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    En el Sodre, en los musicales del British y en el Metro: Carlos Rompani Zorrilla, un volcán del escenario

    El actor, integrante de la principal familia de artistas del país, actúa en Un hombre torcido, de Agösto Latino, y ensaya otros dos próximos estrenos: un drama sobre Nelly Weissel y una comedia en el Metro

    “Tengo un fuego ardiendo dentro de mí”. Así explica Carlos Rompani su pasión por actuar. Lo dice con seguridad y su gesto transmite la urgencia que lo invade. La urgencia de concretar algunos de los mil proyectos que tiene entre manos. La urgencia de lograr eso tan esquivo para un actor uruguayo que es el éxito y el reconocimiento. De sus pares ya lo tiene: es uno de los grandes ausentes en los concursos de la Comedia Nacional, el único lugar de la escena teatral en el que no le interesa estar.

    Con 40 años de edad y casi 20 de experiencia profesional, Rompani es uno de los mejores y más completos actores de la escena independiente montevideana. Es un verdadero todoterreno, capaz de impactar con un drama violento, como Lluvia constante (Florencio al Espectáculo en 2022), de interpretar al marido asesino de Delmira Agustini, de ponerse el traje de Batman en una obra del formato teatro breve, de hacer reír a la platea del teatro Alianza sentado en una silla de ruedas en la comedia Forever young, de cantar canciones de los Beatles e imantar la mirada de los niños en Lucy en el cielo con diamantes o de conmover a los amantes del musical en El violinista en el tejado.

    Tras cursar unos meses la Facultad de Derecho, “solo para complacer” a su padre, después hizo Comunicación, pero sentía que la actuación era más fuerte y se anotó en la EMAD. En 2006 se instaló en Buenos Aires, donde estudió con maestros de actuación como Norman Briski y Cristian Drut. También pasó una tarde conversando con “una tía abuela lejana” llamada… China Zorrilla. En 2009 debutó en la última obra que dirigió Carlos Aguilera y en 2013 fue convocado por Marianella Morena para su notable No daré hijos, daré versos, sobre la vida y la obra de Delmira Agustini, en la que encarnó a Enrique Reyes, su marido y su asesino. La obra ganó el Florencio al Mejor Espectáculo, y Rompani logró una labor consagratoria en la escena local.

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    Carlos Rompani actuará en ‘Un hombre torcido’ y otros dos próximos estrenos

    Carlos Rompani actuará en ‘Un hombre torcido’ y otros dos próximos estrenos

    En los últimos 15 años actuó en una veintena de obras, pero en Uruguay, salvo que un actor ingrese a la Comedia Nacional o se llame Enzo Vogrincic o César Troncoso, los actores no viven de actuar. Rompani no es la excepción: vive de la docencia. Y la suya es una docencia muy particular, porque desde hace unos 15 años tiene a su cargo las clases y talleres de teatro del British Schools. Allí produce y dirige los clásicos musicales que ese colegio estrena todos los años con los alumnos de primero a sexto de primaria. En paralelo a los escenarios, Rompani tiene un sueño pendiente que lo desvela: la producción de un filme policial ambientado en los bajos fondos portuarios montevideanos, un thriller oscuro y violento cuyos dos personajes protagónicos de la obra Lluvia constante, Gabriel y el Mudo, ya no serán policías, como en la tremenda obra de Keith Huff, sino narcotraficantes uruguayos.

    En sala Balzo: el loco, el médico y la canoa

    Este jueves 8 y viernes 9, Rompani estrenará en la sala Balzo del Sodre Un hombre torcido, una obra basada en la novela Rosinha, mi canoa, del literato brasileño José Mauro de Vasconcelos, en la que comparte elenco con otros dos notables intérpretes: Cecilia Sánchez, quien se dio a conocer como la Madre en Mi muñequita, de Gabriel Calderón, y Hugo Piccinini, el protagonista del filme Clever. El texto y la dirección de la obra (entradas en Tickantel) son de Agösto Latino (Agustín Silveira), un polifacético creador conocido una década atrás por su personaje de comedia Alzira. Aquí transita un territorio bien diferente, más cercano al realismo mágico. Rompani interpreta a un médico embarcado en una misión de voluntariado, que es enviado a un recóndito paraje rural donde, en la orilla de un río, habita un anciano (Piccinini) aislado de la civilización, y que habla con su canoa (Sánchez), a quien considera el amor de su vida. Decidido a diagnosticarlo y hospitalizarlo, el profesional de la salud se enfrenta a un hombre que desea vivir en libertad, lo que lo lleva a verse atrapado en un laberinto existencial que pone en jaque sus convicciones académicas y humanas.

