La dirección de la serie está a cargo de la colombiana Laura Mora (ganadora de la Concha de Oro del Festival de San Sebastián 2022 por Los reyes del mundo) y del argentino Alex García López (The Witcher y Daredevil). Y con ellos hay un equipo monumental. Según han contado en entrevistas, se movilizaron unas 900 personas para esta serie, que fue filmada en los departamentos de La Guajira, Magdalena, Cesar, Cundinamarca y Tolima.
Las cifras que acompañan esta aventura tienen muchos ceros: unos 800 proveedores locales y artesanos construyeron el pueblo de Macondo, en Tolima, en un terreno de 540.000 metros cuadrados. Netflix invirtió cerca de 50 millones de dólares. Y para la economía colombiana, la serie aportó 225.000 millones de pesos en empleos y en reactivación del turismo a los pueblos de la filmación.
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Netflix
Por supuesto que hubo críticas a este despliegue, y hay quienes consideran que el resultado es un producto bien realizado pero “demasiado Netflix”, una especie de cáscara que no llega a la profundidad de la novela. Son puntos de vista, pero tal vez se le está pidiendo a la serie que tenga el mismo efecto que tuvo el libro, que no fue solo un éxito editorial. Cien años de soledad, con su complejidad narrativa y de temática familiar y política, significó un fenómeno cultural que sería raro que se diera de la misma manera. Otros son los tiempos y otros los asombros que trae la pantalla.
Lo cierto es que la serie no solo es un trabajo serio, que implicó hasta una investigación de los instrumentos musicales de época, sino mucho más que eso. Es un producto de nivel cinematográfico que atrae con su narración en varias capas y sus muy buenas actuaciones.
Atmósfera Macondo
“Sin una atmósfera la pintura no es nada”, dijo alguna vez Rembrandt, el gran pintor neerlandés del siglo XVI. Y es exactamente eso lo que logra esta serie: crear la atmósfera mítica y fundacional de Macondo. Una atmósfera que los estudiosos de la novela llamaron “realismo mágico”, pero que el propio García Márquez se ocupó de relativizar.
En Vivir para contarla, su libro de memorias, relató los primeros años de su vida en Aracataca, municipio colombiano del departamento de Magdalena, donde nació en 1927. En ese lugar de nombre sonoro y nubes de mariposas amarillas, vivió hasta los ocho años al cuidado de sus abuelos. En su casa sintió el calor agobiante y los interminables aguaceros, escuchó relatos de las luchas de su abuelo en la guerra de los Mil Días y supo de compañías bananeras, de matanzas y de un pueblo dividido por la vía de un tren. “Nadie me cree que no he inventado nada”, decía cuando apareció Macondo en su novela La hojarasca (1955) y en los cuentos de Los funerales de la Mamá Grande (1962).
La serie crea ese ambiente legendario sin necesidad de abusar de la “magia” o la “fantasía”. Por supuesto que esos elementos aparecen, pero en las dosis necesarias. La voz en off, a cargo de Jesús Chucho Reyes, como si fuera el narrador de la novela, colabora con la creación de ese clima ancestral. Es una voz expresiva, sin grandes énfasis, por momentos monótona, pero agradable al oído.
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Moreno Borja como Melquíades
Netflix
El primer capítulo comienza por el final de la novela, cuando un personaje entra a una casa en ruinas y encuentra unos manuscritos. La secuencia es silenciosa y misteriosa, pero quienes leyeron la novela saben que quien entra a la casa es Aureliano Buendía (el penúltimo de 17 Aurelianos) y que esos manuscritos los escribió Melquíades (interpretado por Moreno Borja), el gitano sabio que cuenta la historia de la familia a través de siete generaciones. “El primero de la estirpe está amarrado en un árbol y al último se lo están comiendo las hormigas”, dice el epígrafe. Pero eso aún no lo muestra la serie.
Lo que sí muestra es la travesía que hace un grupo de jóvenes liderados por José Arcadio Buendía (Marco González), recién casado con Úrsula Iguarán (Susana Morales), para fundar Macondo. La pareja huye de una maldición, son primos y están condenados a que sus hijos nazcan con cola de cerdo. Pero el primer bebé de la pareja, José Arcadio (sí, igual que el padre, los nombres causan una confusión permanente), nace sin problemas en medio de ese verdadero éxodo que atraviesa barrancos y pantanos, vegetación tupida y cambios de clima.
Toda esa eterna caminata, casi sin diálogos, es una muestra de buen cine. Después de meses de andar buscando la tierra junto al mar, deciden fundar el pueblo “a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”. Así nace Macondo, un pueblo sin líderes políticos, sin religión ni muertos ni leyes. Hasta que llegan los gitanos, la Iglesia y los políticos.
Una pareja y una casa
Para marcar el paso del tiempo, el equipo de la serie construyó cuatro versiones del pueblo de Macondo desde cero. Pero el esmero mayor fue en la casa de los Buendía, con diseño de la argentina Bárbara Enriquez y mobiliario obtenido de anticuarios y utilería artesanal colombiana. Esa casa es el punto donde gravita la trama, es donde corretea desnudo José Arcadio (en un plano secuencia estupendo), nace su hermano Aureliano, que es el primer niño de Macondo, y después Amaranta y después llega Rebeca, y allí vive el gitano Melquíades y también los Buendía bastardos.
En 1950, después de una visita a la casa vacía de sus abuelos, García Márquez empezó a escribir un borrador que llevaba como título La casa de los Buendía, y eran apuntes para una novela que iba a titular La casa. Por supuesto que allí está la génesis de Cien años de soledad. Y la serie respeta esa importancia al hogar de esta familia.
