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    El atentado contra Cristina Fernández no se puede entender sin “la grieta” y la “violencia verbal” en la dirigencia política

    Argentina tiene “expectativa” de conocer en el ámbito del Mercosur qué está negociando Uruguay con China y no tiene “ningún inconveniente ni rechazo político” a que se drague el Puerto de Montevideo, dice el embajador Alberto Iribarne

    La mañana del viernes 2 el embajador argentino Alberto Iribarne recibió una llamada del presidente Luis Lacalle Pou, quien quería solidarizarse con la vicepresidenta Cristina Fernández y su gobierno tras el intento de homicidio del que fue objetivo la noche anterior.

    Fernando Sabag Montiel se acercó a la vicepresidenta en medio de un tumulto de militantes que la esperaban en la puerta de su casa, apuntó a su rostro y gatilló.

    El arma falló. La reacción política inmediata y casi unánime en Argentina fue de unidad en respaldo a la vicepresidenta pese a las diferencias. No es claro cuánto durará la tregua, aunque ya hay señales de que será breve. Para el embajador Iribarne, el episodio debe ser una oportunidad para reducir las tensiones y “la grieta”. Porque aunque se pruebe que Sabag fue un “lobo solitario”, su conducta responde a un “clima” político en el cual la violencia verbal no deja de crecer.

    El incidente ocurrió en momentos en que, en palabras del diplomático, su gobierno está en un proceso de “relanzamiento”, movimiento que se refleja en la llegada de Sergio Massa al Ministerio de Economía.

    Ese “relanzamiento” no supone un cambio en la política exterior, explica Iribarne. Y da una señal que podría ser positiva para el gobierno de Lacalle Pou. “No hay ningún inconveniente ni rechazo político” argentino para que Uruguay drague a 14 metros de profundidad el Puerto de Montevideo, dice. Es cuestión de que la delegación uruguaya presente la propuesta a la Comisión Administradora del Río de la Plata y no tenga inconvenientes técnicos, aclara.

    El embajador dice que su país está esperando que Uruguay informe en el Mercosur el alcance de las negociaciones con China para fijar una posición.

    —¿Cómo explica lo que está pasando en Argentina?

    —Lo que pasó fue que afortunadamente no se pudo concretar el atentado contra la vicepresidenta, que gracias a Dios no pudo materializarlo al asesinato. Lo que le diría es que es una oportunidad para reflexionar sobre el tema de la violencia, su vinculación con la democracia. En Argentina, afortunadamente, desde 1983 hasta ahora, en casi 40 años de democracia, no hemos tenido episodios de violencia política. Más allá de las crisis numerosísimas que hemos tenido, una de las cosas que ha permanecido sin deteriorarse ha sido este pacto democrático que, en lo esencial, excluye la violencia como forma de resolver los conflictos. Si se hubiera concretado el propósito de este hombre de asesinar a Cristina Fernández de Kirchner, no sé qué podría haber pasado, realmente hubiera sido desencadenante de una crisis que también podría haber terminado en violencia. La reacción del arco dirigencial político, social, empresarial, sindical, los medios, fue de rechazo y de repudio a lo que había pasado con la vicepresidenta. Creo que esa es una consecuencia positiva, en el sentido de hacernos reflexionar sobre el tema a toda la sociedad argentina, como para que eso también sirva para bajar un poco la tensión política, fundamentalmente en la dirigencia.

    —Una vez que algo sucede, es fácil decir que era esperable. ¿Cree que este episodio responde a una situación social que era caldo de cultivo para un hecho de esta magnitud?

    —No diría que podíamos esperar un intento de homicidio, y por eso la reacción muy manifiesta de rechazo a esto. Porque, en definitiva, es un atentado a nuestra forma de convivencia. No diría que era un atentado esperado. Creo que eso puede llamar un poco a la reflexión porque hay violencia verbal y pasó esto. Creo que hay un clima de tensión en la sociedad argentina, lo llamamos de “grieta”, entre los dirigentes. Hay que volver a algo vinculado a lo que decía recién: no concebir la política como enemigos, sino como adversarios. No hay una guerra, hay política. En la guerra se busca eliminar al contrincante y, además, se elimina el diálogo, porque quien en una guerra dialoga con el enemigo es un traidor; mientras que si hay política, se puede dialogar porque son las reglas de juego. Y en política hay mecanismos de resolución del debate: si no nos ponemos de acuerdo en el Parlamento, se va a votar, ganará uno o el otro, pero hay diálogo. Hay que recuperar todas estas cosas que hacen al juego de la democracia y tratar de desterrar esta confrontación amigo-enemigo.

