grupal, más que la fortaleza de un solo individuo.

    La primera temporada, cargada de momentos memorables, también tiene sus inconsistencias. Más allá de personajes que se sienten incompletos, como los de Ariel Staltari y Carla Peterson, tropieza con un final decepcionante. En lugar de construir suspenso, la serie sucumbe a una tendencia común en la televisión actual: sacrificar la narrativa con un desenlace abrupto, sin lograr un cierre natural o satisfactorio. Esto ocurre pese a que, desde sus primeros episodios, la adaptación optó por dilatar sucesos que en la historieta ocurrían con mayor velocidad.

    Con la segunda temporada ya anunciada por Netflix, la atención se vuelve hacia el futuro de la producción. Consultado sobre el tema, Troncoso explicó que no participa directamente del trabajo de cara a una nueva entrega que ya empezó en Buenos Aires, pero aseguró mantenerse “a disposición” para cuando sea requerido. Como medida de precaución y preparación para retomar su personaje, reveló que, aunque no tiene certezas, está procurando mantener su “look Favalli” —conservando su barba habitual y el pelo “un poco más corto”—, ya que “uno nunca sabe”.

    “Lo que sí me parece muy claro de esta experiencia, más allá de lo complejo, es la dedicación del equipo. Todos estaban fascinados con la serie, empezando por Bruno. Tengo la sensación, por algunas cosas que ha dicho, de que está comprometido con esta historia. Es un poco la misma sensación que tengo yo: hacer El Eternauta con alguien que leía historietas en los 80 es lo mejor que me podría pasar”.