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Netflix
Además de las transformaciones en el pueblo y en la casa, en cada capítulo hay saltos temporales. Los personajes crecen o envejecen y cambian los actores. Quienes le dan sustento a toda la historia son José Arcadio, que ya maduro es interpretado por Diego José Vásquez, y, sobre todo, su esposa Úrsula, con la brillante actuación de Marleyda Soto, que le pone su poderosa presencia a uno de los mejores personajes de la historia. La novela de García Márquez bien podría haberse llamado Úrsula. Los diálogos de la pareja junto al castaño, donde José Arcadio permanece atado tras haber perdido la cordura, son de las escenas más conmovedoras de la serie.
Mujeres con garra
Si algo tienen las historias de García Márquez son personajes femeninos de carácter definido y bravura para enfrentar los peores momentos. Uno de los más extraños y atractivos es Rebeca, la niña huérfana que llega a casa de los Buendía por tener con ellos un parentesco lejano. Y allí queda. La niña come tierra, no se separa de una bolsa llena de huesos que se mueven con vida propia y trae consigo el mal del insomnio, que contagia a todo el pueblo.
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La enigmática y sensual Rebeca, interpretada por la actriz y modelo Akima
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Cuando Rebeca crece se transforma en pura sensualidad. Le da vida la actriz y modelo Laura Sofía Grueso, más conocida como Akima, que captó muy bien lo indescifrable del personaje. Con el aventurero José Arcadio (Édgard Vittorino) hacen una pareja escandalosa para la familia y para el pueblo por su sexualidad desinhibida y explosiva.
El sexo es una presencia constante en la novela y la serie no anda con eufemismos para mostrarlo. Otro personaje femenino atractivo y riquísimo en matices es el de Pilar Ternera, amante y consejera de los hermanos Buendía, y madre de algunos de sus hijos. Ella sabe escuchar, es alegre, regentea un prostíbulo y también sabe decir “¡qué bárbaro!” cuando se asombra del pene de uno de los Buendía. Excelente Pilar Machado en este papel.
El coronel Aureliano y la violencia
La novela de García Márquez tiene uno de los comienzos más maravillosos de la literatura: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.
El hielo llega a Macondo con los gitanos y Aureliano es uno de los niños que va a inspeccionar ese gran invento que parece un diamante gigante. “Aureliano, en cambio, dio un paso hacia adelante, puso la mano y la retiró en el acto. ‘Está hirviendo’, exclamó asustado”, dice la novela.
La serie hace uno de sus saltos temporales, Aureliano crece y se convierte en una de las figuras centrales de la primera temporada. Claudio Cataño interpreta a ese joven de mirada penetrante que se vuelve taciturno cuando pierde a Remedios, su esposa adolescente, que muere en el parto.
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Aureliano el día que lo iban a fusilar
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De riguroso luto, Aureliano va siendo testigo de los cambios políticos en el pueblo, de las divisiones entre liberales y conservadores, de los extremos a los que se llega por la ambición y el poder. Entonces el joven respetuoso de las ideas ajenas se convierte en un revolucionario que se levanta en armas contra el gobierno y deja a Macondo en manos de su sobrino Arcadio, un muchacho resentido que desconoce su verdadero origen y tiene los peores delirios de poder. Entonces Aureliano termina cometiendo los mismos atropellos contra los que se había levantado en armas. La historia de la humanidad.
Trayectoria de una novela
La génesis de Cien años de soledad es tan alucinante como la propia novela. Su proceso implicó treinta mil cigarrillos fumados por García Márquez, 120.000 pesos de deuda y la venta de varios electrodomésticos hogareños para pagar los gastos de alimentación de la familia y el envío del manuscrito a Buenos Aires.
García Márquez escribió la novela cuando vivía en México con su esposa de toda la vida, Mercedes Barcha, y con sus dos hijos. En Tras las claves de Melquíades, Eligio García Márquez, hermano del escritor, le dedicó un libro entero para explicar todo el proceso de escritura de la novela, que duró 14 meses. Francisco Porrúa, editor de Sudamericana, apostó por ese escritor caribeño que le había enviado una carta en la que le contaba que estaba trabajando en su quinto libro. “Es una novela muy larga y muy compleja en la cual tengo fincadas mis mejores ilusiones”, le decía.
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Cuando los editores argentinos leyeron el manuscrito, se dieron cuenta de que estaban frente a un escritor excepcional. La primera parte de la novela la habían leído Carlos Fuentes y Julio Cortázar, quienes se sintieron impactados por esa nueva forma de narrar. Finalmente, se publicó en 1967 y esa primera edición tuvo una portada atractiva, con un galeón en medio de la selva. El éxito fue inmediato en Buenos Aires. En 1972 ganó el premio Rómulo Gallegos y se comenzó a vender en todo el mundo traducida a 40 lenguas. Muy atrás habían quedado las palabras de Mercedes Barcha en la puerta del correo, cuando con gran sacrificio habían enviado los últimos folios del manuscrito: “Oye, Gabo, ahora lo único que falta es que esa novela sea mala”.
No sabemos qué diría García Márquez de la serie de Netflix, pero allí está todo lo que él imaginó en aquellos días de delirio y hambre mexicana mientras escribía su novela: el primer daguerrotipo, los peces de plata de Aureliano, la alquimia de Melquíades, la rivalidad de Amaranta y Rebeca por el bueno de Pietro Crespi y ese manto de flores amarillas que cubre las calles de una Macondo de luto. A no perderse esta temporada y esperar la segunda. Aún queda lugar para el asombro.