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    ‘Un hombre torcido’, con Carlos Rompani, Cecilia Sánchez y Hugo Piccinini

    ‘Un hombre torcido’, con Carlos Rompani, Cecilia Sánchez y Hugo Piccinini

    “Cuando leí esta obra me fascinó”, dijo Rompani a Búsqueda. “Mi personaje es un doctor que sale a buscar a este hombre, del que todos dicen que se volvió loco porque habla con una canoa que dice que es su esposa. Mi personaje quiere sacarlo de esa locura y se termina metiendo en un universo metafísico. Es una obra muy linda porque rompe con lo tradicional y aborda el dilema de la ciencia y su naturaleza. Este encuentro lleva al médico a preguntarse quién está realmente loco, por qué está mal que un hombre viva de ese modo y por qué deben hospitalizarlo a la fuerza, encerrarlo en una celda y meterle fármacos si no hizo nada malo, su vida no está en riesgo y vive ahí, tranquilo. Es una obra que habla de lo que supuestamente es normal y del vínculo entre el ser humano, la naturaleza y la ciencia”.

    Rompani destaca el texto de Agösto y la escenografía de la artista plástica Rita Fisher, hasta ahora ajena a los escenarios, lo que configura otro atractivo del espectáculo. “Es una obra muy visual, con una gran belleza plástica y también con una importante presencia de la música. No es una obra de teatro tradicional, sino que es una obra, para mí, rompedora en muchos sentidos. Mi personaje parte de una estructura muy racional, lo cual, para mí, es un desafío porque yo soy muy pasional en el escenario. Agösto me dijo: ‘Yo sé que vos tenés un millón de herramientas, pero necesito que las dejes a un lado y agarres una nueva’. Me pidió minimizar, simplificar, ir por una cuerda muy tranquila, me pidió que dosificara la energía para lograr un personaje contenido, que no saque todo para afuera, que el personaje no necesitaba tanta energía”.

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    Los Zorrilla y el British

    El vínculo de Rompani con el arte comenzó en la cuna porque su nombre completo es Carlos Alfredo Rompani Zorrilla de San Martín; es nieto del pintor Alfredo Zorrilla y China Zorrilla era prima de su abuelo, por citar solo dos de los tantos artistas de diversas disciplinas que dio la familia Zorrilla de San Martín. Su casa estaba llena de arte y creció escuchando las legendarias historias del poeta, el escultor, la actriz y la vestuarista (Guma, hermana de China). El actor dice que nunca se sintió condicionado por este legado familiar, sino que, por el contrario, no tiene dudas de que ese fuego interno que templa su espíritu y que da forma a su pasión por la actuación viene de sus ancestros. “El arte es algo muy fuerte en esta familia, es evidente que eso me da un empuje bárbaro”.

    El actor cuenta que, además de su atracción genética por la creación artística, el amor por la actuación y el canto se plasmó en el British, donde cursó la escuela y el liceo. Allí despertó su vocación por la actuación: “En ese colegio, pisás un escenario al comenzar la escuela. Y estar ahí arriba me fascinó desde que tengo memoria. Fue algo muy natural. Y después ese lugar se terminó convirtiendo en mi trabajo”. Allí Rompani tiene a su cargo los talleres de teatro de primero a sexto de primaria. Cada año, enseña a actuar a más de 150 niños de entre 6 y 12 años. Esa instancia —curricular en esa institución— implica la producción y la dirección de las obras musicales que todos los años se estrenan en el teatro de la institución, una sala de 400 butacas. Son obras habladas en inglés, interpretadas por los alumnos de quinto año y cuentan con participación en diversos roles de todas las clases de primaria. “Es un montón de trabajo, pero lo tengo muy bien sistematizado”, dice. Se trata de puestas en escena de gran porte, con escenografía, luces, vestuario, coreografías, que involucran actuación, canto y baile, para las que se compran los derechos a la Musical Theatre International, que los vende en un formato específico para instituciones educativas y funciones gratuitas.