    —Usted sí cree que hay una grieta en la sociedad argentina, a nivel dirigencial al menos.

    —Sí, sí, existe. Existe esa grieta. Pero que la grieta llegue solamente a diferencias políticas, que no se profundice a sentir que estamos entre un amigo y un enemigo y, por lo tanto, al enemigo hay que eliminarlo. Pero sí, existe. Existe y me parece que no contribuye al clima de convivencia que se escale en la violencia verbal, discursiva.

    —A partir del intento de magnicidio, parte del oficialismo está planteando un cambio en la ley de medios. Algunos políticos oficialistas señalan a los medios como uno de los principales responsables de fomentar esa grieta…

    —Fue una cosa muy incipiente, de que se iba a hablar sobre la posibilidad de elaborar una ley para penar la incitación al odio, pero ni siquiera hay un borrador del borrador del proyecto. No hay una iniciativa concreta. Se habló en este marco, algunos pueden pensarlo, pero son solo trascendidos y no hay proyectos concretos del tema del odio o de censurar algún discurso de estas características. Esto provocó que algunos hablaran y rechazaran algo que todavía no existe.

    "Existe esa grieta (en la sociedad argentina). Pero que la grieta llegue solamente a diferencias políticas, que no se profundice a sentir que estamos entre un amigo y un enemigo y, por lo tanto, al enemigo hay que eliminarlo. Pero sí, existe. Existe y me parece que no contribuye al clima de convivencia que se escale en la violencia verbal, discursiva"

    —Usted es representante del Estado argentino y vive en Uruguay. ¿Cómo se ven estos episodios a la distancia?

    —Acá hubo una muy buena actitud del presidente Lacalle. Me llamó el viernes pasado, temprano en la mañana, para transmitirme su solidaridad con la vicepresidenta, con nuestro gobierno, en definitiva, con el pueblo argentino. Desde acá, sí, los niveles de violencia discursiva, verbal son mucho menores de los que hay en Argentina. Los hay, lamentablemente, como los episodios estos con Robert Silva, pero acá son más moderados en el discurso.

    —En Uruguay algunos miran lo que pasa en Argentina como una forma de reasegurarse de que acá está todo bien, de que los uruguayos son distintos. ¿Escucha ese tipo de comentarios?

    —Lo he conversado. Yo señalaría algo: esto que hablaba y que parecería una generalización en cuanto a que en Argentina no hubo violencia desde el 1983, hay que decir que también hubo acuerdos. En 1987, cuando sucede la llamada rebelión Carapintada, en contra del orden democrático y siendo presidente Raúl Alfonsín, hubo una reacción inmediata. Como dirigente justicialista estuve en la Plaza de Mayo para apoyar al gobierno de Raúl Alfonsín, lo que era, en definitiva, apoyar a la democracia. Ahí estuvieron todos los partidos. En el año 94, cuando se hace la reforma de la Constitución, prácticamente coinciden el 90% de las fuerzas políticas; es una Constitución sin imposición de unos sobre otros, por primera vez en la historia argentina. Además, hablaba con unos amigos uruguayos de que aquí se procesó muy bien en 2002 una crisis profundísima, pero en Argentina también. Nosotros tuvimos los desgraciados episodios de diciembre del 2001, que desembocó en la renuncia de Fernando de la Rúa, hubo unos días de transición hasta que se designó a Eduardo Duhalde. Ese fue también un gobierno de consenso con todas las fuerzas políticas. O sea que hay también esta idea de que existe el diálogo y el acuerdo político sobre principios esenciales como la defensa de la democracia. Y no estamos hablando del siglo XIX, estamos hablando de un pasado muy reciente. La reacción frente al atentado a la vicepresidenta fue de repudio, de rechazo, de llamado a la reflexión porque fue un atentado a la democracia. En estos momentos existe el espacio al diálogo, para parar un poco, porque no es una sociedad fracturada que va a la guerra. Eso no significa que no haya disensos, yo voy a seguir diciendo que el presidente Macri, con todo respeto, tomó el préstamo más grande de la historia argentina que era impagable. Es una opinión, como desde la oposición podrán decir todas las críticas que quieran sobre la política. Pero todos sabemos que hay límites que es necesario no superar, ¿no es cierto? Si gente escucha a sus dirigentes o los medios decir que los otros son genocidas, asesinos, es como que fomenta un caldo de cultivo, una atmósfera social que puede transformarse en violenta.

    —Salvo que se pruebe lo contrario y hubo una conspiración, este fue un atentado perpetrado por una persona sin una organización detrás, alguien que se radicalizó.

