Martinelli y Sanjurjo, la dupla que toma el control del Ministerio del Interior para suceder a Heber

“De ninguna manera he evaluado dejar el cargo. Yo ya he dicho que sigo hasta marzo, si lo quiere así el presidente y si lo determina el Parlamento”, afirmó la semana pasada en conferencia de prensa. Repitió lo mismo esta semana a Búsqueda e incluso prevé que en el ministerio se siga una línea de sucesión: “La idea es que quien venga después de mí no tenga que aprender sobre seguridad pública”, dijo.

Ese cambio no se dio de forma repentina ni directamente intencionada. Cuando Heber asumió el cargo en lugar de Jorge Larrañaga mantuvo la fila política de su antecesor: Guillermo Maciel como subsecretario, Luis Calabria como director general de Secretaría y Santiago González como director de Convivencia y Seguridad Ciudadana. Pero Calabria renunció en agosto del año pasado por utilizar el Hospital Policial. Por la misma razón lo hizo en mayo González, que había tomado responsabilidades mucho más allá de su cargo para convertirse en una de las voces más reconocidas del ministerio. En agosto se fue Juan Andrés Ramírez Saravia, contratado por Larrañaga como asesor y quien con Heber quedó apartado de cualquier decisión de relevancia. El último en irse, en octubre, fue Juan Manuel Romero, director de la Unidad de Comunicación y quien había trabajado con Larrañaga en la campaña electoral. Del riñón de Alianza Nacional solo quedó Matías Terra, un militante de 28 años que hizo su carrera política en el ministerio desde marzo de 2020 y a quien se le ordenó, como nuevo director de Convivencia y Seguridad Ciudadana, mantener un perfil bajo y de subordinación a la cúpula ministerial.

Frente a este éxodo ganaron terreno Martinelli y Sanjurjo, todavía más cuando en setiembre el que renunció, por denuncias de abuso sexual, fue Andrés Capretti, mano derecha de Heber. El pensamiento de Martinelli y Sanjurjo, más técnico y horizontal, incluso se trasladó a la nueva jerarquía de la Policía Nacional, que comanda como director desde marzo José Manuel Azambuya.

Fuentes oficiales señalaron que Martinelli estuvo relacionado con la salida de Romero, cesado porque “la comunicación debe mejorar”, según informó El País. Lo relevó José Portillo, quien planteó una estrategia de comunicación más enfocada en lo policial para evitar la imagen pública de Heber y que incluyó una renovación de herramientas como el sitio web oficial de la secretaría de Estado.

Sanjurjo, por su parte, fue clave para la marcha de Ramírez Saravia, que sentía que había tomado funciones suyas y discrepaba con su propuesta preventiva de la seguridad pública. Con un vínculo muy tenso, ambos habían compartido tareas laborales en el programa apoyado por el Banco Interamericano de Desarrollo que funciona en el ministerio. “Literalmente lo cago a trompadas”, señaló Ramírez a radio Sarandí sobre su reacción si se encuentra hoy con Sanjurjo.

Mientras Martinelli —abogado de profesión— se encarga del costado más político, de comunicación y administrativo del ministerio, Sanjurjo —especialista en políticas públicas de seguridad— influye en la propuesta policial y está detrás de iniciativas para disminuir los homicidios entre bandas de microtráfico de drogas, mejorar la elaboración estadísticas sobre cifras de delitos y abrir el ministerio a la investigación universitaria.

Estas ideas y su manera de llevarlas a cabo, con un perfil alto y académico, no siempre fueron bien recibidas en el ministerio. El subsecretario Maciel cuestionó este año a dos investigadores de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) por adelantar públicamente la información de estudios sobre homicidios cuya divulgación correspondía al ministerio.

Días atrás, Sanjurjo discutió de manera pública la posibilidad de regular la cocaína, una situación que no cayó del todo bien en algunos ámbitos del gobierno. Quien se pronunció sobre el hecho fue Calabria, actual asesor del secretario de Presidencia y precandidato presidencial blanco, Álvaro Delgado. “Entiendo que se ponga en discusión la eficiencia o no de la lógica prohibicionista, pero no creo que sea la legalización la respuesta. Yo creo que sería una suerte de pacto con el mal y ningún pacto con el mal termina bien. Cuando dicen que tiene que ser una experiencia muy acotada, muy controlada, muy fiscalizada, es porque saben que representa un riesgo muy grande”, sostuvo entrevistado el lunes 2 en VTV Noticias.