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    Carlos Rompani dirige los musicales del British Schools

    Carlos Rompani dirige los musicales del British Schools

    En estos “musicales del British” se han estrenado obras icónicas del género como Mary Poppins, La sirenita, Matilda, La bella y la bestia y Mulan. Este año, en junio, se estrenará por primera vez un musical uruguayo: Lucy en el cielo con diamantes, de Avo Pérez, basada en la música de los Beatles, estrenada años atrás en la temporada de vacaciones de julio. Contará con ocho funciones, por lo que la verán unas 3.000 personas: padres, abuelos, hermanos y otros familiares y amigos de los niños. “Yo elijo la obra el año anterior, y en marzo, apenas comienzan las clases, comenzamos los ensayos. Definimos los personajes principales rápidamente y comenzamos a diseñar la puesta en escena; lo lindo es que todos participan. Es una actividad que involucra a toda la escuela, en múltiples tareas y, si no hay un personaje para un niño, lo invento para que todos puedan tener un rol”.

    En sexto año, después de haber actuado en el musical de quinto año, el taller de Rompani se dedica al género audiovisual e incluye el aprendizaje de la actuación frente a cámaras y el rodaje de cortometrajes. En el liceo también se producen espectáculos, pero en formato extracurricular, optativo, por lo que el número de alumnos que participan es mucho menor. En sus últimos años en el British, Rompani actuó en musicales como Los miserables y Jesucristo Superstar, y luego, en su vida profesional, actuó y cantó en El violinista en el tejado, Los músicos de Bremen y Lucy en el cielo con diamantes.

    El drama de Weissel y una comedia en el Metro

    “En este momento estoy ensayando tres obras. Es lo que más me gusta, pero en Uruguay, si tenés una familia, no podés vivir de lo que ganás en las obras. Yo tengo dos hijos y no puedo dejar de dar clases. De algo hay que comer. Y, por suerte, también me apasiona lo que hago como docente”, dijo Rompani a Búsqueda.

    La posibilidad del ingreso a la Comedia Nacional es una repregunta pertinente ante esta postura. Rompani responde tajantemente: “No he querido inscribirme a los concursos. Por ahora no me ha interesado. Siento que es muy bueno para un actor por las posibilidades artísticas y profesionales, la seguridad económica que te da entrar, pero siento que no es para mí. Perdería la libertad de hacer lo que quiero, y eso, para mí, es muy importante”.

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    Carlos Rompani

    Carlos Rompani

    Además de Un hombre torcido, Rompani prepara el estreno de otros dos espectáculos: un drama y una comedia. La trágica historia de Nelly Weissel —una actriz de la Comedia Nacional que, en 1962, mató a su marido— es narrada en Un tren quebrando la siesta, obra de Elaine Lacey que se estrenará el 29 de mayo en la Zavala Muniz, con Camila Vives en el rol protagónico, junto con Rompani y Marita Escobar. En paralelo, ensaya Matita, una comedia “sobre la vejez, el dinero y el amor”, coescrita por la argentina Esther Feldman y el uruguayo Rodolfo Santullo. Con dirección de Diego Devincenzi, se estrenará el 13 de junio en el teatro Metro, donde Rompani compartirá escena con Noelia Campo, Rodrigo Garmendia y Graciela Rodríguez.

    Rompani, el padre de familia, vive de su trabajo en el British, pero el actor Carlos Rompani Zorrilla alimenta su espíritu en el escenario. Así responde cuando se le pregunta por qué hace teatro. “Arriba de un escenario soy feliz. Tanto en el proceso creativo como en las funciones. Siento que la creatividad me brota, eso lo vuelco, en parte, en el colegio, pero necesito el teatro para sentirme realizado. Ese fuego lo empecé a sentir fuerte desde la adolescencia. Ahí me di cuenta de que me salía un desparpajo arriba del escenario que me hacía jugar, probar y divertirme mucho. El salto de los musicales para niños al teatro para adultos fue con No daré hijos, daré versos. Recuerdo que un día le dije a la productora, Carolina Escajal: ‘Tengo un volcán en erupción adentro de mí y necesito que alguien me ayude sacar esto’. Así fue que entré al elenco de esa obra, que fue un trabajo muy lindo. Para mí, actuar es un juego, siento que en ese aspecto sigo siendo muy inmaduro. Puedo ser muy profesional y muy serio, pero subo ahí arriba y me tiro a la piscina sin miedo. Primero explota el volcán y después me reagrupo y me organizo”.