    —Sí, pero lo que es verdad es que hay un clima complicado. Salvando las distancias, el ISIS actuando en Medio Oriente genera toda una idea de dónde está el mal, de dónde están los enemigos, entonces puede aparecer un lobo solitario en una playa de Francia con un camión y mate 40 personas. No es una célula terrorista, no está organizado ni recibe instrucciones, pero es un tipo que ha estado escuchando esto y termina asesinando gente. O un fundamentalista en Estados Unidos que se da manija y sale con un fusil a matar gente, pero obviamente estuvo nutriéndose y recibiendo no solo información, sino determinada visión del mundo. Quiero decir, no hay una relación de causalidad directa. Me parece que es un error decir que como López Murphy dijo “ellos o nosotros”, estuvo apretando el gatillo. No corresponde eso. Pero tampoco seamos ingenuos, y todos lo entendemos, en que cuando vos vas escalando el discurso y agraviando e imputando cosas a tu adversario político estás generando un clima que puede terminar en otra cosa. Por eso digo que me parece que es bueno como reflexión que evitemos que estalle esto, bajemos un poco. Hagamos el debate de ideas, pero sin agravios, entendiendo que es un adversario.

    —¿El sistema argentino está mostrando la madurez necesaria?

    —Yo espero que sí, que esto sirva. Apuesto a que se imponga este criterio, que creo que es el de la mayoría dentro de los partidos y que refleja de mejor manera el sentimiento de la mayoría de los argentinos. El tema de la crispación, de la pelea, existe, pero está en sectores intensos pero que son minoritarios. La mayoría está como para acompañar una idea de establecer reglas de convivencia mucho menos parecidas al de la violencia verbal.

    —El episodio tuvo lugar en un momento en el que el gobierno argentino está en un proceso de reestructura interna. ¿Hay un cambio de rumbo con la designación de Sergio Massa al Ministerio de Economía?

    —No diría que es un cambio de rumbo. Es una suerte de relanzamiento después de todo lo que nos ha tocado vivir. Durante la pandemia hubo una serie de mecanismos para proteger a los sectores más afectados, a los que no tenían una relación de empleo formal, para las empresas también. Fueron medidas para atender a una enorme crisis que supuso una caída del 10% del PBI en el 2020, que la pudiéramos atravesar con el menor costo social posible. Y después tuvimos una economía en crecimiento, con muy buena actividad. El crecimiento fue superior al 10% el año pasado y sigue sosteniéndose ahora. Creo que sí, que se están encarrilando las cosas. Me parece muy acertada la decisión de designar a Massa como ministro de Economía y creo que con todas las dificultades que hubo, sobre todo dos meses atrás, se está como estabilizando la situación, lo que nos permite ser más optimistas.

    —A los uruguayos les cuesta entender al peronismo como movimiento. ¿Hay un realineamiento del peronismo dentro del gobierno? ¿Es lo mismo Massa ministro de Economía que en el Parlamento?

    —En personas y en fuerzas, había un trípode en la coalición de gobierno: Cristina Fernández de Kirchner, el presidente Alberto Fernández y Sergio Massa, que era del Frente Renovador. Evidentemente, sí, está asumiendo un protagonismo mayor una de las patas de la coalición que es Sergio Massa, pero creo que tiene espalda para encarar esta misión como ministro de Economía. En ese sentido, hay un mayor protagonismo de uno de los tres referentes, que le está tocando la difícil misión de llevar adelante el ministerio.

    —¿Eso implicó un cambio en la política exterior o el rumbo sigue igual?

    —No, no ha habido cambios. Lo que hay, sí, y creo que es compartido por la región, es la necesidad de recuperar protagonismo de América Latina, de fomentar más las relaciones económicas, comerciales, intrarregionales. Porque además, es un poco lo que está pasando en el mundo, lo que ha pasado con los fletes, por ejemplo. Están apareciendo estas cadenas regionales de valor, más que las cadenas globales. Es una oportunidad para Latinoamérica de integrarse más. La línea se mantiene en otros temas: hubo una condena a la invasión de Ucrania que todos los países lo han hecho, la idea de mantener buenas relaciones tanto con China como con Estados Unidos.

    "Si se hubiera concretado el propósito de este hombre de asesinar a Cristina Fernández de Kirchner, no sé qué podría haber pasado, realmente hubiera sido desencadenante de una crisis que también podría haber terminado en violencia. La reacción del arco dirigencial político, social, empresarial, sindical, los medios, fue de rechazo y de repudio a lo que había pasado con la vicepresidenta"

    —Parece haber un desajuste en la mirada de Uruguay y Argentina en el aspecto internacional.

    —Más allá de las diferencias que puede haber, hay una visión de tratar de que la región tenga más protagonismo en la política internacional.

    —El cómo lograr eso es lo que no parece ser compartido por los dos gobiernos. Uruguay está avanzando con negociaciones bilaterales con China, por ejemplo.

    —Sí. Pero cuando plantean que quieren ir hacia un tratado de libre comercio con China, lo hacen a la vez que dicen que no quieren salir del Mercosur, eso habrá que verlo apenas se pueda. Se verá cuando Uruguay plantee en la mesa del Mercosur qué es exactamente lo que está haciendo, qué es lo que pretende, en qué punto están sus negociaciones y hacia dónde quiere ir, lo que todavía no se ha planteado.

    —¿La idea entonces es fijar una posición sobre algo más concreto?

    —Claro, exacto.

    —¿Cómo evalúa las relaciones bilaterales, entonces?

    —Buenas. Con áreas de cooperación que son importantes para nosotros como el Atlántico Sur, Antártida, porque además lo ligamos con el tema Malvinas, donde tenemos desafíos comunes como proteger los recursos económicos y naturales. En infraestructura, los dos gobiernos quieren avanzar en la construcción del puente Bella Unión-Montecaseros. Esta semana viene un representante de FADEA, nuestra fábrica de aviones, porque nuestra intención es ofrecerle a las Fuerzas Armadas uruguayas el nuevo avión de entrenamiento que se está fabricando en Argentina. Lo mismo en materia de radares y aviones no tripulados, que además de lo comercial, de vender, hay una idea de transferencia de tecnología.

    Después tenemos el tema este del tratado de libre comercio con China, que, como hablamos recién, estamos a la expectativa. Hay muchas misiones comerciales de Argentina aquí, y eso va en línea con lo que le decía: somos proveedores cercanos de muchas cosas que, de otra manera, con lo que está pasando con los fletes, tendrían dificultades. Más toda la integración de nuestras ciudades y pueblos, creo que estamos en una muy buena relación.

    —Hay temas que están haciendo un poco de ruido en la Comisión Administradora del Río de la Plata, como la construcción de los emisarios de aguas residuales llamados Berasategui y Riachuelo.

    —Ahí hay una diferencia de enfoque, pero si le preguntás a cualquiera que conozca del tema y no se deje llevar por impresiones superficiales, es muy beneficioso para Argentina, Uruguay y el Río de la Plata que los residuos que se tiraban antes en crudo, tengan un tratamiento previo. Además, dada la distancia que hay desde donde desembocarían los emisarios hasta la costa uruguaya, dicho por alguien que sabe, para que eso afecte la costa uruguaya debería cambiar el eje de rotación de la Tierra. No es algo que realmente vaya a perjudicar a la costa uruguaya.

    Lo otro que está en discusión en el Río de la Plata es el tema del dragado de 13 a 14 metros que se comprometió el gobierno uruguayo con la concesionaria. Eso todavía no lo ha presentado Uruguay en el seno de la comisión. Yo calculo que, más allá de la información técnica, no hay ningún inconveniente ni rechazo político a que eso se haga.

    —¿Argentina no pondría reparos?

    —Entiendo que no. Todavía no han presentado la propuesta, pero bueno, una vez que lo hagan se analizará.

    —¿Y salvo que sea una propuesta técnica mala, no habría problemas para autorizarlo?

    —Claro.

    —El canciller uruguayo Francisco Bustillo está en Europa y su agenda incluye trabajar para destrabar la firma del tratado de libre comercio con el Mercosur. ¿Argentina está de acuerdo con avanzar sobre lo que está acordado o cree que debe reabrirse el texto?

    —Lo que está, está y hay que avanzar en su concreción. Además, es una buena oportunidad porque hay que trabajar en el comercio y en las relaciones económicas intrarregionales y hay que avanzar con un mercado como el europeo para aprovechar esta situación internacional. Hay que avanzar. Que del lado del Mercosur no pongamos ningún obstáculo. Porque los que están poniendo obstáculos son los europeos, y si se remueven, avancemos en la concreción del tratado. No hay que revisar nada.

    —En Europa dicen que la guerra en Ucrania demostró la oportunidad perdida de no haber aprobado el acuerdo antes, porque el Mercosur podría haber sido un socio comercial importante.

    —Claro. Pero fue por un error de Europa. Ahora pueden corregirlo, vencer a los proteccionistas que tienen allá.

    —Mucho se le cuestiona a Argentina por su proteccionismo.

    —Desgraciadamente, cuando queremos avanzar con Corea del Sur, por ejemplo, te encontrás que para los productos como el arroz tienen una gran protección; entonces, quieren liberar con lo que son competitivos, pero se cierran por completo con los otros productos.

    Información Nacional
    2022-09-07T23:28:00